Resulta, de hecho, mucho más costoso que no serlo.
Gran parte de los 40,6 millones de personas que viven en la pobreza en la primera potencia del mundo deben pagar más que el resto de la población para acceder a bienes y servicios que la mayor parte disfruta cotidianamente y, con frecuencia, de forma gratuita.
“Puede ser muy caro ser pobre en Estados Unidos”, dice a BBC Mundo Rebecca Vallas, vicepresidenta del “Programa de la pobreza a la prosperidad” del Center for American Progress, un centro de estudios de tendencia liberal.
“Muy pocas familias de bajos ingresos tienen ahorros para situaciones de emergencia. Más de dos tercios de ellas dicen tener problemas para conseguir US$2.000 en un mes para enfrentar un gasto urgente inesperado como un calentador de agua roto o una factura médica”, agrega para ilustrar la situación de vulnerabilidad en la que viven estas familias.
La incapacidad de ahorrar es uno de los principales factores que coloca a los trabajadores de bajos ingresos en situación precaria.
Intereses de 400%
Gran parte de las dificultades que enfrentan se derivan del hecho de no poder contar con unos ahorros extras.
Cuando las familias pobres se enfrentan a estas urgencias y no tienen otras opciones suelen recurrir a empresas de préstamos rápidos, lo que puede empeorar su situación.
Los trabajadores que no disponen de cuentas bancarias acuden a cambiar sus cheques en negocios donde les cobran hasta 5% del monto total.
“Al hacerlo se exponen a quedar atrapadas en un ciclo de deuda sin salida, en el que tienen que pagar tasas de intereses de 400%, una cifra inimaginable para quienes tienen tarjetas de crédito o acceso a otras formas de crédito”, señala Vallas.
También por falta de capital suelen recurrir a empresas de alquiler de muebles y menaje del hogar para dotar sus viviendas de aparatos básicos como una lavadora o una computadora.
“Esas compañías saben que no tienes más opciones y se aprovechan de ti. Una familia puede terminar pagando 2,5 veces más el costo real de estos bienes sin llegar nunca a poseerlos”, apunta Vallas.
Lo mismo ocurre si necesitan comprar un vehículo.
La falta de ahorros y de un historial crediticio hace que muchas veces la única opción sea recurrir a empresas que venden autos a precios que duplican su valor real de mercado y pagando tasas de interés que pueden llegar al 30%, lo que puede elevar sus pagos mensuales a US$500, una cantidad superior a la que algunas de estas familias dedican a alimentación.
Los negocios que ofrecen préstamos rápidos a alto interés tomando como garantía un auto han proliferado en Estados Unidos.
En esas condiciones, muchas veces no pueden hacer frente a las cuotas del préstamo y terminan perdiendo el dinero pagado y el vehículo.
Costoso mercado
Vallas advierte que al no disponer de un auto muchas de estas familias tienen que escoger entre gastar dinero en taxis para ir y volver a un buen supermercado o terminar pagando los precios más elevados que cobra la tienda de víveres que les queda cerca de casa, “donde los productos te pueden costar cuatro o cinco veces más que si los compras al por mayor”.
Y es que estas familias pobres no solo pagan más que los demás por gastos cotidianos, sino que además pierden oportunidades para ahorrar al no disponer de recursos para sacar provecho de las tiendas mayoristas que permiten a los consumidores obtener sustanciales descuentos en sus compras.
Pagar por ser pobre
La falta de ahorros también dificulta la posibilidad de que las familias pobres disfruten de las ventajas del sistema bancario.
Los pobres no pueden aprovechar los ahorros que consiguen quienes hacen sus compras en tiendas mayoristas.
En Estados Unidos hay unos 10 millones de hogares en los que ninguno de sus miembros tiene una cuenta bancaria y la mayor parte de ellos son pobres.
“Las personas de bajos ingresos tienen una probabilidad mucho mayor de tener que pagar comisiones por mantenimiento de una cuenta bancaria”, dice Vallas, al explicar una de las dificultades que enfrentan para acceder al sistema financiero tradicional.
En muchos casos para no tener que pagar estas comisiones -que en general oscilan entre US$10 y US$25 al mes dependiendo de la cuenta- las instituciones financieras exigen que los clientes tengan un saldo diario promedio de US$1.500, un monto que puede ser equivalente al ingreso mensual de un hogar pobre.
“Si no tienes ese monto depositado puedes terminar pagando comisiones simplemente por no tener suficiente dinero, es decir, te cobran literalmente por ser pobre. Y eso no incluye los cobros que te hacen si tu cuenta se sobregira. En esos casos puedes terminar pagando US$25 o US$35 adicionales”, agrega la experta.
Comisiones por doquier
Pero mantenerse lejos de los bancos también resulta muy costoso.
Quienes no disponen de cuentas deben acudir a un check-casher, un tipo de negocio muy extendido en los barrios pobres de Estados Unidos al que las personas pueden acudir para hacer efectivo el cheque con el que les pagaron su sueldo y donde les pueden cobrar una comisión que puede alcanzar hasta 5% del monto total.
“Eso puede sonar como poco pero si eres una persona de bajos ingresos que gana, digamos, US$1.500 al mes, eso quiere decir que puedes terminar pagando US$75 cada mes solo para cobrar tu sueldo”, apunta Vallas.
Pero los gastos no terminan allí pues, luego, para hacer frente al pago de alquiler de sus viviendas y cualquier otra factura de servicios como electricidad o agua tienen que comprar unas órdenes de pago, cuyo costo es de US$1,5 por cada una.
En Estados Unidos, muchos bancos exigen a los clientes contar con un saldo mínimo promedio mensual de US$1.500 o disponer de un pago directo de nómina para no tener que pagar comisión por mantenimiento de cuentas.
“Estas cosas también pueden sonar como poco pero si eres una familia de bajos ingresos puedes terminar pagando US$1.850 al año por servicios financieros básicos que las personas que tienen cuentas bancarias disfrutan cotidianamente”, señala Vallas.
Una solución posible para esta situación sería que los miembros de estas familias intenten buscar mejores empleos.
Sin embargo, no es fácil escapar de los trabajos poco remunerados, según reveló Barbara Ehrenreich, autora del libro Nickel and Dimed: On (Not) Getting By in America (traducido en España como Por cuatro duros. Cómo (no) apañárselas en Estados Unidos).
Durante la investigación para ese texto, la escritora asumió trabajos como camarera, trabajadora de limpieza, conserje de hotel, vendedora en un supermercado, entre otros.
“Lo que descubrí es que en gran medida estos empleos son una trampa: pagan tan poco que no puedes acumular ni siquiera unos US$200 para ayudarte a hacer la transición hacia trabajos mejor pagados. Con frecuencia no te dan control sobre tu horario de trabajo, haciendo imposible que hagas arreglos para el cuidado de tus hijos o tomar un segundo empleo”, relató Ehrenreich en un artículo para The Atlantic.
Así, ser pobre en Estados Unidos no solo resulta ser algo costoso sino también una situación de la que es difícil escapar.