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“Friends” en Netflix: ¿cuánto le cuesta al servicio de “streaming” mantener la serie en su programación?

Cuando en los últimos días corrió el rumor de que Netflix no seguiría emitiendo la popular serie estadounidense ‘Friends’ el próximo año, sus fanáticos pusieron el grito en el cielo.

Los seguidores de la serie, ícono de la década de 1990, inundaron las redes sociales con mensajes quejándose de que su serie favorita ya no estaría disponible en el servicio de streaming.

Pero este lunes respiraron de nuevo cuando Netflix aseguró en su cuenta de Twitter que ‘Friends’ todavía estará disponible en Estados Unidos durante todo 2019.

Pero la alegría de los seguidores de la serie se transformó en un gasto extra para Netflix (y nada barato).

Contrato millonario
La plataforma en internet deberá pagarle al gigante de las comunicaciones AT&T (dueño de Warner Media, que a su vez tiene la licencia de ‘Friends’) cerca de US$100 millones para poder transmitir la serie durante 2019, según informa The New York Times.

BBC Mundo contactó con Netflix para recabar más información pero no obtuvo respuesta.

Netflix mantendrá los derechos para reproducir ‘Friends’ en el año 2019.
Este acuerdo representa más del triple de lo que pagó Netflix el año pasado, unos US$30 millones, para poder reproducir el programa.

Este aumento responde al creciente interés de los usuarios por el contenido de series y películas transmitidos por streaming.

Netflix sumó siete millones de nuevos clientes en solo tres meses (entre julio y septiembre de 2018), lo que eleva su total de suscriptores en el mundo a 137 millones.

Este reciente crecimiento, todo un récord para el tercer trimestre, se produjo cuando Netflix estrenó una cantidad inédita de programación original, incluidas las nuevas temporadas de Orange Is The New Black y BoJack Horseman.

Pero el contrato millonario por ‘Friends’ responde también al aumento de la competencia entre los jugadores en el negocio de contenido de reproducción en internet.

Netflix se enfrenta a gigantes como Amazon y compañías tradicionales del mundo del entretenimiento que están apostando por el streaming.

¿Qué pasará con “Friends” en 2020? Aún no se sabe…
Es el caso de Disney, que ya anunció que para fines de 2019 lanzará al mercado Disney +, un sitio de reproducción de contenido por internet orientado a la familia que presentará una mezcla de nuevos espectáculos y películas del catálogo de la firma.

Esta iniciativa, de hecho, ya fue apodada por parte de la industria como “Mata Netflix”.

Habrá que ver qué pasará con Friends en 2020, ya que AT&T planea comenzar con su propio servicio de transmisión a finales del año próximo.

“Ese es el contenido que definitivamente queremos en nuestra plataforma”, dijo sobre ‘Friends’ el jefe ejecutivo de AT&T, Randall Stephenson, en una conferencia con inversores celebrada este martes.

Fuente: www.bbc.com

¿De verdad no tienes tiempo? Reflexion

Si abrimos el corazón, sí hay tiempo, mucho tiempo, para ayudar, para acompañar, para servir, para amar.

Un niño invita a su padre o a su madre a jugar un rato. ¿Respuesta? “No tengo tiempo”. Luego el padre o la madre dedican más de dos horas al chat.

Un joven llama por teléfono a su amigo. Quiere desahogarse, ser escuchado. Después de 5 minutos, del otro lado escucha: “Mira, ahora estoy muy ocupado y no tengo tiempo para seguir. Si quieres, otro día hablamos”. Luego, el amigo “muy ocupado”, se sienta en un sofá para matar la tarde con un videojuego.

La esposa le pide al esposo salir de compras. Él le dice que no tiene tiempo. Luego, le llaman sus amigos para ir a jugar golf. Y va.

Las situaciones son muchas. Los motivos para decir “no tengo tiempo” cambian de persona a persona. Unos, realmente válidos, indican que tenemos urgencias inderogables: si hay un familiar enfermo tenemos que ir al hospital y por eso decimos “no tengo tiempo” a quien nos pida algo en este momento. Otros, menos válidos (a veces fútiles) simplemente nacen de nuestras preferencias, gustos, planes personales.

