Shou ga nai: el término japonés que puede ayudar a lidiar con la frustración

En la vida algunas veces ocurren cosas malas: te quedas atrapado en el tráfico y vas llegando con retraso al trabajo, pierdes tu cartera o le haces una abolladura a la puerta de tu auto.

Mucha gente reaccionaría antes estas situaciones con un estallido emocional, gritando obscenidades y destinando toda su energía a encontrar una forma de salir de esa situación. Pero en Japón, podría ser más probable que se responda con una frase muy extendida con un significado diferente: shou ga nai.

Esta frase, o una variante más formal de la misma, shikata ga nai, es usada con frecuencia en situaciones comunes que en general son negativas pero que no te dejan más alternativas que tener que superarlas. Una traducción libre al castellano sería algo como “no hay nada que hacer”.

Rochelle Kopp, una consultora que ayuda a compañías japonesas y no japonesas a comunicarse mejor, se ha topado con esta frase numerosas veces.

Le ha ocurrido, por ejemplo, cuando ha estado trabajando con compañías japonesas y estas deciden trasladar de puesto a alguien con quien ha estado trabajando, con frecuencia en un momento poco conveniente, comenta.

¿Cuál es la respuesta? Shou ga nai.

“Me doy cuenta de que la probabilidad de que alguna vez logre cambiar esa situación es la misma que tengo de evitar que la tierra siga girando”, explica.

En esas situaciones, ella siente que “desde mi perspectiva cultural estadounidense, sonaba como que las personas se estaban rindiendo, cuando yo pensaba que debían dar la pelea“.

Pero esta frase no es un concepto cultural exclusivo de Japón. Más bien, expresa un sentimiento universal, de acuerdo con Miyako Inoue, profesor asociado de Antropología de la Universidad de Stanford.

“En la vida cotidiana en Estados Unidos, por ejemplo, escucho a la gente expresando el mismo sentimiento… ‘lo hecho, hecho está’, ‘déjalo así y sigue adelante’”, señala.

Esta frase -y el sentimiento detrás de ella- genera algunas preguntas interesantes. ¿Hay algo útil en el significado de frases como shou ga nai? ¿Hay algún elemento liberador en aceptar las situaciones frustrantes, en lugar de intentar combatirlas constantemente?

¿Un concepto universal?
Existen frases similares a shou ga nai en distintas culturas alrededor del mundo. En inglés, por ejemplo, se dice “esto es lo que es” (it is what it is). “Así es la vida” (C´est la vie) es algo similar en francés. En islandés, þetta reddast tiene un sentido similar.

Cada uno tiene matices y contextos propios dentro de cada cultura. Pero algo que tienen en parte en común es el sentimiento de resignación, saber cuándo aceptar el destino en lugar de luchar contra él.

Algunos estudios muestran que aceptar las cosas malas que ocurren puede ayudar a reducir la ansiedad.

Por ejemplo, un estudio de 2017, realizado por la Universidad de Toronto y la Universidad de California Berkeley, “halló que la gente que habitualmente acepta sus emociones negativas experimenta menos emociones negativas, lo que contribuye a mejorar su salud psicológica”.

Aceptar una mala situación es una forma de “reencuadre cognitivo” que puede resultar benéfico, afirma Iris Mauss, una profesora asociada de Psicología que participó en el estudio de Berkeley.

“Si eres bueno al pensar en esos eventos (estresantes cotidianos) de una manera que minimiza su impacto emocional promedio, puedes estar mejor en términos de tu bienestar”, señala.

“Te sientes más en paz, y colocas tus recursos y esfuerzos en intentar cambiar situaciones que realmente pueden ser cambiadas“.

Combatir la frustración
Puede merecer la pena dar un paso atrás ante las situaciones frustrantes y preguntarte: ¿por qué me estoy estresando realmente?, ¿puedo cambiarlo? Si no puedo, ¿por qué merece la pena que me estrese? Y ¿podría esta ser una estrategia efectiva para manejar la frustración?

Los expertos aseguran que esto depende de cada situación.

Si se trata de una situación única con pocas consecuencias, entonces es una buena estrategia. Pero, “cuando es un problema sistémico -como tener un jefe muy malo que te grita y te desmerita, o una pareja abusadora- hay situaciones en las cuales puedes necesitar hallar una forma de eliminar el problema estructural”, dice Stephanie Preston, profesora de Psicología de la Universidad de Michigan.

