Revolución Sandinista: 4 claves para entender la última revolución armada de América Latina y lo que queda de su legado en Nicaragua

Revolución Sandinista: 4 claves para entender la última revolución armada de América Latina y lo que queda de su legado en Nicaragua

Este 19 de julio se conmemoran 40 años del triunfo de la tercera -y hasta la fecha última- revolución armada en la historia de América Latina.

Su escenario fue Nicaragua, pero a diferencia de la Revolución mexicana, que estalló en 1910, y de la Revolución cubana, que triunfó en 1959, no se acostumbra hablar de una Revolución nicaragüense.

Antes bien, en el mayor de los países centroamericanos al período que va de julio de 1979 a febrero de 1990 se le conoce oficialmente como Revolución Popular Sandinista.

Y su huella sigue siendo visible incluso hoy, con varios de sus viejos protagonistas de regreso en el poder y sus banderas rojinegras ondeando de nuevo en los edificios públicos de Nicaragua desde hace más de doce años.

Pero, ¿qué provocó una revolución en Nicaragua? ¿Por qué se la conoce como sandinista? ¿Qué ocurrió durante la misma? ¿Y qué queda de aquel proceso revolucionario?

A 40 años de la entrada triunfal de las tropas revolucionarias a Managua, en BBC Mundo te ofrecemos cuatro claves para tratar de entender mejor ese momento histórico para Nicaragua y América Latina.

1. Los hijos de Sandino contra los de Somoza
La Revolución sandinista de 1979 tomó su nombre del movimiento guerrillero que lideró la lucha armada en contra del gobierno de la época, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

Y el FSLN tomó el suyo de Augusto C. Sandino, el patriota nicaragüense que a inicios del siglo XX recurrió a la guerra de guerrillas para luchar contra la intervención estadounidense en Nicaragua.

Sandino fue asesinado en 1934 por órdenes de Anastasio Somoza García, el primer comandante de la Guardia Nacional dejada atrás por los marines estadounidenses para “mantener el orden” en Nicaragua.

Y 45 años después los guerrilleros sandinistas depusieron por las armas a su hijo menor, Anastasio Somoza Debayle, el tercero de la dinastía familiar que gobernó al país con puño de hierro de 1937 a 1979.

Con el apoyo de EE.UU. -se dice que Franklin D. Roosevelt una vez defendió al primer Somoza con la frase: “Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”– la familia ejerció durante cuatro décadas un control casi total sobre la vida política y económica de Nicaragua.

Y los “hijos de Sandino” -como se llaman a sí mismos en su himno los integrantes del FSLN- fueron el más exitoso de varios movimientos armados en contra de lo que muchos denunciaban como una sangrienta dictadura al servicio de los intereses de Washington.

Según la base de datos de conflictos armados del Instituto de Investigación sobre la Paz de Oslo (PRIO), la mayoría de los estimados de muertes por causa del conflicto armado contra los Somoza oscilan entre 10.000 y 35.000, en su mayor parte civiles.

Pero a eso habría que sumar al menos 30.000 muertos más como resultado del conflicto armado que más adelante enfrentaría al gobierno sandinista con la fuerzas contrarrevolucionarias agrupadas en la Resistencia Nicaragüense o “Contra” de 1981 a 1990.

2. ¿Triunfo sandinista o triunfo nicaragüense?
Fundado a inicios de la década de 1960 como una organización política-militar de izquierda, el FSLN fue uno de los muchos movimientos guerrilleros inspirados por Revolución cubana que surgieron en el continente durante esa época.

La agrupación, sin embargo, tuvo que esperar muchos años para obtener sus primeras victorias significativas en el plano militar, aunque varias derrotas “heroicas” como las de Raití y Bocay (en 1963), Pancasán (1967) o Las Delicias del Volga (1969) le permitieron irse dando a conocer entre la población nicaragüense.

