6 preguntas para saber si te puedes fiar de una noticia de salud

Aunque en general uno sabe que no hay que creerse automáticamente todo lo que se lee en internet, ¿cómo saber cuando una información sobre salud es fiable y cuándo no?
A veces los periodistas exageran, malinterpretan, extrapolan o simplemente repiten lo que otros dicen sobre los resultados de un estudio.
En otras ocasiones son los propios autores o terceras partes interesadas quienes pueden exagerar los resultados de una investigación.
Por eso, te presentamos seis preguntas que puedes utilizar para medir la fiabilidad de una noticia, basadas en las recomendaciones escritas por la doctora Alicia White para el servicio británico de salud pública, (NHS, por sus siglas en inglés).
1. ¿Está basada en una investigación científica?
El artículo debería dar información sobre la evidencia científica que sustenta la noticia. Si no existe esa información, la noticia debe ser tomada con mucho cuidado.
“Lo mismo se aplica a investigaciones que todavía no fueron publicadas”, escribe White.
2. ¿Está el artículo basado en una reseña o “abstract” de un congreso?
Los resultados de estudios que se suelen presentar en congresos están con frecuencia en una etapa preliminar y todavía no fueron examinados con escrutinio por otros expertos de ese campo.
Además, las reseñas de congresos casi nunca dan detalles sobre la metodología de la investigación, con lo cual es difícil juzgar la fortaleza del estudio.
Cuando los estudios científicos fueron publicados en revistas especializadas, normalmente quiere decir que ya pasaron por una evaluación y escrutinio por parte de otros académicos, un proceso que da ciertas garantías de calidad y que en inglés se denomina en inglés peer-reviewed.
3. ¿Se hicieron las pruebas en humanos?
“Con frecuencia, la ‘cura milagrosa’ del titular resulta que solo fue probada en células de laboratorio o en animales”, apunta la doctora White.
Los estudios en células y en animales son etapas iniciales de investigación que resultan cruciales “y no deberían ser infravaloradas”.
“Sin embargo, muchos fármacos que muestran resultados prometedores en células de laboratorio no funcionan en animales y muchas sustancias que parecen prometedoras en animales no funcionan en humanos”.
4. ¿Con cuánta gente se hizo el estudio?
En general, dice la doctora, “cuanto más grande es el estudio más fiables son los resultados”.

A veces los propios autores de un estudio o terceras partes interesadas exageran. En otras ocasiones son los periodistas quienes no verifican la información o la exageran.
Los estudios pequeños pueden dejar atrás importantes diferencias porque carecen de potencial estadístico y además son más susceptibles de encontrar cosas “por casualidad”.
“Así que cuando veas que un estudio se hizo solo con unas cuantas personas, toma la información con cuidado”.
5. ¿Tenía el estudio un grupo de control?
Existen muchos tipos diferentes de estudios para contestar a diferentes preguntas. “Si la pregunta es sobre si un tratamiento o exposición a una sustancia tiene un efecto o no, entonces el estudio necesita tener un grupo de control”.
Eso le permite a los investigadores comparar lo que le pasa a la gente que sigue el tratamiento con lo que le sucede a quienes no lo siguen.
“Si el estudio no tiene un grupo de control, entonces es difícil atribuirle los resultados al tratamiento con certeza”, escribe White.

La mayoría de los experimentos hoy en día están financiados por los propios fabricantes del producto que se está estudiando, ya sea un fármaco, una crema de vitaminas o un alimento.
La doctora puntualiza además que es importante que el grupo de control sea lo más parecido posible al grupo tratado. Y la mejor manera de lograrlo es asignando de manera aleatoria a los participantes a uno u otro grupo.
Esto es lo que ocurre cuando las investigaciones se hacen con una prueba controlada aleatorizada o ensayo controlado aleatorizado, conocido como RCT, que se considera el método “de oro” para probar los efectos de los tratamientos.
“Así que cuando leas sobre un fármaco, un alimento o un tratamiento que se supone que causa un efecto ‘x’, lo que quieres es tener evidencia de que hubo un grupo de control e, idealmente, de que el estudio se hizo aleatorizado. Sin ambos, mantén un saludable escepticismo”, recomienda White.
6. ¿Quién financió y quién condujo el estudio?
Esta pregunta añade un punto final de cinismo. Según la doctora White, la mayoría de los experimentos hoy en día están financiados por los propios fabricantes del producto que se está estudiando, ya sea un fármaco, una crema de vitaminas o un alimento.
Eso significa, apunta White, que son una parte interesada en los resultados del estudio, algo que potencialmente podría afectar los hallazgos de los investigadores, ya sea de una manera más o menos consciente.
Pero eso no quiere decir, matiza, que todas pruebas realizadas por los fabricantes o patrocinadores sean poco fiables. “Muchos son muy buenos”, apunta.
Pero es conveniente ver quién financió el estudio para descartar un potencial conflicto de intereses.

