A lo largo de la historia las disecciones fueron clave para entender cómo funciona el cuerpo humano.
Un método de embalsamamiento pionero, que conserva el aspecto natural del cuerpo, será utilizado pronto en la medicina.
La técnica desarrollada en Austria permitirá que estudiantes y profesionales puedan perfeccionar sus habilidades quirúrgicas y favorecerá la adopción de nuevas técnicas y tecnologías.
Mediante una técnica desarrollada durante décadas, el método de embalsamamiento denominado Thiel soft-fix logra mantener el aspecto y tacto natural del cuerpo.
Tanto la piel como los músculos mantienen su flexibilidad, lo cual permite el movimiento de las extremidades.
Los órganos internos también son claramente identificables y responden al bisturí del cirujano como si fueran los de un cuerpo con vida.
Los métodos tradicionales de preservación usan formaldehído o metanal, un compuesto químico tóxico que deja el cadáver rígido y frágil, lo que complica el entendimiento sobre cómo el cuerpo puede responder a una operación quirúrgica particular.
Como para cualquier habilidad manual, la práctica es crucial en el proceso de aprendizaje de la cirugía.
La posibilidad de que los cirujanos puedan probar una técnica sobre un cadáver antes de operar a un paciente vivo les permite entender la anatomía, minimizar daños potenciales y ensayar el procedimiento antes de llevarlo a la práctica de verdad.
"Los beneficios para los cirujanos son enormes", le dijo a la BBC Sue Black, directora del Centro de Anatomía e Identificación Humana de la Universidad de Dundee, ne Escocia, que recientemente llevó al Reino Unido la técnica austriaca.
"No hay duda de que permite la mejoría de las habilidades quirúrgicas a la vez que permite la innovación", dijo.
Según Black los pacientes podrán beneficiarse así de una adopción más rápida de nuevos productos y métodos quirúrgicos.
No es lo mismo
Esta mano preservada con formaldehído tiene un color uniforme, está rígida y es difícil de manipular.
Hasta 2006, con la aprobación de la ley Human Tissues Act, en Reino Unido era ilegal practicar cirugías en cadáveres. Hasta entonces se usaban para practicar disecciones, pero no operaciones, por respeto a los difuntos.
Esto significaba que los cirujanos tenían que practicar los procedimientos en modelos sintéticos o en esqueletos de animales como perros, gatos, conejos y cerdos.
También se usaban partes de cuerpos congelados, pero éstos acarrean un gran riesgo de infección y se desintegran en uno o dos días.
El uso de animales no es ideal porque su anatomía no siempre es similar a la del cuerpo humano.
"Un cuerpo preservado con formaldehído no es como un cuerpo real", dice la doctora Lena Vogt, una cirujana alemana.
"Empezando por la piel: en cuanto la tocas levemente con el bisturí ya se hace pedazos".
Según Vogt, estos cuerpos carecen de color y las capas de tejidos estan pegadas entre sí, así que "es difícil decidir si es un nervio, una arteria o una vena".
Además, como el formaldehído es tóxico, necesitas normalmente tomar un descanso cada 20 minutos para alejarte de los gases.
Los cadáveres preservados con la técnica del instituto austriaco son mucho mejores, considera Vogt.
"Se parecen más a cómo se ven en la sala de operaciones. Son más cercanos a la realidad. Tienes oportunidad de entender mucho mejor el cuerpo, lo cual te ayuda a hacer mejor la operación. Todo es práctica en cirugía", dijo.
De la carnicería al laboratorio
Hasta finales del siglo XIX se preservaban los cuerpos con arsénico, un veneno muy tóxico.
Esta sustancia fue sustituida por el formaldehído tras su descubrimiento en 1867, por el químico alemán August Wilhem von Hofman.
Pero este compuesto también es muy tóxico y carcinógeno, es decir, que produce cáncer.
Tanto es así que su uso está restringido en muchos países y fue desaconsejado en 2007 por la Unión Europea.
