La fiebre del “small ball”: por qué ser muy alto dejó de ser una ventaja decisiva en el baloncesto

La fiebre del “small ball”: por qué ser muy alto dejó de ser una ventaja decisiva en el baloncesto

Al congolés Dikembe Mutombo, el entrenador de la Universidad de Georgetown, en Estados Unidos, le convenció para que se sumara a su equipo cuando tenía 21 años y apenas había botado una pelota en su vida, pero medía 2,18 m.

Mutombo dejó su plan de estudiar Medicina y acabó convirtiéndose en uno de los jugadores más importantes de la NBA, la liga estadounidense de baloncesto profesional.

Pero las cosas han cambiado mucho desde entonces e historias como la suya serían hoy mucho más difíciles.

“La altura ya no importa tanto como solía hacerlo”, escribe Zach Lowe, comentarista de la cadena estadounidense ESPN.

“Ahora puedes sustituir un gigantón por un tipo bajito que sabe driblar, pasar el balón y tirar de tres puntos”.

Lowe recuerda el susto que se llevó Bob Myers, el manager general de los Golden State Warriors, cuando en uno de los partidos del último playoff final frente a los Cleveland Cavaliers, el entrenador de su equipo, Steve Kerr, puso en pista un quinteto inicial en el que no había ningún pívot, como se denomina a los jugadores más altos y habitualmente más lentos que actúan cerca de la canasta.

“Siempre me habían enseñado que en baloncesto el tamaño gana”, comentó después Myers.

Respiró tranquilo cuando sus Warriors derrotaron a los Cavs de LeBron James y se alzaron con el anillo que se entrega a los campeones de la NBA.

Steve Kerr, entrenador de los Warriors, preocupó a los directivos de su franquicia cuando alineó un quinteto de baja estatura en la final ante los Cavs.
Desde hace varias temporadas, el equipo de la ciudad californiana de Oakland es el cuadro a batir gracias a su juego basado en la velocidad y el tiro exterior, que relega a los jugadores altos a un papel secundario.

Lo llaman “small ball”.

El portal especializado Sportingcharts lo define como “un estilo de juego que sacrifica la altura, la fuerza física y el juego en beneficio de un quinteto de jugadores más pequeños”.

Faustino Sáez, periodista especializado en baloncesto del diario “El País” de España, explica que “ahora se trata de acumular jugadores bajitos y rápidos”.

“El objetivo es dinamizar el baloncesto”.

En el nuevo modelo, cada vez se lanza más desde fuera de la línea de tres puntos y los ataques son más cortos, lo que ha hecho aumentar la anotación y reducido el protagonismo de los jugadores más pesados.

Después de que aferrados a esta filosofía de juego, los Warriors hayan disputado las tres últimas finales y ganado dos de ellas, sus rivales han intentado imitar el estilo del equipo que lidera el portentoso tirador Stephen Curry, de 1,91 m.

Kareem Abdul-Jabbar marcó una época en los Lakers en la década de 1980, pero los jugadores altos como él tienen cada vez menos presencia en la NBA.
Jugadores interiores dominantes en el pasado, como Kareem Abdul-Jabbar (2,18 m), campeón con Los Angeles Lakers; Shaquille O´Neal (2,16 m), que lo fue además de con Lakers con el Miami Heat; o Hakeem Olajuwon (2,13 m), ganador del anillo con los Houston Rockets, se encontrarían en la actualidad un ecosistema mucho más hostil.

Los entrenadores ahora exigen de sus hombres altos que, en lugar de establecerse como referencia cerca de la canasta rival en posesiones que agotan los 24 segundos de límite para lanzar, corran de un lado a otro de la pista a la velocidad de vértigo a la que lo hacen “locos bajitos” como Curry.

Se les pide además que puedan lanzar desde lejos.

“Los tiradores de tres puntos arrastran a los defensores lejos del aro, dejando espacio abierto para las bandejas”, explica Lowe.

Por eso, obligados a una dura adaptación como los dinosaurios del final del cretácico, los grandullones se están extinguiendo en el básquet actual.