6 preguntas que pueden ayudarte a saber si eres hipocondriaco

Mucho se ha escrito sobre la hipocondría, un concepto presente desde hace más de 300 años. Algunos dicen que no se cura y hay médicos que, de hecho, lo subestiman.
Lo cierto es que con internet cada vez más personas investigan sobre enfermedades que creen que padecen y, sin notarlo, pueden llegar a desarrollar hipocondría.
Según el Manual de Desórdenes Mentales, publicado por la Asociación de Psiquiatría de EE.UU., se trata de un trastorno que lleva a la persona a preocuparse en extremo por creer que está enferma o se enfermará pronto.
El paciente considera que sensaciones normales del cuerpo -como fatiga, dolor de cabeza o dolor en el cuerpo- son síntomas de una enfermedad grave o mortal. Puede ocurrir también que no tenga síntomas.
El Servicio Nacional de Salud de Reino Unido (NHS, por sus siglas en inglés: National Health Service), creó una guía de autoayuda para personas que sufren de ansiedad por su salud o hipocondría.
La institución explica que si la respuesta a la mayoría de las siguientes seis preguntas es “Sí”, es probable que sufras de hipocondría y sería recomendable que busques ayuda médica.
En los últimos seis meses:
1. ¿Has estado preocupado con la idea de tener una enfermedad grave debido a síntomas corporales que han durado al menos seis meses?
De acuerdo con el servicio de salud de Reino Unido, “cuando nos enfocamos en una parte del cuerpo, tendemos a notar sensaciones y síntomas físicos de los cuales no éramos conscientes antes, incluyendo protuberancias y bultos”.
“Entre más te enfocas en un área o en un síntoma, lo notarás más”, empezarás a preocuparte más y los chequearás con más frecuencia.
Un concepto que el NHS sugiere tener en cuenta para contrarrestar la preocupación por “cualquier cambio o síntoma corporal” es que la gente los experimenta “todo el tiempo” y es difícilmente un signo de una enfermedad grave.
Los dolores de cabeza, por ejemplo, son con frecuencia un signo de estrés.
2. ¿Esa preocupación te ha generado angustia?
Los hipocondriacos tienden a tener pensamientos inútiles sobre los síntomas corporales que aseguran están experimentando.

El apoyo de la familia es fundamental.
El NHS clasifica en cinco los tipos de pensamientos que le pasan por la mente a una persona que está desarrollando ansiedad por su salud:
Los que sacan conclusiones infundadas
Ejemplos:
“Si el doctor me mandó estos exámenes es porque está muy preocupado”
“Un dolor de cabeza como este debe ser algo grave”
Los catastróficos
Ejemplos:
“Esto es cáncer”
“Me podría matar en meses”
“Mis hijos se quedarán sin madre antes de que empiecen la escuela”
Todo o nada
Ejemplos:
“Si presento cualquier síntoma es porque algo seriamente malo me está pasando”
“Necesito someterme a todos las pruebas posibles o algo se nos puede escapar”
Los que se basan en un razonamiento emocional
Ejemplos:
“Siento que hay algo que está mal. Por eso, algo tiene que estar mal”
“Si me preocupo por eso, entonces al menos estoy preparado para lo peor”
“Esta tensión debe ser causada por una enfermedad grave”.
3. ¿Crees que esta preocupación ha tenido un impacto negativo en todos los ámbitos de tu vida, incluyendo tu vida familiar, social y laboral?
El NHS es enfático: “Las preocupaciones por tu salud se convierten en un problema en el momento en que te impiden llevar una vida normal cuando no hay razón para pensar que hay algo seriamente malo”.

Algunas personas se hacen constantes revisiones de sus cuerpos en busca de algo extraño.
Morgan Griffin supo que tenía un problema y que necesitaba ayuda un día en el que fue a jugar bolos con su esposa y sus suegros.
Con cierta frecuencia se ausentaba para ir al baño. Pero no porque tuviera un problema estomacal o hubiera consumido mucho líquido.
Lo hacía para encerrarse en un cubículo y tomarse la temperatura.
“Todo el tiempo tenía un termómetro en el bolsillo. Cuando mi esposa lo descubrió, me dijo que dejara de hacerlo, así que me escondía para poder tomármela, lo hacía unas 25 veces al día”, le cuenta a la BBC Morgan Griffin, quien reconoce que es hipocondríaco.