Indica que el sentimiento en estas frases fatalistas podría ser similar al fenómeno conocido como derrota social, que ha sido investigado con frecuencia en experimentos con ratones. Un ratón pequeño puesto en una jaula con ratones más grandes y agresivos asume una actitud de indefensión casi aprendida.

Luego de una confrontación territorial y quizá violenta con ratones más grandes, el ratón más pequeño muestra comportamientos similares a la depresión, resignándose al orden social que parece imperar en la jaula.

La buena noticia es que en muchos casos las personas pueden ejecutar acciones para salir de situaciones sistemáticamente malas: renunciar a un empleo tóxico o abandonar a una pareja tóxica.

Aún así, todo depende del contexto. Algunas situaciones sistémicas podrían llamar a la resistencia y al cambio -Preston indica que así es como pueden iniciarse las grandes revoluciones sociales-, pero ¿qué ocurre con las cuestiones más cotidianas, como un atasco de tráfico? En ocasiones, simplemente es mejor encogerse de hombros y decir algo como “shou ga nai“.

“La gente usa esos mecanismos porque eso es más fácil que aferrarse y seguir esforzándose en situaciones estresantes”, afirma Sachi Inoue, un psicoanalista que tiene un consultorio privado en Berkeley y que dirige una consulta externa en San Francisco.

“Una sensación de resignación también lleva a una comprensión más profunda sobre ti mismo y a conocer tus límites: una capacidad únicamente humana y que es muy importante para mantener la sensación de bienestar”.

La experta explica que esa es la razón por la cual una frase como “shou ga nai” puede ser usada tanto de formas positivas como negativas.

Escribiendo para GaijinPot, una web popular entre los expatriados en Japón, la profesora de lengua japonesa Yumi Nakata habla sobre la “belleza y la carga” de la frase.

Ella recuerda como veía a su padre asalariado regresar a casa luego de una larga jornada de trabajo y, entonces, decir la frase. Pero, a medida que ella se ha hecho mayor su perspectiva cambió.

“Aunque hay muchas cosas que no podemos controlar, estamos en control de nuestras respuestas“, escribe. “Yo solía rechazar completamente la actitud del ‘shikata ga nai‘, pero ahora la acepto y la uso simplemente para controlar mi respuesta natural ante la injusticia o la incomodidad de la vida misma”, apunta.

Algo que merece la pena recordar la próxima vez que estés en una lenta y frustrante cola.

Fuente: www.bbc.com

Cómo puedes prevenir que te clonen la tarjeta bancaria y te roben tus datos

Uno de los fraudes más comunes con nuestras tarjetas de crédito es el robo de datos que permite a los delincuentes pagar en comercios o extraer dinero de nuestra cuenta.

A menudo lo hacen sin que nos demos cuenta hasta que vemos el saldo del banco a cero o cargos por servicios que no hemos comprado.

El objetivo de los delincuentes es obtener el PIN y el número de la tarjeta. Con esos dos elementos, el abanico de posibilidades de fraude es amplio.

Hay distintas formas de clonarlas.

Para una de ellas, la menos sofisticada, solo necesitan una cámara que grabe nuestro PIN cuando lo introducimos y un dispositivo llamado skimmer que lee la banda magnética.

A través de un computador, los ladrones vuelcan tus datos a una tarjeta vacía.

Los cajeros automáticos son los sitios idóneos para instalar estos equipos, que con la llegada de cámaras y lectores más finos y pequeños son más difíciles de detectar.

¿Cómo podemos prevenir que nos pase?
La Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros de México (Condusef), tiene algunos consejos para prevenir que nos roben nuestra información bancaria.

Parece sencillo pero con las prisas a menudo se olvida que solo con tapar connuestra mano el teclado del cajero mientras introducimos el PIN, a los ladrones les faltará la mitad de la información que necesitan.

Si solo tienen los datos de la banda magnética no podrán hacer nada.

Además, nunca deberíamos aceptar la ayuda de un extraño ni olvidar recoger la tarjeta al finalizar la operación.

