En la recta final hacia el Mundial de fútbol 2014 en Brasil hay una incógnita que parece preocupar a algunos más que la de quién será el campeón: ¿volverá la gran ola de protestas sociales que sacudió al país en junio?
Autoridades brasileñas y de la Fifa han evaluado de diferente forma la posibilidad de que se repitan las manifestaciones que a mitad de año reunieron más de un millón de personas y llegaron a poner en duda la finalización de la Copa de Confederaciones.
El secretario general de la Fifa, Jerome Valcke, pidió a los brasileños que apoyen la organización del Mundial, ante el riesgo de que el evento se vea empañado por el descontento social que generan sus costos multimillonarios.
"Es un derecho manifestarse", dijo Valcke a la BBC antes del sorteo mundialista del viernes. "Para ellos, es el mejor momento (para protestar). Para mí, es el momento equivocado".
A la vez, miembros del gobierno de Dilma Rousseff admitieron que ignoran lo que sucederá en las calles.
"¿Si tendremos el mismo tipo de protestas en la Copa del Mundo?Nunca sabes", señaló el secretario ejecutivo del Ministerio de Deportes, Luis Fernandes, a Reuters TV. "Pero mi impresión es que lo que va a dominar es la pasión por el fútbol, porque este es el país del fútbol".
Sin embargo, las autoridades ya planifican medidas especiales de seguridad para intentar garantizar el desarrollo del Mundial ante una eventual nueva revuelta social que algunos expertos consideran bastante factible.
"Existe un clima latente de insatisfacción que va a generar protestas", indicó Aldo Fornazieri, director de la Escuela de Sociología y Política de São Paulo, a BBC Mundo. "Y la Copa del Mundo es un momento que va a suscitar esas protestas".
Estadios y problemas
Las manifestaciones en Brasil cobraron fuerza espontáneamente este año con una lista de reclamos diversos, como mejoras en los pésimos servicios de transporte, salud y educación de un país que destina fortunas en estadios y sufre la corrupción y la violencia.
Tras alcanzar el clímax en la Copa de Confederaciones de junio, las protestas perdieron intensidad con el fin del torneo y las promesas de Rousseff de invertir en movilidad urbana, mejorar la cobertura médica e impulsar una reforma política, entre otras medidas.
Sin embargo, en los últimos meses siguió habiendo en varias ciudades de Brasil protestas más pequeñas y con reclamos más específicos: por vivienda y contra los desalojos forzosos en São Paulo, o contra el gobernador Sérgio Cabral en Río de Janeiro.
Fornazieri sostuvo que el año que viene volverán las protestas generales con el Mundial y las elecciones presidenciales de octubre.
"Los problemas fundamentales que llevaron a las personas a las calles en junio no fueron resueltos. Y algunos se agravaron", afirmó y citó como ejemplo los hospitales desbordados, las deficiencias del transporte público y escándalos de corrupción que salpican a diferentes partidos.
Votos y Copa
Rousseff ha logrado recuperar buena parte de la popularidad perdida en junio y, según las encuestas, tiene más apoyo que cualquiera de sus rivales en caso de que busque la reelección en octubre, como muchos esperan.
Pero muchos brasileños continúan irritados con los gastos del Mundial, que sólo en estadios ya superan los US$3.400 millones según cifras oficiales, bastante por encima de los presupuestos iniciales.
"Los movimientos sociales están discutiendo cómo reaccionar", dijo Mayara Vivian, una integrante del Movimiento Pase Libre que se volvió referente de las protestas que estallaron en São Paulo contra el aumento en las tarifas de autobús.
"La Copa encarna toda la voluntad política del poder público de priorizar la lógica de una ciudad como mercadería", afirmó en declaraciones a BBC Mundo. "Va a privilegiar sectores bien específicos y no a sectores populares".
¿Y los patrocinadores?
Las protestas contra el Mundial se han vuelto un factor de preocupación también para los patrocinadores que han invertido millones para que sus marcas aparezcan vinculadas al torneo una fuente de ganancias clave para la Fifa.
La experiencia de la Copa de Confederaciones mostró a esos patrocinadores que la apuesta puede ser riesgosa, indicó a fines de octubre Mark Pieth, asesor de la Fifa contra la corrupción.
"Creo que por primera vez en Brasil, ellos se dieron cuenta de que comprar tal evento puede también volverse una desventaja…si tu nombre es asociado con revuelta popular todo el tiempo en la televisión", sostuvo.
El portal brasileño de Espn informó en septiembre que dos patrocinadores del Mundial, el banco Itaú y el gigante de bebidas y alimentos Ambev, pidieron a la presidenta Rousseff que el gobierno evitara que las manifestaciones afecten el torneo.
El gobierno brasileño prevé realizar operaciones de inteligencia para anticipar protestas violentas y analiza la posibilidad de crear tribunales especiales que juzguen delitos vinculados al Mundial, como ocurrió en Sudáfrica 2010.
En Río, la Policía Militar recibió el mes pasado entrenamiento de expertos franceses en control de manifestaciones.
"Pueblo alegre"
Al presentar el sorteo de grupos el viernes, Rousseff aludió a la importancia del Mundial para su país: "Brasil está muy feliz de recibir a todos en esta Copa, porque somos un pueblo alegre y acogedor", aseguró.
Sonia Fleury, doctora en ciencia política y coordinadora de estudios sobre la esfera pública en la Fundación Getulio Vargas, matizó que "la gente va a recibir bien a los extranjeros, pero eso no quiere decir que no va a manifestarse".
Las grandes manifestaciones de junio tuvieron consignas pacíficas, pero en varios casos hubo enfrentamientos entre policías y grupos radicales denominados "Black blocs" que según Fleury pueden haber alejado a mucha gente.
"Hay factores a favor y en contra (de las protestas)", opinó. "Creo que va a haber manifestaciones, pero pueden estar más circunscritas a grupos jóvenes, sin tanta adhesión de la población en general".