Imagínate un mundo en el que personas completamente desconocidas hicieran cosas buenas por otros, solo porque creyeran que en el futuro alguien hará algo por ellos cuando lo necesiten.
Imagínate un mundo en el que el tiempo de todos valiera exactamente lo mismo.
Imagínate comunidades enteras en las que la gente se ayuda mutuamente.
Ahora, recuerda el viejo adagio: “el tiempo es oro”.
Pues resulta que hay un movimiento internacional que se lo ha tomado al pie de la letra.
Si el tiempo es oro, se puede pagar con él.
Desde la década de 1980, ha creado bancos en todo el mundo en los que la moneda que usan es el tiempo.
La idea es simple y poderosa… aunque la realidad también tiende a serlo.
¿Cómo nació la idea?
Los intercambios de divisas basados en el tiempo se remontan al menos a principios del siglo XIX.
El anarquista individualista estadounidense Josiah Warren abrió el “Cincinnati Time Store” en 1827 para poner a prueba su teoría del valor económico de la mano de obra.
La experimental tienda “labor por labor”, que facilitaba el comercio con billetes respaldados por la promesa de realizar labores, fue exitosa durante los tres años que estuvo abierta.
Experimentos similares sucedieron en otras partes del mundo, pero la banca de tiempo en la forma en la que existe ahora fue la idea de un hombre: Edgar Cahn.
A Edgar Cahn se le ocurrió la idea cuando por primera vez en su vida se encontró dependiendo de los demás y sin posibilidad de pagarle a quienes lo cuidaban de una manera apropiada.
En los años 60 había trabajado con la administración de John F. Kennedy como asesor legal y escritor de discursos. Pasó luego a ser un admirado profesor de Derecho y defensor de los derechos humanos.
Pero en 1980, una catástrofe cambió el curso de su vida.
“Sufrí un paro cardíaco que destruyó el 60% de mi corazón”, le dice a la BBC Edgar Cahn.
“Me dieron 2 años de vida y 2 horas activas al día”.
“Mientras estaba en la unidad de cuidados intensivos, empecé a pensar cómo podía aprovechar esas horas, dado que nunca podría tener un empleo y no estaba dispuesto a ser un inútil”.
Usó esas 2 horas al día en cuidados intensivos para germinar su concepto de un banco de tiempo.
Una tara del capitalismo
Todo parte de lo que Cahn considera como una falla fundamental en las bases del capitalismo mismo.
“Un sistema monetario que valora lo que es escaso y devalúa lo que es más abundante, tratándolo como algo verdaderamente inútil…”.
Un sistema que no nos aprecia porque no somos escasos.
“De pronto me di cuenta de que lo que devalúa es ser un ser humano, porque no somos escasos. El precio de cuestiones universales que le han permitido a nuestra especie sobrevivir es casi cero porque es universal”.
Universales como la amabilidad y la ayuda, cosas como escuchar a las personas y apoyar a los necesitados.
“Pensé que tal vez necesitábamos un tipo de dinero que valorara lo que significaba ser un ser humano”, explica Cahn.
Una idea revolucionaria que no fue bienvenida.
“Cuando intenté ponerla en práctica, nadie quería escucharme”. Particularmente los economistas.
“Todos pensaban que la banca de tiempo no funcionaría. Si lo que ganarías al dar una hora de tu tiempo es la misma cantidad de horas”, el sistema económico colapsaría.
1 hora x 1 hora = inaceptable en ciertos círculos.
Así que, tras una notable recuperación médica, Cahn estudió economía y se dispuso a demostrar que estaban equivocados.
Obtuvo fondos para iniciar algunos bancos de tiempo piloto y, para fines de la década de 1990, la idea había echado raíces en Estados Unidos y más allá.
Hoy en día no es una idea: hay miles de personas que dan y reciben tiempo, como miembros de este tipo de banca.
Para hacernos una idea…
Para experimentar de primera mano lo que es un banco de tiempo, Tom Colls de la BBC fue a la ciudad inglesa Saint Neots, donde se ganó una hora de crédito cortando el césped de María.
Tom habría podido depositar su hora en el banco de tiempo pero no resistió la tentación e inmediatamente se la gastó en un masaje suministrado por Claire.
Claire se unió al banco de tiempo pues le pareció que “era una buena oportunidad para darle algo a la comunidad. Y porque se siente bien ayudar a la gente”. Para ella, recibir créditos de tiempo es un bono.
Y como todo banco necesita un banquero, Tom fue a conocer a Georgina Corley.
Es ella quien coordina el encuentro entre los que necesitan algo y los que quieren y pueden darlo, mantiene la base de datos, consigue nuevos miembros…
“Y mucho más. Es un trabajo de jornada continua, pero sin horas fijas”.
Una hora cortando el césped…
Pero, ¿cuán estricta es? ¿Qué medidas toma cuando alguien se sobregira y entra en deuda de tiempo?
“No somos como un banco. No tienes que tener crédito para empezar. Solo una vez en 6 años he tenido que decirle a alguien que pagara por lo que quería: la idea no es quitarle trabajo a nadie”, le explicó a la BBC.
