El abrazo es un tónico excelente, se ha demostrado científicamente que las personas que están agotadas mental y físicamente, y además están deprimidas, son mucho más propensas a la enfermedad, que aquellas que no lo están.
El abrazo hace respirar un aliento de vida refrescante a un cuerpo cansado, además de hacernos sentir más jóvenes y vibrantes.
En el hogar el abrazo diario fortalece las relaciones y reduce significativamente las fricciones.
Los investigadores han encontrado que el abrazo puede ayudarnos a vivir más tiempo, resistir enfermedades, minimizar el estrés, fortalecer relaciones familiares y mejorar el sueño.
Cuando una persona es abrazada, hay un aumento de hemoglobina en sangre, facilitando el transporte de oxígeno a todas las células del cuerpo.
Como regla general se recomiendan de seis a ocho abrazos cada día, por cada ser humano.
Los médicos especialistas en la salud humana están convencidos que la ternura de un abrazo puede prevenir o curar una multitud de diferentes problemas orgánicos y psicosomáticos.
Un abrazo puede tener efectos terapéuticos, ya que es un medio que provee un sentido de compañerismo y alegría.
Los médicos recomiendan "el abrazo del oso", el cual consiste en usar ambos brazos, estando de frente y realizar un abrazo completo. Con frecuencia les recomiendan a sus pacientes y familiares que usen el abrazo como parte de un tratamiento para el estrés y el dolor.
Hay algo en un abrazo (espontáneo, sincero y tierno) que estremece al corazón y nos da la bienvenida facilitando justamente la partida.
Un abrazo es para compartir la alegría y la tristeza la cual es difícil evadir, pero que permite a los verdaderos amigos palpar la existencia del amor fraternal, de la empatía ante el dolor.
Un abrazo es mágico, es increíble la insuperable forma de mostrar el amor que sentimos, al faltar las palabras que no podemos decir.
Un "simple" abrazo hace sentirnos mejor en todo lugar, y sentido se da por entendido. Un abrazo no necesita equipo, ni baterías, ni repuestos.
Un corazón hecho pedazos se alegra con sólo un abrir de tus brazos.
Desde niños aprendimos a recibir y dar abrazos a la familia, a los ositos de peluche, a las mascotas… ¿por qué no dárselo también a un prójimo?