5 mitos (y verdades) sobre la fiebre del heno o alergia al polen

Las narices gotean, los ojos se ponen llorosos, las gargantas experimentan picor y la gente estornuda.

A medida que avanza la temporada de la fiebre del heno —que afecta a entre el 10 y el 30% de las personas—, examinamos la evidencia para determinar qué es realmente cierto acerca de esta irritante condición.

La fiebre del heno no tiene nada que ver con el heno
A principios del siglo XIX, se asumió que el heno recién cortado era el causante de este problema. De ahí el nombre “fiebre del heno”.

Luego, un médico británico llamado James Bostock, quien sufría estos curiosos síntomas cada verano, identificó correctamente que la exposición al heno no era la causa.

Bostock se sintió aliviado de esta condición al acercarse a la orilla del mar, pero llegó a la errada conclusión de que sus síntomas estaban siendo causados ​​por algún tipo de enfermedad recurrente que empeoraba con los veranos calurosos. Le apodó “catarro de verano”.

La conexión con el polen la hizo en 1859 un científico británico llamado Charles Blackley, quien se dice que estornudó al oler un ramo de bluegrass(conocido como “espiguilla” o pasto azul de Kentucky).

El británico no solo descubrió que el polen era el culpable, sino que el polen más ligero producido por los pastos y los árboles —que se transporta más fácilmente en el aire— tenía más probabilidades de inducir los síntomas.

Nuevamente, el científico no entendió el asunto del todo bien. El papel del sistema inmunológico en las reacciones alérgicas aún no se entendía en esa época, lo que le hizo asumir que los síntomas eran causados ​​por toxinas en el polen.

Hoy sabemos que cuando algunas personas se exponen a ciertos tipos de polen, su sistema inmunológico sobrerreacciona, tratando al polen como un virus. Esto luego provoca que el cuerpo responda con todos los síntomas familiares de la fiebre del heno.

VEREDICTO: verdadero

La fiebre del heno desaparece con los años

Por lo general, podemos suponer que la fiebre del heno comienza cuando eres niño y desaparece gradualmente a medida que envejeces.

La buena noticia es que la mitad de las personas encuentran que sus síntomas se alivian un poco con la edad, y en un 20% de los casos, desaparecen por completo.

Un estudio desarrollado en Suecia encontró que era más probable que estos desaparecieran cuando las personas alcanzaban más de 50 años. Sin embargo, durante el resto los síntomas continúan recurriendo cada año, cuando comienza la temporada de polen.

También puede suceder al revés. Hay personas que nunca experimentaron la fiebre del heno cuando niños o adolescentes y descubren los síntomas por primera vez a sus 30 o 40 años.

Desafortunadamente, los casos de fiebre del heno sí parecen aumentar en muchos lugares.

VEREDICTO: verdadero (pero solo si tienes suerte)

La fiebre del heno no es tan grave después de que llueve, porque el agua se lleva el polen
Algunas personas enfermas con la fiebre del heno rezan por que llueva, con la esperanza de que las condiciones de humedad impidan que el polen se propague en el aire y penetre en sus ojos y narices.

La lluvia ayuda, cuando es ligera o moderada. Sin embargo, la lluvia intensa puede tener el efecto contrario.

Datos de los seguros de salud en Corea del Sur fueron analizados y comparados con las condiciones climáticas de diferentes días, y los resultados de este análisis arrojaron que la incidencia de pacientes ambulatorios por rinitis alérgicaaumentaron después de fuertes lluvias o tifones.

La medida crucial en este sentido parece ser de 10 cm de lluvia.

Cuando investigadores en Estados Unidos analizaron 14 años de datos meteorológicos y conteo de polen, encontraron que sus niveles disminuyen después de menos de 10 cm de lluvia, pero aumentan si se dan más de 10 cm.

Parece que la lluvia intensa levanta más polen hacia el aire, especialmente si hay mucho viento.

VEREDICTO: depende de la cantidad de lluvia

La fiebre del heno es peor durante el día
Si padeces de fiebre del heno, el consejo estándar es permanecer dentro de la casa durante el día, cuando los niveles de polen son más altos y esperar hasta la noche para salir.

