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Crisis en Venezuela: los migrantes que deciden volver

“Los que se van algún día volverán”, cantaba en 2016 el popular grupo de ska venezolano “Desorden Público” sobre el entonces todavía incipiente éxodo en su país.

Algunos ya han empezado a hacerlo.

Según las últimas estimaciones de Naciones Unidas, unos 2,3 millones de venezolanos han abandonado su país en los últimos años a causa de la crisis.

Una permanente y vertiginosa escalada de los precios y en la escasez de alimentos y medicinas es lo que empuja a la mayoría.

En palabras de Joel Millman, portavoz de la Organización Internacional de las Migraciones, se trata de “una de las mayores crisis migratorias” de los últimos años.

El gobierno venezolano, sin embargo, niega tal crisis.

Su presidente, Nicolás Maduro, afirma que son más los que llegan que los que se van y que estos lo hacen “engañados” por “una campaña permanente de los medios de comunicación”.

El gobierno de Nicolás Maduro anunció el Plan Vuelta a la Patria.
Maduro anunció recientemente la puesta en marcha del Plan Vuelta a la Patria, con el que, dijo, se facilitará el regreso a quienes opten por retornar.

Según los datos oficiales, más de 2.780 personas lo han hecho ya desde países como Brasil, Ecuador o Perú, gracias a la ayuda oficial.

Un número indeterminado también lo ha hecho por sus propios medios.

En medio del baile de cifras, BBC Mundo conversó con algunos de los que decidieron volver y lo hicieron por su cuenta.

Estas son sus historias.

Mayerlin Perdomo: “Me sentía atrapada en un país en el que nada me gustaba”
Cuando concluyó sus estudios de Comunicación Social, Mayerlin Perdomo tomó la misma decisión que muchos otros jóvenes venezolanos recién graduados: buscaría en otro país las oportunidades que en el suyo no encontraba.

Mayerlin Perdomo se fue en busca de un futuro a Chile, pero empezó a sufrir ataques de ansiedad en un país que no les gustaba.
Criada en el 23 de enero, un barrio de gente humilde y trabajadora cercano al palacio de Miraflores, se acostumbró desde niña a que las cosas no fueran fáciles.

Tampoco lo fue el paso que dio.

“Quería ver si tenía suerte y podía formar una familia, algo que la gente de mi edad ve imposible en este momento en Venezuela”, le dice a BBC Mundo.

Cumplidos los 27, ya de vuelta en Caracas, recuerda un viaje que la llevó a Argentina y a Chile y en el que, según cuenta, lo pasó mal.

En mayo de 2017, animada por su madre y la situación de un país inmerso en una violenta ola de protestas contra el gobierno de Nicolás Maduro, invirtió sus ahorros en un billete de avión a Buenos Aires.

Las cosas se torcieron desde el principio.

La aerolínea estatal venezolana, Conviasa, perdió su equipaje y Mayerlin llegó a Argentina solo con lo puesto.

“Me vi de repente en un país extraño en pleno invierno, sin ropa ni útiles de aseo”, recuerda.

Sin dinero para ropa nueva, vivió sus primeras semanas pendiente de las noticias de la compañía sobre sus maletas.

Nunca aparecieron y tuvo que ponerse la misma ropa un día tras otro.

Pese a todo, pronto consiguió un empleo como vendedora en una tienda de accesorios para mujer.

“Como no tenía papeles, me pagaban por debajo del salario mínimo, unos US$200 al mes”, relata.

Esos ingresos en la capital argentina apenas le alcanzaban para la habitación en la que vivía.

Lo más difícil para Mayerlin fue el frío.
Lo más hostil para ella fue el frío.

“No tenía con qué abrigarme por las noches y dormía muy poco”.

Provista solo de unos zapatos de tela fina, el frío le secó la piel y se le cayeron las uñas de los pies.

Al cabo de un mes se fue a Chile.

Una amiga de su madre vive en Rancagua, cerca de Santiago de Chile, y decidió probar suerte allí aprovechando que tenía dónde quedarse.

“Fue al instalarme allí, en un entorno más familiar, cuando me di cuenta de que en Argentina había estado viviendo de las cosas viejas y rotas que me regalaban conocidos venezolanos”.