“Si prefieres tirar a la basura tu comprobante, sólo recuerda romperlo lo suficiente para que tus datos no sean claros”, dice el organismo.

Por último, si el cajero se traga la tarjeta, no te vayas. Quédate en el lugar y reporta inmediatamente la pérdida.

Ten a mano el número de teléfono de tu banco para anular la tarjeta siempre que te sientas expuesto a alguno de estos riesgos.

Muchos expertos coinciden que los cajeros más seguros son los que se encuentran dentro de las entidades bancarias, pues son los que se revisan con más frecuencia para controlar que no se han instalado dispositivos de fraude.

Máquinas falsas
Otro punto caliente son las tiendas, restaurantes y gasolineras.

Aunque sea difícil de creer un lector de banda magnética puede esconderse en una mano.

Alguien deshonesto dentro del personal de el negocio, puede clonar tu tarjeta y esperar tranquilamente a mirar cuál es el PIN que introduces al pagar la cuenta.

Ya tiene todo lo que necesita.

Por eso, “es muy importante que nunca pierdas de vista tu tarjeta”, dicen los expertos de Condusef.

No dejes que se la lleven con ningún pretexto lejos de tu alcance y, si puedes, sostén con tu propia mano la máquina para pagar.

Algo más difícil de evitar es cuando es el lector TPV el que está adulterado.

Es decir es un dispositivo de cobro falso, no oficial.

“Si sospechas esto ingresa una clave errónea. Si la compra es aceptada, el dispositivo está clonando tu tarjeta y deberías avisar de inmediato a la policía”, explica el Servicio Nacional de Seguridad de Chile.

Pero al pagar en comercios, lo que de verdad no se puede clonar es tu teléfono.

El pago a través del celular es uno de los más seguros y está cada vez más extendido.

Permite sincronizar tus tarjetas de crédito y tener acceso a ellas cuando lo necesites.

Como explica Ana Santos, responsable del área de menores y ciudadanos de INCIBE, en España, “con el móvil, si lo configuras adecuadamente, es probable que tengas que introducir la clave o la huella dactilar para desbloquearlo”.

“Ahí ya te proteges un poco más” porque es un paso previo a abrir la aplicación de tu banco que guarda tu tarjeta.

Otras formas para evitar que nos roben es pedirle al banco que desactive el pago por contactless, es decir la lectura inalámbrica.

O que la tarjeta no realice pagos en el extranjero o configurar nuestra cuenta para que cada vez que se haga un pago nos llegue un mensaje al celular.

Fundas, inhibidores o carteras de aluminio pueden ser otra opción barata para proteger nuestra tarjeta.

En internet
Los expertos en ciberseguridad advierten que en internet los enlaces maliciosos son la manera más común con la que los delincuentes intentan robarnos nuestros datos financieros.

A través de un mail nos envían una promoción a una conocida tienda. Puede ser un regalo, un gran descuento o una promoción.

El correo parece muy convincente.

Al seguir ese enlace iremos a una tienda suplantada, no la legítima, en la que al intentar comprar somos nosotros mismos quienes introduciremos nuestros datos.

“La forma de evitar esto es introducir el nombre completo de la tienda a la que quieres ir en el navegador y no seguir ningún enlace”, afirma Santos.

Peligros en páginas porno
Por su parte, el servicio Nacional de Seguridad de Chile recomienda “no ingresar los números de tarjeta de crédito en páginas web con contenido sexual, que tienencomo pretexto comprobar la mayoría de edad“.

Es en estas páginas donde acechan gran parte de las ciberamenazas.

Las entidades bancarias recomiendan revisar periódicamente los movimientos de la cuenta corriente y el extracto mensual.

De esta manera lograremos detectar si nuestra tarjeta está siendo usada de manera fraudulenta.

Fuente: www.bbc.com

Crisis en Venezuela: cómo se beneficia la economía de Perú de la inmigración venezolana (y qué problemas genera)

La de Jessica Cochrane y su esposo Brayan Ching es una historia de riesgo y de éxito empresarial.

Emigraron de Venezuela a Perú en septiembre de 2017. Llegaron como turistas con el plan de solicitar refugio para iniciar una nueva vida allá.