Después de un largo período de “acumulación de fuerzas en la clandestinidad”, los guerrilleros sandinistas eventualmente pasaron a la ofensiva en diciembre de 1974, con el asalto a la casa de un amigo personal de Somoza Debayle que le ofrecía una fiesta al embajador estadounidense.

La acción -que años después inspiraría un guion cinematográfico Gabriel García Márquez, publicado bajo el título “El asalto”- obligó al gobierno a pagar un rescate de US$5 millones, a publicar varios comunicados del FSLN y a liberar de la cárcel a 18 de sus miembros, incluyendo a su futuro líder, Daniel Ortega.

Y para 1977 los guerrilleros sandinistas ya se mostraban capaces de atacar posiciones de la Guardia Nacional en varias ciudades, aunque en ese entonces las posibilidades de una victoria militar todavía parecían sumamente lejanas.

En enero de 1978, sin embargo, el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro -del director del diario La Prensa, opositor a Somoza, y miembro de una de las familias más prominentes del país- terminó por colocar a la burguesía nicaragüense en contra de la familia gobernante y del lado del FSLN.

Y los constantes abusos de derechos humanos de la Guardia Nacional -ejemplificados por el asesinato del periodista estadounidense Bill Stewart que inspiró la película “Under Fire”, protagonizada por Nick Nolte, Gene Hackman y Ed Harris- hicieron que eventualmente hasta el presidente estadounidense Jimmy Carter también le diera la espalda, sellando su destino.

Así las cosas, la salida de Somoza del país el 17 de julio de 1979 -y el desplome de la Guardia Nacional que siguió al llamado “día de la alegría”- fue celebrado por la inmensa mayoría de los nicaragüenses.

Y el gobierno provisional que fue reconocido por la comunidad internacional al día siguiente -la llamada Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, de cinco integrantes- solamente incluía a dos miembros del FSLN, Daniel Ortega y Moisés Hassan (aunque el escritor Sergio Ramírez se sumaría sus filas poco después).

La revolución todavía no era exclusivamente sandinista. Pero pronto lo pasaría a ser.

3. Revolución y contrarrevolución
El pretendido pluralismo de la Junta de Gobierno se empezó a romper en abril de 1980 con la renuncia de Violeta Barrios de Chamorro y Alfonso Robelo, los representantes del sector empresarial.

La primera en renunciar fue la viuda de Pedro Joaquín Chamorro -la misma que diez años después pondría punto final al período revolucionario con su victoria en las urnas-, en protesta por la deriva socialista del FSLN y la cada vez mayor influencia de Cuba en los asuntos internos del país.

Las mismas razones serían aducidas casi inmediatamente después por Robelo, quien eventualmente pasaría a integrar el directorio político de la Resistencia Nicaragüense o “Contra”, el ejército irregular financiado por EE.UU. que eventualmente agrupó a las diferentes fuerzas contrarrevolucionarias que empezaron a surgir poco después.

Para algunos, fue el surgimiento de la “Contra” el que radicalizó a los sandinistas, que llegaron al poder prometiendo elecciones democráticas, pluralismo político y una economía mixta pero pronto empezaron a restringir a la oposición, censurar la prensa y confiscar empresas y propiedades de “la burguesía”.

Pero, para otros, el FSLN siempre tuvo como objetivo implantar un modelo socialista similar al cubano, algo que Washington simplemente no podía permitir.

En cualquier caso, pronto una revolución que se había presentado al mundo con medidas como la Cruzada Nacional de Alfabetización, que en 1980 redujo el analfabetismo del 50% al 13%, y una masificación de los servicios de salud que permitió la erradicación total de la polio dos años después, pasó a ser mejor conocida por los enfrentamientos entre contras y sandinistas.

Y la economía nicaragüense, que hasta entonces había sido una de las más prósperas -aunque también una de las más desiguales- de Centroamérica, se desplomó, pasando de US$753 de PIB per cápita en 1977 a nada más US$125 en 1990 y con la Corte Internacional de Justicia de La Haya estimando en US$17.000 millones las pérdidas generadas por el conflicto armado financiado por EE.UU.

