Algunas investigaciones han llegado a la conclusión de que escuchar composiciones del músico austriaco Wolfgang Amadus Mozart –al igual que otras piezas de música clásica– aceleraría el desarrollo temprano de ciertas cualidades cognitivas. Es una hipótesis sobre la que no hay acuerdo total, pues no pocos expertos argumentan que no hay nada probado en este sentido: como en muchas otras facetas del crecimiento intelectual de los niños, resulta difícil hacer experimentos rigurosos.
En todo caso, un estudio llevado a cabo por neurólogos de la Universidad de Maryland (EE. UU) ofrece una pista sobre las posibles bases fisiológicas del presunto efecto Mozart. Los autores del trabajo recopilaron datos sobre un tipo de célula presente en el área de procesamiento primario del cerebro durante el desarrollo temprano. Hasta ahora se pensaba que las llamadas neuronas de la subplaca formaban parte de un andamiaje estructural sin función en la transmisión de información sensorial, pero el experimento descubrió que sí que conducen señales. Este hallazgo respaldaría investigaciones anteriores que documentaban actividad cerebral de los fetos, hasta ahora sin localizar, en respuesta al sonido. Las citadas células nerviosas están entre las primeras que integran la corteza cerebral, región que controla la percepción, el razonamiento abstracto, el lenguaje y la memoria.
La teoría se empezó a fraguar en 1991, cuando el otorrinolaringólogo e investigador francés Alfred A. Tomatis publicó el libro Pourquoi Mozart, basado en su Método Tomatis. Se trata de un procedimiento terapéutico que utiliza música durante las sesiones de terapia con los pacientes, basándose en la idea de que la obra de Mozart puede incluso curar casos de depresión. El método de Tomatis pretende estimular el oído y el sistema nervioso para integrar aspectos diversos del desarrollo y el comportamiento humano.
En 1993, la psicóloga Francesa Rauscher, de la Universidad de California, describió en el artículo Music and Spatial Task Performance, publicado en la revista Nature, los efectos positivos en pruebas de razonamiento espaciotemporal que se observaron en 36 estudiantes que escucharon durante 10 minutos la sonata para dos pianos en re mayor KV 448/375a (incluida en el catálogo Köchel).
El estudio se hizo con tres grupos de alumnos de instituto. Mientras unos cde ellos escuchaba la citada obra de Mozart, un segundo grupo escuchaba instrucciones de relajación diseñadas para reducir la presión arterial y el tercero permaneció en silencio. Los investigadores encontraron que los alumnos que habían escuchado a Mozart obtuvieron puntuaciones más altas que los alumnos de los demás grupos.
Sin embargo, la propia Francesca Rauscher ha dejado deja claro más tarde que no existe evidencia científica de que al escuchar algún tipo de música se incremente la inteligencia. Otra investigación posterior revela que las sonatas de Mozart son agradables para el oído, pero que de ahí no se puede deducir que potencien la inteligencia de los niños.