“Mi açaí es la bomba, bomba, bomba, bomba”, canta Vanessa Esplendorosa. “Maravillosa, sabrosa, deliciosa, deliciosa, esplendorosa. Quieres mi granola, quieres mi salsa, quieres mi brillo”.
Sentada bajo el sol ardiente en la playa de Ipanema de Río de Janeiro, Vanessa Esplendorosa (su nombre real es Vanessa Cabral dos Santos) canta sus rimas en portugués mientras apila bananas, fresas, mango, kiwi, granola, leche condensada, dulces de maní y salsa de chocolate en mi taza de açaí congelado.
Es un pequeño espectáculo que la ha convertido en una celebridad en la playa con su venta de açaí, el popular puré de esta fruta amazónica que se ha extendido desde la jungla brasileña hasta los cafés de comida saludable de todo el mundo.
En español, la forma correcta de escribirla y pronunciarla es asaí o azaí.
Es tal la fama de Vanessa que protagonizó el video de la canción “Funk do Açaí”, que tiene más cuatro millones de vistas en YouTube.
Igual de aclamado es este plato de color morado oscuro parecido a un helado, hecho con pulpa de açaí, alabado por sus propiedades anti vejez y energizantes y, sobre todo, por su exquisito sabor: es como una mezcla de moras y chocolate.
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Brasil produce cerca del 85% de la oferta mundial de açaí (que está clasificada como una drupa, aunque comúnmente se le conoce como una baya), más de 1,25 millones de toneladas por año, lo suficiente para llenar 500 piscinas olímpicas.
La leyenda
Me sorprendió saber que hace unos pocos años Vanessa estaba clínicamente deprimida y aislada del mundo.
Por consejo de un médico la compañera de Vanessa, Ana, comenzó a llevarla a la playa para vender açaí.
Al principio Vanessa solo se sentaba y miraba a la gente, sin vender nada. Pero luego se cansó de mirar, comenzó a caminar por la arena y empezó a vender.
Poco a poco comenzó a componer rimas pegajosas para vender su producto y se fue ganando confianza.
El açaí le dio un nuevo impulso a su vida, un hecho que hace recordar la antigua mitología indígena acerca de esta fruta.
El açaí le dio un nuevo impulso de vida a Vanessa Esplendorosa.
El nombre açaí proviene de una palabra nativa de la cultura Tupi y significa “fruta que llora”.
Algunos dicen que ese nombre se debe a que la fruta rezuma su jugo, pero la leyenda dice que en realidad es porque es una fruta nacida de lágrimas.
Antes de que los barcos colonizadores portugueses llegaran a Brasil, una gran tribu Tupi vivía a orillas del río Amazonas, donde hoy se encuentra la ciudad de Belém, la puerta de entrada a la Amazonía en el estado norteño de Pará.
La creciente población de la tribu significaba que había cada vez menos comida para todos. Al ver a su gente morir de hambre, el jefe de la tribu, Itaki, ordenó que se sacrificara a todos los niños recién nacidos, para mantener bajos los niveles poblacionales hasta que pudieran encontrar una fuente de alimento más abundante.
No hizo ninguna excepción a este decreto, a pesar de que su propia hija, Iaçã, estaba embarazada y dio a luz a una hermosa bebé.
La joven madre lloró durante días después de perder a su bebé y oró a su dios Tupã para que le mostrara a su padre alguna otra forma de salvar a su tribu del hambre y el sufrimiento.
Açaí significa “fruta que llora”.
Una noche, Iaçã escuchó los gritos de una bebé, y al mirar dentro de la jungla vio a su hija sentada al pie de una palmera. Con los brazos extendidos, saltó hacia ella. Pero de repente la bebé desapareció.
Inconsolable, Iaçã se derrumbó a llorar sobre la palmera.
Al amanecer su cuerpo fue encontrado abrazando el tronco de la palma, pero su rostro ahora lucía sereno.
Los ojos oscuros de Iaçã miraban hacia la copa de los árboles, que ahora estaban llenos de pequeñas frutas oscuras. Los hombres de la tribu treparon las palmas y recogieron las bayas, exprimiendo sus nutritivos jugos entre sus manos.
