¿Qué se debe hacer con los estudiantes que odian las matemáticas?

Los jóvenes en Estados Unidos tienen que estudiar matemáticas hasta que dejan la escuela. Pero ahora, estudiantes de arte de Nueva York se están rebelando contra esto.

Para muchas personas, las matemáticas no son una asignatura fácil. ¿Cuándo es el momento adecuado para dejar de estudiarlas?

¿Tendría que haber estudiado geometría la actriz Jennifer Aniston? ¿Y la próxima Nickj Minai debe estudiar cálculo?

Algunos de los estudiantes de LaGuardia, la secundaria que inspiró la película Fama y donde fueron alumnos Aniston y Minaj, dicen que no.

“En la escuela de Fama no deberías tener que sacrificar tu arte para tomar otra clase de matemáticas”, dice Macy McGrail, estudiante de teatro en la secundaria Fiorello H LaGuardia High School of Music & Art and Performing Arts.

“Quiero dedicarme a mi arte”.

Los estudiantes de LaGuardia dicen que respetan la “misión doble” de su escuela de preparar a los estudiantes tanto en el arte como en el aspecto académico

Pero las preocupaciones de los alumnos apuntan a una conversación más amplia sobre el valor de las matemáticas para los estudiantes que no van a perseguir un camino académico.

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El álgebra es la rama de las matemáticas en la que los símbolos, en lugar de los números, se utilizan en operaciones.

La geometríaexamina la forma de objetos individuales, las relaciones espaciales entre varios objetos y las propiedades del espacio circundante.

El cálculo es el estudio del cambio y el movimiento continuos.

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En un artículo de opinión en el New York Times, el profesor de ciencia política Andrew Hacker, que lleva más de 45 años en el Queens College -parte de la City University de Nueva York-, escribió que en un día típico en Estados Unidos hay “seis millones de estudiantes de secundaria y dos millones de recién ingresados en la universidad peleando con el álgebra”.

Y esta lucha forzada con las matemáticas, dice el profesor Hacker, “no solo es estúpida: es cruel”.

Hacker se describe a sí mismo como una “persona de números”. Pero la mayoría de la gente, afirma, no lo es.

“Hay alrededor de un 7% de seres humanos que tienen una aptitud natural para las matemáticas”, apunta. “Para el resto es una pura tortura, sin ningún objetivo”.

Y el miedo y la aversión que inspira el álgebra puede tener consecuencias.

En Estados Unidos, uno de cada cinco estudiantes de secundaria abandona sus estudios antes de graduarse, y suspender matemáticas es la principal razón académica que dan para explicarlo.

“Lo mismo sucede con la universidad”, dice Hacker, quien añade que hay miles de estadounidenses que no aprobaron la secundaria o la universidad simplemente porque les obligaron a estudiar ecuaciones de segundo grado.

Las directrices piden que todos los estudiantes de Estados Unidos tomen geometría y trigonometría, además de dos años de álgebra.

Pero esta no es la norma universal. Según Hacker, varios países europeos, como Reino Unido, Alemania y Francia, permiten a los estudiantes abandonar las matemáticas a alrededor de los 16 años.

Y en Estados Unidos, las matemáticas obligatorias no están necesariamente dando frutos.

Internacionalmente, los estudiantes estadounidenses ocupan la mitad del ránking en cuanto a notas de matemáticas, lo mismo que con la lectura y la ciencia.

No todo el mundo está de acuerdo en que haya que tener un cerebro matemático para ver el valor que tienen las matemáticas.

Dimitri Shlyakhtenko, director de matemáticas puras y aplicadas en la universidad UCLA de California, obtuvo su doctorado de la Universidad de California Berkeley a los 22 años.

Él argumenta que el problema no son las matemáticas, sino cómo se enseñan.

“El cálculo solo por sí mismo es una cosa muy estúpida”, dice Shlyakhtenko.

Pero si ves las matemáticas como un estilo de pensamiento, en lugar de la memorización de tablas de multiplicar, añade, se convierte en una “habilidad para la vida que permite todo”.

