La araña parda reclusa muerde a más de 7.000 personas en Brasil cada año, causando lesiones graves en la piel e incluso la muerte. El antídoto utilizado como tratamiento se produce a expensas de la vida de muchos animales. ¿Podría un avance en el veneno sintético de araña conducir a una solución más humana?
"La primera vez que me picaron, casi me muero", dice Adelaide Fabienski Maia, una asistente en una escuela de Curitiba, en el sur de Brasil.