Una buena higiene de las manos es un elemento crucial en el control de la propagación de infecciones. Por eso hay constantes recomendaciones de cuánto, cuándo y cómo lavarse las manos.
Por ejemplo, se recomienda que lo hagamos cada vez que llegamos de la calle, después de que usamos el lavabo, antes de comer o de cocinar, previo a acercarse a un bebé o una persona vulnerable.
Menos atención, sin embargo, se le presta a la importancia de secarlas de modo óptimo.
Después de fregarse bien las manos con agua y jabón, nadie quiere volver a ensuciarlas con una toalla húmeda y olorosa que quién sabe cuánto tiempo lleva colgando en la percha.
Por eso muchos servicios públicos están provistos de toallas de papel desechables o secadores conpotentes chorros de aire que se promocionan como “mejores para el medio ambiente” y “más higiénicos”.
Pero según investigadores de Reino Unido, Francia e Italia, que realizaron pruebas en estos tres países, los secadores de aire a chorro son básicamente “cañones de bacterias”.
Los microbios de otros
Los científicos de la Universidad de Leeds, Reino Unido, el Hospital Saint-Antoine de París, Francia, y la Universidad de Udine, Italia encontraron que estos dispositivos lo que hacen es dispersar cantidades alarmantes de bacterias de las manos de otros sobre la superficie y en el aire del lugar.
El problema surge porque las personas, por lo general, no se lavan las manos correctamente y al secarlas con potentes chorros de aire esparcen las bacterias residuales por todas partes.
En una de las pruebas de, un voluntario se colocó en las manos un polvo que se hace visible en luz ultravioleta para ilustrar cómo se esparcen las bacterias con el chorro de aire del secador.
“En efecto, el secador de aire crea un aerosol que contamina el baño, incluyendo el secador mismo y, potencialmente, el lavabo, el piso y otras superficies, dependiendo del diseño del secador y dónde está ubicado”, explicó Mark Wilcox, profesor de microbiología de la Universidad de Leeds.
En estas condiciones, existe toda la probabilidad que uno esté entrando en un baño lleno de los microbios de otras personas.
El equipo del profesor Wilcox y sus colegas ya había estudiado la situación en pruebas de laboratorio. Pero, ahora, lo han llevado al mundo real, en particular para conocer cómo los diferentes métodos de secado pueden afectar la propagación bacteriana en los baños de hospitales.
Este es un problema muy puntual, ya que han brotado infecciones resistentes a antibióticos muy serias que han circulado el el ambiente clínico, algunas veces con resultados mortales.
100 veces más bacterias
La investigación se realizó en los hospitales de tres ciudades: Leeds, Paría y Udine, durante un período de 12 semanas.
En cada lugar se seleccionaron dos baños para uso de pacientes, personal hospitalario y visitantes. En cada uno se instalaron un secador y toallas de papel.
Se encontró tres veces más Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (SARM) en los baños que usaron secadores de aire que en los que tenían toallas de papel desechables.
Se tomaron muestras del aire y de las superficies todos los días, durante cuatro semanas. Después de una pausa de dos semanas, se hizo un cambio en los baños para que ofrecieran solamente una de las dos maneras para secarse las manos y volvieron a tomar muestras.
Los cultivos que recogieron de esas muestras revelaron una concentración de bacterias en el aire y en las superficies muchísima más alta en los baños donde solo había secadores de aire a chorro.
La diferencia más dramática se detectó entre la superficie del secador y la superficie del dispensador de toallas de papel. En Udine, el secador tenía 100 veces más bacterias, en París 33 veces y en Leeds 22.
La particularmente virulenta cepa bacteriana Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (SARM) fue tres veces más prevalente en los baños de los hospitales en Reino Unido durante los períodos que usaron el secador de aire.
Otras bacterias resistentes a la penicilina y otros antibióticos -y, por ende, difíciles de tratar- fueron encontradas con mayor frecuencia también.
El problema está en que muchos de nosotros no nos lavamos bien las manos y las bacterias residuales que nos quedan en las manos se esparcen al secarlas con un chorro de aire.
En vista de estos resultados, el equipo del doctor Wilcox afirmó en su informe publicado en el sitio especializado Journal of Hospital Infection que hay muy poca justificación para el uso de secadores de aire a chorro en sitios públicos y menos en ambientes clínicos dados los riegos.
En contraste, “las toallas de papel absorben el agua y microbios restantes en las manos y, si se desechan correctamente, hay menos potencial de contaminación”, añadieron.
“Las guías de control de infección existentes deben ser cambiadas y fortalecidas” en ese sentido, concluyeron.
En Reino Unido se prohíben estos secadores en los pabellones clínicos pero bajo el argumento de que hacen mucho ruido. En las áreas de recepción no están prohibidos. En Estados Unidos no hay restricción alguna.
Fuente: www.bbc.com