Iba un hombre caminando por el desierto cuando oyó una voz que le dijo:
«Levanta unos guijarros, mételos a tu bolsillo y mañana te sentirás a la vez triste y contento».
Aquel hombre obedeció. Se inclinó, recogió un puñado de guijarros y se los metió en el bolsillo.
A la mañana siguiente, vio que los guijarros se habían convertido en diamantes, rubíes y esmeraldas.
Y se sintió feliz y triste.
Feliz, por haber recogido los guijarros; triste, por no haber recogido más.
Sucede lo mismo con nuestra vida, constantemente Dios nos muestra qué hacer, levantar al caído, escuchar al solitario, amar a triste, ayudar al desamparado.
Cada vez que haces cosas agradables a los ojos de Dios almacenas riquezas en el cielo, pero si algún día nos damos cuenta que pesar de la insistencia nunca escuchamos y veamos que no tenemos riquezas en el cielo, nos sentiremos tristes y solos.
Vive tu vida, asegurándote de hacer una fortuna canjeable solamente en el cielo…donde la riqueza de la presencia de tu creador es eterna.
Autor: Arturo Quirós L.