Había una vez dos ranitas que cayeron en un cuenco de nata. Aquel líquido era demasiado espeso para que sus ancas pudiesen moverse con agilidad y no conseguían avanzar: siempre nadaban en el mismo sitio. Cuando ya llevaban algún tiempo luchando por no ahogarse en la nata una de las ranitas exclamó:
– En esta materia es imposible nadar. Nuestros esfuerzos son totalmente inútiles así que prefiero dejar de sufrir esta agonía y dejar de resistirme a lo inevitable.
Y diciendo esto la ranita dejó de patalear con sus ancas y al poco tiempo se hundió en la nata.
Sin embargo, la otra ranita pensó para sí: ” No pienso rendirme. No quiero morir ni un minuto antes de que llegue mi hora”
Y así, la rana nadó y nadó hasta casi el límite de sus fuerzas hasta que de repente notó un extraño cambio en la sustancia que la rodeaba: ¡La nata se había convertido en mantequilla!
De este mudo la rana que había seguido luchando pudo alcanzar el borde del cuenco de un salto y se fue muy contenta croando hasta su casa.
Desconozco su autor.