Explica que siente que la preocupación lo protege y lo salva de la muerte, que en el momento en el que deje de hacerlo, la enfermedad aparecerá. Siempre piensa que tiene lo peor y lo más grave.
Griffin reconoce que es hipocondríaco.
4. ¿Constantemente te estás reexaminando y autodiagnosticando?
Griffin se tomaba la temperatura 25 veces al día. Hay pacientes que sienten que deben someterse a exámenes más exhaustivos.

Griffin se escondía de su esposa para tomarse la temperatura a lo largo del día.
Someterse a numerosos exámenes es la única manera de confirmar que están bien y justifican la necesidad de practicarse tantas pruebas como sean posibles porque podrían estar enfermos y simplemente no saberlo.
Pero el NHS les sugiere pensar que uno no se puede hacer exámenes médicos “todo el tiempo” y que no hay manera de estar 100% seguro de que se está bien.
El NHS indica que en el caso de algunas personas “encontrar demasiada información sobre una enfermedad puede incrementar sus preocupaciones y hacer que se enfoquen en síntomas nuevos o en otras áreas corporales”.

Automedicarse puede ser una tentación para muchos pacientes.
Algunas personas buscan permanentemente información en internet y en libros especializados que tienden a ver como signos de que algo está seriamente mal, cuando realmente es información “neutral”.
En otros pacientes se puede presentar el fenómeno contrario: evitar todo lo que tenga que ver con enfermedades. Por ejemplo: cambiar el canal cuando está por comenzar un programa relacionado con la salud o grabado en un hospital o pasar la página de una revista cuando el artículo está dedicado a un trastorno en particular.
Algunas personas incluso evitan hacer ejercicios o ciertas actividades por el temor de que se puedan enfermar. Algunos tratan de permanecer cerca de casa y guardar reposo como si estuvieran enfermos.
“Esto puede provocar una caída del estado anímico y un aumento de los síntomas por la pérdida de estado físico”, indica el NHS.
5. ¿No crees en el diagnóstico de tu doctor o no estás convencido cuando el médico te asegura que estás bien?
“Los médicos con frecuencia se equivocan”, puede ser un pensamiento recurrente entre los hipocondríacos.

Muchos hipocondríacos no creen en lo que les dicen sus médicos.
Otro argumento de las personas que se preocupan en exceso por su salud es el historial médico de su familia, especialmente cuando se relaciona con una enfermedad en particular.
“Sólo estoy esperando y viendo para cuando me toque a mí” es una idea común. Sin embargo, perjudicial porque, explica la institución británica, si el doctor ha hablado con el paciente y le ha confirmado que todo está bien, el chequeo constante es estresante y malo para la salud.
En el caso de Griffin, él cree que la explicación de lo que le ocurre está en su niñez.
“Mi papá se murió, inesperadamente, a los 43 años. Dentro de todo, soy una persona racional, y a raíz de lo ocurrido, quise entender por qué había pasado. Creía que hubo señales y síntomas que no vimos. Si nos hubiéramos dado cuenta, hubiéramos podido prevenir su muerte”, explica.
6. ¿Necesitas de forma constante que los médicos, tus familiares y amigos te tranquilicen y te den garantías de que estás bien, incluso cuando realmente no crees lo que te están diciendo?
Es totalmente normal que cuando nos sentimos preocupados por algo busquemos el consuelo de un ser querido. Pero en el caso de los hipocondriacos, la necesidad de que alguien les reitere una y otra vez que todo está bien se vuelve frecuente y, en algunos casos, insaciable.
“La confortación funciona al principio y hace que se sienten un poco menos preocupados”, dice el NHS.
Pero la tranquilidad no dura y la preocupación regresa.
“La gente pueda desarrollar el hábito de pedir confortación con mucha frecuencia. Eso mantiene los síntomas presentes en sus mentes y usualmente los hace sentir peor”.
La organización de salud británica advierte que si la confortación no te funciona la primera vez o incluso la segunda vez, la preocupación continuará.
Rayita
5 ideas para que tomes en cuenta:
“Nunca podrás estar seguro de que tu salud está perfecta
Puedes desperdiciar mucho tiempo preocupándote por algo que crees es seriamente malo
Imagina que tienes 90 años y ves tu vida en retrospectiva: pensarás en todos esos años que desperdiciaste preocupándote por tu salud
Si piensas en una parte de tu cuerpo por mucho tiempo estarás destinado a notar sensaciones extrañas
Piensa en todas las cosas buenas que puedes hacer si no te estuvieses preocupando por tu salud”

Tiene realmente el polen de abeja beneficios para la dieta y para la salud?

