¿Por qué el estrés te hace engordar?

Todos sabemos lo que nos hace gordos: comer más calorías de las que quemamos en energía.

Pero esto no responde a la pregunta más interesante: ¿por qué comemos en exceso?

¿Por qué a veces nos sentimos obligados a comer ese pedazo de pastel o barra de chocolate aunque sabemos que nos arrepentiremos unos minutos después? ¿Es solo gula, o hay algo más?

La culpa la tiene el estrés

El aumento de peso no es solo culpa de la gula…
Aunque el autocontrol es importante, existe cada vez más evidencia de que el estrés juega un papel clave en el aumento de peso.

El estrés crónico interrumpe nuestro sueño y desequilibra los niveles de azúcar en la sangre. Esto conduce a un aumento del hambre y a que comer se transforme en un escape emocional.

Eso, a su vez, lleva a una mayor interrupción del sueño, a niveles más altos de estrés y a valores aún más elevados de azúcar en la sangre.

Con el tiempo, esto puede conducir no solo a niveles insalubres de grasa corporal, sino también a diabetes tipo 2.

La prueba
Para analizar esto, el doctor Giles Yeo, del programa de la BBC Trust Me, I’m a Doctor (Confía en mí, soy doctor), decidió, con la ayuda de científicos de la Universidad de Leeds, Reino Unido, someterse a un día particularmente estresante.

Los científicos de Leeds comenzaron pidiéndole a Giles que hiciera la prueba Maastricht Stress Test: una evaluación rápida y no invasiva para provocar respuestas de estrés autónomo y de glucocorticoide, hormonas clave para el metabolismo de carbohidratos.

Comer, comer, comer, esa es la cuestión.
Lo pusieron frente a una computadora y le hicieron hacer restas rápidamente, por ejemplo 2.043 – 17.

En la sucesión de sustracciones cometió muchos errores, que para alguien como Giles fue particularmente estresante.

Luego le hicieron poner una mano en un cubo de agua helada y lo obligaron a que la sostuviera allí.

Antes y después de estas pruebas, el equipo de Leeds midió los niveles de azúcar en la sangre de Giles.

Los niveles de azúcar en la sangre aumentan cuando comemos, y en una persona sana como Giles, rápidamente vuelven a la normalidad.

Pero lo que el equipo de Leeds descubrió fue que el día en que Giles fue puesto bajo estrés deliberadamente, sus niveles de azúcar en la sangre tardaron tres horas en volver a la normalidad, unas seis veces más que en un día libre de estrés.

La razón por la que esto sucede es que cuando estás estresado, tu cuerpo entra en el modo “luchar o huir”.

Tu cuerpo cree que está bajo ataque y libera glucosa en tu sangre para proporcionar energía a tus músculos.

El estrés puede provocar insomnio y como consecuencia un aumento del apetito.
Pero si no necesitas esa energía para escapar del peligro, tu páncreas bombeará insulina para reducir nuevamente los niveles de azúcar en la sangre.

Estos niveles crecientes de insulina y la disminución de los niveles de azúcar en la sangre te harán sentir hambre, razón por la cual anhelas carbohidratos azucarados cuando estás estresado.

Lo mismo sucede cuando dormiste mal una noche.

Un reciente estudio de investigadores del King’s College de Londres descubrió que, si privas de sueño a personas consumirán, en promedio, 385 calorías adicionales por día, lo que equivale a las calorías de un muffin grande.

Y lo niños no están exentos de esto.

En otro estudio, investigadores analizaron a un pequeño grupo de niños de tres y cuatro años (todos con sueño regular) y no solo los privaron de su siesta de la tarde, sino que también los mantuvieron despiertos durante unas dos horas después de su hora normal de acostarse.

Al día siguiente, los niños comieron un 20% más de calorías de lo habitual, especialmente más azúcar y carbohidratos. Luego se les permitió dormir tanto como quisieran.

El día después de eso, todavía consumieron un 14% más de calorías de lo normal.

Entonces, ¿cómo se puede reducir el estrés diario?