Si preferimos un rato de televisión en vez de escuchar a un anciano que quiere ser atendido, no digamos “no tengo tiempo”. Seamos sinceros, y digamos, al otro y a nosotros mismos, que preferimos descansar en vez de ese gesto hermoso pero a veces difícil de ofrecer oídos, corazón y tiempo a quien nos lo pide.

Sólo cuando seamos sinceros y determinemos con claridad dónde se nos escapa el tiempo, qué gustos nos atan a banalidades o a cosas serias pero no imprescindibles, cómo perdemos momentos preciosos de la propia vida en asuntos que satisfacen provisionalmente pero luego nos dejan descontentos y vacíos, podremos tener el valor de reorientar nuestras preferencias.

 

Si, además, abrimos el corazón a las luces de Dios, si dejamos purificar el alma de avaricias y perezas que nos atan al mundo y a la carne, descubriremos que sí hay tiempo, mucho tiempo, para ayudar, para acompañar, para servir, para amar, sobre todo a quienes viven a nuestro lado.

Autor: P. Fernando Pascual LC

Por qué Michelle Obama dice que tiene el síndrome de la impostora (y algunos consejos para superarlo)

Michelle Obama asegura en su autobiografía que convertirse en primera dama de Estados Unidos no fue fácil.

Una de las dificultades fue el protocolo, confesó en un acto con estudiantes en Londres, en el marco de la presentación de su libro de memorias, “Becoming”.

“Tenía todo este protocolo zumbando en mi cabeza y pensé: ‘no bajes las escaleras y no toques a nadie, hagas lo que hagas’, recordó sobre su primer encuentro con la reina Isabel II.

“En mi cabeza solo estaba el protocolo hasta que ella va y dice: “oh, todo eso es basura, solo entra’”.

Pero durante estos años no era solo el protocolo lo que pasaba por su mente. También le ha costado creerse merecedora de la admiración de muchas personas alrededor del mundo que la consideran un “símbolo de esperanza”.

Y eso continúa hoy en día, confesó.

“Todavía tengo un poco de síndrome de la impostora”, dijo asegurando que a veces le cuesta creer que la gente escuche lo que tiene que decir.

“No desaparece esa sensación de que no deberían tomarme tan en serio porque ¿qué sé yo (de la vida)? Lo comparto con ustedes porque todos tenemos dudas sobre nuestras capacidades, sobre nuestro poder y sobre qué es ese poder”.

En su autobiografía la ex primera dama de Estados Unidos confiesa que ella y Obama asistieron a terapia de pareja juntos para superar algunas dificultades.
El síndrome del impostor es un término que se usa para describir sentimientos de inseguridad o dudas sobre uno mismo, a pesar de que no existe evidencia que respalde dicha creencia.

“Si le doy a la gente esperanza, entonces eso es una responsabilidad, así que debo asegurarme de que soy responsable”, concluyó.

Obama ocupó la casa Blanca durante dos mandatos, de 2009 a 2017. Durante ese tiempo, Michelle Obama, de profesión abogada, ha liderado iniciativas como Let Girls Learn (Dejemos que las niñas aprendan), para promover la educación de las niñas en todo el mundo.

Superar el síndrome
La BBC habló con Kate Atkin, una profesional que investiga el síndrome del impostor.

Estos son los consejos que ofrece para superarlo:

Habla sobre ello: si compartes cómo te sientes con los demás, pronto te darás cuenta de que no estás solo o sola.
Reconoce tus éxitos: no los limites solo a la suerte o al trabajo duro, sino a tus habilidades. Sin ellas no hubieras logrado lo que conseguiste.
Recuerda que nadie es perfecto: aceptar que el fracaso puede ocurrir en algún momento y aprender de él es importante.
Deja de compararte con los demás: intenta ver la evolución de cómo eras el año pasado y en qué aspectos has progresado.