Fue un “choque” que la hizo deprimirse.

Mayerlin se instaló en Chile, donde viven otros inmigrantes venezolanos, pero tampoco pudo acomodarse allí.
Con ayuda de la terapeuta que la trata a distancia desde Venezuela, se rehízo y a las pocas semanas encontró trabajo para un chino que estaba montando un negocio.

“Era un almacén enorme y buscaban mujeres venezolanas”, recuerda.

“Supongo que quería venezolanas porque son bonitas, pero nunca lo dijo porque no hablaba nada de español”, cuenta.

Pronto dejó el trabajo en el almacén.

“Encontré trabajo en un restaurante de hamburguesas en el que con las propinas ganaba más. Además tenía contrato y seguro social desde el primer día”.

Allí los problemas eran otros.

“El dueño era un militar chileno, un hombre muy racista y muy clasista. Trataba a la gente muy mal, sobre todo a las mujeres, a las que nos hacía comentarios incómodos”.

Supongo que quería venezolanas porque son bonitas, pero nunca lo dijo porque no hablaba nada de español”.

Un día se encontró con que su jefe chileno había contratado una nueva venezolana.

“Tenía muchas curvas y un cuerpo de vedette; le dio mi puesto de mesera y a mí me mandó a la cocina a fregar”.

Ahora trabajaba media jornada y cobraba la mitad, aunque su labor era mucho más fatigosa.

“Había que manejar unas ollas muy grandes y un lavavajillas muy hondo. El dolor de espalda era horrible”.

Agotada, decidió dejarlo.

Había encontrado por fin algo de lo suyo en una agencia de publicidad dirigida por una colombiana con la que, ya de regreso a Venezuela, sigue colaborando haciendo lo que mejor sabe: diseñar imágenes para redes sociales.

Al regresar a Venezuela, Mayerlin encontró que la gente se veía peor de como la había dejado.
¿Por qué volvió?

“En Chile empecé sufrir ataques de ansiedad, algo que yo hasta entonces pensaba que no existía”, rememora.

“Y solo una vez había podido enviarle a mi mamá unos pocos dólares”.

Muchos en Venezuela no comprendían sus ganas de volver, hasta el punto de que evitaba hablar con ellos para no ponerse más presión.

“Me sentía atrapada en país en el que no me gustaba la comida, no me gustaba el clima, no me gustaba cómo me hablaban… ¡No me gustaba nada!”, recuerda entre lágrimas.

El 30 de diciembre de 2017 se subió al avión que la devolvió a una Caracas que encontró muy cambiada.

“Habían sido solo 8 meses, pero todo estaba destruido. Los conocidos estaban más delgados, su ropa descuidada, los autos ya no servían y no había transporte público”.

Aún así, dice que no volvería a irse “ni por casualidad”.

“Solo me lo pensaría si es con mi familia”.

Jean Paul Zeppenfeldt y Silvia Cardona: “Trabajábamos tanto que no teníamos tiempo de deprimirnos”
En 2014, el agente de seguros Jean Paul Zeppenfeldt lo vio claro.

A los pocos meses de la muerte de Hugo Chávez, con partidarios de la oposición y del nuevo presidente, Nicolás Maduro, enfrentándose a diario en las calles, decidió marcharse de Venezuela.

De vuelta en Caracas, Jean Paul y Silvia organizan un evento nocturno con el que quieren “darle algo de alegría a la ciudad”.
En su trabajo ya había notado que se avecinaban malos tiempos.

“Cada vez había menos oportunidades y era muy predecible la crisis que venía”, dice.

Por eso cuando su primo, que se dedicaba a la venta de equipos para la industria minera y petrolera, le ofreció colaborar con él fuera de Venezuela, no lo dudó.

“Pasamos por Bogotá y Buenos Aires, pero al llegar a Santiago de Chile me di cuenta de que esa ciudad tiene algo”.

Fue entonces cuando llamó a su pareja, Silvia Cardona.

Allí se plantó ella y ambos comenzaron una nueva vida.

“Teníamos amigos que nos ayudaron y nos dijeron cómo eran las leyes, y cuáles podían ser las oportunidades”.

Pronto encontraron la suya.