“Las matemáticas han pasado de ser una especie de cosa oscura a algo que está siempre presente”.

Un impactante número de malas decisiones de consumo, argumenta, son consecuencia de habilidades matemáticas infradesarrolladas.

A medida que las sociedades se vuelven más “artesanas”, dice Shlyakhtenko, con más gente -especialmente artistas- trabajando para ellos mismos, más “se necesita entender tu propio presupuesto, tu propio flujo de caja”.

Qué dicen las clasificaciones
Las últimas clasificaciones del Informe del Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes, o Informe PISA -una de las comparaciones globales más amplias de habilidad académica- posicionó a Estados Unidos en el puesto 38 de 71 países en matemáticas.

Esto es por debajo de la media de la OCDE y por detrás de países como Singapur, Estonia, Vietnam y Reino Unido.

Pero las clasificaciones no proporcionan una respuesta clara sobre cuál es la mejor edad para dejar el álgebra.

Los estudiantes en Singapur, que lidera los ránkings de PISA en matemáticas, pueden elegir centrarse en humanidades para sus exámenes de final de secundaria, pero tienen que estudiar matemáticas o al menos una asignatura de ciencias hasta que dejan la escuela.

Pero Alemania, Francia y Reino Unido -que superan a Estados Unidos por al menos 11 puestos- favorecen modelos más voluntarios.

Los estudiantes pueden dejar las matemáticas alrededor de los 16 años y optar por asignaturas de humanidades.

Así que ¿cuál es la respuesta para estudiantes como los de LaGuardia que no soportan las matemáticas?

Sandra Nagy, directora de la Escuela de Diseño Futuro, una empresa con base en Toronto, Canadá, que trabaja con escuelas y profesores en Estados Unidos y Canadá para desarrollar currículos que promuevan el desarrollo de habilidades y el aprendizaje experimental, está de acuerdo con el profesor Shlyakhtenko en que la mayor parte de los problemas con las matemáticas se derivan de cómo se enseñan: como un concepto abstracto e inaplicable.

“No estamos haciendo que sea relevante [para los estudiantes] así que se descartan como buenos o malos para las matemáticas”, dice. “Es la falta de confianza lo que lleva a los chicos a pensar de esa manera”.

Cuando los estudiantes preguntan a los profesores por qué les están enseñando algo, “la respuesta no debería ser ‘porque tienes que saberlo”, añade. Los esfuerzos se centran en que las escuelas les den una respuesta.

Nagy cita la alfabetización financiera básica como un ejemplo primordial del valor de las matemáticas. Pero también destacó la importancia duradera de perseverar con los temas difíciles.

Hay un valor, dice, en pedir a un chelista con un don innato que estudie algo que no se le da tan bien de forma natural.

Así que incluso para un futuro ganador de un Óscar, todavía pueden tener cabida las matemáticas.

“No tengo claro que todos los chicos tengan que aprender cálculo avanzado o álgebra lineal”, dice Nagy.

Pero “si van a convertirse en el próximo actor o cantante más famoso, van a necesitar saber cómo contar su dinero”.

Fuente: www.bbc.com

Las tres rejas Reflexion

El joven discípulo de un filósofo sabio llega a casa y le dice:

– Maestro, un amigo estuvo hablando de ti con malevolencia…

– !Espera!- lo interrumpe el filósofo – ?Hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?

– ¿Las tres rejas? -preguntó el discípulo-

– Sí la primera es la verdad. ¿Estás seguro que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?

– No. Lo oí comentar a unos vecinos…

– Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad… Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?

– No, en realidad, no. Al contrario…

– !Ah, vaya!… La tercera reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?

– A decir verdad, no.

– Entonces. -dijo el sabio sonriendo- si no es verdad, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido.

Cuándo más sanas estarían las relaciones humanas, si todos

hiciéramos pasar por las tres rejas aquellas cosas de las que nos hacemos eco!!!

Autor Desconocido

Por qué se ha encarecido el precio mundial de los alimentos (y cuáles son los productos más afectados)

Desastres naturales y una peste fuera de control son algunas de las razones que han hecho subir por quinto mes consecutivo el precio mundial de los alimentos.