Fuente: www.bbc.com

Qué es el “síndrome del impostor” y por qué lo sufre tanta gente?

Una carrera profesional exitosa, logros académicos, elogios y, a pesar de todo, sigues pensando que todo se debe a una serie de “golpes de buena suerte”, que pueden desaparecer en cualquier momento.

Este trastorno es más habitual de lo que parece: se llama “síndrome del impostor” y siete de cada 10 personas lo han sufrido alguna vez en su vida, según la doctora Valerie Young.

“Millones de mujeres y hombres en todo mundo, desde exitosos directivos de empresas, hasta brillantes estudiantes o actrices, como Kate Winslet, están secretamente preocupados por no ser tan capaces como todos creen”, asegura Young.

Nunca estás a la altura…

“Asumes que tu éxito es cuestión de suerte, que se debe a factores externos”.
Cuando la asesora profesional y autora del libro “Cómo superar el síndrome del impostor”, Aida Baida Gil, oyó hablar por primera vez del síndrome a la doctora Young, no pudo sentirse más identificada.

Según Baida Gil, quienes lo sufren “tienen la sensación de no estar nunca a la altura; de no ser lo suficientemente buenos, competentes o capaces; de ser impostores, un fraude”.

“Tuve esa sensación durante toda mi carrera científica. Pensaba ¿qué hago yo aquí? Después me di cuenta de que le sucedía a mucha más gente, especialmente en profesiones en donde la competencia es muy alta”, le contó la experta a BBC Mundo.

Baida Gil recuerda que le volvió a ocurrir cuando cambió de carrera y pasó de ser bióloga y genetista a coach profesional: “Aunque en ese caso fue más temporal”.

La asesora asegura que hay dos niveles: uno que desaparece con el tiempo y la experiencia —y que se manifiesta cuando nos sentimos inseguros ante un nuevo reto o puesto de trabajo— y otro más grave, que empeora con el tiempo.

“Asumes que tu éxito es cuestión de suerte y nunca lo achacas a tu inteligencia sino a factores externos o al hecho de que hayas tenido que trabajar muy duro para lograrlo”, explica.

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Cuatro posibles causas

La percepción de conceptos como “éxito”, “trabajo” y “competencia” es uno de los factores causantes del síndrome.
De acuerdo con Aida Baida, la doctora Young estableció cuatro posibles fuentes de origen del síndrome:

Dinámicas familiares durante la infancia. “Cuando tu hermano es ‘el inteligente’ y tu eres ‘la simpática’, o tienes presión para sacar buenas notas, padres muy exitosos o sientes que eres la oveja negra”, cuenta Aida.
Estereotipos sexuales. El síndrome del impostor, según la especialista, es “igual de frecuente en mujeres que en hombres”, aunque hasta hace poco se pensaba que ocurría principalmente en mujeres debido a los “mensajes de éxito y fracaso en la sociedad” y a la “presión ante ser madre y, al mismo tiempo, una profesional de éxito”.
Diferencias salariales. Aida trabaja principalmente con mujeres profesionales y asegura que “la realidad de la mujer en el mundo profesional” es también una causa de este síndrome.
Percepción de éxito, fracaso y competencia. “Las personas que sufren el síndrome son muy exigentes consigo mismas y tienen una lista de requisitos prácticamente imposibles de llevar a cabo”.
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Pauline Clance, quien acuñó el término por primera vez, en 1978, dice que ella misma lo sufrió cuando estaba en la escuela.

“Cada vez que hacía un examen importante tenía un miedo terrible de haber suspendido. Mis amigos se estaban empezando a cansar de mis constantes preocupaciones, así que decidí guardarme los miedos para mí”, relata Pauline en su blog.

“Pensaba que mis traumas se debían al entorno educativo. Pero después me convertí en profesora y comencé a escuchar testimonios de otros alumnos, que sacaban muy buenas notas, y que tenían el mismo problema”.

“Me siento como un impostor”
Pauline, quien a día de hoy es psicóloga clínica, relata cómo uno de los alumnos se acercó a ella y le dijo: “me siento como un impostor hacia toda esta gente tan brillante”.