Jean Paul y Silvia llegaron a vender hasta 1.000 sándwiches en un día con su furgoneta.
“El negocio de las furgonetas de venta de comida estaba empezando y aprovechamos el momento”, cuenta.

Invirtieron el capital que tenían ahorrado en hacerse una furgoneta a la medida de su proyecto de recorrer Chile vendiendo sándwiches.

Silvia, que había trabajado toda la vida dando comidas, percibió enseguida las diferencias.

“Allá hay inspecciones del Ministerio de Salud antes de cada evento y un montón de normas sobre temperaturas, envases, etc.; no como en Venezuela, donde nadie te fiscaliza”.

Tomó una determinación: “A nosotros solo nos tendrían que decir una vez las cosas”.

Al poco, se veían participando como miembros de una asociación en reuniones con las autoridades sanitarias chilenas sobre cómo regular el incipiente sector de las furgonetas y la suya era puesta como ejemplo para otros vendedores.

Su negocio iba sobre ruedas en todos los sentidos.

“Nos ganamos la confianza de la mayor productora de eventos del país y nos llevaban a todos”, le cuenta a BBC Mundo.

En uno llegaron a vender hasta 1.000 sándwiches en un solo día.

Subidos al carro del éxito, intentaron ayudar a otros venezolanos que llegaban.

Pero, cuenta Jean Paul, “no le daban el toque que le dábamos nosotros”.

Y a veces desagradaban al público local.

“Los chilenos no son racistas, pero al principio son muy fuertes cuando notan un acento extranjero”.

Acabaron contratando a una chica chilena para el trato directo con la clientela.

En su vorágine no había un resquicio para la nostalgia.

“La gente se ha vuelto zombi”, comenta Silvia de sus compatriotas, devuelta en Venezuela.
“Trabajábamos todos los días y no teníamos tiempo de deprimirnos”, asegura Silvia.

Pero en la Nochevieja de 2016, después de toda la noche preparando y despachando bocadillos, volvieron a casa y se hicieron la pregunta clave.

“¿Queríamos hacer esto toda la vida? Era Navidad y nos dimos cuenta de que nos hacía demasiada falta nuestra familia”, cuenta.

En apenas un mes, se deshicieron de cuanto tenían y retornaron a Venezuela.

“El país que nos encontramos era otro”, comenta Silvia. “Incluso nuestra familia había cambiado”.

Lo que ven ahora les resulta “deprimente” y creen que en su país “la gente se ha vuelto zombi”.

“Los venezolanos se han acostumbrado a que los traten mal”, lamenta Jean Paul.

No descartan marcharse de nuevo, pero de momento intentan otras cosas.

Últimamente organizan con el título de “Bajo el árbol” unos eventos nocturnos de música, arte y gastronomía en Caracas.

Silvia dice que en la Venezuela actual, “es muy difícil conseguir lo necesario”, pero ellos no desisten.

“Ojalá podamos darle algo de alegría a la ciudad”.

Jorge Ronchetti: “Es tu familia, es tu país; afuera no sientes eso”
El joven Jorge Ronchetti quería estudiar.

Pero también eso se ha puesto difícil en Venezuela.

Jorge Ronchetti quiere terminar su carrera de Ingeniería Mecánica, pero las protestas de 2017 paralizaron la universidad en la que estudia.
Las protestas antigubernamentales de 2017 paralizaron las clases en la Universidad Central de Venezuela (UCV), donde cursaba estudios de Ingeniería Mecánica, retrasando el título sobre el que sueña construir su futuro.

Por eso decidió irse a España a tratar de terminar su carrera.

Para entonces su círculo ya se había reducido bastante.

“Casi todos mis amigos se habían ido y mi papá, que estaba esperando un hijo con su actual esposa, había solicitado una visa de trabajo en Estados Unidos”, le dice a BBC Mundo.

Hasta entonces, había vivido con su padre en Caracas, pero él no podía acompañarlo a Estados Unidos, porque, cumplidos los 22 años, las leyes migratorias de ese país no se lo permiten.

Las protestas antigubernamentales de 2017 paralizaron las clases en la Universidad Central de Venezuela (UCV), donde estudiaba Jorge.
Solo, decidió hacer uso de su pasaporte italiano, que le permite vivir y trabajar en cualquier país de la Unión Europea, y viajó a la ciudad española de Valencia en marzo de este año.

