Hace un año, el 18 de abril de 2018, un pequeño grupo de nicaragüenses salió a la calle para protestar contra una propuesta de reforma del sistema de pensiones del país centroamericano.
Pronto, la protesta se amplió hasta convertirse en una verdadera revuelta contra el gobierno del presidente Daniel Ortega, quien respondió de forma letal: más de 300 personas murieron y miles resultaron heridas en la violenta represión de las manifestaciones antigubernamentales.
Desde entonces, decenas de miles de nicaragüenses han escapado a la vecina Costa Rica: al menos 55.000, según las últimas cifras de la oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), aunque hay quienes estiman su número entre 70.000 y 80.000
Pero como reporta para la BBC Lisa Louis desde la capital costarricense, San José, no todos han recibido la bienvenida que esperaban.
La espiral de violencia en Nicaragua
16 de abril de 2018: El gobierno del presidente Daniel Ortega anuncia planes para reformar el sistema de pensiones del país. Bajo la propuesta, las pensiones se reducirán en un 5%
18 de abril: Se producen algunas protestas contra la reforma, que crecen significativamente cuando un grupo de simpatizantes del gobierno ataca violentamente a una pequeña manifestación en Managua.
22 de abril: Ortega suspende la reforma después de que varios días de choques entre manifestantes y fuerzas de seguridad producen varios muertos. Se denuncian disparos con armas de fuego en contra de los manifestantes.
8 de julio: El día más letal desde el inicio de las protestas, con reportes de 38 personas fallecidas en tres lugares de Nicaragua.
24 de julio: El presidente Ortega desestima una posible renuncia o las elecciones adelantadas que demandan los manifestantes, y acusa a grupos de criminales armados financiados por la oposición de ser los responsables de centenares de muertos en tres meses de protestas.
29 de agosto: La oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los derechos Humanos publica un demoledor reporte en el que acusa al gobierno de Nicaragua de graves violaciones de los derechos humanos.
21 de marzo de 2019: El gobierno de Nicaragua se compromete a liberar a todos los opositores encarcelados como muestra de compromiso con un nuevo proceso de diálogo.
17 de abril: Con el diálogo interrumpido, el gobierno prohíbe la celebración de una marcha para conmemorar el primer aniversario de las protestas. decenas de manifestantes son arrestados y liberados algunas horas más tarde.
Henry Obregón, estudiante de ingeniería, se unió a las demonstraciones antigubernamentales en su nativa Nicaragua apenas empezaron
“Pedíamos mayor justicia sociales”, recuerda. “Pero la respuesta del gobierno fue arrestarnos, torturarnos o matarnos”.
Después de dos meses de protestas en los que el estudiante de 21 años vio a muchos de sus compañeros de protesta morir o desaparecer, Obregón decidió escapar a Costa Rica.
Ahora comparte una casa en San José con otros 10 nicaragüenses, parte del número creciente de aquellos que han buscado refugio al sur de la frontera.
“¡Fuera nicas!”
El rápido crecimiento de los solicitantes de asilo se ha hecho sentir en Costa Rica y muchos han salido a protestar a las calles contra ellos.
En agosto del año pasado, unas 500 personas marcharon hasta el Parque de la Merced, un lugar tradicional de encuentro de los nicaragüenses en San José, para hacer sentir su descontento.
2018: 23.138solicitudes
2017: 67solicitudes
Fuente: Dirección General de Migración y Extranjería de Costa Rica
Ondeando banderas costarricenses, gritaron “¡Fuera nicas!” y amenazaron físicamente a algunos de los refugiados.
Fue la primera manifestación antiinmigrantes de la historia reciente de Costa Rica e hizo añicos la reputación de país de acogida de la nación de cinco millones de habitantes.
Ángela Chamorro, quien había llegado a Costa rica en junio, no podía salir de su asombro.
“No entiendo por qué nos odian”, dice sentada en la cubeta que le sirve de silla en la pequeña vivienda que ahora es su casa.
“Asustada por mis hijos”
Chamorro se instaló con sus tres hijos en La Carpio, un barrio pobre cerca de un inmenso vertedero en las afueras de San José.
Ahí, la familia comparte con un amigo los dos pequeños cuartos de una chabola.
A pesar de las carencias, dice que el lugar se sentía como un refugio luego del tiroteo que presenció en el mercado de su ciudad natal, Granada.
“Desconocidos armados disparándoles a los vendedores”, recuerda.
“A uno le dieron en el talón, a otro en la cabeza y sangraba mucho. estaba asustada por mis hijos, por lo que les podía pasar”, dijo acerca de las razones que la hicieron abandonar Nicaragua, donde a ella ya la habían asaltado varias veces a punta de pistola.
“Puede que algunos de los nicaragüenses acá sean violentos”, dice del número de asesinatos recientes supuestamente cometidos por nicaragüenses.
“Pero la gran mayoría de nosotros solo estamos buscando refugio“, dice.
Animosidad creciente
Una de los costarricenses enojados por el influjo de nicaragüenses es Miria Gómez.
Envuelta en una bandera de Costa Rica, la mujer de 60 años grita ante un micrófono en una marcha antiinmigrantes en el Parque de la Merced.
“Estamos defendiendo nuestra patria”, dice, entre los gritos y aplausos de dos decenas de curiosos.
Dice que los nicaragüenses solo llegan a Costa Rica “a cometer crímenes” y resiente el tratamiento preferencial que, asegura, reciben.
“A los refugiados nicaragüenses les dan agua y electricidad gratis. Pero los costarricenses también sufren y no tienen el mismo apoyo”, dice en referencia al mal momento económico del país, que ha visto a las cifras de desempleo llegar a su nivel más alto en una década.
El gobierno niega que los refugiados reciban subsidios estatales más allá de la oferta de refugio cuando no tienen donde vivir.
Carlos Sandoval, un investigador de temas de inmigración de la Universidad de Costa Rica, no tiene dudas de que el sentir en Costa Rica ha cambiado.
“La marcha xenófoba marcó un antes y un después. Nuestra imagen de nación liberal cambió completamente“, dice de la primera marcha antiinmigrante, celebrada en agosto.
A Sandoval le gustaría que el sentimiento de solidaridad prevaleciera en Costa Rica. Y ha ayudado a organizar contramanifestaciones para dar la bienvenida a los nicaragüense.
Mientras que el gobierno de Costa Rica está trabajando en nuevas leyes para combatir los discursos de odio y proteger a los refugiados.
Los nicaragüenses, por su parte, todavía se reúnen en el Parque de la Merced, aunque eso signifique escuchar a los discursos rabiosos de Miria Gómez.
Aunque Chamorro ahora prefiere quedarse en La Carpio. Dice que ya no siente que el parque sea un lugar seguro para sus hijos.
A pesar del creciente sentimiento antinicaragüense, sin embargo, tanto ella como Henry Obregón piensan permanecer en Costa Rica por el momento.
Eventualmente, les gustaría regresar a su patria. Pero dicen que, para eso, primero tendrían que sentir que si vuelven estarían seguros.
Fuente: www.bbc.com