Permanecer dentro puede ayudar, pero desafortunadamente no es tan simple. Todo depende de qué tipo de polen te esté afectando.

Como parte de un estudio con el llamativo título “La pesadilla del polen: niveles elevados de polen en el aire en la noche”, se instalaron trampas en un tejado en Polonia para medir las concentraciones de cinco tipos comunes de polen, tanto de día como de noche.

Los niveles de polen de la anastasia o artemisa en efecto fueron más bajos durante la noche que durante el día, pero los niveles de polen de ambrosía fueron más altos, mientras que los de polen de pasto y aliso variaron poco durante un período de 24 horas.

A medida que aumenta la temperatura durante el día, aumenta el aire que contiene polen. Sin embargo, durante la noche el polen vuelve a descender, lo que aumenta las concentraciones a nivel del suelo. Por esta razón, algunas personas encontrarán que la fiebre del heno empeora al amanecer.

Los niveles en diferentes momentos dependen de la facilidad con que el polen se transmita por el aire, la distancia a la que tiende a viajar y la hora del día en que una determinada especie de pasto libera su polen.

La artemisa no avanza muy lejos en el aire y sus niveles se mantienen bajosdurante la noche, mientras que la ambrosía avanza más.

Entonces, la respuesta a esta pregunta depende de dónde vives, qué pastos son comunes en las cercanías y a cuáles eres alérgico.

Veredicto: no necesariamente

Los antihistamínicos para la fiebre del heno te adormecen
Los antihistamínicos pueden aliviar algunos de los síntomas de la fiebre del heno, al bloquear la acción de la histamina química, liberada por el cuerpo cuando cree que está bajo el ataque de las proteínas contenidas en el polen.

El problema es que con los tipos más antiguos de antihistamínicos de primera generación, la somnolencia era un efecto secundario común.

Esto no les preocupaba a las personas durante la noche, ya que sus estornudos y picor les perturbaban el sueño, por lo que la medicación les servía de ayuda para dormirse. Sin embargo, no resulta tan cómodo tener sueño durante el día.

En los años 80 y 90 se introdujeron varios antihistamínicos de segunda generación, más nuevos. Estos no pueden cruzar la barrera hematoencefálica con tanta facilidad, lo que provoca menos síntomas de somnolencia y, a veces, ninguno.

VEREDICTO: sí, pero solo a veces

La miel puede reducir los síntomas de la fiebre del heno
Una cucharada de miel ha sido recomendada por algunos, pero ¿realmente funciona? Se ha investigado muy poco para averiguarlo.

En un pequeño estudio realizado en Estados Unidos se les dio a las personas una de estas tres sustancias: miel pasteurizada, miel sin pasteurizar o jarabe de maíz con sabor artificial a miel.

Las personas no sabían qué se les había dado y se les pidió que tomaran una cucharada al día junto con el tratamiento normal que estaban tomando para aliviar la fiebre del heno. Ningún tipo de miel hizo una diferencia en la gravedad de sus síntomas.

Un pequeño estudio realizado en Finlandia descubrió que la miel normal solo hacía una diferencia mínima, pero que la miel con polen de abedul agregado parecía ayudar.

Sin embargo, los autores advierten que esto fue solo un estudio piloto y no debe tomarse como una recomendación.

Fuente: www.bbc.com

Herpes neonatal: el “beso de la muerte” que casi le cuesta la vida a mi hijo

Noah, el bebé de la británica Ashleigh White, se enfermó gravemente después de contraer el virus del herpes simple tipo 1 (HSV1), que es altamente contagioso.

Es el mismo que causa el herpes labial en adultos, unas ampollas que producen ardor o picazón y que desaparecen al cabo de una semana.

Pero en bebés —aunque es poco frecuente y prevenible—, puede provocar una discapacidad neurológica duradera o incluso la muerte.

Si la persona que porta el virus tiene una úlcera bucal y da un beso a un niño, este puede enfermarse gravemente, ya que su sistema inmunológico no se ha desarrollado lo suficiente como para poder combatirlo.

