El profesor de pediatría y neurociencia de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard fue categórico en su valoración: más allá de posturas ideológicas, “como científico”, dijo, “sabemos que la ciencia contradice que esto sea bueno para los niños”.
Hablaba del tema que está en las primeras de todos los medios: la polémica medida de Donald Trump de separar a los niños de sus padres indocumentados en la frontera de Estados Unidos.
“Esto es completamente ridículo, y mi aproximación es como científico, no como alguien que toma una posición política”, dijo Charles A Nelson III.
No es el único experto que alerta contra esto.
La directora de la Academia Estadounidense de Pediatría , Colleen Kraft, dijo incluso que esta política es una forma de “abuso infantil” y que va contra “todo lo que defendemos los pediatras”.
Ella es una de muchos otros doctores, psicólogos y científicos que advirtieron que esa política puede causar graves daños físicos y psicológicos en los niños.
Aseguran además que la experiencia podría tener un impacto irreversible o de largo alcance para la salud de los niños si éstos no son reunificados con sus familias rápidamente.
57 días separados en promedio
Alrededor de 2.300 niños han sido de sus progenitores tras entrar en Estados Unidos entre mediados de abril y mayo de este año, según datos del departamento de Seguridad Nacional.
Bajo una nueva política de “tolerancia cero”, las autoridades encarcelan y enjuician a los adultos por cruzar ilegalmente la frontera con Estados Unidos mientras llevan a los niños a refugios temporales donde son supervisados por personal de la oficina para el reasentamiento de refugiados (Office of Refugees Resetlement).
Pero los datos de mayo del departamento de Salud y Servicios Humanos muestran que los niños son retenidos una media de 57 días. También ha habido denuncias de que la separación se prolongó durante meses y de que algunos padres fueron deportados de Estados Unidos sin saber dónde estaban sus hijos.
La secretaria de Seguridad Nacional, Kirstjen Nielsen le dijo a la prensa el lunes que los niños están bien cuidados.
“Tenemos estándares altos. Les damos comida, educación y cuidados médicos. Hay videos, hay televisiones”, dijo.
Tiendas de campaña levantadas para albergar niños migrantes en Tornillo, Texas.
Sin embargo los especialistas en pediatría dicen que el hecho de que los niños estén bien alimentados y en un lugar seguro no quiere decir que no haya riesgo de impactos negativos a largo plazo sobre sus sistemas inmunológicos, el desarrollo de sus cerebros e incluso las características de sus personalidades.
“Las únicas veces en las que hacemos esto (separarlos de sus padres) es dentro del sistema social cuando el niño está en un peligro inminente”, le dijo a la BBC Chandra Ghosh Ippen, codirectora del programa de investigación sobre el trauma infantil Child Trauma Research Program, del departamento de psiquiatría de la Universidad de San Francisco.
“Estamos causando un daño irreparable cuando no es necesario”.
Impacto a corto plazo
Según los científicos está casi garantizado que el momento de la separación va a ser traumático y va a inducir pánico tanto en los niños como en los padres, lo cual desencadenará la liberación elevada de hormonas del estrés como el cortisol y la adrenalina, elevará la presión sanguínea y el ritmo cardíaco, la ansiedad y provocará otros síntomas como dolores de cabeza y problemas de estómago.
Según Jack P Shonkoff, director del Centro para el desarrollo del niño de la Universidad de Harvard, es incorrecto asumir que los niños más pequeños separados de sus padres son demasiado jóvenes como para recordarlo después y que por tanto saldrán de todo esto relativamente ilesos.
“Cuando ese sistema de estrés se mantiene activado durante un periodo de tiempo significativo, puede tener un efecto biológico de desgaste. Cuanto más joven eres, más grave es la amenaza”.
Quizás con el tiempo los niños dejen de llorar y disminuya parte del shock inicial, dice Shonkoff, pero esa no es razón para pensar que ya no están estresados.
