Faltan pocas horas para que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reciba a su homólogo chino, Xi Jinping, en la “Casa Blanca de invierno”.
Así le llaman en Estados Unidos a Mar-a-Lago, el exclusivo club del mandatario estadounidense en el sur de Florida en el que le gusta recibir a mandatarios de otros países y pasar los fines de semana.
Durante dos días, Trump y Xi sostendrán una serie de encuentros rodeados de restaurantes, jardines, un complejo de habitaciones de lujo, spa y un campo de golf.
Sin embargo, el entorno distendido que puede ofrecer el complejo situado en Palm Beach no evitará que la primera cumbre EE.UU.-China de la era Trump aborde temas considerados muy delicados y cruciales para l relación entre los dos países.
Vínculo que, al menos durante el periodo de campaña electoral, el millonario convertido en presidente se encargó de tensionar con amenazas y ataques.
Al menos en tres temas de la agenda bilateral de Pekín con Washington, el Trump presidente parece no ser el mismo que el Trump candidato.
El mandatario estadounidense pasó de la retórica amenazante a la calma o al menos al silencio en esos asuntos.
¿Cómo sucedió? En BBC Mundo te lo contamos en el día de la visita de Xi a la “Casa Blanca de invierno”.
Taiwán y la política de una “China unificada”
Desde 1979 que ningún presidente estadounidense, sea electo o en funciones, conversó con un mandatario de Taiwán.
Aquí se quedará Xi Jinping durante su estadía en Estados Unidos.
En diciembre del año pasado, Donald Trump rompió esa costumbre aceptando una llamada de la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, quien se contactó para felicitarlo por su triunfo electoral.
Estados Unidos había respetado durante más de 35 años la política conocida de una “China unificada” impulsada vehementemente por Pekín.
Fue por ello que la administración de Xi Jinping demoró menos de 24 horas en realizar un reclamo formal a Washington por la polémica comunicación.
Pekín considera a Taiwán como una provincia separatista e lleva más de cuatro décadas tratando de aislarla del concierto internacional.
En aquel momento, China advirtió a Estados Unidos que debía manejar el tema de Taiwán “cautelosa y apropiadamente” para evitar “toda perturbación innecesaria de las relaciones chino-estadounidenses”.
Trump redobló la apuesta unos días después al sugerir que podía romper con la política de una “China unificada” estableciendo relaciones formales con Taiwán, en medio de rumores de que una delegación de Taipei sería invitada a la asunción presidencial del millonario.
El entonces presidente electo dijo que si Pekín no hacía concesiones en comercio y otras cuestiones, no veía por qué esta política debía continuar.
Sin embargo, las fricciones terminaron a las pocas semanas de la llegada de Trump a la Casa Blanca.
Las fricciones entre Trump y China se multiplicaron cuando aceptó una llamada telefónica de Taiwán.
El 9 de febrero, el mandatario estadounidense conversó por teléfono con Xi Jinping, anunció que honraría la política de una “China unificada” e intercambió invitaciones para realizar visitas oficiales.
Este miércoles, un funcionario de alto rango de la Casa Blanca señaló que el encuentro de los mandatarios servirá para “reafirmar la adhesión a la política de una ‘China unificada’”.
“Esa es una política de larga data de Estados Unidos. Es una política que el presidente ha reafirmado. Así que no espero ninguna clase de desviación inesperada en ese tema”, señaló el representante desde Washington D.C.
¿El manipulador de divisas más grande del mundo?
Consultado sobre si Trump le expresaría a Xi sus antiguas acusaciones sobre “manipulación de divisas”, el mismo funcionario de la Casa Blanca optó por “no abordar” el tema limitándose a decir que era un asunto que le corresponde al Departamento del Tesoro.
Horas después, en conferencia de prensa, la subsecretaria interino de Asuntos de Asia Oriental y Pacífico del Departamento de Estado, Susan Thornton, realizó una respuesta muy similar.
“Creo que no sólo sería un descuido, sino que probablemente sería un gran problema si remitiera la pregunta a alguien que no sea el Departamento del Tesoro”, dijo Thornton.
Dadas las respuestas evasivas de los representantes de Washington a horas del encuentro de presidentes, es difícil creer que el estadounidense le diga al mandatario chino que su país es el “manipulador de divisas más grande del mundo”, como sí lo dijo durante la campaña electoral.