“Es una tendencia al alza que viene desde enero, principalmente impulsada por los productos lácteos”, le dice a BBC Mundo Ricardo Rapallo, oficial de Seguridad Alimentaria, de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO.

De hecho, el valor de los productos lácteos subió 5,2% en mayo respecto al mes anterior y 33% en comparación con diciembre de 2018, acercándose a su nivel más alto en cinco años.

El alza se explica por las sequías que se han producido en Oceanía, las cuales intensificaron el descenso de su producción lechera.

“En Europa también existe preocupación sobre la producción lechera”, agrega Rapallo, mientras que “la demanda de leche a nivel mundial sigue siendo sólida”.

La FAO mide las variaciones mensuales para una canasta de cereales, oleaginosas, productos lácteos, carnes y azúcar, y a partir de esa información, elabora un índice de alimentos.

Este índice alcanzó los 172,4 puntos el mes pasado, mientras que en abril llegó a 170 unidades.

¿Qué pasa con la carne?
Las carnes también han aumentado su precio, con un alza de 6,3% desde enero, principalmente por los efectos que está provocando la propagación de la peste porcina africana en Asia, entre otras razones.

De hecho, dado que más de un millón de cerdos han sido sacrificados por la enfermedad en China, el precio de la carne porcina en ese país aumentó 18,2% en mayo, en comparación con el mismo mes del año anterior, según los datos divulgados por Ministerio de Agricultura del gigante asiático.

Con este escenario, consultoras de análisis de mercado estiman que, en la medida que no se controle el brote, es probable que la producción de carne de cerdo siga disminuyendo y provoque un aumento de precios en el mercado de la carne en general.

“Esperamos ver una continua presión al alza en los precios de las proteínas animales hacia la segunda mitad de este año“, le dice a BBC Mundo Justin Sherrard, estratega global del sector cárnico de la consultora Rabobank.

La situación se prevé que impacte en toda la cadena de producción y comercialización del producto, así como en los precios finales que pagan los consumidores.

Aunque no hay que dejar fuera de la ecuación, advierte Sherrard, los potenciales efectos de las políticas arancelarias de Estados Unidos.

Inofensiva para las personas y letal para los cerdos, la peste porcina africana fue detectada en China en agosto del año pasado y desde entonces se ha expandido por el resto de Asia, devastando granjas en Vietnam y Camboya y afectando los cultivos de otras naciones.

En América Latina, países como Argentina se han beneficiado con el brote, dado que en China está creciendo la demanda por todas las carnes.

A principios de junio, importadores chinos se apresuraron a cerrar negocios de carne vacuna desde Argentina, provocando un aumento de los precios por tonelada de carne de entre 20% y 30% respecto a un año atrás, según informa la prensa local.

El maíz y las malas condiciones climáticas
El valor de los los cereales también subió en mayo (1,4%), principalmente debido a un aumento en las cotizaciones de maíz, señala la FAO.

¿La razón? Se estima que habrá una baja en la producción de maíz en EE.UU., cuyas zonas de cultivo están afectadas por inundaciones.

Estas condiciones climáticas desfavorables hicieron que el organismo de la ONU recortara su pronóstico de una abundante producción global de cereales para este año.

Pese a que el valor de varios de los productos alimenticios ha ido al alza, existen algunas excepciones.

Entre ellas, el precio del azúcar y el de las verduras disminuyó en mayo, aunque esa baja no logró compensar el incremento del resto de los productos que conforman la canasta de la FAO.

Fuente: www.bbc.com

Mi mamá no quiso vacunarme: a los 36 años contraje el tétanos (y otras enfermedades espantosas

La madre de Meredith tenía sospechas sobre las vacunas y nunca quiso que se las administraran a su hija. Durante un tiempo, eso pareció no importar. Hasta que Meredith (no es su nombre real) comenzó a sufrir algunas enfermedades espantosas.Esta es su historia, contada en sus propias palabras.