Es por esa forma de transmisión por lo que se le conoce también como el “beso de la muerte”, un beso cuyos síntomas la madre de Noah empezó a identificar en el bebé cuando este apenas tenía un mes.

Así se lo contó a BBC Radio 5 cómo el virus “casi mató” a su hijo.

“Muy enfermo”
“Su ojo comenzó a hincharse y a formar un poco de costra. Y unos días después aparecieron ampollas, así que lo llevamos al pediatra, quien nos remitió directamente al hospital”, recordó White.

Al principio, los médicos no diagnosticaron a Noah con herpes neonatal, pero su madre había leído una publicación en Facebook de alguien hablando del virus HSV1 e insistió en que analizaran los síntomas.

“Se puso muy enfermo”, dijo.

“Logramos detectarlo a tiempo, antes de que pasara a ser una enfermedad sistémica y comenzara a afectar a todos sus órganos vitales“, contó.

“Cuando estaba alrededor de su ojo ya había temores de quese quedara ciego“.

El herpes neonatal es una enfermedad rara y, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se da en aproximadamente 10 de cada 100.000 nacimientos a nivel mundial.

Latente
La doctora Liz Bragg, pediatra y miembro de la Junta de Salud de la Universidad de Cardiff y Vale, de Inglaterra, explicó que “una vez que alguien contraer (el virus), lo tiene para siempre“.

“Entre el 50% y el 90% de las personas en el mundo lo tienen y aunque no tengan síntomas, el virus está en su organismo”, añadió.

Es decir, infecta a la mayoría de las personas en la infancia y luego permanece latente en el sistema nervioso periférico (la parte del sistema nervioso que no es el cerebro ni la médula espinal).

Ocasionalmente, si una persona está estresada, el virus se activa y, en algunos casos causa el herpes labial.

La doctora recuerda que no es contagioso “a menos que sufras un brote”.

También aconsejó a los padres de bebés recién nacidos sobre cómo evitar la infección.

“En el primer mes de vida, es mejor no ir a lugares llenos de gente, o pasar al bebé de mano en mano porque su sistema inmunológico no puede combatir la infección”.

Dos meses en el hospital
Una vez que fue diagnosticado, Noah fue enviado al Hospital Infantil de Sheffield, en el norte de Inglaterra, y recibió medicamentos antivirales durante dos semanas.

Además tuvo que tomarlos preventivamente otros seis meses.

“En total, el tiempo total que pasó en el hospital fue de alrededor de dos meses y medio”, dijo Ashleigh.

La mujer publicó la historia de Noah en Facebook y ya la han compartido más de 10.000 usuarios.

“Recibí muchos mensajes de otros padres que me agradecían el intentar crear conciencia de lo peligroso que es en realidad” ese virus.

Fuente: www.bbc.com

Por qué es tan difícil saber si tienes glaucoma, el principal causante de ceguera irreversible en el mundo

Afectará a 80 millones de personas en 2020 y a 111,5 en 2040, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Se trata del glaucoma, una enfermedad crónica y degenerativa que causa la pérdida gradual de la visión.

Según la OMS, el glaucoma es la primera causa de ceguera irreversible en el mundo.

El mayor problema es que, como en un inicio es asintomático, mucha gente desconoce que lo padece.

¿Qué es exactamente el glaucoma?
El término “glaucoma” describe un grupo de enfermedades oculares que afectan al nervio óptico.

Es, junto con las cataratas, una de las principales causas de pérdida de visión y ceguera.

Se asocia con el aumento de la presión intraocular, medida que indica la tensión en el interior del ojo.

La mayoría de las personas no experimentan ningún síntoma o signos de alerta temprana en un inicio.

El glaucoma puede ser tratado, pero no es curable: el daño al nervio óptico debido al glaucoma no se puede revertir.

En sus primeras etapas el glaucoma resulta en pérdida de la visión periférica, es como mirar a través de un tubo o en un túnel estrecho.

Este efecto conocido como “visión de túnel” hace que sea difícil caminar sin tropezar con los objetos que están a un lado, cerca de la cabeza, o al nivel del pie.

¿Cuáles son los tipos de glaucoma?
Hay varios tipos de glaucoma.