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Respirar para eliminar el estrés

Las técnicas de respiración pueden ayudarte a disminuir el estrés.
Aquí hay una técnica de respiración, recomendada por el servicio de salud británico NHS Choices, que considero efectiva. Obtendrás un mayor beneficio si lo incorporas como parte de su rutina diaria.

Puedes hacerlo de pie, sentado o recostado, lo que sea más relajante.

Comienza inhalando tan profundamente como puedas, por la nariz, sin forzarlo, hasta contar cinco
Luego, exhala suavemente, por la boca, hasta contar cinco
Sigue respirando por la nariz y por la boca, de forma constante
Continúa haciendo esto de tres a cinco minutos
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Una de las primeras cosas que recomiendo enfáticamente es intentar dormir bien por la noche.

Claro que es más fácil decirlo que hacerlo.

También puedes probar algunas técnicas para “eliminar el estrés”, como el ejercicio, la jardinería, la conciencia plena (conocida como mindfulness) o el yoga.

Cuando los probé recientemente, con la ayuda de la profesora Angela Clow, una experta en estrés de la Universidad de Westminster, la conciencia plena quedó primera en la lista.

Pero un hallazgo clave de nuestro estudio fue que solo obtendrás beneficio si realmente lo disfrutas.

Así que intenta diferentes cosas y analiza cuál funciona mejor para ti.

Las insospechadas ventajas del estrés y el ritmo acelerado en el trabajo

¿Alguna vez has sentido que tu vida transcurre en un “avance rápido” continuo, acelerando y alejándose de ti?

No es tu imaginación.

Estamos rodeados de señales que nos indican cada día que el ritmo de nuestra vida está aumentando. La oficina es el lugar en el que esta sensación es más habitual.

Según una investigación de Jonathan B Spira, CEO de la empresa consultora de investigación y tecnología Basex y autor de Overload!, dos tercios de un grupo de trabajadores encuestados decía no tener suficiente tiempo para hacer todo lo que debían, y el 94% se sintió en algún momento “abrumado por tanta información hasta el punto de la incapacidad”.

Una encuesta realizada a 7.331 trabajadores estadounidenses concluyó que más de la mitad no pudo tomar todos sus días de vacaciones.

¿La explicación más repetida? Estaban preocupados por el montón de trabajo que les esperaba cuando regresaran.

El gran volumen de información que nos llega puede matar la productividad.

Los seres humanos no están bien capacitados para realizar muchas tareas al mismo tiempo: cada vez que cambian la atención de una cosa a otra se produce un golpe cognitivo.

Una encuesta realizada a 7.331 trabajadores estadounidenses concluyó que más de la mitad no pudo tomar todos sus días de vacaciones.
Estas distracciones pueden acumularse: un estudio de 2005 concluyó que un trabajador promedio se concentra en una tarea durante solo 11 minutos antes de ser interrumpido.

Un estudio más reciente descubrió que prohibir a los trabajadores revisar el correo los hace estar menos estresados y más enfocados en sus tareas.

Un ritmo de vida más rápido es asociado a un mayor estrés, y quienes pasan más horas en la oficina tienen mayor riesgo de sufrir un derrame cerebral.

Pero también aparecen beneficios para los trabajadores.

Una existencia a toda velocidad
El ritmo variable de la vida es objeto de pocas investigaciones. El estudio internacional más profundo sobre el tema es un documento de 1999 de los profesores de psicología Robert Levine y Ara Norenzayan.

Descubrieron que las personas que viven en comunidades de ritmo acelerado también tienden a ser más productivas y tienen mayor sensación de bienestar subjetivo.

Otro reporte que analizaba el ritmo de la vida en las ciudades descubrió que la vida se acelera en las grandes áreas urbanas debido a la mayor frecuencia de interacciones sociales, lo que lleva a un ritmo más rápido de innovación y creación de riqueza.

Las personas que viven en comunidades de ritmo acelerado tienden a ser más productivas y tienen mayor sensación de bienestar subjetivo.
Aquí hay que hacer una distinción importante que a menudo pasamos por alto. Cuando pensamos en el estrés en el trabajo, hacemos una asociación implícita con la “angustia”; es decir, el tipo de estrés que nos causa sufrimiento.