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Todo comenzó cuando pisé un clavo por accidente. Poco después, mi mandíbula y mi hombro comenzaron a agarrotarse, y los paramédicos me llevaron rápidamente al hospital en ambulancia.

Fue en un hospital universitario en Brisbane, sureste de Australia. Recuerdo perfectamente que el doctor salió de la habitación susurrando: “¡Oh, Dios mío!”.

Trajo a todos los estudiantes de medicina para examinarme. Era tétanos -también conocido como trismus- y no habían tenido un caso en más de 30 años.

Yo me sentí decidida y dije: “No voy a morir a los 36 años por tétanos”.

Por encima del dolor, me sentía enojada con mi madre porque ella no había querido vacunarme. Los médicos extrajeron glóbulos blancos de otra persona que tuvo el tétanos -sus células demostraron ser “combatientes experimentadas”- y me las inyectaron para ayudar a los míos a reconocer la enfermedad y combatirla.

Con ese tratamiento, al final me puse mejor.

Pero seguía enfadada porque es algo que podría haberse evitado totalmente.

Mi mamá, mi abuela y mis tías son todas bastantes “místicas” y, sin duda, hippies.

Ellas creen que el cuerpo se cura por sí solo de forma natural. Si tenía un resfriado, en Nueva Zelanda, donde yo crecí, me decían: “Cómete un pepino” o “toma un trago de esto que preparó el vecino”.

Mi abuela está suscrita a una revista que te da consejos sobre cómo vivir mejor. Ella compró una barra luminosa a través de esa revista que le costó US$200. Sé que es luminosa porque cuando la golpeas, brilla. Pero ella cree que es una varita mágica con la que tocas la comida para “darle vida”.

Yo nunca creí en esos misticismos de mi familia, excepto cuando era muy joven.

Cuando tenía unos 3 años, solía sufrir convulsiones. Los doctores me diagnosticaron hipoglucemia; mi cuerpo estaba produciendo demasiada insulina. Un médico me dijo entonces que podría curarme y le dio a mi mamá una caja de medicamentos para que me los diera.

Cuando era un poquito mayor, mamá me contó que si me hubiera dado aquella medicina me habrían salido pelos en cada poro de mi piel y que ella habría tenido que afeitarme la frente todos los días antes de ir a la escuela.

Mi serie favorita en ese momento era Teen Wolf (Lobo adolescente) y ella había descrito, básicamente, al personaje principal.

“Te saldrá pelo en el dorso de tus manos y en el cuello”, me dijo. Me contó que la farmacia dejó accidentalmente información sobre los ensayos médicos en nuestro buzón. En esos papeles, aparentemente, se decía que los medicamentos se habían probado en perros, que cinco de siete de ellos habían muerto y que apenas estaban comenzando a hacer las pruebas en humanos.

De pequeña me quedé completamente traumatizada por su descripción. Creo que me estaba adoctrinando para que tuviera miedo de tomar medicamentos.

Cuando tenía 11 años, en la escuela nos pusieron la vacuna triple vírica (sarampión, paperas y rubeola). Siempre que había inyecciones, el colegio solía enviarnos unos documentos para que los padres cumplimentaran los formularios de permiso. Mi mamá siempre los enviaba de vuelta con un “No, elijo no hacerlo”.

Pero esta vacuna le pasó inadvertida.

Cuando llegué a casa, mamá se dio cuenta de que tenía una tirita sobre donde me habían puesto la inyección

Recuerdo estar jugando con mis amigos mientras hacíamos cola en la biblioteca. Cuando entré en la sala arremangada vi la aguja. Le dije nerviosamente a la enfermera: “No sé si me dejan hacer eso”. Ella asumió que no habría problema y así fue como me vacunaron contra el sarampión.

Cuando llegué a casa, mamá vio que tenía un algodón y una tirita en donde me habían puesto la inyección. Le dije que a todo el mundo en el cole se la habían puesto. Golpeó el techo y gritó: “¿Por qué no te paraste y me llamaste?”.