Bajo una nueva política de “tolerancia cero”, las autoridades encarcelan y enjuician a los adultos por cruzar ilegalmente la frontera con Estados Unidos y llevan a los niños a refugios temporales.
“No están agitados y gritando, pero por debajo, en sus cuerpos, el sistema de estrés todavía sigue muy activado, en silencio, de manera invisible”, dice.
Ghosh Ippen dice que emocionalmente algunos niños pueden verse empujados hacia un estado de “duelo traumático”.
El comportamiento tipo pataleta puede ser remplazado por una ansiedad profunda y depresión.
“Todo lo que ellos conocen desapareció. El niño está desesperado”, dice.
Impacto a largo plazo
La magnitud del daño a largo plazo que sufrirán los niños depende de la duración de la separación, además de las edades de los niños, dicen los expertos.
“La duración es muy importante”, dice Shonkoff. “La separación forzada durante unas horas es muy traumática, pero si los niños son inmediatamente reunidos con sus madres y padres van a estar bien”.
“La otra complejidad aquí es que desconocemos las historias detrás de estos niños”, dice Nelson, en referencia a la violencia de la que muchos escaparon.
Pero con el paso del tiempo, explica Nelson, un sistema de estrés en alerta muy elevada empezará a causar un desgaste biológico sobre las estructuras físicas del cerebro.
Nelson es uno de los principales investigadores del Proyecto de Intervención Temprana de Bucarest, un estudio de largo plazo de 136 bebés y niños que crecieron en orfanatos en Rumanía en la década de 2000.
Él y sus compañeros de investigación han estado siguiendo a esos niños durante 18 años, y dice que han observado patrones de actividad cerebral muy distintos en los niños que estuvieron en cuidado institucional en comparación con los que estuvieron al cuidado de una familia de acogida.
“Lo que vemos en los niños que fueron institucionalizados, es decir, separados de sus padres, es una reducción dramática en la actividad eléctrica de sus cerebros”.
“Si después son retirados y puestos al cuidado de un buen hogar antes de cumplir los dos años gran parte de esto se recupera. Pero si tiene más de dos años, es decir, que la separación en una institución ha durado más de dos años, no hay recuperación. El cerebro sigue generando muchísima menos actividad”.
Un niño hondureño ve la televisión en un centro de detención.
A largo plazo, Nelson también observó que los cerebros de los niños que fueron separados de sus padres mostraban una “reducción dramática en la materia gris” y que incluso cuando los pusieron en familias de acogida solo hubo una pequeña recuperación de la materia gris.
Los niños pueden desarrollar condiciones psicológicas de largo plazo como trastorno de estrés post ‘traumático y ansiedad de separación, y también tener un mayor riesgo de desarrollar enfermedades de corazón y diabetes a lo largo de la vida.
También puede haber un impacto sobre el comportamiento. Nelson dice que los niños -y en particular los varones- pueden mostrar una “indiferencia atroz” por los sentimientos de los demás.
Pueden tener también dificultades de memoria, control de los impulsos y ser más proclives al comportamiento delincuente.
“La otra complejidad aquí es que desconocemos las historias detrás de estos niños”, dice Nelson.
“Si los niños ya estuvieron expuestos a episodios de un gran nivel de potencial traumático, entonces esto va a empeorarlo todo más”.
Según Ippen, incluso si asumimos que todos los niños, en algún momento, volverán a reunirse con sus padres, no hay manera de calcular cuánto será el daño colateral causado.
Ahora los profesionales de la salud le están pidiendo a las autoridades estadounidenses que compartan más información sobre el estado mental en el que se encuentran los niños que reciben en los refugios, pero Shonkoff dice que esa aproximación a la intervención es pensar el problema al revés.
“La respuesta es: la mejor intervención, de lejos, es reunirlos con sus padres”, dijo.
“Es como si esos niños estuvieran siendo envenenados y nosotros nos preguntáramos: ¿Cual es el mejor tratamiento para el veneno que reciben? La respuesta lógica y científica no es buscar el antídoto a ese veneno sino dejar de envenenarlos”.