Un buque de carga de Canadá llenó sus bodegas este jueves en Filipinas para regresar a Vancouver.
No llevará una mercancía cualquiera: va lleno de basura.
Son 69 contenedores con más de 1.500 toneladas desechos tóxicos o no reciclables que, según el gobierno de Manila, fueron enviados allí entre 2013 y 2014 de forma ilegal.
El envío de la basura de vuelta es solo el último episodio de una creciente tensión diplomática entre naciones desarrolladas y países del sureste asiático que tradicionalmente han importado los desechos de Occidente para procesarlos.
Todo comenzó a cambiar hace un mes, cuando en un movimiento inesperado, el presidente filipino Rodrigo Duterte amenazó con enviar un cargamento de basura de vuelta al otro lado del mundo.
“Advierto a Canadá que si no saca de aquí la basura la semana que viene, emprenderé un viaje por mar hacia Canadá para botarla en su costa”, afirmó.
Y aunque el tema comenzó a tratarse entre los dos países hace más de cinco años, no fue hasta esta semana cuando Canadá finalmente envió un barco para recoger la basura que había transportado a Filipinas.
El movimiento de protestas en ese archipiélago se extendió por otras naciones asiáticas y Malasia, que era uno de los principales importadores de basura a nivel mundial, condenó también la llegada ilegal de desechos de España, Reino Unido, Australia y Alemania, entre otros países.
“Malasia no será el vertedero del mundo (…) contraatacaremos. Aunque somos un país pequeño, los países desarrollados no pueden acosarnos”, afirmó esta semana la ministra de Medio Ambiente, Yeo Bee Yin.
Fue solo el inicio: pocos días después, Kuala Lumpur devolvió un cargamento de basura a España y anunció que otros diez contenedores con 450 toneladas de plástico contaminante serán fletados a Estados Unidos, China, Australia, Canadá, Japón, Arabia Saudita y Bangladesh.
¿Cómo comenzó esta “guerra de la basura”?
Ha sido un largo proceso con muchas idas y venidas que tuvo un punto de inflexión el año pasado.
El principal receptor de basura a nivel mundial fue, por décadas, China.
En 2016, ese país procesó al menos la mitad de las exportaciones mundiales de desechos de plástico, papel y metales, que incluían desperdicios de Reino Unido para llenar 10.000 piscinas olímpicas, según el diario británico The Guardian.
Pero en medio de presiones ambientalistas, el gobierno de Pekín lo prohibió en 2018, lo que generó que los cargamentos de basura se desviaran a otras naciones asiáticas.
Ante la avalancha de desechos que comenzó a circular por el sureste asiático, muchos políticos y expertos cuestionaran que las naciones de esa región se estaban convirtiendo en un basurero de Occidente.
Finalmente, Tailandia, Malasia y Vietnam introdujeron una legislación el año pasado para evitar que residuos extranjeros que no son reciclables ingresaran a sus puertos.
Solo de enero a julio de 2018, se importaron alrededor de 754.000 toneladas de desechos plásticos a Malasia, de acuerdo con cifras del gobierno.
Pero más allá de los esfuerzos de los gobiernos, basura que no era reciclable seguía llegando.
¿A qué se debe esto?
En teoría, las naciones desarrolladas enviaban a Asia desechos reciclables para que fueran procesados, lo que se veía como una fuente de empleo y de ganancias para los países de destino.
Sin embargo, en los últimos tiempos, grupos ambientalistas y analistas comenzaron a denunciar que la basura que llegaba a estas naciones, en realidad, contenía productos tóxicos, tecnológicos o plásticos no degradables que imposibilitaban su procesamiento.
De acuerdo con las autoridades, en muchas ocasiones existía un mercado subterráneo, en el que la basura era enviada a centros ilegales de reciclaje de plástico, donde era quemada, lo que implica riesgos para la salud y el medio ambiente.
Como el comercio de basura se realiza generalmente a través de empresas privadas, muchas han utilizado técnicas ilegales para introducirla en las naciones asiáticas en diversas formas, que van desde contrabando hasta falsificación de documentos.
De hecho, la semana pasada un cargamento de basura de Australia, etiquetada como combustible, fue confiscado en un puerto de Filipinas.
¿Cuál es el impacto de esta basura?
De todo el plástico que se desecha cada día en el mundo, menos del 10% es reciclable.
El resto va a parar a los vertederos o son incinerados, lo que está prohibido en muchos países desarrollados porque liberan humos altamente tóxicos.
De ahí que muchas naciones de Occidente hayan encontrado como alternativa enviarlos a las naciones asiáticas, donde existen empresas dispuestas a aceptarlos por un costo menor al que se cobraría en cualquier otro país.
De acuerdo con un informe de la Alianza Global para Alternativas de Incineradores (GAIA), los desechos tóxicos en el sureste de Asia son una de las causas más frecuentes de contaminación de las aguas, muerte de cultivos y enfermedades respiratorias.
Como medida internacional para prevenir que esto continúe, el Convenio de Basilea, un acuerdo multilateral sobre el manejo de desechos a nivel mundial, prohibió recientemente la importación de desechos plásticos no reciclables y contaminados a países en desarrollo sin su consentimiento.
La medida, no obstante, solo entrará en vigor en 2020 y no todos los países del sureste asiático son signatarios.
Fuente: www.bbc.com