Archives julio 2017

La muerte de Xanda, el hijo de Cecil el león, a manos de otro cazador de trofeos en Zimbabue

Dos años después de que Cecil el león fuera abatido un cazador de trofeos en Zimbabue, provocando una ola de indignación global, su hijo Xanda parece haber corrido la misma suerte.
Investigadores de la Universidad de Oxford, que le habían colocado un collar de rastreo electrónico a Xanda, informaron que el felino, de seis años, fue abatido por un cazador de trofeos en las afueras del Parque Nacional Hwange, en el norte del país africano.
Un cazador profesional informó de su muerte a las autoridades y devolvió el collar de Xanda.

El padre de Xanda, Cecil, “el leó más querido de Zimbabue”, fue abatido en 2015.
Como explica el corresponsal de la BBC en África, Andrew Harding, a esa edad Xanda ya era lo suficientemente viejo como para ser considerado “blanco legítimo” de los cazadores de trofeos.
Estos individuos, en su mayoría provenientes de Estados Unidos, Reino Unido y Sudáfrica, pagan decenas de miles de dólares para matar legalmente a grandes animales.
Y ese dinero es utilizado para financiar las labores de conservación en varios países africanos.

La herencia de Cecil
Todavía no se sabe quién pagó -y cuánto- para matar a Xanda.
Pero la noticia se da a conocer dos años después de que Walter James Palmer, un dentista de Minnesota (EE.UU.), causara una ola de indignación global al abatir a su padre, Cecil, de 13 años.

La clínica de Palmer fue escenario de protestas luego de la muerte de Cecil
Se estima que Palmer pagó unos US$50.000 por el derecho a cazar legalmente a un león. Y el dentista luego se disculpó por haber elegido a Cecil como su víctima.

Pero la muerte del felino, una de las mayores atracciones turísticas de Zimbabue, terminó provocando protestas frente a la casa y clínica del dentista.
En su momento se informó que el león había sido abatido a flechazos, pero no falleció inmediatamente. De hecho, tuvo que ser seguido por más de 40 horas antes de ser ultimado con un rifle.
Johnny Rodrigues, jefe de la Fuerza de Tarea de Conservación de Zimbabue, le dijo a la BBC que el león luego había sido decapitado.

Taxista Reflexion

En un taxi subió una señora mayor. El taxista nunca olvidará lo que le dijo.
Hace veinte años me mantenía trabajando como taxista. Era una vida para alguien quién se sentía como un vaquero, tahúr, alguien quién no quería tener un jefe encima. En moviento todo el tiempo y esta emoción como cuando se juega al azar cada vez que al taxi entraba una persona nueva…

Mis pasajeros se sentaban detrás de mi espalda y guardando su anonimato me revelaron cosas de sus vidas.

Éramos como desconocidos en un tren viajando por la noche hablando de los secretos más íntimos que nunca revelaríamos durante el día. Me encontré con la gente que me fascinó, me hizo más humano, me hizo gracia o me conmovió. Sin embargo, ninguna de estas historias me emocionó tanto como la historia de una mujer mayor cuál subió a mi taxi durante una noche calurosa de agosto.

Me llamaron desde una casa pequeña de un barrio muy tranquilo. Pensaba que iba a por unos fiesteros, por un trabajador que se había dormido y ahora tenía que ir corriendo a una fabrica lejos de su casa.

Cuando llegué a la dirección indicada, había una luz solamente en una ventana en la planta baja. Normalmente viendo algo así un conductor toca la bocina una o dos veces, espera un minuto y luego se va. Hay demasiadas opciones poco agradables para un conductor que quiere entrar a una casa a oscuras a las 2 y media de la noche.

Sin embargo ya había visto a mucha gente que vive en la pobreza y a veces no tenían otra opción que llamar a un taxi para poder llegar al trabajo. Si la situación no me parecía demasiado peligrosa, siempre me acercaba a la puerta de la casa del pasajero. Quizás alguien necesitaba mi ayuda… La verdad es que yo pensaba que un conductor lo haría por mi padre o madre.