Creo que yo tartamudeé algo sobre la autoridad de los profesores en la escuela y que yo les escuchaba. Ella se subió al coche automáticamente y dio un volantazo, sacando el auto de la calzada.

Estaba tan enojada que cuando regresó a casa me dijo: “Nunca vas a volver a esa escuela”.

Ese fue mi último día de primaria. Mamá me sacó de la escuela, dejé atrás a todos mis amigos y no me dejó despedirme de ellos.

Mis compañeros de clase no sabían por qué había desaparecido de repente, pero creo que mis profesores sí porque ella les había dado un buen tirón de orejas.

Tres semanas después nos fuimos del país. Ayudé a mamá a empacar las cosas, con una gran sensación de culpa.

Haberme vacunado había causado todos estos problemas y ahora nos teníamos que ir de casa.

Nadie se había sentado nunca a explicarme qué son realmente las vacunas. En el colegio se daba por hecho que debíamos saberlo.

Lo que escuché de mamá es que provenían de células de embriones de pollo y de ranas que se nos inyectan. Eso fue antes de internet, cuando solo obteníamos información de las revistas de mi abuela.

Cuando me mudé de Nueva Zelanda a Brisbane en 2009 con mi pareja, a mi abuela se le caían las lágrimas.

Le aseguré que estaría bien, pero ella seguía rogándome que no me fuera. “Hay yetis en monte Tamborine”, clamó.

Dios la bendiga, pero pensé con desesperación: “¿Cómo podemos ser familia?”.

Mi novio es muy lógico y racional. No comprende cómo crecí así. Él se crió en Brunéi y en Nairobi, así que le vacunaron de todo y a menudo se hace revacunaciones.

No se enteró hasta dos años después de estar juntos de que no estaba vacunada de la mayoría de las enfermedades prevenibles.

Estábamos planeando un viaje al extranjero cuando surgió el tema. Cuando le conté la verdad, hubo un largo silencio hasta que finalmente dijo: “¿En serio? ¿Cómo es posible que sigas viva?”.

Tuvimos una fuerte discusión. Me dijo que se preocupa por mí y que mi salud es muy importante para él. Pero no comencé a vacunarme inmediatamente.

Solo el último doctor se percató del sonido y se dio cuenta de que era tosferina

En 2016, contraje la tosferina.

La tuve durante seis semanas hasta que me la diagnosticaron. Hicieron falta cuatro médicos diferentes.

Al principio dijeron que era gripe o neumonía y me aconsejaron que siguiera bebiendo líquidos y descansando, etc. Después me prescribieron antibióticos, cuando parecían que era algo más grave.

Solo el último doctor se percató del sonido de mi tos y se dio cuenta de que era tosferina.

Estuve enferma 12 semanas que fueron un infierno. Hacia la cuarta, había olvidado lo que era estar sin toser y acepté que esa sería mi vida a partir de entonces.

Mamá sabía que tenía tosferina pero no dijo mucho. Estaba muy preocupada y decía cosas como: “¡Ay, pobrecita! Toma aire fresco y túmbate un rato”.

Se ofreció a volar a Brisbane para cuidarme, pero le dije que no.

Mi chico estaba muy enfadado y me dijo: “No puedo creer que ella te pusiera en esta situación”.

Mamá parecía comprender la seriedad de la tosferina, pero no parecía entender que había una conexión entre las vacunas y que yo contrajera enfermedades prevenibles. De hecho, ella misma podría haberla contraído si hubiera venido a verme porque tampoco está vacunada.

Todavía no le he contado que tuve tétanos el año pasado. Los recuerdos me hacen enojar hasta el punto de no querer hablar con ella.

Apenas acabo de empezar a ponerme las vacunas que deberían haberme administrado de niña, y vacunarte de adulta es mucho más costoso en Australia: pagué US$200 para vacunarme de la Hepatitis B.

Estoy trabajando en una lista que incluye la vacuna de la difteria, la de polio, la meningocócica ACWY y la del virus del papiloma humano (VPH).