Pero a menudo pasamos por alto la otra cara conocida como “eustress”, y que es el tipo de sensación positiva y placentera que nos causa el abordar y saber realizar una tarea difícil.

Debe haber algo importante en la idea del “eustress”: la mayoría de las encuestas de satisfacción laboral en Europa y EE.UU. sugieren que la mayoría de la gente no odia sus trabajos.

El día a día
Pero además de aumentar la presión del tiempo sobre nosotros, un mundo acelerado también ha alterado la naturaleza de nuestro trabajo diario, potencialmente haciéndolo más creativo y gratificante.

Sí, la automatización y la mecanización han afectado a las industrias y han destruido puestos de trabajo, además de crear otros nuevos. Pero la automatización también ha eliminado muchas tareas que eran aburridas, rutinarias o físicamente agotadoras.

Cuando pensamos en el estrés en el trabajo hacemos una asociación implícita con la “angustia”, pero un mundo acelerado también ha alterado la naturaleza de nuestro trabajo diario haciéndolo más creativo y gratificante.
En EE.UU., las cifras de enfermedades y lesiones relacionadas con el trabajo disminuyeron considerablemente. En la Unión Europea, la proporción de trabajadores en trabajos “arduos” o “peligrosos” se encuentra ahora entre el 1% y el 4%.

Las cargas ahora se descargan con grúa. Las declaraciones de impuestos son archivadas y escaneadas por computadoras.

Y a medida que avanza la revolución digital que ayuda a acelerar muchas tareas, los trabajos que quedan o que fueron recientemente creados son aquellos que implican aplicar dosis de ingenio y creatividad a los problemas, o bien supervisar los procesos que las computadoras están llevando a cabo.

Si tuviéramos la oportunidad de prescindir de la tecnología que permite este ritmo acelerado, lo cierto es que la mayoría de nosotros no volveríamos al pasado”

Robert Colvile, director interino del Centro de Estudios Políticos de Londres.
El software de inteligencia artificial puede ahora examinar miles de páginas de documentación legal y resaltar las partes más importantes.

Gracias a esta tecnología, el tiempo necesario para producir un documento legal para un banco ha disminuido de unas tres horas a unos tres minutos. Esto permitirá a los abogados concentrarse en trabajos más complejos y de mayor valor.

Lo que la aceleración ha hecho en toda la sociedad es reducir la inactividad.

Un estilo de vida acelerado tiene sus presiones y su estrés. Pero muchas veces se pueden solucionar silenciando las notificaciones o participando en alguna terapia de concienciación.

El software de inteligencia artificial puede ahora examinar miles de páginas de documentación legal y resaltar las partes más importantes.
Pero si tuviéramos la oportunidad de prescindir de la tecnología que permite este ritmo acelerado, lo cierto es que la mayoría de nosotros no volveríamos al pasado.

No hay nada que nos guste más que quejarnos del ritmo de la vida. Pero lo hacemos casi por hablar: vivir apresurado es estar ocupado, sentirse importante y ser valorado.

Y cada vez que se nos da la opción de elegir entre rápido y lento, elegimos el ritmo más rápido, incluso reservándonos el derecho de lamentarnos y quejarnos a cada momento.

Robert Colvile, autor de “The Great Acceleration: How the World is Getting Faster, Faster”, es el director interino del Centro de Estudios Políticos de Londres.

Por qué casi no estornudamos mientras dormimos y otros 4 datos curiosos sobre los estornudos

Estornudar es un reflejo involuntario que todos los seres humanos tenemos pero que todavía no entendemos del todo.

Es una respuesta natural de defensa antes cosas que irritan las membranas de nuestra nariz: cuando se produce, las señales nerviosas hacen que los músculos del pecho y la garganta respondan, expulsando fluido mucoso por la nariz y la boca.