Un reciente estudio del Centro de Análisis Deportivo de la Universidad de Harvard sobre la anatomía de los jugadores de la NBA concluyó que el peso medio de los jugadores se redujo cerca de un kilo y medio entre 2013 y 2017.

El juego de los actuales campeones de la NBA, los Golden State Warriors, prima la velocidad sobre la altura y es ahora la tendencia a seguir.
“Es muy difícil encontrar jugadores de talla que sean determinantes y lo suficientemente móviles para adaptarse a un juego que cada vez es más dinámico. Ante esa dificultad, se ha optado por hacer de la necesidad virtud y construir el juego desde la base de los pequeños”, señala Sáez.

Los hombres altos que predominan ahora ya no son tipos corpulentos que hacían valer sus kilos como O´Neal, sino tipos rápidos y versátiles como Kevin Durant, de los Warriors, quien mide 2,06 pero pesa 109 kilos; el griego Giannis Antetokounmpo (2,11 m), de los Milwaukee Bucks; o el camerunés Joel Embiid (2,13 m), de los Philadelphia 76ers.

La preferencia por el juego exterior ha llegado a tal punto que los 76ers precisamente, uno de los equipos más pujantes del momento, empezaron recientemente a entrenar con una línea de 4 puntos dibujada en el parqué.

Así practican los movimientos que inician cada vez más lejos del aro y que les han convertido según la mayoría de comentaristas en una de las franquicias del futuro.

Antecedentes
En realidad, el “small ball” que con tanto éxito ha implantado Steve Kerr en los Warriors tuvo precursores anteriores.

Los Boston Celtics entrenados por el primero técnico y más tarde directivo Red Auerbach lograron 11 de sus 17 campeonatos entre 1957 y 1969 gracias a la táctica conocida como “run and gun” (corre y dispara, en español), consistente en completar ataques rápidos sin dar tiempo al equipo rival a posicionar su defensa.

Más tarde, entrenadores como Don Nelson o Mike D`Antoni, devolvieron vigencia a la apuesta por las transiciones ofensivas rápidas y los jugadores livianos.

Erik Spoelstra perfeccionó la táctica al implantar su fórmula “pace and space” (ritmo y espacio), que consistía en alejar a los jugadores de la canasta para dar espacio a las penetraciones y lanzamientos de talentos como LeBron James y Dwyane Wade.

Con Spoelstra al mando, el Heat de Miami logró dos campeonatos en 2012 y 2013.

Hassan Whiteside, pívot de Miami Heat, se ha quejado de que su entrenador no le da minutos en pista.
Hoy, Hassan Whiteside, hasta hace poco titular indiscutible en Miami, protesta porque apenas cuenta con minutos en la cancha.

Whiteside es un jugador interior de los de la vieja escuela, contundente bajo los tableros, pero sin tanta movilidad y efectividad en el tiro de media distancia.

Pese a que las estadísticas demuestran que en los partidos de la NBA ahora hay más canastas y ritmo que en la era en la que la rivalidad de pívots legendarios como Wilt Chamberlain y Bill Russell marcaba la competición, no a todos los aficionados les gusta la tendencia actual.

El gigante lituano Arvydas Sabonis fue uno de los más grandes jugadores del baloncesto europeo.
Sáez recuerda cuando, poco después de proclamarse campeón de Europa con el Real Madrid en 1995, al laureado entrenador serbio Zeljko Obradovic le reprocharon que su equipo había practicado un baloncesto-control poco atractivo para el público.

Obradovic respondió recordando que su mejor hombre era un jugador interior que necesitaba tiempo para llegar a las posiciones de ataque.

Ese hombre se llamaba Arvydas Sabonis, un gigantón lituano de 221 centímetros que, pese a que jugó años lastrado por las lesiones, es considerado uno de los mejores jugadores de la historia del baloncesto europeo.

Según Sáez, “hoy Sabonis no podría jugar al baloncesto”.

Radio Roja

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