La Corte Internacional de Justicia de La Haya puso fin el pasado 27 de enero a varios años de disputa entre Perú y Chile por la definición de sus límites marítimos,
pero al fijar el punto de referencia para esa frontera oceánica dejó la mesa puesta para otra controversia. Sólo que esta vez no se tratan de miles de kilómetros cuadrados de una zona de mar rica en pesca, sino de apenas 3,7 hectáreas de arena con unas pocas algas y algunos moluscos.
Se trata del denominado "triángulo terrestre", un pedazo de 300 metros de costa que la resolución de la Corte Internacional de Justicia ha dejado en el limbo y sobre el que Lima y Santiago no se ponen de acuerdo.
Apenas instantes después del fallo de La Haya, el presidente chileno, Sebastián Piñera, inició la nueva disputa al afirmar en un discurso en cadena nacional que la sentencia "ratifica el dominio chileno del triángulo terrestre respectivo".
El presidente Ollanta Humala respondió cuatro días después, en un discurso ante el Congreso peruano, que, como estableció en su resolución, el tribunal internacional sólo definió los "límites marítimos, por lo que el fallo emitido no se pronuncia sobre el límite terrestre".
No afecta a "la frontera terrestre del Perú que se inicia en el punto Concordia, conforme a lo establecido en el Tratado de 1929 y en los trabajos de demarcación, que realizó la comisión mixta de límites", agregó.
Dicho punto, según el acuerdo que ambos países firmaron ese año después de que Chile devolviera a Perú la región de Tacna, que le había arrebatado en la Guerra del Pacífico (1879-1883), debía estar en la costa 10 kilómetros al norte de un puente situado a escasa distancia del Pacífico sobre el Río Lluta, en la parte chilena.
Origen de la discordia
El problema empezó cuando al poner el primer hito para demarcar la línea limítrofe en 1930, no pudieron situarlo en las coordenadas que establecía el tratado, a la orilla del mar, sino 260 metros tierra adentro para que no fuera destruido por la marea. Esa marca, aunque también a 10 kilómetros del puente, quedó 300 metros más al norte del que Perú reconoce como Punto Concordia, en la costa, por lo que ambos conforman un triángulo (con el litoral como tercer lado) en tierra de nadie.
La corte de La Haya estableció que el punto de referencia para la frontera marítima entre ambas naciones era ese hito, como pedía Chile, y no el punto Concordia, como reclamaba Perú.
Piñera argumentó el pasado lunes en una entrevista a la chilena Radio Cooperativa que Santiago y Lima siempre han coincidido en que "la frontera terrestre comienza en el mismo punto en que comienza la frontera marítima y el fallo de La Haya fue clarísimo al establecer que la frontera marítima comienza en el hito 1 y por tanto también la frontera terrestre".
No obstante, Perú recuerda que el tribunal también especificó que no era su misión determinar la posición donde empezaba la frontera terrestre y que ésta "podría no coincidir con el punto de inicio de la frontera marítima".
Es decir, interpreta que dejó abierta la posibilidad de que Perú se quede ese pedazo de terreno, aunque el mar de su orilla pertenezca a Chile. Es lo que se conoce como "costa seca", un territorio ribereño bajo la soberanía de un país distinto a aquel al que pertenecen sus aguas.
Esta situación tiene unos pocos antecedentes en el mundo. La "costa seca" más grande está en África, en la zona del Lago Malawi que separa los países de Tanzania y Malawi.
El minúsculo triángulo terrestre entre Chile y Perú ya fue motivo de discordia en 2001. Pero desde entonces el tema estaba congelado.
Ahora, tras el fallo de La Haya, que otorgó a Perú unos 21.000 kilómetros cuadrados que hasta entonces estaban bajo soberanía chilena, ha habido un repiqueteo de declaraciones de embajadores, expertos, políticos y cancilleres de los dos países sobre este asunto.
¿Cuestión psicológica?
Los observadores de los dos lados de la frontera consideran que su resurgimiento se debe más a la rivalidad que ha predominado en las relaciones bilaterales desde la Guerra del Pacífico.
Para el internacionalista peruano Ramiro Escobar, "ese pedazo de tierra es una cuestión más psicológica: a ver quién gana y quién pierde". "Es un tema que en algún momento habrá que resolver, pero a mi juicio no ahora, agrega.
Desde Chile, el analista internacional Raúl Sohr sostiene que la desavenencia "es una actitud quisquillosa de los dos países, donde hay fricción y una desconfianza mutua evidente", pues "una vez que se conoció el fallo en ningún lado hubo una plena satisfacción y esto es una continuación de este malestar".
Por su parte, el analista peruano Farid Kahhat advierte que el asunto puede afectar al acuerdo limítrofe de 1929. "Es decir, si un punto del tratado puede ser revisado ¿por qué no podrían más adelante ser revisados todos? Ese es el asunto, no el valor intrínseco que pueda tener el territorio en cuestión".
En cualquier caso, ninguno de ellos espera que esta polémica enturbie de nuevo las relaciones entre los dos países. "Es imposible que un pedacito de costa seca donde hay unos moluscos tenga más peso que toda la cantidad de relaciones en varios niveles que hay en juego", indica Escobar.
"Sería bastante impresentable que dos países soberanos, frente a un problema de esta naturaleza, no sean capaces de resolverlo cara a cara", coincide Sohr.
Tacna y Arica siguen adelante
En la zona de la frontera, en la ciudad peruana de Tacna y en la chilena Arica, este asunto no es ni siquiera un tema de discusión. Aunque ambas localidades se atribuyen ese pequeño territorio, la controversia les parece algo absurdo a muchos de sus habitantes, en comparación con el olvido histórico por parte de sus respectivos gobiernos que denuncian.
"Para nosotros es un tema ridículo", manifiesta Marcelo Moreno, locutor de la radio Frontera Norte de Arica. "En 40 años nunca hubo un interés por Arica y que ahora por perder un triángulo marítimo y 3.700 metros cuadrados terrestres que venga un interés del gobierno y de los medios de comunicación causa un poco de disgusto".
En Tacna, Víctor Marín, de la Sociedad Patriótica Irredentos de Tacna, Arequipa y Tarapacá, considera que "ese triángulo ya está definido mediante el tratado de 1929".
Lo que le interesa ahora a su ciudad, añade, es que tras no conseguir en La Haya la zona marítima más cercana a la costa que reclamaban, el gobierno peruano haga algunas obras "para que Tacna no siga postrada y olvidada económicamente".