Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo, que llevaba sobre los hombros. Una de ellas tenía una grieta, mientras que la otra era perfecta, y entregaba el agua completa al final del largo camino a pie desde el arroyo hasta la casa del patrón.
Cuando llegaba, la vasija rota sólo tenía la mitad del agua. Durante dos años, esto fue así, diariamente. Desde luego, la vasija perfecta estaba orgullosa de sus logros… "perfecta" para los fines por los cuales fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección, y se sentía miserable, porque sólo podía conseguir la mitad de lo que se suponía debía hacer.
Después de dos años la vasija agrietada le habló al aguador diciéndole:
– Estoy avergonzada de mí misma, y me quiero disculpar contigo.
– ¿Por qué? -le preguntó el aguador.
– Porque, debido a mis grietas, sólo puedes obtener la mitad de mi carga. Debido a mis grietas, sólo obtienes la mitad del valor que debieras.