En 2016, en varias ocasiones Trump aseguró que China devaluaba el yuan intencionalmente para socavar los precios globales de las exportaciones.
Se considera que la consecuencia inmediata de las devaluaciones chinas siempre ha sido el aumento de la competitividad de sus exportaciones, sin embargo las acusaciones de Trump fueron puestas en entredicho de inmediato por respetados economistas de Estados Unidos.
En marzo de este año, el secretario de Estado de EE.UU. Rex Tillerson visitó Pekín.
En junio del año pasado, el entonces candidato republicano llegó a afirmar que se “aseguraría que el país asiático quedaría tildado como el máximo manipulador de divisas, ‘el gran maestro’ de la devaluación” en el primer día de su mandato.
Pese a todo ello, las amenazas quedaron en sólo eso una vez que Trump y su equipo se instalaron en la Casa Blanca.
A fines de febrero, el secretario del Tesoro estadounidense, Steven Mnuchin, descartó la idea de promover un proceso para tildar a China de “manipulador de divisas”.
“Tenemos un proceso dentro del Departamento del Tesoro en el que analizamos la manipulación cambiaria en general y vamos a aplicar ese proceso”, dijo Mnuchin aquella vez.
Se estima que ese proceso no estará concluido antes de abril.
China, una economía de mercado
Un asunto que divide a las dos superpotencias hace tiempo es el reconocimiento formal de China como una economía de mercado por parte de Estados Unidos.
China lleva años tratando de librarse de la catalogación de su economía como “no mercantil”, desde 2001 cuando se incorporó a la Organización Mundial de Comercio (OMC).
China espera que su economía sea reconocida dentro de las normas internacionales de comercio por parte de la Unión Europea y Estados Unidos.
Si China lograra que Estados Unidos y la Unión Europea reconocieran que tiene una economía de mercado, estaría menos vulnerable a demandas y sanciones impositivas de parte de los países a los que exporta sus productos.
Eso significa que Estados Unidos ahora tiene más poder para tomar medidas contra China si considera que Pekín hace dumping, es decir, cobrar por sus exportaciones precios más bajos de lo que se venden en el mercado interno.
Mientras China no sea reconocido como un país con economía de mercado, dentro de las normas internacionales de comercio, Estados Unidos puede obligar a las compañías de Pekín a pagar impuestos que eleven el precio de sus productos en el mercado estadounidense.
En este aspecto, Trump no rompió el libreto de anteriores administraciones estadounidenses de no reconocer cualidad de mercado en la economía china.
Claro, condimentando aquello con furibundos ataques y cuestionamientos a las prácticas económicas de Pekín.
Trump aseguró en campaña que las exportaciones baratas chinas eran “el robo más grande del planeta” y que “violaban” la economía estadounidense.
El estadounidense solía decir que derrotaría a China en su juego y que voltearía la balanza comercial a favor de Estados Unidos.
Unos días antes de ganar las elecciones presidenciales, en un acto público, Trump afirmó que el acceso de China a la OMC había debilitado la base industrial estadounidense y “la capacidad de defendernos y defender a nuestros aliados”.
Xi Jinping permanecerá en Florida hasta el viernes después de la hora de almorzar.
Sin embargo, hace una semana, Trump le pidió a las empresas estadounidenses “buscar alternativas” para enfrentar el déficit comercial con China y reconoció que abordar el tema de la balanza comercial será uno de los puntos “más difíciles” del encuentro con Xi.
Además, el mes pasado, el Departamento de Comercio estadounidense anunció que emprendería una investigación para determinar si China debía seguir siendo considerada una economía no mercantil o si puede ser reconocida como una economía de mercado, algo que se consideraba inimaginable hace en los meses en los que Trump acusaba a Pekín de los mayores males económicos de Estados Unidos.
Funcionarios de la Casa Blanca señalaron en las últimas horas que estos y otros temas serán conversados en Mar-a-Lago entre el jueves y el viernes.
Pero es poco probable que el mandatario estadounidense atropelle a su homólogo chino con acusaciones por sus prácticas comerciales y financieras, lo acuse de ser el mayor manipulador de divisas del planeta o lo amenace con establecer relaciones con Taiwán.
No será la primera vez que los dichos del Trump candidato se estrellen contra la realidad que tiene que afrontar todos los días el Trump presidente.