Antes tuvo que pagarle a alguien en la UCV para que resolvieran el papeleo necesario. “Suele demorarse 8 meses y yo no podía esperar tanto”.

En Valencia encontró trabajo como repartidor de comida en bicicleta. Con eso se mantendría y su padre le ayudaría a pagar sus estudios, mucho más costosos que en Venezuela.

Otros venezolanos titulados universitarios “trabajaban en eso doce horas al día para mantener a su familia”, cuenta.

Tenía claro que él no quería acabar así.

Pero sus planes se truncaron.

La alta demanda en su carrera le dejó sin la plaza que había solicitado en la Universidad de Valencia.

Podría haberla conseguido si hubiera presentado su instancia en la más pequeña ciudad de Alcoy, pero desconocer este detalle burocrático, le obligaba a esperar al curso siguiente para matricularse.

Como no quería pasarse un año en blanco, eligió volver a estudiar a Venezuela.

Ahora repasa su breve experiencia de migrante.

“Hice amigos allí y los españoles me trataron como si fuera uno de ellos”.

Pero, añade, “hay momentos en los que te sientes muy solo, por más que hables con tu familia todos los días”.

Sabe que, dada la situación de Venezuela, cuando por fin se gradúe quizá tenga que dejarla de nuevo.

Aunque le gustaría que las cosas fueran diferentes.

“Es tu familia, es tu país; aquí sientes que estás en algo tuyo. Afuera no sientes eso”.

Fuente: www.bbc.com

Historia de Un Divorcio Reflexion

Cuando llegué a mi casa esa noche, mientras mi esposa me servía la cena, le agarré su mano y le dije, tengo algo que decirte. Ella se sentó y comió callada. La observé y vi el dolor en sus ojos, de pronto no sabía cómo abrir mi boca, pero tenía que decirle lo que estaba pensando. “Quiero el divorcio”.
Ella no parecía estar disgustada por mis palabras y me preguntó suavemente ¿por qué?… No supe que responder.

Esa noche no hablamos, sólo escuche lo mucho que lloraba. Sabía que quería saber qué estaba pasando con nuestro matrimonio, pero no pude contestarle. Sucedió que ella había perdido mi corazón, ahora le pertenecía a otra mujer llamada Juana. Yo ya no amaba a mi esposa, solamente le tenía lástima!

Con un gran sentido de culpabilidad, escribí un acuerdo de divorcio y en este acuerdo ella se quedaba con la casa, el carro y el 30% de nuestro negocio. Ella miró el acuerdo y lo rompió a pedazos!

Ella pasó 10 años de su vida conmigo y éramos como extraños! Yo le tenía lástima, por todo su tiempo perdido, su energía pero ya no podía cambiar, yo amaba a Juana. De pronto empezó a gritar y a llorar para desahogarse. La idea del divorcio ahora era mas clara para mí.

 

Al día siguiente llegué a casa y la encontré escribiendo en la mesa. No cené y me fui a dormir, estaba muy cansado de haber pasado el día con Juana. Cuando desperté, todavía estaba mi esposa escribiendo en la mesa. No me importó, me viré y seguí durmiendo.

Por la mañana mi esposa me presentó sus condiciones para el divorcio. No quería nada de mí, pero necesitaba un mes de aviso antes del divorcio. En sus condiciones me pedía que por un mes tendríamos que vivir como hasta ahora, vivir normal. Su razón era simple, nuestro hijo tenía todo ese mes exámenes y no quería molestarlo con nuestro matrimonio quebrantado. Yo estuve de acuerdo, ella tenía otra petición. Que me acordara cuando yo la cargué a nuestro cuarto el día que nos casamos. Me pidió que por ese mes, todos los días la cargara del cuarto hasta la puerta de salida de la casa!

Pensé que se había vuelto loca, pero para llevar la fiesta en paz, y para que firmara el divorcio después del mes, acepté.

Le conté a Juana lo que mi esposa me había pedido. Ella se reía en voz alta, y decía que era absurdo la petición, que no importaba que truco usara, tendría que darle la cara al divorcio.

