Entrar a una de las colchonerías que pululan en Río de Janeiro puede llegar a ser una experiencia semejante a visitar un centro científico o una base de la NASA.
Los vendedores de una de las principales cadenas de colchones de Brasil visten túnicas blancas como los médicos y describen la tecnología de sus colchones como si fueran naves espaciales. Ofrecen productos con nombres tipo "Liberty", "T-Latex" o "Master Spring". La competencia es ardua.
En una esquina del barrio de Copacabana hay tres tiendas de colchones en pocos metros, una al lado de la otra. En la cuadra siguiente otras dos, y un poco más allá otras tres.
"En Copacabana, si no me equivoco, hay aproximadamente 22 tiendas sólo de colchones, sin contar otras que no son especializadas pero que también tienen el producto", comenta Thiago Assis, gerente de una de las colchonerías del barrio.
Cuando le preguntan a qué se debe semejante concentración, Assis piensa un instante y hace una mueca con la boca.
"Realmente no sé cómo explicarlo", confiesa.
Tal vez una respuesta sencilla sea que los brasileños parecen obsesionados por los colchones. Pero, ¿por qué?
"Proliferación"
Lo que ocurre con las colchonerías en Río es parte de un fenómeno que se ha observado recientemente a lo largo de todo Brasil.
El consumo de colchones y camas box -con un cajón bajo bajo el colchón- se disparó en el país a comienzos de la década y sólo en los últimos cuatro años la producción acumuló un crecimiento de 19%, según datos de noviembre del Instituto de Estudios de Marketing Industrial (IEMI).
El año pasado se fabricaron en Brasil 33 millones de piezas, en su gran mayoría para el mercado doméstico. Medido en dinero, la producción llegó al menos a US$2.500 millones.
Marcelo Prado, director de IEMI, sostiene que este impulso se debió en gran medida al reciente aumento de la renta y el crédito en Brasil, que en una década colocó 40 millones de personas en la clase media.
"Cuando mejoras la renta de las personas, ellas invierten en calidad de vida", señala Prado a BBC Mundo. "Hubo una proliferación del consumo de estos productos por todo Brasil".
Así se satisfizo una demanda que estaba reprimida en muchas familias de clase media-baja, agrega, simplemente porque antes muchos no podían darse el gusto de comprar un colchón nuevo.
Dicho de otro modo, renovar la cama pasó a ser una opción real para millones de brasileños, algo más económico que cambiar de casa pero con un impacto concreto en el confort diario.
La fiebre por los colchones en el gigante sudamericano llegó a su clímax en 2010, sobre todo en las regiones noreste y centro-oeste del país. Pero sus efectos duran hasta hoy.
Brasil es considerado en estudios internacionales como uno de los mayores consumidores mundiales de colchones, detrás de otros gigantes como Estados Unidos y China.
Almohadas y mal humor
Prado señala que otro factor que influyó en el boom del sector fue que Brasil comenzó a producir camas box. Al bajar de precio, esos colchones sobre soportes dejaron de ser un lujo de clases altas y se pusieron de moda.
Varios fabricantes brasileños de colchones también crearon sus propios canales de distribución, y así fue como los comercios especializados crecieron como hongos en varias ciudades.
Algunas marcas parecen omnipresentes en las calles y centros comerciales de Brasil, donde el metro cuadrado es demasiado caro para otro tipo de productos pero no para los colchones.
Y el ingenio para vender más también se aguzó.
En estos días de fiestas, las colchonerías brasileñas están tupidas de globos de colores y carteles que anuncian ofertas especiales, a pagar en cómodas cuotas.
Duoflex, otrora fabricante de colchones y hoy de almohadas, ha llegado a poner una "Consultora del Sueño" a disposición de sus clientes. "Termine con el mal humor por la mañana", sugería un comunicado de prensa que anunciaba sus servicios en noviembre.
"Son innumerables los casos de consumidores que entran en contacto (…) quejándose de las dificultades de tener un sueño reparador", relata la consultora, Renata Federighi, a BBC Mundo.
Y ofrece consejos como dormir de costado… con dos almohadas: una bajo la cabeza y otra entre las rodillas.
Espías, bicicletas
Ser vendedor de colchones en Brasil no parece asunto sencillo.
En una de las tiendas de Copacabana, el empleado solicita al periodista una identificación profesional. Luego explica que quería asegurarse que no se trataba de alguien de la competencia queriendo obtener información camuflado de reportero.
Tampoco parece fácil la tarea de transportador de colchones, todo un personaje en las agitadas calles de Río: muchos llevan la mercadería en bicicletas con plataformas delante del manubrio para cargar uno, dos, tres grandes colchones entre autobuses, autos, motos y peatones.
El sector de colchones y camas box en Brasil cuenta con 391 empresas que generan 27.600 empleos, una cifra que aumenta a una tasa anual de 3% desde 2008, según datos del IEMI.
Si bien esta industria ahora siente los efectos de la desaceleración económica, se espera que este año crezca 5,7% respecto a 2012, una expansión superior a la del producto bruto brasileño y otros segmentos de la industria local.
"Cosa brasileña"
El optimismo se percibe en el sector.
Kingsdown, un fabricante estadounidense de colchones con más de un siglo de historia, anunció recientemente que competiría por una tajada del mercado minorista brasileño asociándose con el productor local Euroflex.
"Las marcas importadas están experimentado un buen nivel de crecimiento en Brasil", indicó el presidente de la empresa estadounidense, Frank Hood, en el sitio NewsObserver.com. "Vimos que Brasil era un gran lugar para expandir la huella de Kingsdown de un modo inteligente".
Janaina Soares da Costa, supervisora de una tienda de Río, razona que todo el tiempo habrá alguien en Brasil casándose, separándose o teniendo hijos que necesite comprar un colchón.
"Es una cosa brasileña", comenta entre risas. "La venta de colchones va muy bien con el crecimiento de la población".
Y Prado advierte que quizás pronto surja un nuevo estímulo para el comercio de colchones en Brasil, con la aprobación de normas que volverían obligatoria la certificación de densidad de los productos, algo inexistente hasta ahora.
"La falta de fiscalización es otro fenómeno de Brasil", comenta. "Las personas van a descubrir que sus colchones están lejos de la densidad por la cual pagaron (y) eso va a generar una gran oportunidad para que renueves el stock de colchones que no tengan la calidad adecuada".
Una cuestión que, posiblemente, le quitará el sueño a muchos brasileños.