El más común es el primario de ángulo abierto, que representa casi el 80% de los diagnósticos. Es asintomático y aparece a partir de 40 años.

En este caso, la presión intraocular sube lentamente debido al mal funcionamiento del ángulo de drenaje del ojo, responsable de la salida del líquido ocular (humor acuoso).

Por regla general, la pérdida de visión comienza en los extremos del campo visual y, si no se trata correctamente, acaba por comprometer toda la visión.

El primario de ángulo cerrado, de menor incidencia, ocurre cuando el ángulo de salida del humor acuoso es bloqueado, generalmente por el iris, y el fluido no puede ser drenado.

En general, provoca un aumento repentino de la presión intraocular, y el paciente puede tener dolor fuerte en los ojos y la cabeza y quedarse con la visión borrosa.

El glaucoma congénito se da cuando el niño o niña nace con una malformación en el sistema de drenaje del fluido del ojo. Sus síntomas incluyen ojos sin brillo y coloración azulada, lagrimeo, fotofobia y aumento del tamaño del globo ocular. Puede manifestarse inmediatamente después del nacimiento o en la infancia.

“Este es un tipo poco frecuente, pero es fundamental el diagnóstico precoz para el tratamiento inmediato”, puntualiza Wilma Lelis Barboza, del Consejo Brasileño de Oftalmología y presidenta de la Sociedad Brasileña de Glaucoma (SBG).

Otro tipo de glaucoma es el de presión normal. A diferencia de los demás, el daño al nervio óptico ocurre incluso sin el aumento de la presión intraocular. Sus causas son desconocidas, pero se sabe que tiene una asociación con problemas vasculares.

También está el glaucoma secundario, desencadenado por factores externos, como inflamación, trauma y uso de colirios de corticoides por tiempo prolongado sin indicación ni supervisión médica; el pigmentario, causado por la oclusión del ángulo de drenaje del ojo por pigmento que se suelta del iris, y el pseudoexfoliativo, provocado por la obstrucción del sistema de drenaje del humor acuoso por depósitos fibrilares anormales.

¿Quién puede padecer la enfermedad?
La patología tiene orígenes variados, siendo la genética una de las más relevantes. Así, los hijos de portadores de glaucoma tienen entre 6 y 10 veces más posibilidades de desarrollarlo.

La edad avanzada también eleva los riesgos. En general, la incidencia aumenta a partir de los 40 años, llegando al 7,5% a los 80. También aumenta los riesgos el uso de colirios con corticoide de forma indiscriminada y sin acompañamiento médico, ya que pueden causar aumento de la presión intraocular.

La atención debe redoblarse en el caso de diabéticos, personas con cardiópatas y víctimas de trauma o lesiones en el ojo.

¿Cuáles son las opciones de tratamiento?
Una vez diagnosticado el glaucoma, el tratamiento se da en función del tipo y la fase en que se encuentre.

La oftalmóloga Lelis Barboza enfatiza que no tiene cura, pero sí se puede controlar.

“Es una enfermedad crónica y progresiva, y el objetivo del tratamiento, cualquiera que sea, es estabilizarla, pero no hará que el paciente recupere la visión perdida. De todos modos, incluso los casos avanzados, cuando hay pérdida importante de la visión, necesitan ser tratados de forma regular, a fin de evitar la ceguera”, asegura.

Las terapias se realizan con procedimientos clínicos, quirúrgicos o la combinación de los dos. Al principio de la enfermedad, normalmente se recomienda la aplicación diaria de colirios específicos.

En algunas situaciones también se hace necesario el uso del láser. Las primeras etapas del glaucoma de ángulo cerrado, por ejemplo, se tratan de esa forma. La cirugía, a su vez, se usa en cerca del 10% de los casos y en el glaucoma congénito.

Según Lelis Barboza, el compromiso con el tratamiento, que es continuo y sin duración predeterminada, es importantísima para su éxito.

“Al no percibir la evolución de la enfermedad, muchos pacientes tienden a descuidar la administración de los medicamentos”, agrega.