Así que me acerqué y toqué la puerta.

“¡Un momento!” me respondió una voz más bien vieja. Oí un sonido de mover un objeto sobre el suelo. Tras un rato algo largo la puerta se abrió. Vi a una mujer bajita de 80 años, más o menos. Llevaba un vestido estampado y un tocado con velo. Su traje ya se podía ver solamente en las tiendas con ropa de bailes de disfraces o una película de los años 40… A sus pies estaba una pequeña maleta de nylon. Fue lo que hizo tanto ruido.

El piso tenía pinta de estar abandonado hace tiempo. Todos los muebles estaban tapados con sábanas. En las paredes no habían relojes, no se veía platos ni ningún detalle decorativo. En un rincón había una caja llena de fotografías y cristales.

“¿Podría llevar mi maleta al coche?” – me preguntó. – “Necesito estar sola un rato más. Luego ven a por mí y ayúdame a subir al coche, por favor. Estoy bastante débil.”

Pues cogí su maleta y luego volví a por ella. “No pasa nada” fue lo que le dije. “Intento tratar a mis pasajeros así como me gustaría que tratasen a mi madre.” “Pues usted es un buen hijo” me respondió. Sus cumplidos y admiración me hacían sentir incómodo. Ya en el taxi me dio la dirección y me preguntó si podíamos darnos una vuelta por el centro.

“Pero si no es el camino más corto” le advertí.
“No pasa nada.” – Dijo- “No tengo prisa. Voy al hospicio.”

La miré por el retrovisor. Sus ojos brillaban. Ella seguía hablando: “Ya no me queda ninguna familia. Mi doctor me dijo que debería ir ahí lo más pronto posible. Ya no tengo mucho tiempo.”

Dejé de usar el taxímetro sin decirle nada. “¿Pues por dónde vamos?” Durante dos horas conducí por la ciudad. Me mostró un edicifio dónde trabajaba antes como operadora de ascensores. Estábamos en un barrio donde vivía con su marido. Me dijo de parar el coche delante de un almacén con muebles donde antes había una sala de bailar. Ella iba a bailar ahí cuando era joven. Unas veces me dijo de parar delante de un edificio sin explicarme nada. Cuando se vio los primeros rayos del sol, dijo de repente: “Ya estoy cansada. Vamos.” En silencio total fuimos a la dirección antes indicada. Era un edificio pequeño, parecía más bien un lugar adecuado para rehabilitación. Dos hombres se acercaron al coche inmediatamente. Le ayudaron a salir del coche. Con mucha atención y cuidado observaron todos sus movimientos. Parecía que le estaban esperando. A lo mejor les haya llamado antes.

Abrí el maletero y saqué su maleta. Ella ya estaba sentada en una silla de ruedas.
“¿Cuánto le debo?” me preguntó buscando su monedero.
“Nada” fue mi respuesta, pero ella insistía diciendo qué así me mantenía, que era mi trabajo. Le dije que habrán más pasajeros.

Sin pensar le abrazé. Me devolvió la caricia. Me dijo: “Le diste mucha alegría a una mujer mayor. Gracias”. No había nada que añadir. Estreché su mano y me fui hacia dónde se levantaba el sol. Oí la puerta cerrándose. Era el sonido de la vida acabándose.

Aquella noche no tuve más pasajeros. Quería estar solo, conduciendo sin pensar por toda la ciudad. Durante el día hablé poco. Solo pensaba que pasaría si a esta mujer le tocase un taxista desagradable o uno con mucha prisa. ¿Qué pasaría si sólo tocase el claxon una vez y me fuese? ¿Si no me apeteciese hablar con ella? ¿Cuántos momentos como este ya había perdido?

Nos acostumbramos a pensar que nuestra vida depende de los momentos importantes. Y los momentos importantes aparecen cuando nadie los espera. Cuando aquella mujer me abrazó y me dio las gracias pensé que exactamente para eso estaba en el mundo: para acompañarle en su último viaje.