El banco de Saint Neot es un grupo de buena gente ayudándose entre sí, coordinados por otra buena persona que “lleva las cuentas” en hojas de cálculo y listas de nombres y habilidades.
A escala mayor
Para tener una idea de las cifras y actividades del movimiento de la banca de tiempo en la actualidad…
Timebanks USA, la organización que Edgar Cahn fundó en 1995, tiene entre 30.000 y 40.000 miembros que han intercambiado unas dos millones de horas.
…por una hora de masaje. ¿Qué te parece?
En otros lares, hay bancos como:
Timebank Repair Café, en los que se reúnen gente con cosas dañadas -ropa, muebles, bicicletas, electrodomésticos, juguetes, etc.- con expertos que los arreglan y le enseñan a quien quiera asistir cómo hacerlo. Hay 1.500 Repair Cafés en el mundo.
En el campamento de refugiados Azraq en Jordania donde los refugiados no pueden trabajar por dinero; lo hacen por tiempo, para recibir cortes de pelo, por ejemplo.
En Holanda hay un mercado en el que puedes pagar con 1,25 horas por una caja de vegetales orgánicos.
El ejemplo más dramático
El 22 de febrero de 2011, poco después de la una de la tarde un fuerte terremoto sacudió una pequeña ciudad llamada Lyttelton, en Nueva Zelanda.
“Había polvo, gente gritando y abrazándose en las esquinas de las calles”, recuerda Julie Lee, en conversación con la BBC.
En esa época era la encargada del banco del tiempo y lo primero que hizo fue “algo muy estúpido”: entró a su oficina por su computadora.
Ahí tenía los detalles de gente que podría estar dispuesta a ayudar. Y eso fue precisamente lo que hicieron.
Cuando Lyttelton se desmoronó, los miembros del banco de tiempo se organizaron para socorrer a quien lo necesitara.
“Armamos un centro de atención de emergencia. Teníamos equipos de voluntarios que formaban cadenas para sacar muebles de las casas. Le llevábamos agua y comida a la gente; chequeábamos que las personas mayores, estuvieran a salvo”.
“Fue un honor estar involucrada en algo así”.
En la crisis, las relaciones entre los miembros del banco de tiempo, construidas durante meses de cortar césped y pasear perros, beneficiaron a toda la ciudad.
No todo es de color rosa
No obstante, muchos bancos de tiempo fracasan: empiezan intercambiando grandes cantidades de horas y luego pierden el impulso.
“Es cierto”, confirma su fundador Edgar Cahn. “Es en parte porque a la gente no le gusta pedir ayuda”.
Al parecer, es más fácil dar que recibir.
Quizás es parte de la naturaleza humana. El hecho es que hay más dadores que recibidores de tiempo.
El otro problema es que, después de un tiempo, las relaciones entre los miembros se cimentan y dejan de necesitar el banco pues ya saben quién necesita ayuda y quién los puede ayudar.
Pero el mayor problema es la cantidad de trabajo que tiene que hacer el banquero, gratis.
La tecnología al rescate
No todos se pueden dar el lujo y la solución más común es pagarle al banquero, con fondos de organizaciones de caridad o el gobierno local, por ejemplo.
Por supuesto que eso genera un fuerte debate pues los puristas piensan que pagarle al banquero es envenenar el sistema entero, mientras que los realistas argumentan que es la única manera en la que puede sobrevivir.
Hay, no obstante, otra solución: no tener banqueros.
La tecnología al rescate.
TimeRepublik es un start-up que tiene 100.000 usuarios en todo el mundo, que ofrecen y reciben tiempo haciendo cosas como dar clases en vivo por video, así como servicios más locales, como sacar a caminar a perros.
“Las horas son nuestras monedas”, le explica a la BBC Gabriele Donati, su director ejecutivo.
“Si por ejemplo necesitas un masaje o que te arreglen la ducha o un nuevo logo, publicas tu solicitud y quienquiera que tenga ese talento es alertado. Puedes ponerte en contacto con una comunidad local o global dispuesta a ayudarte”.
Aunque muchos usuarios son inactivos, Donati señala que en promedio cada solicitud recibe 8 ofertas de ayuda.
Tecnología como ésta le sería muy útil a los bancos de tiempo tradicionales, pero cuando Donati se las ofreció “no tuvo buena acogida, lo cual es comprensible. Para ellos TimeRepublik es una entidad corporativa, un gran virus que puede contaminar su comunidad”.
Parecidos pero no iguales.
Eso porque TimeRepublik es un negocio con mucho ánimo de lucro: vende su sistema de monedas de tiempo a grandes corporaciones.
Y su ambición es crecer, tanto como sea posible.
Tu porción de eternidad
De una forma u otra, la banca de tiempo está evolucionando.
Quizás alguna de esas formas se impondrá y millones se unirán…. La idea suena bien para muchos, aunque en la práctica sea un poco complicada,
“Lo más precioso que tienes es una hora, y esa es tu porción de la eternidad. Eso es lo que estás dando y lo que estás invirtiendo. Y eso es todo lo que tienes”, concluye Edgar Cahn.
Fuente: www.bbc.com