Itaki vio esto como una bendición de su dios Tupã y llamó a la baya açaí, que es el nombre de su hija escrito al revés. La orden de sacrificar a los niños recién nacidos se levantó y la tribu Tupi nunca volvió a pasar hambre.
Fuente de juventud
Aunque separadas por cientos de años y kilómetros, Iaçã en el Amazonas y Vanessa en Río representan por qué el mundo se ha enamorado del açaí: el rejuvenecimiento.
Repleto de vitaminas, proteínas, fibra, aminoácidos, grasas monoinsaturadas saludables y hasta 30 veces más antioxidantes que el vino tinto, se dice que el açaí estimula la energía, fortalece el sistema inmunológico, ayuda al crecimiento muscular y combate los efectos del envejecimiento.
El açaí es un alimento “democrático”.
Con tal currículum, se explica por qué es tan popular entre todos, desde los ricos hasta los pobres, en Brasil.
“Sin duda, el açaí fue y es un alimento que podemos describir como democrático en el sentido de que siempre ha estado en la mesa, y ciertamente en la comida (porque no todos usaban las mesas) de nativos, colonos, ricos, pobres, civiles, militares, religiosos o no religiosos, alfabetizados o analfabetos”, dice la profesora Leila Mourão Miranda, de la Universidad Federal de Pará, quien escribió una tesis sobre el açaí.
Recetas para todos los gustos
En Río las tiendas de jugos en prácticamente todos los rincones sirven helados de açaí con otras frutas e ingredientes dulces. Pero pocos fanáticos del açaí fuera de Brasil saben que esa fruta es tan tradicional en su país como lo es una pizza hawaiana en Italia.
En Pará, donde se cultivan la mayoría de las bayas, el açaí es un elemento básico de la cocina y se come como acompañamiento del pescado frito y los camarones. Los lugareños lo vierten como una salsa o lo usan como un aderezo.
Los locales también disfrutan el açaí como un bocadillo en un estilo más natural, con un poco de azúcar y aderezo de harina de tapioca o harina de yuca.
Brasil es el mayor productor de açaí del mundo.
Para ellos, agregarle frutas, granola y todo lo demás es una distracción del verdadero sabor del açaí.
Descubrí eso en un boteco (un bar pequeño) llamado Tacacá do Norte, en el barrio Flamengo de Río. Es uno de los pocos lugares en Río donde puedes comprar el açaí al estilo Pará, y para los conocedores, es el mejor de la ciudad.
No fue hasta la década de los 90 cuando los surfistas y bronceados adictos al gimnasio escucharon sobre los misteriosos beneficios del açaí, y le agregaron jarabe de guaraná, hecho de las semillas de la planta de guaraná, que es alta en cafeína, para ayudar a preservar el sabor del zumo de açaí y la pulpa después de congelarla.
Esto finalmente lo convirtió en un refrigerio energizante y, por lo tanto, dio inicio a la fiebre mundial del açaí.
Pero mi amiga Beatriz Daibes, una paraense que se mudó de Belém a Río el año pasado, me dice que no se sintió atraída por el gusto que la fruta de su tierra despierta en su nueva ciudad.
“Prefiero el tradicional”, dice. “Creo que la textura es mejor, más cremosa”.
“Creo que el estilo de Río es más como una mousse, más como un helado de açaí que açaí en realidad. Y en el norte no usamos jarabe, sino azúcar”.
El açaí crece en las palmeras del Amazonas.
“¿Y qué opinas de combinarlo con pescado frito y camarones?”, le pregunto.
“¡Es delicioso!”, dice ella. “Hay restaurantes que tienen el açaí como postre, y también para comer junto con el plato principal, como pescado frito y camarones. ¡Y es realmente bueno! Es una mezcla de dulce y salado”.
Ya sea el estilo de Río o el más convencional estilo de Pará, los brasileños tienen muchas opciones cuando se trata de açaí.
Desafortunadamente para el resto de nosotros, ya que el açaí es una fruta altamente perecedera que solo se cultiva en el Amazonas, su pulpa se congela o se convierte en polvo para la exportación.
Pero en Brasil se encuentra realmente fresco, y en Río podrás comerlo en la playa con un toque de música y buena onda. Y eso hace que sepa aún mejor.
Fuente: www.bbc.com