No creo que haya hecho algo más importante en mi vida.

Marshall McLuhan, el “profeta de la era digital” que predijo internet 20 años antes de que se inventara

“El nuevo medio, el que sea que venga, podría ser la extensión de la conciencia, incluirá a la televisión como contenido, y no como medio”.
Así fue como Herbert Marshall McLuhan, un hombre a quien muchos consideran “el profeta de internet” -y que este viernes cumpliría 106 años- vaticinó con más de 20 años de anticipación la llegada de la era digital.
“Una computadora como instrumento de investigación y comunicación será capaz de aumentar la recuperación de información, hacer obsoleta la organización masiva de las bibliotecas, recuperar la función enciclopédica del individuo y transformarla en una línea privada de comercializables rápidamente personalizados”.
A principios de los sesenta, este profesor de literatura y filósofo canadiense -una eminencia televisiva en su época- tuvo una visión que dejaría a muchos sin palabras y que volvería a hacerlo dos décadas más tarde, cuando sus predicciones se hicieron realidad.

“McLuhan no sólo vio venir internet, sino que acertó al vaticinar el impacto que tendría en la sociedad”, explican desde Google, que le dedicó este 21 de julio un colorido “doodle”.

Google reflejó en su “doodle” las predicciones de McLuhan respecto a la manipulación mediática, la aldea global y la era electrónica.
Sus palabras sobre la difusión masiva y la sociedad de la información, que describió en su aclamada obra La galaxia Gutenberg (1962), y su frase más célebre “el medio es el mensaje” (a finales de los setenta), le harían pasar a la historia como un visionario de internet.
McLuhan, quien falleció a los 69 años en 1980, era toda una estrella mediática. Daba conferencias y concedía entrevistas en canales de televisión internacionales, en donde hablaba sobre sus teorías de medios fríos (la televisión) y calientes (la radio), y la manipulación que ejercen sobre las masas.
El filósofo se convirtió en todo un gurú de un futuro digital que entonces se veía muy lejano.
“Aldea global”
En su libro más vendido, Understanding media (“Comprender los medios de comunicación”), de 1964 -que se convirtió en todo un fenómeno cultural- habló de cómo los “medios electrónicos” y cómo cambiarían e influirían para siempre en la sociedad, “liberándonos del mundo impreso”.

McLuhan también advirtió sobre la comercialización de datos personales en los “medios electrónicos”.
Los medios electrónicos, con su demanda de interacción, nos devolverían nuestra perdida conciencia tribal, declaró McLuhan. Pero esas tribus ya no serían grupos pequeños y aislados porque los nuevos medios de comunicación se extenderían a través del planeta, haciendo que formemos parte de una “aldea global”.
Así fue cómo el erudito habló de internet dos décadas antes de que apareciera (Extracto de The Mechanical bride -“La novia mecánica”-, 1951):
En lugar de dirigirse hacia una vasta librería de Alejandría, el planeta se ha convertido en una computadora, un cerebro electrónico, como una obra de ciencia ficción infantil, al exteriorizarse nuestros sentidos, el Gran Hermano se asienta en nuestro interior.
Así que, a menos de que seamos conscientes de esta dinámica, nos moveremos hacia una fase de terrores de pánico, adaptándonos a un mundo pequeño de tambores tribales, interdependencia total y coexistencia superimpuesta.

“La televisión será el contenido y no el medio”, escribió McLuhan en los 60.
Pero Marshall también advirtió de los peligros del abrumador poder de internet:
Una vez que hayamos supeditado nuestros sentidos y sistemas nerviosos a la manipulación privada de quienes intentarán beneficiarse a través de nuestros ojos, oídos e impulsos, no nos quedará ningún derecho.
Hoy, sus teorías se han hecho realidad: Facebook es nuestro principal punto de encuentro -con fines comerciales-, Google es la biblioteca y el mundo virtual globalizado, una verdadera aldea global dominada por algoritmos que marcan tendencias e ideas.
Sería interesante conocer qué opinaría ahora el “profeta de internet” sobre la revolución digital que vive el mundo y, sobre todo, qué predicciones haría respecto a lo que está por llegar.