 

Mi esposa y yo no teníamos contacto físico desde que expresé mis intenciones de divorcio, así que cuando la cargué el primer día hasta la puerta de salida, los dos nos sentimos mal, incómodos. Nuestro hijo caminaba detrás aplaudiendo y diciendo: Papá está cargando a mi mami en sus brazos. Sus palabras me causaron mucho dolor. Caminé los 10 metros con mi esposa en mis brazos, ella cerró los ojos y me dijo en voz baja: No le digas a nuestro hijo del divorcio. Afirmé con la cabeza un poco disgustado, la bajé cuando llegué a la puerta, y se fue a esperar el transporte para ir al trabajo.

El segundo día, los dos estábamos más relajados. Ella se apoyó en mi pecho. Pude sentir su fragancia, me di cuenta que hacia tiempo que no la miraba detenidamente. Ya no era tan joven, tenía algunas arrugas, algunas canas. Era notable el daño de nuestro matrimonio! Por un momento pensé y me pregunté. ¿Qué fue lo que le hice?…

El cuarto día, la cargué, sentí que la intimidad estaba regresando entre ambos. Esta era la mujer que me dio 10 años de su vida. En el quinto y sexto día, seguía creciendo nuestra intimidad. No le dije nada al respecto a Juana, pero cada día era más fácil cargar a mi esposa. Pensé que me estaba acostumbrando a cargarla porque era menos notable cargar el peso de su cuerpo conforme pasaban los días.

 

Una mañana ella estaba viendo que ponerse, se había probado muchos vestidos pero no servían. Se quejó diciendo: ¡Mi ropa se ha puesto grande!!! Y fue ahí que me di cuenta que estaba muy delgada, y esa era la razón por la cual yo no sentía su peso al cargarla.

De pronto sentí que le había enterrado mucho dolor y amargura. Sin darme cuenta le toqué su cabello, en ese momento nuestro hijo entró a la recamará y dijo: “papá llegó el momento de que cargues a mamá hasta la puerta!!”.

Para mi hijo ver a su padre día tras día cargar a su mamá hasta la puerta, se había convertido en una parte esencial de su vida. Mi esposa lo abrazó, yo vire mi cara, sentí temor que cambiara mi forma de pensar sobre el divorcio.

Cargar a mi esposa en mis brazos hasta la puerta, se sentía igual que el primer día de nuestra boda. Ella acariciaba mi cuello suavemente y natural, yo la abrazaba fuerte, igual que nuestra noche de bodas. La abracé y no me moví, pero la sentí tan livianita y delgada que me dio tristeza.

El último día igual la abracé y no quería moverme, quería que el momento durara mucho más.

Manejé para la oficina, un impulso dentro de mí me hizo cambiar de dirección. Al llegar a mi nuevo destino salí del auto, subí las escaleras y al tocar la puerta Juana me abrió. La vi a los ojos y sin vacilar le dije: Lo siento, no quiero ni voy a divorciarme de mi esposa.

Juana me miró con asombro, quería explicaciones. Yo, amaba a mi esposa y ella a mí. Era que entramos en rutina y estaba aburrido, no valoré los detalles de nuestra vida, hasta que empecé a cargarla de nuevo, me di cuenta que debo y quiero cargarla por el resto de nuestras vidas.

 

Juana lloró, me dio una bofetada y cerró la puerta. Bajé las escaleras, subí al auto y llegué a la florería. Compré el arreglo más hermoso para mi esposa.

La joven en la florería me entregó una tarjeta, donde de puño y letra escribí: “Te cargaré todas las mañanas hasta que la muerte nos separe”.

Llegué a mi casa con flores en la mano y una sonrisa, corrí y subí para encontrarme con mi esposa, pero ella estaba muerta!!!!

Le habían detectado cáncer y yo estaba tan ocupado con Juana que no me di cuenta. Mi esposa sabía que se estaba muriendo, y por ese motivo pidió un mes de aviso antes del divorcio, para que nuestro hijo no le quedará un mal recuerdo de la vida matrimonial de sus padres. Para que no tuviera una reacción negativa. Por lo menos, le quedaría saber que su padre era un esposo que amaba a su esposa.

Estos pequeños detalles es lo que importa en una relación, no la casa, el carro, el dinero en el banco. Crean un ambiente que crees te llevará a la felicidad, pero en realidad, no es así!!!!

