Por casi 100 años dos indicadores se han utilizado para medir el éxito de un país: el Producto Interno Bruto o PIB, que se refiere a la riqueza, y la tasa de desempleo.
Pero cuando se trata de entender qué tan bueno es un país para la calidad de vida de sus habitantes, esas metodologías no solo son incompletas sino que pueden no ayudar a entender el fenómeno.
Cuando se trata de estimar el “progreso social”, que mide cosas como educación, alimentación o acceso a la vivienda, países con menores ingresos habitualmente superan a los más ricos.
“En general, los países más ricos tienen un mayor nivel de progreso social, por lo tanto, tener más crecimiento económico no es una mala idea”, dice Michael Green, director ejecutivo del Índice de Progreso Social.
“Pero lo que también hemos descubierto, muy claramente, es que el progreso social no se puede explicar solamente por variables económicas. El PIB no es la doctrina”.
El Índice de Progreso Social es uno de muchos indicadores que compila información de todas las naciones e intenta determinar qué tan bien lo está haciendo un país, en el sentido de responder a las necesidades de su población.
Habitualmente, los resultados de estos rankings son los que nos hacen soñar con irnos a vivir a Dinamarca o Nueva Zelanda.
El Índice de Progreso Social considera otras variables. (Foto: Alamy Stock)
Pero más allá de eso, este tipo de mediciones alternativas tienen muchas otras aplicaciones. Pueden mostrar inesperadas conexiones de datos que facilitan la creación de determinadas políticas públicas.
Y en la práctica, pueden determinar qué países necesitan recibir más recursos que otros. Y hasta pueden ayudar a “predecir el futuro”.
Qué pasa con la rendición de cuentas
Algunos argumentan que el gobierno de Estados Unidos está siendo más ineficiente que nunca. El nivel de confianza de las personas en la Casa Blanca ha caído a niveles no vistos desde 1958.
Sin embargo, los indicadores de gobernabilidad del Banco Mundial muestran que los niveles de efectividad del gobierno se han mantenido prácticamente iguales desde 1996, entendiendo efectividad como el estado de las carreteras, la calidad de las escuelas primarias y la cantidad de burocracia.
En otros países también ocurren fenómenos que dan cuenta de la complejidad a la hora de analizar su desempeño.
Es el caso de Túnez, por ejemplo, que experimentó una baja sostenida —entre 1996 y 2010— en el tema de la redición de cuentas, una variable que incluye aspectos como la confianza en las elecciones y la libertad de los medios de comunicación.
¿Y qué ocurrió después? En 2011, llegó la ola de protestas conocida como la “Primavera Árabe” en 2011 y fue entonces cuando Túnez mejoró sustancialmente su posición en términos de progreso social.
Pero para la mayoría de los países es muy difícil saltar desde un lugar bajo a una posición alta.
“Una de las conclusiones que hemos sacado es que cuando se crea una buena gobernabilidad en un país, tiende a persistir”, dice Aart Kraay, economista del Banco Mundial.
“Pero es muy difícil llegar ahí”.
Cuando la riqueza no funciona por sí sola
Una de las cosas que no funcionan, al menos por sí solas, es la riqueza, en el progreso social de un país.
La riqueza, por sí sola, no parece solucionar varios problemas sociales. Muchas de la mediciones son criticadas por usar criterios occidentales. (Foto: Alamy Stock)
Estados Unidos es un ejemplo. Aunque es uno de los cinco países con mejor desempeño en términos de PIB, se ubica en el lugar 18 en progreso social, más cerca de Estonia que de Canadá.
Holanda tienen un PIB similar al de Arabia Saudita, así como Chile y Kazajistán al de Filipinas y Angola. Sin embargo, Holanda, Chile y Filipinas se ubican muy por encima en términos de progreso para sus ciudadanos.
En la Unión Europea se da un patrón similar, en el que no existe una correlación directa entre el progreso social y la tasa de desempleo.
Uno tendería a pensar que un buen trabajo tiene que mejorar el nivel de vida de las personas. Sin embargo, mientras la tasa de desempleo en Reino Unido está a niveles históricamente bajos, su nivel de progreso social muestra una evolución plana.
Michael Green, director ejecutivo del Índice de Progreso Social, dice que la cantidad de empleo no habla necesariamente de la calidad de vida de los ciudadanos, debido a la cambiante naturales del trabajo.
Un contrato con cero horas de trabajo, sería considerado como un “empleo”, pero podría no ser muy bueno a la hora de generar progreso social.
En el caso de Costa Rica se produce un fenómeno inverso.
“Costa Rica no es distinto al resto de los países latinoamericanos. Es un país con nivel de ingresos relativamente modesto”, dice Juan Botero, director ejecutivo del Proyecto Justicia Mundial.
“Y a pesar de eso, ha tenido en los últimos 40 o 50 años, instituciones muy fuertes. Se puede ver que en los resultados sociales, este país sobrepasa a sus vecinos, siendo una sociedad más pacífica y más próspera”.
No todos los países ricos lo hacen bien
Entonces, si el nivel de riqueza no es factor suficiente para saber qué tan bueno es un país para su gente, ¿cuál es el factor clave?
Los países que tiene mejor desempeño generalmente tienden a ser los países ricos. Pero no todos los ricos lo hacen bien.
El respeto a la ley parece ser un factor determinante para analizar la evolución de un país. (Foto de Alamy Stock)
Botero trabaja en el “Índice del Imperio de la Ley” que examina los aspectos básicos de la aplicación de las normas legales, como la rendición de cuentas de un gobierno, la protección de los derechos humanos y el acceso a un justo proceso.