La línea de ropa que se estira y adapta al cuerpo de los niños mientras crecen

Los niños crecen hasta siete tallas de ropa en los primeros dos o tres años de vida.
Imagina, por un momento, que toda esas prendas de ropa pudieran reducirse a una talla única que se encoja y adapte a medida que crece el niño sin quedarse obsoleta.
Un invento así no sólo les ahorraría una gran cantidad de dinero a los padres, sino que le evitaría a nuestro planeta un derroche más que considerable.

Y esa fue precisamente la idea que tuvo Ryan Mario Yasin, un joven diseñador recientemente graduado de la Royal College of Art de Londres, Reino Unido, que previamente estudió ingeniería aeronáutica en el prestigioso Imperial College, también en la capital británica.
Gracias a esta tecnología, una única prenda puede ser utilizada desde los cuatro meses hasta los tres años, cubriendo el equivalente a siete tallas
Yasin ha creado su propia firma -llamada Petit Pli- para la que está diseñando “ropa con un sistema de plisados que permite que las prendas crezcan con los niños”, le cuenta a BBC Mundo.
“Gracias a esta tecnología, una única prenda puede ser utilizada desde los 4 meses hasta los 3 años, cubriendo el equivalente a siete tallas”.
¿Cómo surgió la idea?

El sistema de pliegues permite que la ropa pueda durar hasta siete tallas.
“Me interesaba entrar en el mundo de la moda, pero al comenzar a investigar me impactó enormemente lo poco ética y derrochadora que es la industria”, explica Yasin.

El joven decidió usar sus conocimientos como ingeniero aeronáutico “para encontrar una solución que lograra disminuir los desechos que genera la industria de la moda”.
Pero el momento clave fue cuandovisitó a su sobrino Viggo, el hijo de su hermana, que vive en Dinamarca.
“Una talla para todos”
“Cuando finalmente tuve la oportunidad de ir a conocerlo, ya era muy grande para la ropa que le había llevado de regalo, lo cual fue muy decepcionante”, recuerda.
“Fue ahí cuando me di cuenta de que podía enfocar mi proyecto en la ropa infantil: ‘una talla para todos’. Una vez que me decidí por este concepto, fue sólo cuestión de tiempo encontrar cómo lograrlo”.

El diseñador decidió crear una línea de ropa en base a un concepto: “una talla para todos”.
Su línea de moda parte de la base de que los bebés son “atletas extremos”, por lo que sus prendas están diseñadas para jugar y explorar el mundo “sin restringir sus movimientos y sin importar el clima”.
Al principio, no le resultó fácil. Yasin dice que no haber trabajado nunca antes en moda fue un desafío para él, y tuvo que enfrentarse a las reacciones de mucha gente que cuestionaba que un ingeniero como él pudiera estar trabajando en ese mundo.

“También tuve que aprender a diseñar los patrones, coser las prendas y elaborar experimentos con telas plisadas”, dice el ahora diseñador.
La tela se pliega permanentemente de tal manera que se despliega a lo largo y ancho cuando se tira de ella
A medida que avanzó en el proyecto, las telas plisadas se convertirían una parte fundamental del mismo y la clave detrás de su secreto.
Cocinando telas
“La tela se pliega permanentemente de tal manera que se despliega a lo largo y ancho cuando se tira de ella”, cuenta Yasin.
“En ingeniería esta propiedad se conoce como un coeficiente de Poisson negativo. Por el contrario, las telas convencionales se adelgazan en una dirección cuando se estiran en la otra”.

Yasin cocinó las telas en el horno de su casa y experimentó con materiales que se usan en aeronáutica.
Pero ¿por qué pliegues?
El creativo diseñador dice que para que esta idea entrara en el mercado “tenía que centrarse en una tecnología accesible hoy día o en un futuro cercano. Y los pliegues eran una solución simple y efectiva”.

