Imagínate que has estado entrenando por varios meses para competir en un torneo de vóley, tenis o ping pong.
Pero sales apurado una mañana y, cuando corres para no perder el autobús, te tropiezas con una baldosa floja y acabas en el piso.
El pronóstico no es bueno: como resultado de la caída te has roto el brazo y el médico ha indicado un yeso.
Si ya te estás lamentando porque no vas a poder participar en el torneo, espera, un nuevo estudio puede ofrecerte una solución.
De acuerdo a investigadores de la Universidad de Saskatchewan, en Canadá, quienes publicaron los resultados de su estudio en la revista Applied Physiology,entrenar el brazo que está sano puede ayudar a que el otro, inmovilizado por el yeso, no se atrofie.
Experimento
Cuando tenemos un miembro inmovilizado, al quedarse quietos, sus músculos se atrofian. Pierden fuerza y se encogen. Este proceso puede desencadenarse inmediatamente después de que nos lastimamos o a los pocos días.
Pero según los investigadores de Canadá, trabajar los músculos en el miembro opuesto, evita este proceso.
Para llegar a esta conclusión, los científicos llevaron a cabo un experimento con 16 participantes a los que dividieron en dos grupos.
Lo que proponen los investigadores es lo que se conoce como entrenamiento cruzado.
Valiéndose de ultrasonido y una tomografía axial computarizada, midieron con exactitud el tamaño de dos grupos de músculos en la muñeca: los extensores y los flexores.
Asimismo, midieron la fuerza que cada uno tenía en la muñeca.
A todos les colocaron un yeso en la muñeca y antebrazo para que no lo pudieran mover.
Pero mientras que a un grupo se le pidió que continuara con su vida normal, sin hacer ningún tipo de ejercicio, el otro debió seguir una rutina de ejercicios específicamente diseñada para trabajar los dos grupos de músculos estudiados.
Al mes, les retiraron el yeso y compararon los resultados.
Mismo tamaño, misma fuerza
Aquellos que no ejercitaron, manifestaron los síntomas típicos de atrofia muscular: habían perdido un 20% de fuerza y un 3% de masa muscular.
En cambio, “el grupo que hizo ejercicios de entrenamiento para los flexores y extensores de la muñeca, preservaron completamente el tamaño y la fuerza de los flexores de la muñeca bajo el yeso, aunque no en los extensores”, señaló Justin Andrushko, uno de los autores del estudio.
Los resultados sorprendieron a los investigadores.
Esto significa, señala Jonathan Farthing, autor principal de la investigación, que el entrenamiento cruzado (como se llama a esta forma de ejercicio) puede traer beneficios para la zona del cuerpo que está inmovilizada.
Sin bien anteriormente se habían hecho estudios que analizaban el fenómeno conocido como “espejo”, en experimentos anteriores no se había inmovilizado completamente un miembro, como en este caso, y tampoco se había analizado la degeneración de músculos específicos.
Este hallazgo puede contribuir a diseñar mejores estrategias de rehabilitación.
“Probablemente tengamos que ejercitar múltiples grupos musculares en el miembro no inmovilizado, para preservar completamente el tamaño y la fuerza del miembro enyesado”, afirmó Andrushko.