Atrás dejaban a su familia, amigos, un pequeño negocio de importación de aparatos electrónicos de China y dos carreras universitarias inconclusas. La de ella, en Comercio Internacional; la de él, en Ingeniería de Sistemas.

“No teníamos absolutamente a nadie aquí en Perú. Fue un riesgo al 100%”, comenta Cochrane a BBC Mundo.

Traían, eso sí, un pequeño capital con el que querían emprender algún negocio y que, a la postre, les sirvió para solicitar un permiso temporal de permanencia en lugar de pedir refugio.

Para juntar más ahorros para su emprendimiento, durante los dos primeros meses él empezó a conducir un Uber y ella se empleó como dependienta en una tienda.

Poco después, alquilaron un local en el céntrico distrito de Barranco, en Lima, donde hoy tienen un restaurante con 49 mesas, 32 empleados y 72 platos en la carta de comida venezolana pero también con algunas fusiones de inspiración peruana.

“Nuestro restaurante es la casa del venezolano en Lima. Es muy exitoso. Los domingos estamos llenos y la gente hace fila para entrar”, dice orgullosa Cochrane, propietaria de El Budare Restobar.

La emprendedora advierte, sin embargo, que el inicio fue muy duro. Para ahorrar gastos, la pareja dormía en el segundo piso del local -que entonces solo tenía ocho mesas- y estuvo a punto de cerrar porque durante los primeros cinco meses casi no entraban clientes.

Cochrane y Ching forman parte del enorme éxodo que se ha producido en los últimos años y que ha convertido a Perú en el segundo país, después de Colombia, en recibir mayor número de venezolanos: más de 750.000, según las estimaciones más recientes.

Se trata de una ola humana que ha puesto a prueba tanto a los organismos internacionales responsables de los migrantes -como la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur)- tanto como a los servicios sociales de los países receptores que se han visto presionados por la demanda de nuevos servicios.

También ha sido un éxodo que ha tenido un impacto favorable en la economía peruana.

Efecto dinamizador
El gasto realizado por los inmigrantes venezolanos representó un aumento de 0,33 puntos porcentuales de los 4 puntos de crecimiento que registró el PIB peruano durante 2018, de acuerdo con un informe del Banco Central de Perú, publicado la semana pasada.

Jorge Baca Campodónico, exdirector del Banco Central de Perú y exdirector ejecutivo del Banco Interamericano de Desarrollo, señala que las estimaciones del ente emisor se basan en cifras de mediados de 2018, por lo que considera que el aporte real de la inmigración venezolana se ubica en 1% del PIB.

Indica que en su cálculo asume que la mayor parte de los inmigrantes venezolanos trabajan en el sector informal y ganan en promedio el salario mínimo o algo menos.

El experto destaca que el número de venezolanos en Perú creció mucho a lo largo de 2018, al pasar de unos 40.000 en enero a unos 650.000 en diciembre, por lo que la fecha que se tome como referencia para hacer el cálculo hace diferencia.

“Una de las cosas positivas que ha tenido este éxodo masivo de venezolanos es que ha permitido dinamizar las economías de los países receptores. Toda esta gente ha tenido que alquilar vivienda, contratar servicios, pagar impuestos al consumo y, en el caso de quienes han logrado empleo formal, tributan al tesoro público de este país”, dice Óscar Pérez, presidente de la ONG Unión Venezolana en Perú, a BBC Mundo.

El Banco Central de Reserva de Perú también apuntó como un efecto favorable de la inmigración venezolana un aparente descenso de la inflación.

En teoría, esto respondería a que el aumento de la cantidad de trabajadores disponibles reduce los costos salariales y, posiblemente con ello, los precios.

El ente emisor pone el ejemplo del sector de alimentación fuera del hogar. Indica que en Lima, donde se concentra la mayor migración venezolana, se registró una inflación de 3,9% en 2017 y de 2,5% en 2018, mientras que en el conjunto de las demás regiones del país fue de 4,8% y de 3,4% en esos años.

Baca Campodónico, sin embargo, atribuye ese descenso de la inflación a una caída en el precio de los alimentos, en concreto de las papas, y asegura que si hubiera algún efecto causado por la inmigración venezolana sería “marginal”.