A raíz de la noticia la semana pasada de un hombre que se rasgó la garganta por contener totalmente un estornudo, exploramos algunos mitos y realidades sobre este extrañamente estrepitoso movimiento que sorprende cada tanto a nuestro cuerpo, lo queramos o no.

1. Las gotitas del estornudo pueden flotar durante varios minutos
Según experimentos llevados a cabo por Lydia Bourouiba, del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés) los estornudos crean nubes de saliva y gas que pueden transportar gotitas infecciosas a una distancia considerable.

Los estornudos crean nubes de saliva y gas que pueden transportar gotitas infecciosas
Estas nubes pueden mantenerse en el aire durante varios minutos y “viajar” hasta ocho metros de distancia.

2. Estornudo fótico, una disfunción genética
El objetivo de estornudar es limpiar la cavidad nasal, expulsando partículas extrañas o irritantes. Pero no solo los gérmenes y el polen pueden desencadenar una ola de estornudos.

Mirar a una fuente de luz fuerte, como el Sol, puede desencadenar un estornudo… o una cadena de estornudos.

La mayoría de las personas tienen estornudo fótico.
Investigadores alemanes del centro médico de la Universidad de Saarland, en Alemania, hallaron que la mayoría de los 1000 pacientes que entrevistaron en el departamento de otorrinolaringología experimentaban lo que se denomina como estornudo fótico, cuando se produce ese movimiento reflejo al mirar a una luz brillante.

Los expertos sospechan que el reflejo de estornudo fótico se transmite genéticamente y responde a una disfunción congénita en las señales nerviosas.

3. Otras cosas extrañas que nos hacen estornudar…
Algunas personas pueden empezar a estornudar después de darse una gran comida y sentirse con el estómago lleno.

Otras, según recoge un artículo en la revista de la Asociación de Médicos de India, pueden sufrir un ataque de estornudos cuando se excitan sexualmente.

Una posible explicación, según los investigadores, es que la nariz, como los genitales, contiene tejido eréctil.

En 1972 un hombre escribió a la revista Journal of the American Medial Association para contar que siempre padecía un ataque severo de estornudos inmediatamente después de tener un orgasmo.

Por otro lado, oler pimienta, sacarse un pelo de la nariz o hacer cosquillas dentro de la nariz con algo alargado también pueden desencadenar estornudos.

4. ¿Por qué casi no estornudamos mientras dormimos?
Algunos investigadores creen que no se puede estornudar durante las fases de sueño de movimiento ocular rápido, conocido como REM por sus siglas en inglés (Rapid Eye Movement).

Es mejor estornudar sobre un pañuelo desechable que sobre las manos para evitar el contagio.
Argumentan que durante esa fase, cuando soñamos, los músculos de nuestro cuerpo están relajados y no se producen reacciones reflejas.

Pero la gente entra y sale de fases REM de sueño, así que técnicamente sí podrías estornudar mientras duermes.

No es de extrañar que no haya habido muchas investigaciones como para dar una respuesta definitiva…

5. Cuánto duró el ataque de estornudos más largo
Según el libro Guiness de los records, la británica Donna Griffiths sufrió un ataque de estornudos que duró 976 días, más de dos años y medio.

Griffiths empezó a estornudar el 13 de enero de 1981 y se estima que estornudó un millón de veces durante el primer año, unas 2.700 veces al día.

El primer día en que no estornudó fue el 16 de septiembre de 1983, según el libro internacional de los récords.

¿Qué son y cómo se miden las calorías que tanto nos obsesionan?

Las contamos, nos preocupamos por las ingerimos o las que quemamos, y a veces nos atormentan pues son el precio que pagamos por un placer.

Pero, ¿sabes qué son exactamente las calorías?

Pues una caloría es la cantidad de calor necesaria para elevar la temperatura de 1 gramo de agua de 14,5 a 15,5 grados centígrados a la presión normal.

Sin embargo, la medida que utilizó el químico estadounidense Wilbur O. Atwater, la fuerza impulsora detrás de la popularidad de las calorías, no fue estrictamente esa.

La de Atwater era la Caloría, con mayúscula, y la diferencia es importante.

