El pueblo de Ubrique, en el sur de España, es hermoso pero remoto.
No tiene aeropuerto ni estación de tren e incluso el tráfico de autobuses es irregular.
Se encuentra en medio de un valle rodeado por montañas altas, así que la forma más fácil de llegar ahí es en automóvil.
Pero hasta la carretera presenta inconvenientes, con caminos serpenteantes y empinados.
La ciudad más cercana es Sevilla, a 75 kilómetros. Lejos de grandes capitales de la moda como París, Nueva York, Milán o Londres.
El municipio forma parte de la Ruta de los pueblos blancos, un itinerario turístico por varios municipios de Andalucía donde todas las casas son de este color.
Los trabajadores de las fábricas tienen prohibido hablar sobre los productos.
Pero, además del turismo, hay otra actividad muy importante en el pueblo: el trabajo artesanal en cuero.
Ubrique es el proveedor de artículos de marroquinería de las grandes marcas de moda.
Secretismo
Se sabe que Louis Vuitton, Gucci, Hermes, Chanel, Chloe, Loewe y Carolina Herrera han empleado artesanos de la zona para elaborar bolsos de mano, billeteras y correas.
Sin embargo, casi ninguna de estas casas de diseño están dispuestas a admitirlo.
Tanto secretismo se debe al miedo de que alguien aproveche y haga falsificaciones, un problema que provoca grandes pérdidas a las marcas.
Juan Antonio Sánchez, el director del fabricante de artículos de marroquinería Ranchel, asegura que estas grandes empresas suelen tener exigencias muy estrictas.
“Tenemos que firmar un contrato de confidencialidad, tanto la fábrica como el director y todos los trabajadores”, comenta.
La dedicación de Ubrique al cuero data de hace siglos.
“Cada uno tiene un contrato individual y no pueden tomar fotos ni sacar los diseños o cualquier cosa relacionada con los productos fuera de la nave”, explica.
El negocio de Sánchez, que heredó de su padre, lleva más de cuatro décadas en esta industria.
Pero la dedicación de Ubrique al cuero es mucho más antigua.
Comenzó hace más de 200 años y, al principio, se limitaba al curtido de cuero.
El mayor productor de España
Con el tiempo esto evolucionó hasta la fina marroquinería a la que el municipio debe hoy su fama.
En la actualidad, el cuero se trae de otras localidades ya curtido y los habitantes se dedican a tareas más especializadas.
Más de la mitad de los residentes trabajan en el comercio del cuero, produciendo la mayoría de bienes que se venden en España pero también ejerciendo de proveedores para marcas de moda extranjeras.
Las técnicas que se requieren para elaborar productos de tan buena calidad han pasado de generación en generación.
Muchas de las fábricas se niegan a implantar líneas de producción para acelerar la fabricación de productos.
Sánchez dice que la mayoría de sus vecinos aprendieron estas habilidades durante su juventud viendo a sus padres trabajar.
“Esa técnica sólo se puede transmitir de padre a hijo, ya que es muy especializada. Es como si lo tuvieran en la sangre”, afirma.
Son estas habilidades, perfeccionadas durante generaciones, las que han atraído a las grandes marcas, que descubrieron las destrezas de los pobladores de Ubrique, en muchos casos, gracias al boca a boca.
José Urrutia, fundador de la marca de zapatos y accesorios de alta gama La Portegna, asegura que fue un conocido el que le contó sobre el talento escondido en Ubrique.
“Les pedí algunas muestras y me quedé asombrado de la calidad de lo que fabrican”, cuenta.
Bolsos siendo preparados
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José Urrutia lamenta que este tipo de artesanía esté desapareciendo.
Para Urrutia, la historia del pueblo y la forma en la que comercializan sus productos han sido heredadas de sus ancestros y también forman parte de la atracción porque le ayuda a darle un toque histórico a su marca.
Asegura que la idea de crear la empresa se la dio su madre, una aficionada al viaje que se hizo amiga del escritor Ernest Hemingway durante sus viajes exóticos alrededor del mundo.
Buscando entre sus fotos, Urrutia siente nostalgia de tiempos pasados en los que cada cosa era especial y se cuidaba como un tesoro.
Una industria que desaparece
Por eso quiso intentar recrear esta sensación con sus productos.
“En Ubrique, la gente es muy buena ayudándote porque tiene muchísima experiencia. Llevan siglos en este negocio”, afirma.
Para él, esta clase de artesanía lenta pero precisa está muriendo y cada vez se hace más difícil de encontrar en otras partes.
“Todo el concepto de artesanía está muriendo. Lo bello de este lugar es que no se trata de una calle o de un par de casas. Es todo el pueblo”, se admira Urrutia.
En el pueblo, muchos creen que la etiqueta de sus productos debería decir “Hecho en Ubrique”.
Si bien admite que podría reducir costos y aumentar el volumen de producción en otros lugares, insiste en que eso no es lo importante.
“Siempre ha habido una noción de las economías de escala, pero eso no funciona aquí. Un buen bolso necesita una cierta cantidad de horas. No es posible hacer trampa”.
Algunas de las fábricas locales han comenzado a usar líneas de ensamblaje para acelerar el proceso, pero otras muchas se han rehusado a hacer lo mismo.
“Hecho en Ubrique”
Jorge Oliva Pérez, director de la marca local de cuero El Potro, afirma que cada bolso está hecho al 100% por un solo trabajador, a excepción del corte y el diseño.
“Es muy importante aferrarse a estas habilidades”, asegura Oliva.
Como muchos de los que trabajan aquí, a él le gustaría que estas destrezas se reconocieran con una etiqueta “Hecha en Ubrique”.
“Creo que es muy importante para nuestro futuro”, alega.
Los artesanos del pueblo compiten con productores que venden artículos mucho más baratos.
Esto también podría resultar útil ante la amenaza de los rivales de menor costo que se están mudando a su territorio.
Aunque no es la primera vez que se enfrentan a algo así.
Hace una década, durante el auge de la crisis financiera, los productores locales sufrieron una caída de pedidos drástica.
Muchas de las grandes marcas habían decidido cambiar de proveedor para recortar costos. La mayoría optó por China u otros países asiáticos.
Marcas más económicas siguieron trabajando con los artesanos de Ubrique, pero la carga de trabajo bajó tanto que mucha gente perdió su empleo y tuvo que buscar fortuna en otras industrias.
Sin embargo, el consejero de Cultura de Ubrique, José Manuel Fernández Rivera, asegura que muchos de los trabajadores “continuaron trabajando porque sabían que su calidad era superior y que los clientes volverían”.
Tenían razón. Un año después, la mayoría de marcas volvieron.
Elaborar un producto a mano significa que cada uno será ligeramente diferente.
“Los chinos aprendieron muy rápido. Pero sabemos que no pueden conseguir la calidad y los detalles que nosotros ofrecemos en cada artículo y eso es lo que las marcas piden”, afirma Fernández.
El otro motivo que hizo que las marcas volvieran a Europa es que un bolso “Hecho en Asia” es difícil de vender a sus principales clientes: gente que vive en Hong Kong, China y Singapur.
Cuando alguien está dispuesto a pagar centenares y hasta miles de dólares por un bolso de diseño de marcas francesas o italianas, lo último que espera es que este haya sido fabricado en su propio país.
Y, por supuesto, también quieren ese toque artesano.
“En este negocio tienes que trabajar con tus manos. Cada producto es diferente porque se hacen uno a uno”, concluye Sánchez.