Por siglos, las curvas y carnosidades en la figura femenina habían gozado de gran apreciación en Sudán. A las mujeres se las animaba a ser rellenitas.
Pero ahora muchas aspiran a estar delgadas. Negocio -redondo- para los gimnasios, que están despegando a lo grande en esa nación africana.
En una sala amplia y sudorosa, unas 20 mujeres participan en una clase de aerobics. Música pop en inglés suena a todo volumen por los altavoces.
Uno podría estar en cualquier ciudad del mundo. No hay ni un hombre a la vista.
Pero Sudán es un país conservador. Hace apenas unos años este tipo de escena hubiera sido impensable.
"Muchas mujeres quieren hacer ejercicio. Quieren estar flacas. Quieren rebajar la barriga", dice la entrenadora Amal Ahmed.
El club Sama Style está ubicado en una zona de clase alta de Jartum. Es uno de 30 gimnasios que han abierto en la capital en los últimos años, muchos de ellos dirigidos exclusivamente a mujeres.
El club cuenta con una piscina, cintas de correr, bicicletas y otras máquinas. Pero nada como los aeróbicos para perder peso, dice Ahmed.
La demanda es alta: las clases están repletas. "Mujeres casadas, jóvenes, féminas de todas las edades vienen aquí. Les encanta", añade.
La obesidad es un problema creciente en Sudán, y una genuina preocupación por la salud es uno de los motivos que impulsa a estas mujeres a ejercitarse.
Pero también ha habido un cambio cultural. "En Sudán, la gordura se ha convertido en algo no deseado. Los sudaneses quieren ser como el resto del mundo", dice.
Más gorda, más oro
Perder peso nunca había sido una prioridad aquí. Hasta hace dos generaciones, por ejemplo, la costumbre era engordar a las novias antes de casarse.
Históricamente, la antigua civilización Kush -que acabó en 350 d.C.- prefería los cuerpos "generosos", en especial las caderas y piernas gordas, dice el historiador Sadia Elsalahi.
Baño de humo, gordura y oro
Según el rito tradicional sudanés, después de que la novia es engordada, se sienta en un baño de humo de madera de acacia perfumada por 40 días, dos veces al día, antes de la boda.
Durante ese período no se baña. Su cuerpo se impregna de los aceites aromáticos hasta que se le forma una gruesa capa sobre la piel.
El último día se le pela esta capa, tras lo cual queda expuesta una piel radiante y reluciente.
La capa, conocida como "banyooteya", se dobla y se envía a la familia del novio, que tiene el deber de pesarla y enviar el mismo volumen en oro a la familia de su prometida.
Mientras más grande sea la novia, más oro recibirá por su entrega en matrimonio.
Hasta los años 30, los padres sudaneses casaban a su hijas a la tierna edad de 11 o 12 años, cuando no se habían desarrollado todavía físicamente. Para hacerlas parecer mayores las hacían engordar, explica Elsalahi.
Cuando se formalizaba el compromiso matrimonial, la familia de la novia abría un agujero en el centro de una cama. La jovencita tenía que sentarse ahí un año completo mientras se la alimentaba con comida grasosa.
Sólo cuando llenaba el hueco se la consideraba lista para la boda.
En todo esto había también un incentivo económico: una novia más grande se traducía en un pago mayor en oro para su familia.
Pero eso era antes.
"La idea de que hay que estar gorda es algo de nuestros padres y abuelos", dice Nusaiba Abdelaziz, una estudiante de la Universidad Afhad para mujeres en Jartum.
"Soy una de esas jóvenes que quiere estar flaquita", dice Hanaa Mubarak, sentada junto a Nusaiba bajo un árbol en el campus.
Hana se queja de que su madre la sabotea al cocinar comida típica sudanesa, rica en calorías y en grasa. "Mi mamá dice que coma esto, que tome de aquello, que necesito engordar. Pero la falda me aprieta. Quiero sentirme más ligera, como el resto de las chicas", comenta.
"A mí me gusta mi cuerpo -interpone Marwa Salahadeen, otra de las estudiantes- pero si quiero rebajar lo voy a hacer. Quiero estar realmente delgada".
Los sudaneses las prefieren flacas
Según las amigas, hoy en día los hombres las prefieren flacas.
"Ven a superestrellas en la televisión como Rihanna o Beyoncé, así que queremos ser como ellas", opina Tibyan Yaseen.
En años recientes, el vocablo "style" ("estilo") se ha incorporado al vocabulario en Sudán. Es una palabra que en inglés se utiliza para referirse a la mujer que es delgada y hermosa.
Y estas jóvenes quieren tener estilo.
Según la profesora Nafisa Bedri, ha habido un cambio significativo en la forma en que las mujeres sudanesas conciben su cuerpo y su imagen.
Bedri ha estudiado el tema formalmente y ha encontrado que muchas tienen una imagen distorsionada: se describen como obesas cuando están bajas de peso y viceversa.
Cuando uno enciende la televisión en Sudán se ve bombardeado por publicidad de productos para pérdida de peso, por imágenes de esbeltas mujeres libanesas y egipcias que iluminan la pantalla, y esto tiene un efecto indudable, dice Bedri.
"Los medios han creado la imagen de la mujer delgada. Todas quieren ser como las modelos de las revistas y la televisión por satélite", señala.
Con todo, hay una inclinación que no ha sido vencida por los medios masivos: la de las piernas rellenas.
Según Bedri, algunas hacen de todo para estar delgadas pero con piernas macizas. Una opción popular son las inyecciones de insulina o cortisona que se compran en el mercado negro.
En el gimnasio, las mujeres de la clase de aerobics se secan el sudor. Algunas se dirigen a la sala de máquinas para tonificación muscular; otras optan por un chapuzón en la piscina.
La entrenadora Amal Ahmed señala que si la demanda sigue creciedo, tendrán que abrir más clases para jóvenes.
"¡Los únicos gordos en Sudán serán los hombres!", exclama.