Impactos negativos y mixtos
En todo caso, ese aumento del número de trabajadores disponibles derivado de la inmigración tiene relación con una de los aspectos más polémicos del éxodo venezolano: el posible desplazamiento de peruanos de sus puestos de trabajo.

“El grupo más sensible a la inmigración resulta ser el menor a 39 años y con niveles de educación bajos. Este grupo corresponde al 7 por ciento de la población de trabajadores de Lima y Callao (a las afueras de Lima). Cerca del 45 por ciento de este grupo de trabajadores se desempeña en el sector servicios y coincidentemente, los inmigrantes venezolanos se desempeñarían principalmente en el sector servicios”, señala en su informe el Banco Central.

Baca Campodónico asegura que solamente 30.000 de los más de 750.000 venezolanos que han llegado a Perú trabajan en el sector formal de la economía y que la mayor parte se desempeña como dependientes de comercio, meseros o guardias de seguridad, lo que explica que su ingreso promedio se sitúe en torno al salario mínimo.

“Perú no tiene un problema de empleo, sino de subempleo. Lo que ha mostrado la inmigración venezolana es que el mercado informal tiene una capacidad de absorción bastante significativa. En otras palabras, no es que un venezolano esté desplazando a un peruano, sino que quien está dispuesto a trabajar por menos dinero, va a encontrar un empleo”, apunta el experto.

Explica que en los sectores de comercio y seguridad, la mayor parte de los trabajadores son venezolanos porque tienen una formación mayor a la de un trabajador peruano de ese nivel y están dispuestos a ganar menos.

“Entonces, obviamente los contratan porque hacen un mejor trabajo a menor costo“, apunta.

El experto indica que un efecto negativo de esta inmigración masiva es su “impacto significativo” sobre los servicios públicos.

“Estos venezolanos también se enferman y necesitan una serie de servicios sociales. Ya el sistema de salud peruano estaba bastante precario y con la llegada de 800.000 personas más, obviamente, se generan nuevos problemas. Lo mismo ocurre con la educación y con otros servicios sociales que ya de por sí estaban limitados”, agrega.

El reto de agregar valor
Alonso Segura, catedrático de la Pontificia Universidad Católica del Perú y exministro de Finanzas, considera que el éxodo venezolano tiene un impacto mixto en la economía de su país pues aunque a corto plazo dinamiza la economía, presiona los salarios a la baja -sobre todo en sectores de baja calificación- aunque permite a los empleadores disponer de mayor mano de obra.

“Si estos venezolanos permanecieran en Perú, el efecto responderá a varios factores. La economía te dice que generalmente estas oleadas migratorias también generan crecimiento en el largo plazo, pero la magnitud de ese impacto va a depender de si podemos darle empleo a plena capacidad”.

“Ese es un problema también con los peruanos. Si tienes un ingeniero y no puedes emplearlo como tal, el impacto en la productividad es bastante menor“, apunta.

Sobre este aspecto, Óscar Pérez asegura que en la Unión Venezolana en Perú trabajan en el Plan de Asimilación Productiva, una iniciativa con la que buscan la reubicación geográfica de los venezolanos en regiones del país que sufran un déficit concreto de trabajadores calificados.

Afirma, por ejemplo, que en el área de salud, el sector público peruano tiene un déficit de 28.000 profesionales (unos 18.000 médicos y unos 10.000 enfermeros).

“Nosotros lo que decimos es que en lugar de tener médicos o ingenieros trabajando como meseros, guardias de seguridad o choferes, se les puede ubicar en distintas provincias ejerciendo sus carreras, lo que generaría una situación ganar-ganar para Perú y para el profesional venezolano que mejoraría su situación socioeconómica, colocando su conocimiento y experiencia al servicio de este país”, apunta.

Pérez asegura que la propuesta ya ha sido presentada ante las autoridades peruanas y que ya han hecho avances como la reducción de las tasas para convalidación de títulos académicos en 70%.

Indica que el que estos venezolanos con cualificaciones universitarias dejen de trabajar como meseros u obreros también permitirá que dejen de ser vistos como una amenaza laboral para los peruanos que trabajan en esos sectores.

Mientras tanto, Jessica Cochrane y su marido Brayan Ching ya planean poner en marcha un segundo emprendimiento en el que estiman que también necesitarán bastantes empleados.