Y para llegar a esa conclusión primero tuvo que experimentar.
Apenas comencé a experimentar con pliegues, cocinando telas en el horno de mi casa, me di cuenta del enorme potencial que existía
Yasin dice que la combinación de ingeniería y diseño le inspiró a “apreciar telas y materiales más allá de su apariencia”.
“Me atrajeron sus propiedades y cómo éstas pueden ser manipuladas. Apenas comencé a experimentar con pliegues, cocinando telas en el horno de mi casa, me di cuenta del enorme potencial que existía”.
Entonces, sus conocimientos aeroespaciales se hicieron fundamentales.
“Como parte de mi máster en ingeniería aeronáutica, trabajé con estructuras desplegables para satélites pequeños donde paneles de fibra de carbono fueron diseñados para empacarse en un espacio de 2 mm antes de desplegarse automáticamente y mantener su posición en el espacio”.

“Los niños son atletas”, dice el diseñador.
“Esto implicó una gran cantidad de investigación en técnicas de plegado y creo que finalmente influyó mucho en el resultado de Petit Pli”, señala.
En cuanto a los materiales, se muestra más reservado. “Es una mezcla de fibras sintéticas, pero no puedo dar muchos detalles, ya que estoy tramitando la patente”, dice Yasin.
Su objetivo es enfocarse en crear ropa para niños que, además de crecer en dos direcciones -a lo largo y ancho del cuerpo del bebé- sea impermeable.
Asegura que hay otros diseñadores que hacen ropa que se expande, pero una vez que se corta, ya no puede usarse en niños más pequeños. Y en cuanto a la ropa modular (que se puede armar al gusto de cada uno) sólo crece en cuanto a la longitud de los miembros, explica, pero no en anchura.
Pero, más allá de lo que vistan, Yasin espera lograr “convencer a los consumidores de derrochar menos, reducir residuos en moda -mano de obra, transporte (emisiones de CO2) y desechos- e impulsar un cambio a nivel psicológico y de valores de niños y padres”.
“Quiero marcar la diferencia en el consumo de moda y crear una solución simple y efectiva”.

Mick Fanning, el surfista que se volvió a encontrar con un tiburón blanco… y escapó por segunda vez

Dos años después, misma playa, mismo campeonato de surf, mismo protagonista y mismo tipo de tiburón.
El australiano Mick Fanning, quien en 2015 logró salir ileso del agua pese a ser embestido por un tiburón blanco, volvió a salvarse con lo justo de la presencia de un escualo de tres metros que nadaba a poca distancia de él.

Fanning fue sacado del agua junto al brasileño Gabriel Medina mientras disputaban los cuartos de final de la válida de la Liga Mundial de Surf en la Bahía de Jeffrey en Sudáfrica.
Fue el mismo lugar en el que el surfista australiano se liberó del ataque de un tiburón hace dos años, imágenes que dieron la vuelta al mundo.

El surfista que escapó de un tiburón blanco por segunda vez
En esta oportunidad no llegó a tener un contacto físico, debido a las medidas de seguridad que se han implementado desde que ocurrió aquel incidente.
“Estoy muy contento que nos sacaron del agua, pero la verdad es que me siento muy seguro con los esquíes, los drones y los aviones”, agradeció el australiano de 36 años.

Medina y Fanning son sacados del agua.
Los organizadores de la prueba avistaron al tiburón y detuvieron la competencia cuando ingresó a la zona en la que se encontraban los surfistas, que se estima estuvieron separados por sólo 700 metros.
Fanning y Medina fueron sacados del agua, aunque después pudieron reanudar la competencia en la que el brasileño venció a su rival para alcanzar las semifinales.

Fanning no pudo defender con éxito su título en Sudáfrica.
Cuando vio las imágenes al final del día, Fanning se sorprendió por el tamaño del animal.
“Es enorme”, dijo. “Mira esa cosa, es una bestia, por lo menos ellos lo vieron”.