Fuente: www.bbc.com

Síndrome burnout: cómo saber si el trabajo está a punto de dejarte “fundido”

Si a principios de la década de 1970 decías que estabas sufriendo de “burnout”, es posible que nadie supiera de qué hablabas.

En ese momento, el término se usaba de manera informal para describir los efectos secundarios que experimentaban los consumidores de drogas: el debilitamiento general de las facultades mentales, por ejemplo.

Sin embargo, cuando el psicólogo germano-estadounidense Herbert Freudenberger reconoció por primera vez el problema del burnout -quemado, fundido- en la ciudad de Nueva York en 1974, en una clínica para adictos y personas sin hogar, Freudenberger no estaba pensando en los consumidores de drogas.

Los voluntarios de la clínica también estaban sufriendo: su trabajo era intenso y muchos empezaban a sentirse desmotivados y emocionalmente agotados.

Aunque anteriormente pensaban que sus trabajos eran gratificantes, se habían vuelto cínicos y deprimidos; no estaban dando a sus pacientes la atención que merecían.

Freudenberger definió esta nueva condición alarmante como un estado de agotamiento causado por un exceso de trabajo prolongado, y tomó prestado el término burnout para describirlo.

Su popularidad fue en aumento, y hoy el burnout es un fenómeno global. Aunque las estadísticas sobre la prevalencia del agotamiento específicamente son difíciles de obtener, solo en Reino Unido 595.000 personas sufrieron por estrés en el lugar de trabajo en 2018.

Los deportistas lo sufren. Las estrellas de YouTube lo sufren. Los empresarios lo sufren. Incluso Freudenberger lo sufrió.

A finales del mes pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que el problema de moda se reconocerá en el último manual de Clasificación Internacional de Enfermedades, donde se describe como un síndrome “resultante del estrés crónico en el lugar de trabajo que no se ha manejado con éxito”.

Según la OMS, el síndrome burnout o del trabajador quemado tiene tres elementos: sensación de agotamiento, desapego mental del trabajo y peor desempeño en el trabajo.

Pero esperar hasta que ya estés completamente agotado para hacer algo al respecto no ayuda en absoluto, de la misma forma que no esperarías para tratar cualquier otra enfermedad hasta que sea demasiado tarde.

Sentirse “quemado”
Entonces, ¿cómo saber si el trabajo está a punto de quemarte o dejarte fundido?

“Muchos de los signos y síntomas del pre-burnout son muy similares a la depresión”, dice Siobhán Murray, psicoterapeuta irlandesa y autora de un libro sobre el síndrome, The Burnout Solution.

Murray sugiere vigilar los malos hábitos, como el aumento del consumo de alcohol y la dependencia del azúcar para pasar el día. También hay que tener en cuenta los sentimientos de cansancio que no desaparecen. “Incluso si duermes bien, a las 10 de la mañana ya estás contando las horas para ir a la cama. O no tienes la energía para hacer ejercicio o salir a caminar”.

Tan pronto como empieces a sentirte así, acude a ver a tu médico, aconseja Murray.

“La depresión y el pre-burnout son muy similares, pero recientemente hubo mucho interés por el hecho de que el burnout ahora se ha convertido en una condición médica, aunque todavía no lo es, todavía está clasificado como un fenómeno ocupacional”.

Es importante obtener ayuda de un profesional médico que pueda distinguir entre los dos, porque aunque existen muchas opciones de tratamiento para la depresión, el agotamiento se puede tratar mediante cambios en el estilo de vida.

¿Y cómo sabes si realmente estás en la cúspide del agotamiento, o simplemente estás atravesando un mes difícil?

“Es cuando estamos continuamente expuestos al estrés y a la ansiedad, no los dejamos ir y comienza a convertirse en burnout“, dice Murray.

Mira ese gran proyecto en el que has estado trabajando. Es normal sentir un poco de adrenalina cuando piensas en ello, y tal vez te mantenga despierto por la noche.

Pero, sugiere Murray, si aún te sientes inquieto una vez que termina, es hora de considerar si corres el riesgo de sufrir el síndrome por agotamiento. “Es cuando traes eso contigo a la siguiente etapa de tu día”, agrega la psicoterapeuta.