La fuerza vital está en el estómago
Durante siglos se creyó que el calor de los animales -humanos incluidos- era resultado de una fuerza vital mística, hasta que en el siglo XVII empezó a emerger la idea de que la causa era la combustión de alimentos.

En su “De Homine” (1662), el matemático, filósofo y científico René Descartes parece haber sido el primero en enunciar una teoría correcta señalando que el cambio que se producía en la comida en el estómago era como el que se producía al verter agua sobre cal viva.

Pero fue Antoine-Laurent de Lavoisier, el padre de la química moderna, quien lo probó con experimentos.

Midiendo el contenido calórico de la comida quemándola. El alimento se prende y el calor que despide aumenta la temperatura del agua que está en el tubo de ensayo. Ese aumento se usa para calcular la cantidad de energía liberada.
En 1780 utilizó un conejillo de indias en sus experimentos con un calorímetro para medir la producción de calor. El calor de la respiración del conejillo de indias fundía la nieve que rodeaba el calorímetro, mostrando que el intercambio de gas respiratorio es una combustión, similar a una vela encendida.

La teoría del calor que dio en 1780 su “Memoria sobre el calor” es esencialmente la misma que tenemos en la actualidad.

2.000.000 de calorías al día
Tanto el instrumento -el calorímetro- como la medida -la caloría- se usaban en varias ciencias y, en la década de 1870, el químico francés Marcelino Berthelot observó que había dos definiciones para “caloría”.

Decidió definir la caloría en minúscula como una g-caloría o pequeña caloría y la Caloría en mayúscula para referirse a la kilocaloría.

Atwater midió el contenido calórico de más de 500 alimentos.
Para cuando Atwater la introdujo como unidad de energía para alimentos en 1887, en un artículo titulado “La energía potencial de la comida”, la Caloría era definida como el calor necesario para elevar la temperatura de 1 kilogramo de agua de 0 a 1° centígrados.

Y esa, con mayúscula, era la que más se ajustaba a su propósito que era educar.

Una caloría en nutrición es en realidad 1.000 de las calorías pequeñas pero decirle a la gente que debía consumir dos millones de calorías al día o hablarle de kilocalorías a un el público que no estaba familiarizado con los prefijos métricos era inconveniente.

Su artículo marcó un hito en la ciencia de la nutrición y la medida se quedó para siempre.

A partir de la década de 1890, Atwater y su equipo en la Universidad Wesleyana emprendieron un estudio exhaustivo sobre el contenido calórico de más de 500 alimentos con la intención de encontrar una forma científica y saludable de mantener el peso.

A principios de la década de 1900, Atwater era una de las principales autoridades en materia de ingesta alimentaria y su consejo era sencillo: disminuye el exceso y asegura un equilibrio entre los alimentos.

Pero sólo si te la comes entera.
La “alimentación científica”
Atwater ideó una serie de fórmulas para ayudar a la gente a obtener la mayor cantidad de energía de la menor cantidad de alimentos.

Unió la economía y la fisiología en lo que llamó “la economía pecuniaria de los alimentos” y fue pionero del movimiento de “alimentación científica”.

La idea atrajó a los médicos franceses, que creían que las familias de la clase trabajadora gastaban demasiado en carne y vino, cuenta Martin Bruegel, historiador del Instituto Nacional Francés de Investigación Agrícola, en un artículo publicado por el diario New York Times.

El resultado fue un programa de “alimentación racional” para instruir a los pobres a mantener los gastos de alimentos dentro de los límites de sus modestos presupuestos.

Los instaban a comer legumbres ricas en proteínas en vez de carne roja, pasta en cambio de salchichas y a sustituir el vino con bebidas azucaradas.

En pocas palabras.
Estaban convencidos de que la ignorancia era el problema y la información la solución.

Así que ¡a informar!: en los menús de los comedores de las fábricas y los restaurantes de clase trabajadora aparecían datos nutricionales. Llegaron hasta a poner básculas en la entrada de los lugares para comer para ayudar a los clientes a controlar su peso.

