Son tiernos, juguetones, coloridos y provienen de un país aislado, belicoso y con pretensiones nucleares. No le extrañe que algún dibujo animado que vea en su pantalla sea una creación de Pyongyang.
Gracias al negocio de la subcontratación en Corea del Norte, a los bajos costos y al apoyo estatal al sector de la animación, la nación asiática se ha codeado con los mejores de esa industria casi en secreto, porque el cliente final suele desconocer el origen del producto.