Cada año se gasta en el mundo US$8.000 millones en lápices labiales. Una cifra sorprendente para un producto que por siglos fue considerado tabú.
El gusto de las mujeres por pintarse los labios es muy antiguo, incluso en las primeras civilizaciones se hallaron pruebas de esta práctica.
No obstante, el uso del lápiz labial se masificó en la era moderna, cuando se convirtió en el negocio multimillonario que es hoy.
Los primeros indicios del uso de color en los labios se remontan a la antigua Mesopotamia, hace 5.000 años, donde tanto hombres como mujeres se pintaban el rostro.
Se cree que los antiguos sumerios fueron los primeros en inventar un pintalabios, aunque pasarían muchos siglos antes de que este producto adquiriera su reconocida forma tubular.
También variaría mucho a través de la historia el contenido de la pintura utilizada.
En el caso de los sumerios, usaron joyas semipreciosas trituradas, que colocaban no solo en los labios sino también alrededor de sus ojos.
En cambio, los antiguos egipcios, que utilizaban esta práctica como forma de mostrar estatus, trituraban insectos para obtener un tinte rojo.
El ejemplo más famoso es el de Cleopatra, cuyo pintalabios estaba hecho de escarabajos y hormigas.
Cleopatra se pintaba los labios con un pigmento hecho a base de escarabajos y hormigas.
Para lograr un efecto brillante se empezó a agregar una sustancia obtenida de las escamas de peces.
El lápiz labial sólido se inventó en el siglo X en Medio Oriente, durante la Era de Oro islámica. Tenía forma de crayón y estaba envuelto en seda, así que era frágil y no era fácil de trasladar.
Muchos historiadores atribuyen su creación al cosmetólogo árabe Abu al Qasim al Zahrawi.
De Isabel I a Elizabeth Arden
En Europa, pintarse los labios se hizo popular en el siglo XVI cuando la reina de Inglaterra, Isabel I, impuso la moda de pintarse el rostro de blanco y los labios de rojo brillante.
En esa época el pintalabios ya se hacía con tinturas de plantas mezcladas con cera de abeja, un producto que habían incorporado los chinos siglos antes para proteger la delicada piel de los labios.
Durante la dinastía Tang, entre los siglos VII y X, también se comenzó a agregar aceites perfumados a los pintalabios, para hacerlos más sensuales.
En la era isabelina solo las mujeres de clase alta y los actores utilizaban maquillaje.
Isabel I, la “reina virgen”, adoptó esta icónica imagen, con la cara blanca y los labios pintados.
En los siglos posteriores, el uso de lápiz labial estuvo mal visto. Se consideraba que solo los actores y los grupos marginales, como las prostitutas, usaban cosméticos.
Además, estos productos comenzaron a fabricarse utilizando materiales tóxicos, como el plomo y el bermellón.
En algunas sociedades, los pintalabios directamente fueron prohibidos y se acusó a las mujeres que los usaban de ser brujas que querían tentar a los hombres para que se casaran con ellas.
Quizás el uso más interesante del lápiz labial es el que le dieron las sufragistas en Estados Unidos, que desafiaron esa prohibición machista.
Para ello contaron con el apoyo nada menos que de Elizabeth Arden, quien ya estaba rompiendo estereotipos al convertirse en una empresaria que fabricaba y vendía cosméticos.
En 1912, Arden repartió pintalabios rojos a las sufragistas que marchaban por las calles de Nueva York para exigir el voto femenino.
El negocio despega
Pero Arden no fue la primera que comercializó este producto de belleza.
Elizabeth Arden les entregó lápices labiales a las sufragistas mientras marchaban por la Quinta Avenida en Nueva York, en 1912.
Fueron los franceses, más específicamente la compañía de cosméticos Guerlain, los que empezaron a vender lápiz labial en 1870. El primero se llamó Ne m’Oubliez Pas (No me olvides).
Otro momento importante en el desarrollo de este producto fue la invención del contenedor metálico en forma de tubo, aún utilizado hoy, que hizo posible que el pintalabios se pueda llevar en la cartera.
El icónico envase fue creado en 1915 y muchos atribuyen su invención al estadounidense Maurice Levy. En 1923 el primer contenedor giratorio fue patentado, también en EE.UU., por James Bruce Mason Jr.
En los años 30, Max Factor comercializó los primeros brillos labiales.
Para entonces, el lápiz labial había dejado definitivamente atrás su reputación negativa.
De hecho, se tornó tan popular que hasta se usó como arma para levantar la moral durante la Segunda Guerra Mundial.
Incentivadas por Winston Churchill -que no incluyó los pintalabios entre los artículos racionados en Reino Unido- las mujeres británicas eran instadas a mantener su apariencia lo mejor posible, a pesar de los bombardeos.
“Beauty is your duty!” (“¡La belleza es tu deber!”) rezaba una consigna de la época, que buscaba dar una buena imagen del país en el exterior.
A las mujeres se les instaba a mantenerse arregladas para levantar su moral, la de los soldados y para dar una buena imagen en el exterior.
Las mujeres cumplieron: quienes no podían comprar lápices labiales utilizaron hollín, carbón vegetal y hasta remolacha para pintarse los labios.
Y cualquier sobra de pintura de labios era reciclada: se derretían todos los restos en un frasco para que se solidificaran de nuevo.
Accesible
Según la empresa de análisis de mercado P&S Market Research, uno de los motivos por los que los lápices labiales siguen siendo tan populares es su accesibilidad.
“Es uno de esos productos de estilo de vida que es asequible para todo individuo de cada sección de la sociedad”, señaló en un informe sobre esta industria.
Además, explicó por qué pronostica que la demanda por este producto, tan antiguo, seguirá aumentado.
“El mayor número de mujeres trabajadoras (…) la creciente urbanización, la mejora en el estilo de vida y la tendencia a publicar fotos en las redes sociales son los factores clave que fomentan el uso”, afirmó.