En tableros enumeraban opciones culinarias cuidadosamente calibradas, para que los trabajadores ensamblaran comidas nutritivas.

El programa fracasó.

Sin embargo, los estadounidenses adoptaron la moda.

Restaurantes científicos
En 1914 la Junta de Salud del Estado de Nueva York introdujo un “restaurante científico”, donde los almuerzos del personal se preparaban de acuerdo con “las teorías dietéticas más modernas”, afirma Martin Bruegel.

Los restaurantes de todo el país comenzaron a enumerar el contenido de energía y proteínas en sus menús.

Exterior de uno de los restaurantes de la cadena Childs en Pennsylvania Avenue, Washington, DC, en 1917. (Harris & Ewing, Wikipedia)
Childs Restaurants, un antecesor de las cadenas globales de comida rápida, brindó “una lección completa en dietética, matemáticas, conservación de alimentos, paciencia, economía y patriotismo, además de un plato de comida” a su clientela.

Las demandas de la Primera Guerra Mundial hicieron que la eficiencia fuera aún más imperativa.

En 1924, la Asociación de Propietarios de Restaurantes buscó proporcionar a los comensales consejos impresos sobre comidas bien balanceadas “desde el punto de vista de las calorías”.

Ciencia sin placer

Choucroute cocinado en vino blanco, un plato típico de Alsacia en el que poco importan las calorías.
Ninguna de estas iniciativas surtió efecto. Para los consumidores europeos y estadounidenses, las comidas copiosas y apetecibles superaban a las fórmulas científicas.

Y es que la comida es más que un combustible.

Los franceses continuaron comiendo sus carnes rojas y bebiendo su vino tinto porque sus platos les daban un sentido de pertenencia a una comunidad, como señala Bruegel.

De manera similar, los consumidores estadounidenses después de la Segunda Guerra Mundial vieron el acceso a alimentos abundantes, cada vez más baratos y menos saludables, como prueba del sueño estadounidense, incluso si el impacto en sus cinturas y su bienestar ha sido desastroso.

Calorías filtradas
Pero el minucioso trabajo de Atwater no se perdió.

Poco a poco fuimos aprendiendo.
De sus estudios había surgido una regla general: peso por peso, la grasa contiene 9 calorías por gramo, aproximadamente el doble que las proteínas o los carbohidratos.

Esto llevó al llamado sistema Atwater, que todavía se usa, para saber cuántas calorías tienen los alimentos sin necesidad de hacer pruebas de laboratorio: se calculan las proporciones de grasa, proteínas y carbohidratos que contienen y se multiplican por el factor relevante “Atwater”, lo que da como resultado el contenido calórico total.

Además, el conteo de calorías se fue filtrando en la consciencia colectiva.

Hoy es raro encontrar a alguien que no sepa cuántas debe ingerir para mantenerse sano.

Y, por más que tratemos de eludir la realidad, por allá en el fondo de la mente sabemos que ese medio litro de helado que nos comimos distraídamente mientras veíamos televisión tiene más calorías de las aconsejables… ¡unas 1.300!

¿Cuál es la mejor hora del día para comer carbohidratos?

Es enero, lo cual significa que quizás te hayas subido a una báscula y hayas decidido ponerte a dieta. Pero ¿qué tipo de régimen seguir?

Durante muchos años han prevalecido las dietas bajas en hidratos de carbono, que se basan en la creencia de que comer alimentos como pan blanco, arroz o pasta, que además tienen azúcar, es malo para la cintura.

El razonamiento detrás de estas dietas es que si comes muchos hidratos de carbono y azúcares, especialmente aquellos que no tienen fibra y el cuerpo absorbe rápidamente, aumentará el nivel de glucosa en la sangre.

A menos que quemes esa glucosa haciendo ejercicio, el páncreas producirá más cantidad de la hormona insulina para tratar de bajar la glucosa a niveles normales y se almacenará como grasa el exceso de azúcar de los hidratos de carbono.

Si hay demasiada grasa, especialmente grasa visceral en el abdomen, hay un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud, como diabetes de tipo 2.