Mi hermana pequeña se puso todas las vacunas. Se fue a vivir a Japón hace unos años y necesitaba recibir todas las inyecciones para vivir allí.

Un día, estábamos haciendo las tres una videollamada y mi hermana empezó a hablar sobre las tareas que le quedaban por hacer antes de la mudanza… y se le escapó lo de las vacunas.

Se pone sensible cuando se cuestionan sus conocimientos místicos

Mamá gritó: “¡Qué!“, y mi hermana no sabe mentir. Intentó dar marcha atrás y se inventó que había una máquina de escaneo que aparentemente te hace ser saludable para Japón. Mamá no es lo que se dice tecnológicamente avanzada y comentó: “¡Ah! Esta bien”.

Yo creo que ahora mi madre ha reducido un poco su desconfianza hacia la medicina. Se enfermó hace 15 años con septicemia y entonces decidió que estaba bien tomar medicamentos. Y mi padrastro tiene fibrosis quística y se toma un puñado de pastillas cada mañana.

Pero se pone sensible cuando se cuestionan sus conocimientos místicos.

Me gustaría poder resolver este problema. Debe de estar viendo brotes de enfermedades prevenibles en las noticias todo el tiempo. Sería fantástico hablarlo con ella, pero cada vez que sale el tema se queja, se enoja y llora. Y nadie quiere ver así a su mamá.

Ilustraciones de Emma Russell

*Esta historia fue reporteada por la periodista de la BBC Elaine Chong

Fuente: www.bbc.com

Crisis en Venezuela: la difícil vida de los niños y adolescentes venezolanos en el norte de Brasil

El número de personas desplazadas de sus hogares en el mundo a causa de conflictos o crisis volvió a romper récords, con 70 millones en 2018. Son datos divulgados este miércoles por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), que también muestran que detrás del aumento está la reciente explosión en los flujos de los que huyen de Venezuela y Etiopía.

Los niños siguen representando a la mitad de los refugiados del mundo y al menos 138.000 de ellos viajan solos o separados de sus padres.

En la frontera norte de Brasil, los niños y adolescentes venezolanos también conforman casi el 50% de los desplazados.

Muchos llegan a Roraima después de días de caminata por la selva o pidiendo un aventón en la carretera. “Vienen en familias, por lo general, pero también hay niños viajando solos“, explica João Chaves, defensor público actuando en los puestos fronterizos de la Policía Federal en ese estado.

Con el aumento de la inestabilidad en Venezuela, desde noviembre del año pasado crece el número de desplazados venezolanos, que ya suman cerca de cuatro millones. Es la segunda mayor crisis en el mundo, detrás de la de Siria (con 5,6 millones de desplazados).

Actualmente, Brasil acoge a casi 168.000 venezolanos y se estima que este número pasará de los 175.000 a finales de 2019.

Durmiendo en la calle
A pesar de la intensa movilización de la población local, organizaciones no gubernamentales, la ONU y el Ejército, todavía hace falta alojamientos y escuelas para los niños venezolanos en el norte de Brasil.

Ronneilys, de 15 años, llegó a Roraima con sus dos hermanos pero sin sus padres. Era agosto del año pasado y decidieron partir de Venezuela pidiendo aventones en las carreteras y caminando para encontrar a la madre, que ya vivía en Boa Vista, la capital de este estado.

La familia terminó en la calle, pero después de que la madre perdió el empleo. Ronneilys dormía en un cartón en la vereda de una calle en los alrededores de la carretera de Boa Vista. “Fue la primera vez en la vida que viví en la calle, fue la primera vez que tuve que pedir comida”, contó al Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).

Después de unos meses, la familia consiguió lugar en un refugio en la ciudad, hasta que la madre se hizo con un nuevo empleo y la familia se mudó al estado de Santa Catarina, con apoyo del programa de integración del gobierno federal.

Los niños que viven hoy en las calles en Boa Vista serían casi 700, según estimaciones de Unicef. Es decir, la mitad de los venezolanos sin techo que hay en la capital de Roraima.

Además de los entornos de la carretera, los venezolanos duermen bajo marquesinas, en gasolineras o en campamentos improvisados.