Eso, sumado a las pérdidas en vidas humanas, terminaría forzando al FSLN -que en 1984, y con Daniel Ortega como candidato, se había impuesto claramente en unas elecciones boicoteadas por las principales fuerzas opositoras- a suscribir en 1987 los Acuerdos de Paz de Esquipulas, que contemplaban el adelanto de los comicios presidenciales y mayores garantías para la oposición.

Y en febrero de 1990 -pocos meses después del inicio del inesperado derrumbe del bloque socialista, que se había convertido en la principal fuente de apoyo del gobierno sandinista-, Violeta Barrios de Chamorro también sorprendía al mundo derrotando claramente a Ortega.

El FSLN se convertía así en la primera fuerza política en la historia de América Latina que habiendo alcanzado el poder por las armas lo entregaba en las urnas.

Y la Resistencia Nicaragüense o “Contra” se desmovilizó bajo el gobierno de doña Violeta, como Barrios de Chamorro es conocida entre lo nicaragüenses.

4. El regreso de Daniel Ortega
Como coordinador de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional de 1979 a 1984 y presidente de la República de 1984 a 1990 y luego desde enero 2007 al día de hoy, Daniel Ortega es la persona que más tiempo ha pasado al frente de los destinos de Nicaragua: 23 años y contando.

Nada mal para un hombre que, según su vicepresidente de 1984 a 1990, Sergio Ramírez, fue originalmente electo coordinador de la Dirección Nacional del Frente Sandinista y de la primera Junta de Gobierno porque no parecía tener capacidad de liderazgo.

De hecho, al momento del triunfo, Ortega era probablemente el menos conocido de los nueve “Comandantes de la revolución” que integraban la Dirección Nacional, tres por cada una de las tres tendencias en las que se dividía el FSLN.

Y su hermano Humberto, también miembro de la Dirección Nacional, “vendió la idea diciendo que Daniel, por falta de relevancia, no era el más peligroso, alguien que quisiera o pudiera hacerse con el poder, porque no sabía hablar, no era carismático “, le dijo Ramírez a BBC Mundo en noviembre de 2016, luego de la tercera reelección del menor de los Ortega.

Daniel Ortega terminó sin embargo convirtiéndose en el rostro de la Revolución sandinista, y fue también el que más energía dedicó a mantener unido al partido luego de la derrota electoral de 1990.

Y ni la escisión del partido en 1995, ni las derrotas sufridas en las elecciones de 1996 y 2001, lo hicieron cejar en su empeño de regresar a la silla presidencial, lo que consiguió después de los comicios de 2006 a pesar de recibir un porcentaje de votos menor al de las elecciones anteriores.

Para ese entonces, sin embargo, Ortega había utilizado el control que su partido ejercía sobre el poder judicial para obligar a un viejo rival -el expresidente Arnoldo Alemán, acusado de corrupción- a pactar una reducción del porcentaje necesario para imponerse en primera vuelta.

Y con la derecha dividida, el 38% de votos alcanzado en noviembre de 2006 le permitió rehacerse con un poder que revalidó en 2011 y 2016 y en el que parece decidido a continuar, cueste lo que cueste, con el fin de “proteger y fortalecer las conquistas revolucionarias”.

Efectivamente, para Ortega y sus simpatizantes, su segundo largo período al frente del gobierno constituye una segunda etapa de la revolución que inició en 1979.

Pero muchos de sus antiguos compañeros de lucha se han distanciado de él, y antes bien lo acusan de haber traicionado los principios revolucionarios para parecerse cada vez más a Somoza, especialmente a raíz de la violenta represión de las protestas de abril del año pasado.

Este 19 de julio, sin embargo, a los 73 años de edad, Ortega volverá a liderar la conmemoración del aniversario de la revolución que en su momento ilusionó al mundo.

La tercera -y hasta el momento última- revolución armada triunfante en la historia de América Latina.

Fuente: www.bbc.com

Radio Roja

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