Comezón piquiña, picor, picazón, rascazón, prurito… hasta hormiguillo: como sea que le digas, cuando empieza no la puedes ignorar. Pero curiosamente es una de las sensaciones más ignoradas por la medicina.
Sin embargo, en la Universidad de Washington en Missouri, Estados Unidos, hay un lugar con un nombre maravilloso: Centro para el Estudio de la Comezón.
“Sí, hubo otras sugerencias para el nombre, como Centro para el estudio de las cosquillas, pero nos quedamos con éste. La verdad es que todos sentimos comezón casi a diario pero por alguna razón es probablemente uno de los temas menos investigados científicamente”, le dijo a la BBC el codirector del centro, doctor Brian Kim.
Para remediar la situación, empecemos con los insectos…
¿Por qué sus picaduras pican tanto?
Cualquier contorsión es válida cuando te pica algo.
“El insecto libera una toxina en la piel que tiene un impacto en los mastocitos o células cebadas, que a su vez liberan un químico llamado histamina”, explica el neurocientífico Francis McGlone de la Universidad John Moores de Liverpool.
“La histamina se fija en los receptores de los nervios de la comezón y envía la información al cerebro de que hay piquiña en esa parte del cuerpo”, agrega McGlone.
“Todo eso causa una dilatación local de los vasos sanguíneos, que empiezan a filtrar plasma para lavar la toxina que causó la comezón”.
Por eso el área se pone roja y salen ronchas.
De manera que, no es la toxina lo que pica sino la reacción a ella.
Y por qué no…
¿Por qué ni los músculos ni el cerebro pican?
La respuesta más rápida es: ¡por suerte! ¿Te imaginas tener comezón en un lugar que no te puedas rascar por más que intentes?
Pero la razón es que las histaminas liberadas se fijan a fibras nerviosas especializadas que sólo se encuentran en la piel.
Tus músculos no necesitan ese tipo de protección.
La piel está haciendo su muy importante trabajo: es una especie de traje espacial que protege todo el interior de tu cuerpo de los peligros del mundo.
Así que la picazón es una cuestión de piel.
Una cuestión biológicamente desatendida
Sin disimulo
Como decíamos, la comezón nunca ha atraído la misma atención que otras sensaciones como el dolor.
Hasta hace poco, se creía que las mismas fibras nerviosas que transportaban las sensaciones de dolor llevaban las de la comezón al cerebro.
Pero en 1997 un descubrimiento reveló que la piquiña tiene sus propios nervios de transporte.
Aunque son más lentos.
Si accidentalmente te recuestas sobre la estufa, la sensación viajará por tus fibras “rápidas” de dolor a 130 kilómetros por hora, para que puedas casi instantáneamente saltar y retirarte.
En contraste, las fibras de la comezón son más perezosas: llevan la información a 2 kilómetros por hora.
Y esta información es muy nueva. Todavía estamos descubriendo nuevas cosas que están empezando a revelar un poco más sobre…
Por qué es tan contagioso
Ha habido hasta picores famosos.
Brian Kim nos contó sobre un experimento algo inusual que hicieron recientemente en el Centro para el Estudio de la Comezón.
“Pones ratones que tienen picazón y se están rascando junto a otros a los que no les pica nada, y estos últimos empiezan a rascarse”.
Y el experimento se vuelve un poco… ridículo. Para asegurarse de que no se trataba de algo en el ambiente que les estaba causando escozor a los que no lo tenían, tomaron a los ratones sin piquiña y les mostraron filmaciones de los que se estaban rascando.
“¡Y se empezaban a rascar!”.
“Es más, muchos de los que estén leyendo esto van a empezar a rascarse, o ya empezaron. Sabemos que esto pasa. Cuando yo doy conferencias, mi asistente observa cómo la audiencia empieza a rascarse. Incluso el concepto provoca esa acción”.
Un momentico me rasco aquí.
“El contagio es así de sencillo: con sólo ver a alguien rascándose, te empieza a picar”.
Pero Kim y su equipo no se quedaron sólo en el aspecto social del fenómeno, sino que exploraron la forma en que ocurre desde el punto de vista neurocientífico.
“El estudio fue asombroso pues reveló el rol de un órgano específico que se pensaba que regulaba el ritmo circadiano -el ciclo diurno y nocturno- y, por ser tan pequeño, nada más. Por eso fue sorprendente descubrir que este órgano está ahí para percibir por vía visual conductas de rascado y provocar sensaciones de comezón”.
¿El nombre de este órgano?: núcleo supraquiasmático.
Y… ¿por qué es tan rico rascarse?
“Como neurocientífico me he estado haciendo esa pregunta por años”, confiesa McGlone.
¡Uff… qué alivio!
“Yo puedo hacer que te dé comezón pasando histamina en tu piel usando corriente eléctrica para que no te haga daño, así que puedo crear todas las reacciones normales a la piquiña. Si te rascaras tu piel antes de hacer todo eso, sería incómodo. Si lo haces después, es increíblemente placentero”.
“Lo siento pero no sabemos cuál es el mecanismo que causa que algo tan gratificante suceda como respuesta a la liberación de histamina y la sensación de comezón”.
“Lo que sí puedo decir es que cualquier conducta asociada con una gratificación, generalmente evolucionó porque de alguna manera es beneficiosa para ti”, apunta el neurocientífico.
¿Habrá alguna parte del cuerpo que cuando se rasca produce más placer?, le preguntamos.
“Sí, un colega y yo publicamos un estudio que demostraba que rascarse el tobillo es lo más placentero según la mayoría de la gente”.
¿El tobillo?
Efectivamente, el tobillo
“En términos de evolución, quizás sea porque están cerca del suelo y es donde más fácil llegaban los insectos, por eso se volvió más gratificante rascarse ahí. Siempre hay una razón y la razón de la evolución siempre es la protección”.
Rico pero ¿bueno?
Aunque rascarse ayuda a dilatar los vasos capilares para que liberen más plasma y esta lave las toxinas, no siempre es beneficioso.
El problema es que dispara un ciclo sin fin.
Cuando te rascas la piel puede liberar más histamina que envía más señales de piquiña al cerebro que hace que te rasques más…
Eso puede hacer que la piel se pele, se infecte, salga sangre…
Ese ciclo puede volverse un problema serio si la persona sufre de condiciones como eccema o psoriasis.
Puede llegar a ser grave.
Y es aún peor, según nos dijo Brian Kim, para pacientes que sufren con lo que se llama “picor crónico”.
“Es muy grave en el sentido de que es muy debilitante. Hay estudios que muestran que es tan debilitante como el dolor crónico”, señala.
“Pacientes en diálisis y los que tienen hepatopatía sufren de mucha comezón, y hay muy pocos tratamientos”.
“Pensamos que la piquiña no es sólo una indicación de algo que está pasando afuera del cuerpo sino que puede serlo de algo que ocurre en su interior”.
“Tuve un paciente que sufrió de picor crónico severo por dos años, todos habían pensado que estaba loca, el psiquiatra la había medicado. Resultó que tenía linfoma y una semana después de empezar quimioterapia, se le quitó el picor”.
“Creemos que, en lo que se refiere a la comezón, apenas hemos visto la punta del iceberg”.