Una potencial buena noticia. Tanto para venezolanos como para peruanos.

Fuente: www.bbc.com

A que le Temes Reflexion

Temía estar solo, hasta que aprendí a quererme a mí mismo.

Temía fracasar, hasta que me di cuenta que únicamente fracaso si no lo intento.

Temía lo que la gente opinara de mí, hasta que me di cuenta de que de todos modos opinarían de mí.

Temía me rechazaran, hasta que entendí que debía tener fe en mi mismo y en Dios.

Temía al dolor, hasta que aprendí que éste es necesario para crecer.

Temía a la verdad, hasta que descubrí la fealdad de las mentiras.

Temía a la muerte, hasta que aprendí que no es el final, sino más bien el comienzo.

Temía al odio, hasta que me di cuenta que no es otra cosa más que ignorancia.

Temía al ridículo, hasta que aprendí a reírme de mí mismo.

Temía hacerme viejo, hasta que comprendí que ganaba sabiduría día a día.

Temía al pasado, hasta que comprendí que no podía herirme más.

Temía a la oscuridad, hasta que vi la belleza de la luz de una estrella.

Temía al cambio, hasta que vi que aún la mariposa más hermosa necesitaba pasar por una metamorfosis antes de volar.

Autor desconocido.

Crisis en Venezuela: las insólitas formas de pagar por la gasolina (que es casi gratuita)

Egar recoge la manguera y arruga el billete de diez bolívares que le tiende el conductor que acaba de llenar el tanque. Luego lo arroja a la caja de cartón en el suelo en la que guarda la recaudación del día de la gasolinera de Caracas en la que trabaja.

Hay un montón de bolívares. Pero el bolívar vale tan poco que el valor total de esa montaña de papel no llega ni a medio dólar al cambio.

Así que junto al dinero hay otras cosas con las que le pagan los clientes y que Egar aprecia más.

“Algunos me dan paquetes de arroz o de harina pan; esos son los buenos clientes”, cuenta.

“A veces te dan caramelos, paquetes de galletas; uno acepta lo que le den”.

Cuenta que es raro el día en el que los conductores dejan más de 2.000 bolívares, menos de medio dólar al cambio, que además habrá de repartir con sus compañeros.

En Venezuela la gasolina es casi totalmente gratis y un empleado de los que la sirven en las estaciones de la petrolera estatal venezolana, PDVSA, cobra un sueldo mínimo, unos 40.000 bolívares al mes, menos de 10 dólares al cambio.

Y por eso se ha impuesto la costumbre de agradecerles sus servicios entregándoles una pequeña cantidad de dinero…o las cosas más insospechadas.

En la caja de la gasolinera en la que trabaja Egar hay un rotulador con el que le pagaron esta mañana.

A poca distancia de allí, en la gasolinera que PDVSA tiene en una de las esquinas de la Avenida Rómulo Gallegos, los empleados almacenan los racimos de plátanos con los que algunos transportistas les han pagado la mañana de este martes.

“Ayer fue mejor porque nos dieron muchos huevos“, explica uno de ellos.

Aunque lo que más se agradece es esa élite de privilegiados que pueden deslizar un billete de un dólar, la divisa estadounidense, que tiene cada vez mayor presencia en la Venezuela de la crisis.

Lo que dejó a todos perplejos es lo que le ocurrió a uno de ellos la semana pasada, cuando un conductor pagó su combustible con un vibrador.

“Lo agarré, pero no tenía pilas”, narra el empleado entre las risas del resto.

El plan de Maduro
De acuerdo con el World Factbook de la CIA, Venezuela es el país con las mayores reservas probadas de petróleo.

Su presidente, Nicolás Maduro, anunció el pasado verano un polémico plan para comenzar a vender el carburante a precios internacionales, para lo que llamó a todos los venezolanos a inscribir sus automóviles en un censo nacional de vehículos a motor.

Maduro quería acabar con la “deformidad” de la “gasolina regalada”.

Casi un año después de aquel anuncio, el precio oficial sigue por debajo del medio centavo de dólar por litro, lo que, según la consultora Global Petrol Prices, convierte a Venezuela en el país con la gasolina barata del mundo.