Trata de mantener tu matrimonio feliz, comparte esta historia y quizás estés salvando un matrimonio. Todas las historias de fracaso son iguales, se dan por vencidos cuando están a punto de entrar en éxito.

Y recuerda, “No sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos”.

La anciana de las semillas Reflexion

Una vez había….
Un hombre cogía cada día el autobús para ir al trabajo.
Una parada después, una anciana subía al autobús y se sentaba al lado de la ventana.
La anciana abría una bolsa y durante todo el trayecto, iba tirando algo por la ventana. Siempre hacia lo mismo y un día, intrigado, el hombre le preguntó que era lo que tiraba por la ventana.
– ¡Son semillas! – le dijo la anciana.
– ¿Semillas? ¿Semillas de qué?
– De flores, es que miro afuera y está todo vacío… Me gustaría poder viajar viendo flores durante todo el camino. ¿Verdad que sería bonito?.

– Pero las semillas caen encima del asfalto, las aplastan los coches, se las comen los pájaros… ¿Cree que sus semillas germinarán al lado del camino?

– Seguro que sí. Aunque algunas se pierdan, algunas acabarán en la cuneta y, con el tiempo, brotará.

– Pero… Tardarán en crecer, necesitan agua…

– Yo hago lo que puedo hacer. ¡Ya vendrán los días de lluvia!
La anciana siguió con su trabajo…

Y el hombre bajó del autobús para ir a trabajar, pensando que la anciana había perdido un poco la cabeza.

Unos meses después…
Yendo al trabajo, el hombre, al mirar por la ventana, vio todo el camino lleno de flores…

¡Todo lo que veía era un colorido y florido paisaje!
Se acordó de la anciana, pero hacía días que no la había visto.
Preguntó al conductor:
– ¿La anciana de las semillas?
– Pues, ya hace un mes que murió.

El hombre volvió a su asiento y siguió mirando el paisaje.
“Las flores han brotado, se dijo, pero ¿de que le ha servido su trabajo?. No ha podido ver su obra”.

De repente, oyó la risa de un niño pequeño. Una niña señalaba entusiasmada las flores…

¡Mira padre! ¡Mira cuantas flores!

¿Verdad que no hace falta explicar mucho el sentido de esta historia?

La anciana de nuestra historia había hecho su trabajo, y dejo su herencia a todos los que la pudieran recibir, a todos los que pudieran contemplarla y ser más felices.

Dicen que aquel hombre, desde aquel día hace el viaje de casa al trabajo con una bolsa de semillas que…

Está reflexión, está dedicada a todos aquellos maestros, educadores, profesionales de la enseñanza, que, hoy, más que nunca, no pueden ver como crecen las semillas plantadas, las esperanzas sembradas en el corazón, sobretodo, de los adolescentes que llenan sus clases.

Y como los padres son, o deberían ser, los grandes educadores, también está dedicada a ellos.

Porque… Educar es enseñar caminos.

Toallas desechables vs. secadores de aire: ¿qué forma de secarse las manos es la más saludable?

Una buena higiene de las manos es un elemento crucial en el control de la propagación de infecciones. Por eso hay constantes recomendaciones de cuánto, cuándo y cómo lavarse las manos.

Por ejemplo, se recomienda que lo hagamos cada vez que llegamos de la calle, después de que usamos el lavabo, antes de comer o de cocinar, previo a acercarse a un bebé o una persona vulnerable.

Menos atención, sin embargo, se le presta a la importancia de secarlas de modo óptimo.

Después de fregarse bien las manos con agua y jabón, nadie quiere volver a ensuciarlas con una toalla húmeda y olorosa que quién sabe cuánto tiempo lleva colgando en la percha.

Por eso muchos servicios públicos están provistos de toallas de papel desechables o secadores conpotentes chorros de aire que se promocionan como “mejores para el medio ambiente” y “más higiénicos”.

Pero según investigadores de Reino Unido, Francia e Italia, que realizaron pruebas en estos tres países, los secadores de aire a chorro son básicamente “cañones de bacterias”.

Los microbios de otros
Los científicos de la Universidad de Leeds, Reino Unido, el Hospital Saint-Antoine de París, Francia, y la Universidad de Udine, Italia encontraron que estos dispositivos lo que hacen es dispersar cantidades alarmantes de bacterias de las manos de otros sobre la superficie y en el aire del lugar.