A principios de los años 60 un anatomista llamado Walter Thiel, director del Instituto Anatómicao de Graz, en el sur de Austria, empezó a buscar una alternativa.
Su punto de partida fue su carnicería local.
Allí notó que el jamón local curado con salmuera, un agua salina utilizada para preservar alimentos, tenía una textura mejor que la carne preservada con formaldehído en su laboratorio.
Tardó 30 años en perfeccionar la técnica, empezando por cortes de ternera, que según Thiel es más parecida a la carne humana que la de cerdo.
Después avanzó hasta utilizarla en cadáveres humanos.
En total, hicieron falta 1000 cuerpos donados para afinar el método, dice Friedich Anderhuber, pupilo del fallecido profesor Thiel y su sucesor al frente del instituto anatómico.
Fue una larga experiencia de ensayo y error. Los cuerpos eran inyectados con un líquido de preservación en el que se quedaban en remojo durante dos años.
"Teníamos que encontrar el compromiso adecuado de preservación de unos órganos y otros", explica Anderhuber.
"Si tocas un músculo o el hígado de un cadáver, tiene que sentirse como tal", dice.
Las articulaciones y los tendones deben moverse también como en los cuerpos con vida, dice, para que los cirujanos puedan entender cómo funcionan.
Al final Thiel se decantó por una solución incolora y casi inodora de sales, ácido bórico antiséptico, etilenglicol, un anticongelante y una cantidad muy baja de formaldehído.
El líquido es tan eficaz para matar hongos y bacterias que es seguro diseccionar los cuerpos sin usar guantes y además los cadáveres pueden mantenerse a temperatura ambiente.
Arte macabro para mejorar vidas
En el subsuelo del Instituto de Anatomía de Graz yacen una docena de cadáveres sobre una estantería de metal. Fueron sacados de un tanque de preservación y por el aspecto son claramente blandos.
Dentro del proceso de embalsamación los cuerpos permanecen en remojo en tanques durante un año.
Tienen etiquetas numeradas acopladas a los pulgares, los dedos gordos de los pies y los lóbulos de las orejas, para que puedan ser reunidos para el entierro.
Estos cuerpos han permanecido en el tanque durante un año.
Una vez finalizado el proceso de remojo, son transferidos a bolsas de plástico. La consiguiente pérdida de líquido hace que los tejidos sean más elásticos y parezcan más reales.
En total, hay unos 250 cuerpos en el subsuelo, que suplen la demanda del instituto durante un año.
En la sala de al lado, seis cadáveres recién llegados yacen sobre unas mesas de acero inoxidable.
Un trabajador les está afeitando el cabello, porque el pelo se convertiría en algo viscoso en contacto con el fluido de preservación.
Los cuerpos de dos ancianos y el de una mujer están ya medio preparados, con las cabezas metidas en tubos de plástico azul.
Están algo amarillentas e hinchadas por el fluido que fue introducido en los vasos sanguíneos del cuello y el cráneo.
Cada uno necesita unos 20 litros de líquido de preservación, dice el doctor Anderhuber.
Posteriormente se les inyectará colorante rojo para darle un color más realista a los vasos sanguíneos y a la carne.
Medio siglo después de los primeros experimentos del doctor Thiel con pedazos de ternera, poco a poco su método se está expandiendo.
Según Anderhuber han recibido peticiones de información sobre su técnica desde Australia, Canadá, República Checa, Gana, España, Suíza e India.
La Universidad de Dundee es el primer centro del Reino Unido que adopta los cadáveres preservados con el método austriaco.
Hace poco que su Centro de Anatomía e Identificación Humana utilizó el último cuerpo preservado con formaldehído que les quedaba.
A partir de ahora sólo usarán cadáveres de Thiel.
Ya cuenta con once tanques en los que pueden sumergir hasta 44 cuerpos a la vez, y espacio en estanterías para albergar un centenar de cadáveres.
El arte aparentemente macabro de preservar a los muertos podría ayudar a transformar la cirugía para mejorar y prolongar vidas.