La batalla política venezolana se libra ahora entre bambalinas.
Mientras los negociadores del gobierno de Nicolás Maduro y la oposición de Juan Guaidó se reúnen en Barbados bajo la mediación de Noruega, que ha puesto su prestigiosa diplomacia al servicio de una solución al laberinto de Venezuela, muchos en el país se preguntan de qué están hablando y qué puede resultar de unas conversaciones de las que apenas hay información.
A falta de noticias, proliferan los rumores. La oposición exige la renuncia de Maduro y la convocatoria de elecciones presidenciales, y cada vez más voces señalan que el gobierno podría estar dispuesto a aceptarlas como parte de un acuerdo.
Parece la única manera de romper con una parálisis política que acompaña desde hace meses el continuo deterioro económico del país.
La de Phil Gunson, analista especializado en la América Andina del International Crisis Group, es una de ellas. Aunque cree que todavía son muchos los obstáculos en el camino y que, si quiere ganar una elección limpia, el chavismo debe encontrar una alternativa a su actual líder.
Línea.
¿Se pondrán de acuerdo el gobierno y la oposición?
Me sorprendería mucho que esta ronda termine con un acuerdo final. Lo que espero es que, al menos, el proceso no se rompa y se llegue a algunos acuerdos preliminares. Todo está envuelto en un gran misterio, como prefieren los noruegos, y no vamos a tener muchas informaciones fidedignas. Eso significa que va a haber mucha especulación y algunas informaciones, quizás tendenciosas, sobre lo que podría suceder y lo que está en la agenda.
Podemos celebrar el hecho de que hayan regresado a la mesa de negociaciones porque realmente este es un proceso muy vulnerable y es positivo que, por lo menos, se siga discutiendo, pero evidentemente son dos contrincantes a los que separa una gran distancia todavía.
Es posible que esta no sea la ronda de contactos definitiva, ¿cree que de veras habrá una solución negociada a la crisis política en Venezuela?
Las alternativas a un acuerdo son mucho peores. Es casi inevitable que en algún momento esto lleve a una negociación y a un acuerdo. Ambas partes van a tener que aceptar hacer concesiones, quizás mucho más allá de lo que aceptan ahora. Por supuesto, el gobierno tiene que aceptar la posibilidad de perder el poder, y hasta ahora no hemos oído ninguna declaración que lleve a pensar que eso pase por su cabeza.
Hasta ahora ha dado la impresión de que negocia para mantenerse en el poder, no negocia su salida, y en el otro extremo, la oposición solo está dispuesta a hablar de su salida del poder. Es más, dice que es el primer paso de la negociación. Ahí la oposición va a tener que ceder, porque, a menos que tengas, metafóricamente hablando, la pistola en la sien de tu adversario, no puedes llegar a una negociación diciendo que lo primero que tiene que hacer la otra parte es irse.
Pero, si el Gobierno no está dispuesto a ceder el poder y la oposición no contempla ninguna alternativa a eso, ¿no es ingenuo contarle a los venezolanos que la negociación puede dar resultados?
Una vez que el Gobierno acepte la necesidad de que haya una nueva elección bajo supervisión internacional y la oposición acepte que para llegar a esa elección no pueden exigir la salida inmediata de Maduro, los demás detalles se pueden resolver relativamente rápido. Hasta que unos y otros no acepten que deben hacer concesiones dolorosas, no se puede avanzar. Una vez lo hagan, podría ser extremadamente rápido.
¿Sin Maduro ni Guaidó?
En estos momentos pareciera que el principal obstáculo es la suerte de Nicolás Maduro. ¿Cuál podría ser un buen acuerdo que desencallara esta situación?
Si uno ve la cosa en frío, podría llegar a la conclusión de que podría haber renuncias recíprocas. Si tenemos dos hombres que dicen ser el presidente, lo lógico en el proceso de negociación, donde ambos tienen fuerzas y debilidades, es que ambos se aparten temporalmente para dar lugar a un tercero para permitir un gobierno interino que prepare el camino a una elección sin que lo maneje ninguno de los dos. Claro, ahí nos encontramos con el problema de quién lo haría entonces, pero hay fórmulas que se pueden aplicar.
¿Qué fórmulas?
Una sería que acordaran una figura, si no neutral. sí aceptable para los dos lados. Quizá una figura más tecnocrática. Quizá algún tipo de poder compartido podría ser la solución.
Tanto el gobierno como la oposición han insistido mucho en la necesidad de respetar los términos de la Constitución del 99. Hoy eso dificulta evidentemente la cosa. Podría haber un acuerdo sobre el nombramiento de un vicepresidente luego de la renuncia de Maduro en el entendido de que pueda ser candidato, o podría ser de otra forma… Hay diferentes maneras de encararlo dependiendo de si pretenden seguir la Constitución.
¿Le parece Maduro el tipo de dirigente que estaría dispuesto a renunciar a la presidencia antes de las elecciones?