“Aquí nos bañamos en petróleo”, afirma uno de los empleados de la estación de la Rómulo Gallegos, con las manos empapadas en gasolina.

Por eso le molesta que “hay algunos clientes que ni pagan”.

Antonio Marmoto explica mientras llena el depósito de su camioneta que él suele dejar 10 bolívares (unos US$0,002) en Caracas, pero cuando viaja por el Estado Anzoátegui, que recorre a menudo, no deja nada.

Es tan insignificante el precio que muchos se van sin pagar sin que tenga consecuencias.

Alexis Bozalo suele dejar 500 bolívares (menos de US$0,10) por llenar el depósito de su moto. Pese a lo escaso del monto, se jacta de que es más de lo que deja la mayoría.

“Yo lo hago porque me sale del corazón”, comenta ufano.

“La gasolina es lo único que hay barato en Venezuela”, señala.

Como venezolano conoce de primera mano el coste de la vida en un país que va camino de cumplir dos años castigado por la hiperinflación.

Pero Venezuela es el país de las paradojas.

Y pese a que el Estado prácticamente regala la gasolina y hay petróleo en abundancia, en una gran parte del país repostar se está convirtiendo casi en misión imposible.

En estados como Zulia, Bolívar o Táchira, la gente tiene a menudo que hacer cola durante días para conseguir gasolina debido a los problemas en el suministro, que, según la prensa local y muchos usuarios de redes sociales, se ha agravado en los últimos días.

La caída sostenida de la producción petrolera de Venezuela a causa de la ineficiencia en la gestión de PDVSA y el impacto de las sanciones de Estados Unidos contra el gobierno de Nicolás Maduro están llevando, según los expertos, a una situación límite.

Pese a que PDVSA difundió la semana pasada un comunicado en el que aseguraba que garantizaba el suministro en todo el territorio nacional, la experiencia en las carreteras de Venezuela dice lo contrario.

Ciudades convertidas en estacionamientos
En Maracaibo, por ejemplo, una de las ciudades más importantes del país y antaño epicentro de la industria petrolera, se han vuelto habituales las filas enormes de automóviles junto a las gasolineras.

Hace tiempo que en amplias zonas del país el contrabando de gasolina se ha convertido en la opción más rápida debido al desabastecimiento.

En el Estado Bolívar, el más grande de los que conforman la República Bolivariana, los autos viajan con bidones de gasolina sobre el capó.

Quienes los conducen saben que más allá de Puerto Ordaz será casi imposible repostar y toman sus precauciones.

En poblaciones como Tumeremo, las calles están salpicadas de tenderetes en los que buhoneros intercambian gasolina, bolívares en efectivo y oro, las mercancías más preciadas allí.

El conductor José López, que se gana la vida trasladando pasajeros desde Puerto Ordaz hasta otros lugares de Bolívar, explica que suele llevar consigo oro con elque poder conseguir efectivo para pagar el carburante en los lugares donde es más escaso y los contrabandistas lo venden más caro.

Desde San Cristóbal, en el suroeste del país, Vanessa Rubio relata su dura experiencia de los últimos días.

“Aquí conseguir gasolina se está convirtiendo en una cuestión de supervivencia del más apto. Hace falta mucho aguante para pasar cuatro días haciendo cola“.

“Yo llegué el jueves a las 8 de la mañana a una cola de aproximadamente 5 kilómetros. Un señor pasó numerando los carros y me dieron el 745”, relata.

Rubio describe un escenario apocalíptico en una ciudad que apenas tiene transporte público.

“San Cristóbal se ha convertido en un gran estacionamiento en el que la gente está dispuesta a golpearse para defender su puesto en la cola”.

Aunque también hay espacio para la solidaridad.

“Uno termina conociendo a la gente que está alrededor, se hacen favores y turnos para que puedan ir a bañarse a sus casas“, narra Rubio.

A los pacientes que resisten los días de espera, con suerte les espera una manguera de gasolina al ínfimo precio oficial.

Se paga más por uno de los primeros puestos en la fila. “Hay gente que ofrece hasta 50.000 ó 60.000 pesos colombianos”, la moneda que, dada la imparable depreciación del bolívar, se ha convertido en predominante en esta parte de Venezuela.

Son entre US$15 y US$18.

Fuente: www.bbc.com