Cuando es moderado resulta de lo más saludable, pero el cuerpo no soporta nada bien las temperaturas bajo cero. Descubre sus pros y contras.
Llamamos cero absoluto a la temperatura más baja que se puede alcanzar, al menos de forma hipotética, ya que muchos científicos afirman que es imposible llegar a ella. En este estado, todas las sustancias estarían en forma sólida y los átomos y moléculas dejarían de vibrar. El cero absoluto fue calculado por William Thompson, más conocido como Lord Kelvin, y equivale a -273,15 °C.
A nivel experimental, alcanzar el cero absoluto podría ser muy interesante, ya que permitiría estudiar el comportamiento de ciertos materiales, o incluso de células o tejidos vivos, cuando se enfrentan a esta temperatura. Además, la búsqueda del frío extremo ha llevado a avances tan importantes como el descubrimiento de la superconductividad o el desarrollo de técnicas de enfriamiento por láser y de relojes atómicos. De momento, hay proyectos en marcha como el Cold Atom Laboratory de la NASA, que pretende recrear el cero absoluto en la Estación Espacial Internacional, o al menos acercarse: el ambicioso objetivo será descender por debajo de los 100 picokelvin.
Sin necesidad de llegar al cero absoluto, sabemos que los cambios de temperatura también tienen efectos sobre la salud y nuestro organismo. Además, el frío desencadena respuestas automáticas como la tiritona, que funcionan gracias a todo un intrincado mecanismo fisiológico que nos permite regular la temperatura interna. Hoy vamos a conocer, siempre basándonos en estudios científicos, algunos pros y contras de sufrir el frío en nuestras carnes.
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Modula tu inteligencia
No está tan claro que las bajas temperaturas espabilen nuestra sesera. Un grupo de investigadores de la Universidad de Oulu, en Finlandia, demostró que estar expuestos a un frío medio afecta negativamente al desempeño de tareas cognitivas sencillas, pero, eso sí, nos vuelve más hábiles a la hora de afrontar retos intelectuales más complejos.
Así afecta a la memoria de trabajo
En cambio, experimentos de la Universidad Estatal de Kent, en EE. UU., estimaron que si la temperatura externa es de 10°C, la memoria de trabajo, la velocidad de respuesta y la función ejecutiva de la materia gris, que nos permite planificar y anticiparnos, se ven mermadas. Además comprobaron que esos efectos negativos persisten hasta una hora después de resguardarnos en un lugar caliente.
Se contagia
Ver cómo otros sufren bajas temperaturas te puede dejar helado. Un estudio de la Universidad de Sussex, en Brighton (Reino Unido), del que se hacía eco PLOS ONE demostró que basta mirar un vídeo de una persona introduciendo las manos en agua con cubitos de hielo para sentir frío en nuestras carnes. La empatía llega a tal extremo que la temperatura de las manos del observador suele caer de golpe varios grados. Sin embargo, con el calor no existe ese mimetismo fisiológico.
Nos deja indefensos
¿Por qué nos resfriamos más en invierno? Aunque parece una pregunta fácil, no obtuvo respuesta científica hasta hace pocos años, cuando Ellen F. Foxman y sus colegas de la Universidad de Yale, en EE. UU., demostraron que el rinovirus que ocasiona los constipados no es capaz de reproducirse a 37°C, la temperatura que suele presentar el interior del cuerpo, pero sí cuando el mercurio marca entre 33°C y 35°C. En esta franja térmica se sitúan las cavidades nasales cuando nos exponemos durante un tiempo largo al frío.
Afecta al sistema inmune
Por si fuera poco, la respuesta del sistema inmune resulta menos eficiente en un ambiente gélido, por lo que ese fresco glacial nos deja desarmados ante un ataque viral.
Cambia la microbiota
La composición de las colonias de bacterias que viven en el intestino humano varía drásticamente cuando la temperatura baja. Estos cambios favorecen la quema de grasa, mejoran los procesos metabólicos y previenen tanto la obesidad como la diabetes.
Funciona como quemagrasas
Para adelgazar en invierno, sal a tomar el fresco. En la Universidad de Maastricht (Holanda), lo comprobaron con un grupo de voluntarios que, en pantalones cortos y camiseta, permanecieron en una habitación a 15°C o 16°C entre dos y seis horas diarias. La exposición a estas temperaturas aceleró su metabolismo, lo que hacía que el cuerpo gastara más calorías.
Es bueno para hacer ejercicio
A los deportistas el frío les puede sentar de maravilla. Conscientes de ello, biólogos de la Universidad de Stanford, en EE. UU., idearon un guante que disminuye la temperatura corporal de los atletas y jugadores de manera instantánea. Funciona atrayendo la sangre a las palmas de las manos y enfriándola. Eso hace que se recuperen del esfuerzo de manera inmediata y puedan volver a la pista o a la cancha con un rendimiento óptimo. Literalmente, mucho más frescos.
Beber algo frío
Por otra parte, si sales a montar en bici hay una solución mejor. Investigadores franceses han demostrado que consumir una bebida a entre 0,6°C y 3,1°C –o aromatizada con mentol, que tiene el mismo efecto– aumenta el rendimiento físico en carreras sobre dos ruedas de 20 km.
Puede doler
Que las buenas noticias nos parezcan un soplo de aire fresco, mientras que una decepción inesperada nos cae como un jarro de agua fría, no es en absoluto contradictorio. La más ambigua de las sensaciones corporales, el frío, puede ser agradable, incluso reconfortante hasta los 15°C, pero si la temperatura de la piel es menor, duele. Cuando el termómetro cae bajo cero, saltan las alarmas y se activan los receptores corporales del dolor.
En exceso mata más que el calor
Fallecen veinte veces más personas por sufrir un ambiente glacial que por uno tórrido, según un estudio hecho en trece países con 74 millones de óbitos. Tal y como se podía leer en The Lancet, un 7,7% de las muertes se deben a temperaturas no óptimas. Y el frío es responsable de la mayoría 7,3%–, mientras que solo un 0,4% puede atribuirse a los efectos de la canícula.
Nos hace temblar sin querer
Tiritar es una respuesta automática que se regula en una zona del cerebro llamada núcleo parabraquial lateral, según un grupo de científicos de la Universidad de Oregón, en EE. UU. Esta área valora el nivel de frío que se detecta a través de la piel y decide en qué momento empieza a temblar el cuerpo, además de disminuir el flujo de sangre hacia la dermis para reducir la pérdida de calor. De ahí que palidezcamos de frío.
Puede alargar la vida
Al modificar una proteína de los ratones para que su temperatura corporal descendiera unas décimas, Bruno Conti, del Instituto de Investigación Scripps de California, en EE. UU., demostró hace una década que ese frío corporal aumentaba la esperanza de vida un 20% en hembras y un 12% en machos, y les permitía sobrevivir en condiciones óptimas.
Fuente: www.muyinteresante.es