No lo sé. Lo que creo es que el gobierno está contemplando la posibilidad de unas elecciones y pareciera absurdo que piense en ganarlas en las actuales circunstancias. Si se mira la diferencia de popularidad entre Maduro y Guaidó, parece una ilusión que el gobierno piense que podría ganar una elección.
Pero ya nos han sorprendido antes. Mucho dependerá de la disposición de los electores de la oposición a salir a votar y el Gobierno nos ha demostrado en múltiples ocasiones que tiene formas de convencer a los votantes de la oposición de que no vale la pena.
¿Está sugiriendo que si el gobierno quiere ganar esas elecciones, Maduro no puede ser el candidato?
Sí. Lo mejor pareciera ser otro candidato. En este contexto siempre se menciona a Héctor Rodríguez, que forma parte de la delegación negociadora del gobierno. Él sería un candidato joven, más potable incluso para algunos dentro de la oposición, un tipo que podría hacer una buena campaña y presentar una cara renovada del chavismo. Ciertamente, parecería suicida para el chavismo volver una contienda electoral en condiciones libres y justas con Maduro como candidato, porque su popularidad, incluso entre las filas chavistas, es muy baja.
Hay un montón de asuntos pendientes. ¿Cuáles serían los obstáculos para un acuerdo global, aparte de la presidencia?
Uno es la presencia en cada uno de los bandos en conflicto de factores que no están representados en las negociaciones y que quieren sabotearlas. Hay gente del lado de la oposición que llama a diario a terminar con lo que llaman la farsa de las conversaciones y piden una intervención militar. Aparte están sus ataques frontales a Juan Guaidó.
Si se acerca el momento de un acuerdo se quitarán los guantes y darán una pelea muy fuerte.
Por el lado del gobierno hay gente que no ve ninguna posibilidad de una transición en la que pudiera conservar sus privilegios. Perciben que ellos serían sacrificables para el gobierno. Y estos tienen todavía más posibilidad de sabotear, porque tienen una fuerte presencia entre las fuerzas represivas.
También hay que pensar en el hecho de que uno de los elementos importantes para el gobierno es el levantamiento, al menos parcial, de las sanciones, pero quien puede hacer eso no está sentado en la mesa en Barbados. La oposición pudiera comprometerse a pedirlo, pero es el gobierno de Trump quien tendrá que decidir eso. Esa es una debilidad del proceso; sobre todo porque Estados Unidos ha dado indicios claros de estar a favor de ese proceso. Más bien está dividido. Hay algunos algunas figuras importantes del gobierno Trump que, claramente, no creen en las negociaciones.
Los mediadores noruegos han impuesto que todo transcurra en medio de un gran sigilo. ¿No tiene derecho el público venezolano a saber de qué se está hablando en algo tan importante para el país?
Es la metodología de los noruegos de toda la vida. Llevan décadas en esto y es lo que siempre tratan de hacer. Claro, nunca habían trabajado en un país como Venezuela, donde todo al final se acaba sabiendo. Aquí no hay secretos y hay muchas facciones internas en cada lado dispuestas a revelar lo que está pasando para sus propios fines. Hubiera sido mejor que no se filtrara la existencia de las conversaciones en mayo…
Malos precedentes
Una de las críticas que recibió el anterior proceso en República Dominicana, incluso desde la oposición, es la de que se hizo en la oscuridad y la gente no supo qué se estaba negociando ¿No se está repitiendo ahora aquel error?
Sería muy largo discutir por qué no resultó aquello. La ventaja que tiene este proceso con los noruegos es la gran capacidad que tienen como mediadores, no solo por su capacidad y su experiencia, sino también porque pueden operar de forma ágil, ya que es un solo gobierno, un solo equipo que no tiene que consultar a mucha gente.
Y porque su interés es que esto tenga éxito. Se ha dicho que a Noruega le interesa el petróleo. Para ellos no se trata de una cuestión de ganancias económicas. No están bajo la misma sospecha que otros como (José Luis Rodríguez) Zapatero (expresidente español), que estuvo tan presente en la República Dominicana. Aquí tenemos un equipo cuyos objetivos tienen que ver con un elemento central de la política exterior de Noruega, que es la promoción de la paz y la participación en procesos de mediación, que es parte de su “soft power”. Siendo un país extremadamente rico, Noruega se promociona en el mundo a través de eso.
Aunque sea Noruega quien actúe como mediador, en Venezuela chocan los intereses de Estados Unidos, Rusia y China, las principales potencias mundiales. Lo hemos visto sobre todo este último año. ¿Podrán ellas también ponerse de acuerdo?
Parece difícil; sin embargo, en los últimos seis meses hemos visto un importante proceso de convergencia. Vemos hoy cómo incluso las posiciones de Estados Unidos y Rusia se parecen más que hace seis meses. Hemos visto el acercamiento entre el Grupo de Lima (países de Sudamérica) y el Grupo de Contacto (Internacional, promovido por la Unión Europea), y en privado muchos funcionarios norteamericanos conceden que su optimismo inicial, cuando pensaban que esto se podía resolver en 48 horas, era una equivocación y que hace falta un plan. Y a pesar de que al principio hablaban muy mal del Grupo de Contacto, vemos que hay menos reticencias de Estados Unidos a un acercamiento entre las partes.
