Este viernes se anuncia en Estocolmo quién es el ganador del Premio Nobel de la Paz. De las seis categorías, este galardón es, junto con el Premio Nobel de Literatura, el que más atención concita en los medios y en el público.
Más atención y también más controversia.
La polémica se debe en parte a la dimensión política del premio y a que de él depende que muchas luchas y problemas adquieran una visibilidad y legitimidad que de otro modo pasarían desapercibidos para el público.
En el pasado más reciente, uno de los que más controversia ha causado ha sido el de 2009, cuando la academia le confirió el honor al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, cuando todavía no había cumplido un año de su mandato.
El ganador de 2012 tampoco estuvo exento de críticas: muchos vieron con sorpresa que en medio de la crisis que atravesaban -y siguen atravesando- los países europeos, los recortes y los polémicos rescates a las entidades financieras, el Nobel haya ido a parar a manos de la Unión Europea.
Pero también fue polémica la premiación de 1994, en la que compartieron el galardón el expresidente de Israel Shimon Perez y el fallecido líder de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat, o la de Frederik Willem de Klerk, en 1993, último presidente de Sudáfrica durante el apartheid.
Nada parece indicar que este año sea diferente.
El Parlamento noruego designa un Comité especial que se encarga de seleccionar a la persona u organización merecedora del premio.