Por eso mucha gente no sólo se preocupa sobre la cantidad de hidratos de carbono que consume sino también sobre el momento del día en que lo hace.

Hay una creencia popular, por ejemplo, de que comer carbohidratos por la noche es peor que hacerlo por la mañana. El argumento que la alimenta es que a primera hora de la mañana tu cuerpo se está preparando para el día y pronto empezará a quemar la glucosa que generan los hidratos de carbono, mientras que cuando los comes por la noche tu cuerpo se está preparando para dormir, así que le tomará más tiempo deshacerse de ese azúcar.

Esa es la teoría, pero… ¿de verdad es así?

“Nunca se ha estudiado”
El equipo del programa de televisión de la BBC Trust me I’m a doctor (Confía en mi, soy médico), decidió poner esa argumentación a prueba con un pequeño experimento, con la colaboración del doctor Adam Collins, de la Universidad de Surrey, Inglaterra.

Reclutamos voluntarios con buena salud para estudiar cómo respondían sus cuerpos al consumo de carbohidratos por la mañana y por la tarde.

Si hay demasiada grasa, especialmente grasa visceral en el abdomen, hay un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud, como diabetes de tipo 2.
También queríamos ver si sus organismos se podían adaptar con el tiempo.

Les pedimos a todos los voluntarios que comieran una cantidad fija de carbohidratos al día: alimentos como pan o pasta.

Durante los primeros cinco días debían comer la mayoría de los hidratos de carbono en el desayuno y dejar solo una pequeña cantidad para la noche.

Después debían volver durante cinco días a su dieta habitual antes de cambiar a un régimen inverso, de pocos carbohidratos en el desayuno y muchos en la cena durante cinco días más.

El equipo del doctor Collins supervisó durante todo el experimento los niveles de glucosa en la sangre de los voluntarios.

“Nunca se ha estudiado esto, así que como científico estoy emocionado por ver lo que pasa”, le dijo al programa de la BBC antes de conocer los resultados finales.

Una sorpresa
¿Y qué encontraron? Hubo un claro ganador pero no el que todos esperaban.

Cuando los investigadores analizaron la sangre de los voluntarios después del período del desayuno con muchos carbohidratos y cenas con pocos, hallaron una media de glucosa en la sangre de 15,9 unidades.

Este número cumplía con las expectativas.

Pero cuando hicieron la misma medición tras cinco días de la dieta a la inversa, se encontraron con una sorpresa: la media de glucosa había bajado a 10,4,bastante más baja de lo que se esperaban.

¿Cómo se explica?
Podría ser que lo que importa no es tanto en qué momento consumes los carbohidratos como la duración del período previo de “ayuno” sin los mismos.

El doctor Collins sospecha que la clave está en mantener altibajos en el consumo de carbohidratos y no consumirlos en todas las comidas.
Si hay un gran hueco desde la última comida rica en hidratos de carbono, tu cuerpo estará más dispuesto para procesarlos.

Eso ocurre de manera natural por las mañanas porque has tenido toda la noche de descanso para “ayunar”, mientras dormías.

Pero nuestro pequeño estudio sugiere que si casi no consumes hidratos de carbono durante el día, puede darse un efecto similar en la noche.

En otras palabras, después de varios días de desayunos bajos en carbohidratos y cenas ricas en ellos, tu cuerpo puede acostumbrarse a eso: se vuelve mejor en su respuesta ante una pesada carga de hidratos de carbono a última hora del día.

Ahora, el doctor Collins está planeando un estudio mucho más grande, con el que espera poder dar respuestas más definitivas.

Entretanto, su recomendación es no preocuparse demasiado sobre la hora del día en la que comes carbohidratos, siempre y cuando seas constante en tus hábitos y no te atiborres de ellos en todas las comidas.

Collins cree que la clave está en mantener altibajos: si consumiste muchos carbohidratos por la noche trata de minimizarlos por la mañana. Y si te comiste una pila de tostadas por la mañana, no te pases con las pasta en la cena.