Ya no hay tantos pronunciamientos ni tan contundentes desde EE.UU. sobre Venezuela como los había a principios de año. ¿Ha favorecido la política de Donald Trump la solución al conflicto político de Venezuela?
Su apuesta de enero era muy osada. En las primeras semanas hizo que el nuevo liderazgo de la oposición tuviera muchísimas ganancias. Lograron demostrar que era posible volver a la calle y restablecer el poder de convocatoria. La figura de Guaidó claramente caló entre la gente.
Pero eso fue pasajero. Sobre todo a partir del 30 de abril, en las últimas protestas hubo menos gente.
Es cierto, pero ese poder sigue ahí latente. Decidieron apostar todas esas ganancias por una sola opción, la de maximizar la presión y tratar de forzar la salida de Maduro a corto plazo. Desde el principio pensé que era difícil que eso prosperara como política. Trump y sus aliados en la oposición lograron ejercer una gran presión sobre Maduro. El punto es qué hacer ahora con esa presión, y en ese sentido ha habido muchas equivocaciones. Como en muchas ocasiones anteriores. EE.UU sobreestimó las fuerzas de la oposición y su capacidad de dividir a la fuerza armada y convencer a los militares de que abandonaran a Maduro.
Eso fue claramente una equivocación y en este momento es muy importante que Estados Unidos le diga claramente a la oposición que eso de que todas las opciones están sobre la mesa no quiere decir que esto se vaya a resolver por la vía militar.
Se habla mucho de que Venezuela necesita una “transición”. Pero ese término implica que Venezuela no es una democracia. ¿Acaso no lo es?
La Constitución es democrática. Venezuela ha evolucionado en los últimos 20 años de ser una democracia con problemas a ser lo que los politólogos llaman un régimen autoritario competitivo con elecciones relativamente libres y, finalmente, a ser un régimen autoritario no competitivo que no se atreve a ir a ningún proceso electoral que no sea controlado.
La palabra dictadura se usa para referirse peyorativamente a los gobiernos que a uno no le gustan. Es importante que seamos precisos con el lenguaje para poder saber por dónde hay una salida. Este es un gobierno que en este momento ha cerrado las vías electorales para la solución del conflicto. A eso se debe, en buena medida, la gravedad de la crisis que enfrenta. Aparte de resolver la crisis en todas sus dimensiones económicas y sociales, lo fundamental es una solución política y para eso no hay otra vía que no sea una elección libre.
¿Hay algún país o experiencia que pudiera servirle de modelo a la Venezuela actual?
Todos los casos son diferentes y además vivimos en una época en que quizás la resolución de este tipo de conflicto se ha puesto más difícil que en el pasado. Estoy pensando en la gran dificultad que existe hoy en día para que un gobernante acusado de diferentes crímenes pueda simplemente marcharse al exilio y vivir cómodamente sin temor a ser perseguido por el resto de su vida. Hoy es mucho más difícil por los avances que ha habido en el derecho internacional y eso complica el asunto.
No hay ningún caso que se asemeje precisamente a este, pero sí hay lecciones que se pueden derivar para no caer en la trampa de proceder con base en puras consignas políticas. Hay gente que dice que con criminales no se puede negociar. La historia nos demuestra que las negociaciones se hacen con el contrincante que tienes enfrente. Si tú quieres negociar con las hermanitas de la Caridad, entonces mejor que no seas político, porque la política se trata precisamente de tratar las circunstancias que uno encuentra.
¿Está diciendo que Nicolás Maduro es un criminal?
Estoy diciendo que hay gente en el gobierno que está acusada tanto de actos de delincuencia común como de violaciones de los derechos humanos. Hasta que lleguen a un tribunal competente son solo eso, acusaciones. Pero esa gente puede tener temores fundados a que, al dejar el poder, serán perseguidos por la justicia nacional e internacional. Y eso complica el proceso negociador.
¿Qué va a ser de Venezuela si el diálogo finalmente fracasa?
La crisis humanitaria, económica y social va a seguir profundizándose, con el riesgo de que esto termine en un conflicto de baja intensidad a muy largo plazo o, quién sabe, hasta en una intervención militar. No se puede olvidar que el flujo migratorio sigue y es insostenible para los países vecinos.
Es particularmente peligrosa la situación en Colombia, porque, aunque quisiera imponer restricciones, no puede evitar la llegada de venezolanos. Como no puede cerrar la frontera, en la medida en que los otros vecinos apliquen cada vez más restricciones, los que terminan recibiendo el grueso son los colombianos. Y es obvio que, ni política ni económicamente, su país está en disposición de aguantar indefinidamente eso.
Fuente: www.bbc.com