El problema surge porque las personas, por lo general, no se lavan las manos correctamente y al secarlas con potentes chorros de aire esparcen las bacterias residuales por todas partes.

En una de las pruebas de, un voluntario se colocó en las manos un polvo que se hace visible en luz ultravioleta para ilustrar cómo se esparcen las bacterias con el chorro de aire del secador.
“En efecto, el secador de aire crea un aerosol que contamina el baño, incluyendo el secador mismo y, potencialmente, el lavabo, el piso y otras superficies, dependiendo del diseño del secador y dónde está ubicado”, explicó Mark Wilcox, profesor de microbiología de la Universidad de Leeds.

En estas condiciones, existe toda la probabilidad que uno esté entrando en un baño lleno de los microbios de otras personas.

El equipo del profesor Wilcox y sus colegas ya había estudiado la situación en pruebas de laboratorio. Pero, ahora, lo han llevado al mundo real, en particular para conocer cómo los diferentes métodos de secado pueden afectar la propagación bacteriana en los baños de hospitales.

Este es un problema muy puntual, ya que han brotado infecciones resistentes a antibióticos muy serias que han circulado el el ambiente clínico, algunas veces con resultados mortales.

100 veces más bacterias
La investigación se realizó en los hospitales de tres ciudades: Leeds, Paría y Udine, durante un período de 12 semanas.

En cada lugar se seleccionaron dos baños para uso de pacientes, personal hospitalario y visitantes. En cada uno se instalaron un secador y toallas de papel.

Se encontró tres veces más Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (SARM) en los baños que usaron secadores de aire que en los que tenían toallas de papel desechables.
Se tomaron muestras del aire y de las superficies todos los días, durante cuatro semanas. Después de una pausa de dos semanas, se hizo un cambio en los baños para que ofrecieran solamente una de las dos maneras para secarse las manos y volvieron a tomar muestras.

Los cultivos que recogieron de esas muestras revelaron una concentración de bacterias en el aire y en las superficies muchísima más alta en los baños donde solo había secadores de aire a chorro.

La diferencia más dramática se detectó entre la superficie del secador y la superficie del dispensador de toallas de papel. En Udine, el secador tenía 100 veces más bacterias, en París 33 veces y en Leeds 22.

La particularmente virulenta cepa bacteriana Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (SARM) fue tres veces más prevalente en los baños de los hospitales en Reino Unido durante los períodos que usaron el secador de aire.

Otras bacterias resistentes a la penicilina y otros antibióticos -y, por ende, difíciles de tratar- fueron encontradas con mayor frecuencia también.

El problema está en que muchos de nosotros no nos lavamos bien las manos y las bacterias residuales que nos quedan en las manos se esparcen al secarlas con un chorro de aire.
En vista de estos resultados, el equipo del doctor Wilcox afirmó en su informe publicado en el sitio especializado Journal of Hospital Infection que hay muy poca justificación para el uso de secadores de aire a chorro en sitios públicos y menos en ambientes clínicos dados los riegos.

En contraste, “las toallas de papel absorben el agua y microbios restantes en las manos y, si se desechan correctamente, hay menos potencial de contaminación”, añadieron.

“Las guías de control de infección existentes deben ser cambiadas y fortalecidas” en ese sentido, concluyeron.

En Reino Unido se prohíben estos secadores en los pabellones clínicos pero bajo el argumento de que hacen mucho ruido. En las áreas de recepción no están prohibidos. En Estados Unidos no hay restricción alguna.

Fuente: www.bbc.com

Por qué en Reino Unido usan grifos distintos para el agua fría y la caliente y otras curiosidades que intrigan a los visitantes extranjeros

Las casas británicas tienen algunas características que resultan bastante curiosas para los visitantes extranjeros.

¿Por qué hay un grifo para el agua fría y otro para la caliente? ¿Por qué para encender la luz del baño hay que tirar de una cuerda en vez de apretar un interruptor? ¿Y por qué en la entrada de cada casa hay un inmenso tacho de basura con ruedas?

Estas son algunas de las quejas/preguntas más frecuentes que se hacen quienes vienen a este país por primera vez.