Fue entonces cuando, junto a la la doctora Suzanne Imes, decidió escribir un ensayo para hablar abiertamente sobre el trastorno.

“La mayoría de las personas que sufren el síndrome del impostor no dirían que se sienten como impostores. Pero cuando oyen hablar sobre el tema a menudo exclaman: ‘¡Así es exactamente como me siento!’”, asegura Clance.

“La próxima vex que alguien te de un cumplido simplemente da las gracias, no te excuses ni justifiques”, recomienda Aída Baida.
Evaristo Fernández, profesor de Psicología Diferencial de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED, España) asegura que este síndrome está muy ligado al pesimismo defensivo.

“El Pesimismo Defensivo (PD) y el Síndrome del Impostor (SI) tienen dos cosas en común: la existencia de dudas acerca de la propia habilidad, el miedo al fracaso y el mantenimiento de unas bajas expectativas de resultado, todo ello a pesar de una importante historia de éxitos”, explicó en un ensayo publicado por la Asociación Española de Psicología Clínica y Psicopatología (AECP).

“No se creen merecedores de los éxitos que obtienen y les preocupa que los demás puedan descubrir en cualquier momento que no son tan inteligentes como parecen”.

Y agrega: “A pesar de sus logros, los denominados impostores manifiestan importantes dudas acerca de sus habilidades y creen que éstas son continua e injustificadamente sobreestimadas por los demás”.

¿Cómo afecta a tu vida laboral?

Según Aida Baida, el “síndrome del impostor” puede tener repercusiones en la carrera profesional de quienes lo sufren.

Quienes sufren el síndrome temen que los demás puedan descubrir en cualquier momento que son “un fraude” y que no merecen su éxito.
“No corren riesgos ni se atreven a pedir un ascenso porque tienen miedo de no estar a la altura, así que trabajan por debajo de su potencial”, sostiene.

“También aumenta sus niveles de estrés y afecta a su productividad porque a menudo postergan tareas o bien trabajan demasiado duro para justificar que su éxito se debe al duro trabajo y no a su talento”.

Si te sientes reflejado en esa situación, lo mejor que puedes hacer, según la experta, es comenzar a dar las gracias la próxima vez te den un cumplido. “Sin dar excusas, sin justificarte. Simplemente dar las gracias”.

Lo más normal es que con el tiempo desaparezca tu sensación, pero, de no ser así, sería bueno que “investigues más sobre el tema, reconozcas las normas que te exiges a ti mismo y cambies los guiones internos cada vez que te enfrentes a una situación de estrés”.

 

Fuente: www.bbc.com

Muerte de George H. W. Bush: qué legado dejó el expresidente a Estados Unidos y al resto del mundo

Los estadounidenses no solo han lamentado el fallecimiento de un presidente; también la desaparición de la política de antaño.

George Herbert Walker Bush fue el último presidente de la mejor generación de Estados Unidos: un héroe de guerra que vio el final del bipartidismo patriótico característico de los primeros años de la posguerra.

Un moderado que genuinamente prometió en 1988 hacer que su país fuera más amable y gentil.

Un pragmático que veía con sospecha el surgimiento de los puristas ideológicos en el Partido Republicano que hicieron de los recortes de impuestos un fetiche y que satanizaron al gobierno.

Para muchos, su muerte marca el final de una era, pero la verdad es que esa época de la política estadounidense llegó a su fin hace un cuarto de siglo.

Su fin comenzó a principios de la década de 1990 con el cambio generacional de políticos, de George H. W. Bush, que participó en la Segunda Guerra Mundial y fue probado en combate, a los Baby Boomers como Bill Clinton y Newt Gingrich.

Al igual que Harry S. Truman, otro gran presidente de la política exterior que fue subestimado en ese momento, Bush ofrece un excelente ejemplo de cómo evolucionan las reputaciones presidenciales en los últimos años, cómo se reevalúan los legados y cómo rasgos que en su momento se caracterizaban como debilidades pueden ser juzgadas por futuras generaciones como virtudes.

