Una carta sellada que llegó a una de las bibliotecas con más historia de Reino Unido en febrero de 2011 dejó a los empleados atónitos.
La carta había sido escrita por un exempleado de la biblioteca del palacio de Lambeth, en Londres, la casa del arzobispo de Canterbury. Fue remitida poco después de su fallecimiento por su abogado y revelaba la ubicación de muchos de los libros más preciados de la colección.