Otro signo clásico de acercamiento al síndrome del trabajador quemado es el cinismo: sentir que tu trabajo tiene poco valor, evitar compromisos sociales y volverse más susceptible a la decepción.

“Alguien a punto de sufrirlo probablemente comenzará a sentirse emocionalmente adormecido o mentalmente distante”, dice Jacky Francis Walker, psicoterapeuta en Londres especializada en burnout. “Como si no tuvieran la capacidad de involucrarse tanto en las cosas comunes de la vida”.

También recomienda buscar el último signo de agotamiento, que es la firme sensación de que la calidad de tu trabajo está comenzando a disminuir.

“La gente dice ‘¡pero este no soy yo!’, ‘no soy así’ ‘, ‘generalmente puedo hacer x, y, z’. Pero obviamente si están en un estado de agotamiento físico, entonces no pueden trabajar en su rango normal de capacidades”, dice Walker.

Estás en la frase previa al “burnout”: ¿qué hacer?
La única manera de detenerlo, y desterrarlo para siempre, es eliminar el problema subyacente.

“¿Qué es lo que está sucediendo en tu vida que puedes dejar de lado de manera temporal o permanente?”, dice Murray.

Walker tiene un programa de tres pasos, que incluye averiguar por qué hay una discrepancia entre lo que una persona puede ofrecer y lo que siente que se le pide que ofrezca.

“Algunas veces es porque sienten la necesidad de ser demasiado perfectos, o pueden tener el síndrome del impostor por el que tienen que trabajar muy duro para encubrir que no son tan buenos como todos piensan”.

Sin embargo, a veces el ambiente de trabajo es el problema. Según un estudio de Gallup realizado en 2018 con 7.500 trabajadores estadounidenses, el burnout se debe a un trato injusto en el trabajo, a una carga de trabajo inmanejable y a una falta de claridad sobre lo que debe involucrar el rol de una persona.

Los trabajadores también se sintieron estresados ​​por la falta de apoyo de su jefe y una no razonable presión temporal.

“Otro problema puede ser que los valores de la empresa están seriamente en desacuerdo con los propios valores de la persona, lo que crea una sensación de tensión y disonancia, porque están haciendo algo en lo que no creen”, dice Walker.

En algunos casos, el problema se puede resolver haciendo algo que realmente llene a la persona fuera del trabajo, pero en ocasiones se opta por un cambio más radical, como cambiar de empresa o incluso asumir una nueva profesión.

Cualquiera que sea la causa de tu sensación de sentirte “quemado” o “fundido”, la mejor recomendación de Murray es ser amable contigo mismo.

Según la experiencia de Murray, un factor clave de la epidemia de burnout es lacultura actual de quererlo todo.

A menudo, simplemente no es posible tener una vida social saludable y realizar un gran proyecto, y cumplir con todos tus objetivos personales de ejercicio físico al mismo tiempo.

Para la psicoterapeuta es crucial establecer prioridades y no esperar demasiado de ti mismo: cuando otros parecen el padre, el jefe y el amigo perfecto, con el físico perfecto al mismo tiempo, es probable que nos engañen, o al menos tengan mucha ayuda.

Si sientes que puedes estar cerca de unirte al club del burnout, da un paso atrás, averigua qué está mal, y sal de ahí.

Fuente: www.bbc.com

Colon irritable: los micrófonos hipersensibles que pueden “traducir” los ruidos de los intestinos en diagnósticos médicos

El profesor Barry Marshall, ganador de un premio Nobel, se propuso ‘traducir’ los ruidos intestinales en diagnósticos médicos mediante el uso de micrófonos hipersensibles.

Y el equipo de científicos con los que trabaja en la Universidad de Australia Occidental asegura que es posible pronosticar con una precisión del 87% si alguien tiene el síndrome del colon irritable simplemente escuchando sus entrañas.

Su objetivo es encontrar una forma más barata, más rápida y no invasiva de diagnosticar este trastorno.

El síndrome del colon irritable es una afección común- y con frecuencia de por vida- relacionada con los intestinos.

Se estima que afecta al menos al 10% de la población mundial. El sur de Asia parece contar con las tasas más bajas (7%), y América del Sur con las más altas (21%).