Un político que marcó una época
La posteridad es ciertamente más generosa que aquellos escritores de la época que lo ridiculizaron como un pelele y algo así como un marcador de página entre las figuras más destacadas de Ronald Reagan y Bill Clinton.

Sin embargo, Bush, en su forma menos llamativa, también fue un político que definió una era, aunque resultó ser de corta duración: aquellos fugaces años de dominio mundial estadounidense inigualable.

Bush logró darle la mano a Mijaíl Gorbachov y ponerle fin a la Guerra Fría.
Para no caer en la hagiografía, una tendencia de hoy en día en un mundo cada vez más privado de gigantes políticos, vale la pena destacar desde el principio los muchos defectos de Bush.

Luchando por la presidencia en 1988, tomó el camino de la Casa Blanca cuestionando el patriotismo de su oponente demócrata griego-estadounidense Mike Dukakis, y avivando los temores raciales.

La campaña de Bush no creó el famoso anuncio sobre Willie Horton (el cual fue hecho por un comité de acción política proBush), pero estuvo en la televisión durante 25 días antes de que el candidato lo condenara.

Lee Atwater, el mordaz jefe de campaña de Bush, se relamió los labios ante la idea de poner a Dukakis como un elitista liberal, blando ante el crimen: “Si puedo hacer que Willie Horton sea un nombre que suene familiar, ganaremos la elección”, dijo, evidentemente con la bendición de su candidato.

La gentil carta que Bush escribió a Bill Clinton (contra el que perdió las elecciones) el día de su investidura en enero de 1993, en la que señaló que “Su éxito ahora es el éxito de nuestro país”, también debe ponerse en contexto.

Bush no creía que Clinton poseyera la rectitud personal para ser presidente, y en su diario ese día dejó escrita su reacción ante un soldado que le mostró un pulgar hacia arriba durante las celebraciones.

“Debo decir que pensé para mis adentros: ‘¿Cómo en nombre de Dios este país eligió un dodger (evasor del servicio militar)? No lo sentí con amargura. Lo sentí como algo casi generacional. ¿Qué no estoy entendiendo?”.

Bush perdió la presidencia ante el joven Bill Clinton en 1992.
Antes de las elecciones de 1992, este expiloto de la Marina que fue derribado por los japoneses en el Pacífico había despreciado a su rival más joven, que no combatió en Vietnam y que nunca llevó uniforme militar.

“El pueblo estadounidense nunca va a elegir a una persona de la talla de Bill Clinton”, se burló.

El conservadurismo de su época
Luchando por un escaño en el Senado en Texas en 1964, el joven Bush se opuso a la histórica Ley de Derechos Civiles que demolió la segregación en el sur, además de ridiculizar a Martin Luther King como “un militante”.

Sin embargo, incluso a mediados de los años 60, cuando el centro de gravedad del Partido Republicano comenzó a cambiar de Wall Street a los estados de la Antigua Confederación y el Cinturón del Sol del suroeste, Bush expresó su preocupación por la creciente radicalización del movimiento conservador.

“Cuando la palabra moderación se convierte en una palabra sucia, tenemos que hacer un examen de conciencia”, señaló después de su derrota en 1964.

“Quiero que el conservadurismo sea sensible y dinámico, no asustadizo y reaccionario”.

En 1988, cuando ganó la nominación presidencial al desprenderse de otros rivales de derecha, las palabras “sensible y dinámico” se habían transformado en “amabilidad y gentileza”.

Bush ganó la elección presidencial de 1988. En la foto se ve con su familia esperando los resultados por televisión.
Donald Trump se burló recientemente del famoso discurso de Bush “Mil puntos de luz”, preguntando a sus asistentes durante un mitin: “¿qué diablos fue eso?”.

Pero para Bush, esas palabras definieron una marca de conservadurismo compasivo que fue en parte una corrección de los excesos de “la ambición es buena” de los años de Reagan.

Su origen
Paradójicamente, nadie mejor personificó la reorientación geográfica del Partido Republicano que Bush, estirpe de una familia de banqueros de Connecticut e hijo de un senador aristócrata que se convirtió en un petrolero de Texas y político estatal.