En este terreno ha encontrado al menos una correlación significativa. “La mayor parte de la literatura dice que la riqueza es lo más importante para mejorar los indicadores de salud de un país”, comenta Botero.
Sin embargo, el experto ha encontrado otros elementos.
“Hemos detectado que el respeto a la ley es un pronosticador de los resultados de salud, aunque no funcione por sí solo. Mientras más alto es el imperio de la ley, más probable es que el país, en cualquier nivel de desarrollo, tenga mejores resultados en mortalidad maternal, expectativa de vida, o la atención de enfermedades catastróficas”.
Eso no quiere decir que la riqueza no importe. Los países con mejor desempeño suelen ser lo más ricos, pero no todos los países ricos tienen un buen desempeño en progreso social.
Esto ha hecho que algunos expertos lleguen a la conclusión de que el crecimiento económico no siempre está al servicio de las personas, y que es necesario poner el foco en el foco en el fortalecimiento de las instituciones.
“Si eres más rico, puedes pagar mejores salarios a los policías”, dice Botero. “Por el otro lado, con un sistema legal robusto, es más probable que exista menos crimen. Y por lo tanto, un país se vuelve más rico”.
La Unión Europea está usando el Índice de Progreso Social para contribuir al diseño de políticas públicas.
Y algunas compañías, como por ejemplo, Disney Corporation, han incorporado los criterios de medición que utiliza en Banco Mundial para decidir dónde fabricar sus productos.
Este tipo de índices “no tradicionales” también son utilizados por organizaciones que donan dinero para apoyar el desarrollo.
La Corporación de Desafío del Milenio, por ejemplo, ha invertido US$11.000 millones en ayuda financiera desde que fue creada en 2004.
Muchas de la mediciones son criticadas por usar criterios occidentales. (Foto: Alamy Stock)
Y uno de los principales criterios para seleccionar un país receptor de recursos ha sido el control de la corrupción, el imperio de la ley o la eficiencia gubernamental.
La controversia
Pero este enfoque puede ser controvertido.
El concepto de “buena gobernabilidad o gobernanza”, que muchos de estos índices intentan medir, fue primero desarrollado por instituciones financieras internacionales, dice Linda Reif, profesora de derecho internacional de la Universidad de Alberta, Canadá.
“Una de las críticas que ha tenido esta medición es que, en cierta medida, ha sido impuesta sobre los países del llamado sur global”, agrega.
“Algunos expertos dicen que el concepto de “buena gobernabilidad” tiene su origen en estructuras coloniales del mundo.
Las voces críticas también apuntan a que las mediciones están basadas en valores occidentales, como por ejemplo, la tolerancia hacia la homosexualidad o la religión.
Otro debate es sobre qué tan relevantes son estos indicadores para las mujeres. Algunos investigadores han encontrado que en algunos países no hay correlación entre el respeto a la ley y la situación de las mujeres.
Algunas empresas usan índices no estrictamente económicos para definir donde fabricar sus productos. (Foto: Alamy Stock)
Si un país tiene un sistema legal que funciona bien, que asegura justicia y equidad, pero la mitad de la población todavía no tiene el mismo acceso que los hombres al trabajo, la educación o la salud, se puede argumentar que las mediciones tienen defectos o al menos son incompletas.
Esto suma más razones para tener cautela frente a este tipo de índices.
Predecir el futuro
A pesar de las críticas, los indicadores sirven como un buen punto de partida. Por ejemplo, pueden destacar tendencias subyacentes con importantes consecuencias.
Singapur, por ejemplo, está en el lugar número 9 del Índice del Imperio de la Ley, pero el Banco Mundial lo ubica en el lugar 55 en su informe sobre desigualdad global de género.
Venezuela es otro ejemplo. A pesar de que en el pasado era mucho más rico que sus vecinos, hoy día está en una crisis severa. Esto se podría haber detectado antes, si se hubiera puesto atención al compromiso de las autoridades con el sistema legal, dice Botero.
Algunos expertos piensan que la crisis de Venezuela se podría haber anticipado.
“Venezuela había estado en el último lugar del respeto a la legalidad por muchos años, incluso cuando el gobierno mantenía la apariencia de respetarla”, comenta.
“Estas tendencias tienden a predecir el futuro”, agrega Botero.
Lo contrario también puede ser verdad, como ocurre en el caso de Estados Unidos.
“Los republicanos dominan las dos cámaras y, si fuera una sociedad con bajo respeto a la ley, podrían hacer lo que quisieran. Pero no es el caso”.
“Incluso las prioridades del partido gobernante no han sido directamente aprobadas, porque hay muchos controles sobre el poder”. Es una historia de éxito hasta ahora.
¿Qué se puede hacer para contribuir a que los países sean más estables, seguros, justos y que provean una buena calidad de vida?
Los principales factores parecen ser dos: el compromiso con las instituciones y la cantidad de tiempo que se ha mantenido ese compromiso.
“Un compromiso en el largo plazo con el progreso social de un país parece ser un factor determinante”, dice Green.
Del mismo modo Botero destaca el ejemplo de países como EE.UU. y Reino Unido, donde ese compromiso ha persistido por muchos años.
Si se busca la respuesta a la pregunta qué hace que un país sea genial, parece que no hay que mirar el PIB o la tasa de desempleo.
Hay que mirar el compromiso que el país tiene con sus ciudadanos y por cuánto tiempo lo ha mantenido.