Cuando James Harrison tenía 18 años fue sometido a una cirugía mayor. Era 1951 y los médicos descubrieron que tenía “sangre mágica”.
Encontraron que la sangre de este australiano contenía un raro anticuerpo con el cual se podía crear un tratamiento para salvar vidas. Más específicamente, vidas de bebés que sufren la enfermedad hemolítica del recién nacido o EHRN.
Entonces Harrison se dedicó a donar sangre y plasma de forma regular y lo ha hecho durante más de seis décadas. Incluso se le conoce como “el hombre con el brazo de oro”.
Pero ahora que tiene 81 años ya ha superado la edad límite para ser donante y el viernes lo hizo por última vez.
El Servicio de Donación de Sangre de la Cruz Roja Australiana calcula que Harrison, en el curso de su vida, ayudó a salvar la vida de unos 2,4 millones de bebés.
La enfermedad hemolítica del recién nacido es un trastorno en el que la madre durante el embarazo produce anticuerpos en la sangre que destruyen los glóbulos rojos del feto.
Según el diario Sydney Morning Herald, Harrison realizó 1.172 donaciones: 1.162 del brazo derecho, 10 del brazo izquierdo.
¿Qué es la EHRN?
La enfermedad hemolítica del recién nacido es un trastorno en el que la madre durante el embarazo produce anticuerpos en la sangre que destruyen los glóbulos rojos del feto.
Esto ocurre cuando la madre y el bebé tienen tipos de sangre diferentes, la mayoría de los casos se producen cuando la madre tiene sangre Rh negativo y el feto sangre Rh+, heredada del padre.
La enfermedad no causa ningún problema a la madre pero sí puede conducir a que el bebé se vuelva anémico, se perjudique su desarrollo, padezca ictericia y en ciertos casos muera.
“Después de la operación me llamaron a la oficina de los médicos y me preguntaron si aceptaría hacer un ensayo clínico con ellos”, le cuenta James Harrison a la BBC.
“Me dijeron que me asegurarían por medio millón de dólares. Hablé con mi esposa y ella dijo que podría gastarse ese millón de dólares con facilidad. Entonces decidimos que sí participaría en el ensayo”.
Anti-D
Durante los 1950, los científicos habían descubierto que el anticuerpo de la madre que causa daños en el feto, llamado globulina hiperinmune Rh (RhIg), conocido en Australia como Anti-D, también podía utilizarse para crear un tratamiento.
El anticuerpo de la madre que causa daños en el feto, llamado globulina hiperinmune Rh (RhIg), conocido en Australia como Anti-D, también se utiliza para producir un tratamiento para la EHRN.
Y los médicos descubrieron que la sangre de Harrison contenía, en grandes cantidades, ese compuesto Anti-D que podía salvar la vida de los bebés con EHRN.
“De la sangre yo donaba tomaban el plasma, que es un componente de la sangre, y la llevaban a los laboratorios para producir inyecciones con el Anti-D”, le contó Harrison a la BBC.
“Estas son las inyecciones que se suministran a las mujeres con sangre Rh negativa, que son identificadas durante su primer embarazo con un análisis de sangre”.
“La primera inyección se da en los primeros meses del embarazo y la segunda después del parto”, explica Harrison.
La inyección de RhIg provoca la destrucción de los glóbulos rojos del feto que han estrado en la circulación materna, impidiendo que el cuerpo de la madre genere anticuerpos peligrosos que pueden causar complicaciones en el feto o complicar futuros embarazos.
“Fin de una era”
“Muy poca gente tiene estos anticuerpos en concentraciones tan altas (como las de Harrison)”, le dijo al Herald, Jemma Falkenmire, del Servicio de Donación de Sangre de la Cruz Roja Australiana.
“Su cuerpo produce gran cantidad de ellos y cuando dona sangre, su organismo produce aún más”, agrega.
“Durante mi última donación el viernes llegaron unas doce madres con sus bebés para agradecerme lo que he hecho”, cuenta Harrison.
Harrison asegura que se siente muy feliz de haber ayudado a salvar vidas de bebés. Y cuenta que entregó plasma siempre que el servicio de donación se lo pidió.
Con esto contribuyó a los tratamientos de millones de mujeres en Australia, incluida su propia hija.
“Durante mi última donación el viernes llegaron unas doce madres con sus bebés para agradecerme lo que he hecho”, cuenta Harrison.
“Fue bastante triste, el fin de una era para mí”.
“Mi propia hija recibió una de estas inyecciones y su hijo, mi nieto, cumple ahora 23 años. Esto me ha hecho muy feliz, porque yo pude tener un nieto sano y también muchas otras personas”, afirma James Harrison.