Es el caso del antiguo Club del Trabajador, en la zona oeste de Boa Vista, donde más de 500 personas se amontonan en condiciones precarias, sin baños, agua corriente o recogida de basura.

Cerca de seis mil personas viven en los 13 refugios oficiales creados en Pacaraima, la primera ciudad en las cercanías de la frontera con Venezuela, y Boa Vista, y casi la mitad son niños y adolescentes (2.700).

Se estima que unos 32.000 venezolanos viven hoy en Boa Vista.

Pará, la nueva frontera
La presencia de venezolanos en las calles también crece en los estados de Amazonas y Pará. Según fuentes involucradas en la asistencia de venezolanos y consultadas por BBC Brasil, muchas familias, incluso de waraos (el segundo mayor grupo indígena de Venezuela), se están moviendo dentro del país “por cuenta propia” y partiendo de Roraima hacia Manaos, Santarém y Belén, donde la estructura de acogida del gobierno aún es incipiente.

“El flujo de waraos es nuevo en Brasil. Es una población nómada, pero solo el año pasado comenzó a entrar en el país. Se encuentran en una situación de extrema vulnerabilidad, ya que no hablan español ni portugués y se enfrentan al reto de integrarse en ambientes urbanos”, explicó Sebastian Roa, un oficial de Acnur.

En el norte de Brasil, grupos de cientos de venezolanos caminan o piden aventones y autobuses hacia el noreste en busca de empleo y de una vida mejor. En el camino, piden dinero y duermen en las calles. En el Pará, refugios improvisados ​​ya registran casos de abuso infantil y hacinamiento.

Después de la reciente expansión de la Operación Acogida para Manaos, se piensa en la ampliación de un nuevo frente en Pará. Las Fuerzas Armadas, sin embargo, no confirmaron esto a BBC Brasil.

Fuera del colegio
Garantizar educación para los niños venezolanos en Brasil es otro desafío, principalmente porque falta espacio y plazas en las escuelas.

“El impacto de la migración en el sistema escolar en el norte y el noreste del país es grande, si consideramos la evasión y la exclusión escolar que ya existían antes en ambas regiones. Brasil tiene más de 2,8 millones de niños y adolescentessin escolarizar“, afirmó Raniere Pontes, especialista en educación de Unicef.

Educadores venezolanos, también desplazados, se unen a los brasileños para sumar esfuerzos en los colegios locales y en espacios especiales para niños dentro de los refugios.

“Dejé atrás la casa que trabajé años de mi vida para construir, dejé dos carros, lo dejé todo en Venezuela. Hoy vivo en una carpa aquí en Brasil con mis dos hijos”, le cuenta a BBC Brasil la venezolana Ellinois Malave, de 39 años.

Esta pedagoga abandonó el país natal porque sufre de lupus (una enfermedad autoinmune) y allí ya no conseguía comprar los medicamentos que en Brasil están disponibles en cualquier farmacia.

Hoy, Ellje vive y da clases en el refugio Rondon, el mayor de Roraima y donde la mitad de los venezolanos son niños (586). “Enseñar es mi pasión y hace mucha diferencia en la vida de esos niños que perdieron tanto, muchos solo tenían piedras para jugar cuando llegaron aquí”, dijo ella.

Otros niños venezolanos están matriculados en escuelas públicas de Boa Vista. “La falta de transporte gratuito de los refugios a los colegios también alimenta la evasión escolar porque muchos padres no pueden pagar el billete de autobús”, explicó Deborah Grajzer, doctoranda en Educación de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC) que visitó recientemente Roraima para su investigación .

En la escuela municipal Alcides da Conceição Lima en Pacaraima, el número de alumnos saltó de 385 el año pasado a 610 este año. “Más de 200 niños venezolanos y brasileños están esperando vacante, pero falta espacio”, dijo Gleicivania de Souza, coordinadora pedagógica de la escuela.

En toda la ciudad, se estima que 700 niños no tienen donde estudiar.

Fuente: www.bbc.com