La BBC le planteó estas preguntas a tres expertos.

1- Grifos separados
“Esta tradición se remonta a la época en que el agua caliente y la fría se mantenían separadas para evitar la contaminación por cruce”, explica Kevin Wellman, director ejecutivo del Instituto de Plomería e Ingeniería de la Calefacción.

“El agua fría venía de la cañería y se podía consumir. El agua caliente provenía de una cisterna de almacenamiento local, ubicada por lo general en el ático”.

El agua caliente siempre está del lado izquierdo.
“Esto generaba un desequilibrio en la presión, lo cual significaba que si se instalaban válvulas incorrectas en una de las corrientes de agua, una podía meterse dentro de la otra”.

Las leyes sobre el agua evitaban que ambas se mezclaran porque el agua que había estado estacionaria en el tanque dentro del ático no era apta para el consumo, señala Wellman.

Los códigos que datan hasta 1965 recomendaban que, siempre que fuese posible, los grifos para el agua caliente se colocasen en la izquierda.

“Una de las razones para mantener esta costumbre a lo largo de los años era que las personas con discapacidades visuales supiesen siempre de qué lado estaba el agua caliente y de qué lado la fría”, añade el experto.

“Cuando se pusieron de moda los grifos que mezclan el agua, todavía existía el requisito de que el agua no se mezclara hasta que saliera por el grifo”.

“Así que si miras atentamente, verás que el agua caliente sale del lado izquierdo y la fría del derecho”.

2 -El cordón para encender la luz en el baño
Abres la puerta y, al costado, un largo cordón cuelga del techo del baño… Si tiras de él, se encenderá la luz.

¿De dónde viene este extraño sistema para prender el bombillo?

La cuerda evita el riesgo de shock eléctrico.
Según explica John O’Neill, ingeniero técnico de ICEIC, un organismo de la industria eléctrica en Reino Unido, allí “se siguen los requerimientos estándar para las instalaciones eléctricas”

“Estos consideran que el baño es una zona de más riesgo porque uno puede sumergirse dentro del agua en la bañera”.

“Y la resistencia del cuerpo a la electricidad se reduce significativamente cuanto está sumergido total o parcialmente en el agua”.

“Juzgamos que es más probable que el contacto con partes eléctricas puede aumentar el efecto de un shock eléctrico, y, bajo ciertas circunstancias, los shocks pueden ser fatales”.

“No tiene que ver con tener las manos húmedas, porque se pueden tener interruptores en la cocina. Tiene que ver con lainmersión”, explica.

Los baños modernos ya no tienen cuerda, pero el interruptor de la luz está afuera.
“Uno no debería poder estar dentro de la bañera y tener cerca un interruptor”.

“Las cuerdas se permiten porque no te ponen en contacto con el interruptor”.

De acuerdo a O’Neill, el hecho de que se permitan los enchufes y los interruptores en otros países no está vinculado a la diferencia de voltaje, sino a la percepción del riesgo y a las diferentes regulaciones de cada país.

3- Basureros con ruedas en la puerta de la casa
“Tener basureros tiene que ver con la institucionalización de la recolección de los residuos, lo cual es probablemente la razón por la que se dejan afuera”, explica Elizabeth Shove, profesora de sociología de la Universidad de Lancaster.

La ley de Salud Pública de 1848 introdujo la primera recolección municipal de la basura producida en los hogares.

Los tachos son parte del paisaje en muchos sitios de Reino Unido.
En esa época la gente quemaba su propia basura y depositaba las cenizas en un lugar específico en el patio trasero de la casa para su recolección.

“Para 1900, esos huecos donde se colocaban las cenizas no daban a basto con la basura de los hogares”, según un estudio del que Shove es coautora.

Su ubicación en la parte trasera hacía que su recolección fuese compleja. Tampoco tenían capacidad para recibir un gran volumen de basura.

Los tachos de basura metálicos de los años 50 dieron paso los grandes cestos plásticos en los años 60, y estos se pusieron en el frente de la casa para poder ser vaciados con facilidad.

Puede que las casas en zonas densamente habitadas no tengan espacio atrás o al costado para albergar los tachos, por eso sus residentes no tienen otra opción que ponerlos delante.

Fuente: www.bbc.com