Sin embargo, siempre hubo la sensación de que estaba fingiendo, que le gustaba dar vueltas en su lancha rápida en las aguas del complejo de su familia en Kennebunkport, Maine, más que hacer las labores de herradura.

En la década de 1960, el director de campaña de Bush en Texas lo llamó “el peor candidato que he tenido”, en parte porque cometió el error de usar corbatas a rayas en un estado poblado por trabajadores de rancho y petroleros.

A pesar de convertirse en el candidato presidencial del Partido Republicano, Bush a menudo se sentía fuera de lugar en el movimiento conservador de hoy en día.

Prescott Sheldon Bush, padre de George H. W. Bush, fue senador de Estados Unidos por el partido republicano.
A menudo se veía y sonaba como un republicano al estilo Rockefeller que intentaba, de manera poco convincente, ser el heredero político de Reagan.

La moderación era su guía, lo que dejaba ver una especie de traición a ideólogos de la talla de Newt Gingrich (quien llegó a ser presidente de la Cámara de Representantes).

El centro de su política
Lo irónico es que Bush ayudó involuntariamente a impulsar el surgimiento de Gingrich, al nombrar al entonces congresista Dick Cheney como su secretario de defensa.

Creó una división en el liderazgo republicano de la Cámara de Representantes por el ambicioso joven de Georgia. A partir de entonces, Gingrich se convirtió en una espina en el pie del presidente.

Cuando en 1990 Bush rompió su famoso compromiso de “Lee mis labios, no más nuevos impuestos” y firmó un acuerdo presupuestario con el Congreso controlado por los demócratas, Gingrich encabezó la revuelta republicana.

“Hay un grupo de estos extremistas que detesto”, escribió Bush en los diarios que compartió con su biógrafo Jon Meacham, “pero no puedo dejar que los bastardos nos depriman”.

A nivel personal, el acuerdo presupuestario se basó en una política deficiente, la cual posiblemente le costó a Bush su presidencia.

Pero recortó los déficits, puso las finanzas del país sobre una base más sólida y ayudó a marcar el comienzo de la prosperidad de los años noventa.

Bush (centro) y Newt Gingrich (izq) chocaron durante su mandato presidencial.
Eso, junto con la aprobación de la innovadora Ley para Estadounidenses con Discapacidades, fue uno de sus logros legislativos centrales.

Sus movimientos estelares
Primero y ante todo, este exembajador y exjefe de la CIA fue un presidente de política exterior, y se ha escrito mucho acerca de cómo consiguió hábilmente el final pacífico de la Guerra Fría, además de orquestar la reunificación de Alemania.

Bush fue criticado por los medios por no regocijarse con la victoria de Estados Unidos, por perderse el momento histórico, por no ir corriendo a Berlín.

Pero sabía que alardear reforzaría la mano de los hombres de línea dura en Rusia que buscaban una oportunidad para expulsar a Mikhail Gorbachov.

Además, su madre siempre le había advertido contra el peligro de alardear.

Un gesto menor podría fácilmente haber arruinado el final de la Guerra Fría, pero la inteligencia estratégica de Bush fue una razón clave por la que Estados Unidos ingresó al nuevo milenio como la única superpotencia en un mundo unipolar.

La gestión diplomática de Bush de la primera Guerra del Golfo también fue magistral.

Bush logró ejecutar una rápida operación en la Guerra del Golfo.
Después de la invasión de Irak a Kuwait, reunió pacientemente una amplia coalición internacional de 35 países, solicitó y obtuvo la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU y logró que el Congreso aprobara una votación de autorización de guerra después de las elecciones de mitad de periodo de 1990 en el Congreso, evitando que el conflicto se politizara.

La Operación Tormenta del Desierto logró una victoria tan rápida y enfática que mató muchos de los fantasmas que habían perseguido a la política exterior estadounidense desde Vietnam.