Los síntomas pueden incluir dolor, hinchazón y alteraciones en los hábitos intestinales, como estreñimiento o diarrea.

A pesar de ser una enfermedad relativamente común, se la conoce como un “trastorno funcional“. Esto significa que no presenta anomalías estructurales o bioquímicas que puedan detectarse mediante pruebas de diagnóstico comunes.

Por lo tanto, actualmente se diagnostica por eliminación: tras descartar otros problemas gastrointestinales más graves (como la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa), lo que queda se diagnostica como síndrome de colon irritable. Y eso es contra lo que realmente lucha Marshall.

“A los pacientes con el síndrome se les hacen pruebas por valor de 10.000 dólares”, dice Marshall.

“Se les hacen colonoscopias, endoscopias, ecografías, cultivos de heces, se les toman imágenes por resonancia magnética… El colon irritable es bastante común especialmente entre los niños, y con frecuencia les desaparece cuando crecen. Probablemente se debe a un virus o a los ganglios linfáticos, pero no se pueden hacer investigaciones invasivas en niños”.

¿Cómo funciona la nueva prueba?
El nuevo método se basa en los sonidos que hace la barriga.

“Los sonidos los genera el intestino a medida que el contenido se mueve a través de él, especialmente el gas cuando se mueve a través de las válvulas”, explica la doctora Mary Webberley, líder del proyecto.

“El síndrome afecta a la cantidad de gas y agua presentes en el intestino y a la tasa de motilidad (la tasa de contracción muscular), por lo que intuimos que los sonidos cambiarían en los intestinos afectados por el trastorno”.

A Marshall se le ocurrió la idea se le ocurrió tras oír a un colega del departamento de ingeniería de su universidad hablando sobre unos dispositivos electrónicos, los micrófonos supersensibles, tan buenos que podían captar el sonido de las termitas debajo de las casas.

El equipo de Noisy Guts (“intestinos ruidosos”), como se les conoce, insertó cuatro de estos micrófonos en un cinturón y se dispuso a registrar el estómago de las personas.

Los voluntarios, algunos con una salud intestinal envidiable y otros con un historial de irritabilidad, registraron horas de material, que luego se introdujo en una computadora y se clasificó de acuerdo con sus características.

Había sonidos de tonos altos y bajos, ráfagas cortas y largos retumbos, ruidos frecuentes e infrecuentes, y todos provenían de diferentes áreas del intestino.

El resultado es una muestra de datos lo suficientemente grande como para que los investigadores puedan detectar patrones y comenzar a predecir diagnósticos.

Previsiones de futuro
“Los resultados de nuestro estudio preliminar fueron excelentes, con un 87% de precisión”, explica Webberley.

Y añade: “En esencia, estamos desarrollando un cinturón que pueda tanto diagnosticar como monitorear los trastornos intestinales. Ayudará a los médicos a diagnosticar el síndrome del colon irritable sin necesidad de pruebas invasivas y permitirá a los pacientes monitorear los síntomas para determinar qué dietas y tratamientos les funcionan mejor”.

El plan incluye algo aún más ambicioso: arrojar algo de luz sobre las causas reales de este síndrome.

“Podríamos definir que hay tres o cuatro tipos de síndrome”, dice Marshall. “Por lo tanto, podría tratarse de alergias e intolerancias a los alimentos o de microbiomas [microoraganismos] o trastornos digestivos en el colon. Con suerte, también podría ayudar a hacer antes los diagnósticos más delicados”.

La doctora Megan Rossi, investigadora del King’s College de Londres y fundadora de The Gut Health Clinic, un centro de salud digestiva, cree que es necesario realizar más investigaciones en esta área.

“Me cuesta creer que el ruido pueda ser la única herramienta de diagnóstico. Más bien creo que es una pieza más del rompecabezas para diagnosticar el síndrome cuando se analiza junto con otras evaluaciones. Nuestro grupo de investigación en el King’s College, junto con la Universidad de Liverpool, también busca nuevas formas para diagnosticarlo, incluyendo el uso de muestras de heces”, concluye.

Fuente: www.bbc.com