Sin embargo, Bush se negó a asistir a una fiesta de la victoria en Nueva York y les dijo a los asesores que las tropas merecían la adulación y no su comandante en jefe.

También resistió los llamamientos para invadir Irak y derrocar a Saddam Hussein.

A diferencia de su hijo, comprendió los peligros del cambio de régimen (aunque se cometieron errores cuando Bush alentó a los kurdos y al sur dominado por los chiitas a rebelarse contra Saddam Hussein, pero no ofreció suficiente respaldo estadounidense para hacerlo).

El fin de su era
Después de la Guerra del Golfo, Bush disfrutó de los índices de aprobación presidenciales más altos jamás registrados por Gallup, un estratosférico 89%.

Pero a medida que la economía de EE.UU. se hundió y luchó por articular una visión posterior a la Guerra Fría para su país, su popularidad también se desplomó.

Bush no pudo capitalizar sus éxitos diplomáticos en su campaña por la reelección.
Le dolía no obtener más reconocimiento en casa por sus éxitos en el extranjero.

“Mis oponentes dicen que dedico demasiado tiempo a la política exterior, como si no importara que los estudiantes alguna vez se escondieran bajo sus escritorios en simulacros para prepararse para la guerra nuclear”, escribió en su diario.

“Vi la oportunidad de librar los sueños de nuestros hijos de la pesadilla nuclear, y lo hice”.

En las elecciones presidenciales de 1992, Bill Clinton, ayudado por el primer populista multimillonario de Estados Unidos, Ross Perot, consiguió mostrarlo como un aristócrata intocable. Solo pudo ganar el 37% de los votos.

Ningún presidente en el cargo en más de 100 años había recibido una votación popular tan baja.

Debido a que fue un presidente de un solo periodo, y por lo tanto fue considerado un fracaso, sus logros políticos a menudo se pasan por alto.

Pero fue el último ocupante de la Casa Blanca en ganar 40 estados y el último candidato presidencial en obtener un 53% de los votos.

Tras su fallecimiento, Bush fue homenajeado en la Rotonda del Capitolio, en Washington D.C.
Clinton, un presidente de dos periodos que se benefició enormemente de la paz y la prosperidad que su antecesor ayudó a lograr, nunca alcanzó el 50%.

El presidente previo a los “reality shows”
En un artículo para la publicación estadounidense The Atlantic, el comentarista político Peter Beinart hizo una astuta observación.

“Bush fue la última persona en ocupar la Oficina Oval cuyos oponentes lo vieron como un presidente totalmente legítimo”.

No solo fue el último presidente de la era previa a la polarización, sino también el último presidente de la era pre-internet, lo cual es seguramente simbiótico.

La terminología de estados rojos y estados azules no era entonces de uso común.

Las cámaras de eco político en internet, que han hecho tanto para exacerbar las divisiones de Estados Unidos, aún no se habían inventado.

El panorama de los medios también era muy diferente, entre otras cosas porque la cadena Fox News, que arrastró el movimiento conservador hacia la derecha, aún no había emitido ni un programa.

Bush le abrió paso a sus hijos en la política, como el presidente George W. Bush.
Dado su estilo reservado y su hábito de estropear frases hechas, no estaba bien preparado para lidiar con la política de celebridades iniciada por Reagan, ni tenía el suficiente tacto para la política tipo Oprah de Bill Clinton.

La política para él no era un reality show, sino la realidad misma.

Después de llevar a su país a la victoria en la Guerra del Golfo, Bush sufrió algo cercano a la depresión, un estado de ánimo que lo hizo considerar abandonar la política por completo.

En su momento máximo de triunfo y popularidad, perdió por un momento su camino.

Pero vale la pena reflexionar sobre el apogeo de su presidencia.

Tal y como lo reflejó su mejor biógrafo, Jon Meacham, “por un momento, Bush era el presidente de un país unido y, en gran medida, era el principal estadista de un mundo unido”.

En una nación dividida y en un mundo reacio, es difícil imaginar que esas palabras pudieran ser escritas de nuevo sobre un presidente estadounidense contemporáneo.

Fuente: www.bbc.com