Al polen de abeja se le han atribuido durante décadas numerosas propiedades que supuestamente son buenas para nuestra dieta y nuestra salud. Pero ¿cuánto hay de mito y cuánto de realidad?
Es difícil concretarlo porque no hay muchos estudios científicos al respecto, según le dijo a BBC Mundo Jesús Román, presidente de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación.
No obstante el experto asegura que desde el punto de vista nutritivo es “innegable” que el polen de abeja tiene sus virtudes.

Un buen suplemento nutritivo
El polen de abeja es el polvo que las abejas recogen de las flores y transportan en sus patas de vuelta a la colmena para alimentar a la colonia.
Ese polvo está formado por gránulos que contienen los gametos o células reproductivas masculinas de las plantas.
Los apicultores lo recolectan mediante una pequeña trampa especial situada en la entrada a la colmena, que recoge el polvo de las patas cuando las abejas obreras entran.
De esos gránulos sale el polen seco que más se comercializa como producto para consumo humano, normalmente deshidratado.

El polen está formado por gránulos que contienen los gametos o células reproductivas masculinas de las plantas.
Según explica Román, ese polen desecado es un concentrado del polen de las plantas. Eso hace que pueda contener cantidades significativas de proteínas, vitaminas, minerales y otros nutrientes.
Su composición exacta varía según las plantas de donde proceda el polen. No obstante la nutricionista Adriana Alvarado, del Centro de Nutrición Clínica de Costa Rica, cree también que es muy nutritivo.
“Contiene 25% de proteína, es bajo en grasa y sodio. Es fuente de ácido fólico, riboflavina, tiamina, niacina, pridoxina, que son todas vitaminas del complejo B. También aporta vitamina D, E, K, A, inositol y colina. Y entre los minerales que contiene están el fósforo, calcio, potasio, yodo, zinc, cobre, magnesio y selenio”, le dijo a BBC Mundo.

El polen de abeja es una excelente fuente de proteína vegetariana, destaca la nutricionista Adriana Alvarado.
Alvarado destaca que el polen de abeja es una excelente fuente de proteína vegetariana, ya que contiene más amino ácidos que los presentes en la leche, queso, carne y huevos.
Y como forma de consumo sugiere añadir los gránulos de polen a las frutas, los batidos, el yogurt, los cereales o las ensaladas.
Aún así, Román matiza que la cantidad de polen que se suele ingerir es bastante reducida, por lo que el beneficio final es limitado.
Por otro lado, la Asociación de Dietistas de Reino Unido apunta que la mayoría de la gente puede conseguir todo lo que necesita para estar sana con una dieta variada y equilibrada, sin necesidad de tomar suplementos.
No hay evidencias científicas de que mejore la salud
Pero al margen de su gran contenido nutritivo no existen estudios científicos que demuestren que el polen de abeja puede mejorar la salud o curar enfermedades.
Según un artículo de la FDA, la agencia estadounidense que regula los alimentos y los fármacos, está prohibido por ley en Estados Unidos afirmar que un suplemento alimenticio que cura o previene una enfermedad.
Aún así, en general no se considera que su consumo tenga un efecto dañino para las personas, pero los individuos que tienen alergias, y especialmente alergia al polen o a las abejas, deben ingerirlo con sumo cuidado y bajo supervisión médica, ya que el polen podría desencadenar una reacción alérgica.
También podría potencialmente causar alguna interacción con otros medicamentos, por eso quienes estén siguiendo alguna medicación deberían consultar con un doctor antes de empezar a tomar suplementos de polen, y en cualquier caso, comenzar con una dosis pequeña.

Lo ideal es garantizar que el polen procede de un ambiente libre de contaminación, aunque en la práctica puede ser difícil confirmarlo.
A pesar de la falta de evidencia científica que sustente su eficacia, tradicionalmente el polen se ha utilizado para prevenir o reducir estados de anemia, de fatiga y catarros, porque se le atribuye una capacidad energizante.
Según Alvarado, también se ha utilizado por sus supuestas propiedades anti-inflamatorias para ayudar con enfermedades en la piel como eczema o psoriasis, así como para reducir la inflamación en problemas de próstata.
Distinto del extracto de polen
Algunos productos a la venta dicen que tienen extracto de polen, que es diferente del polen de abeja.
El extracto de polen lo obtiene el hombre de plantas específicas, y por lo tanto se puede estandarizar. De hecho es frecuente su uso en pastillas aprobadas por la FDA para tratar las alergias, como parte de un tratamiento de inmunoterapia.
Pero la composición del polen de abeja no se puede estandarizar: varía según las plantas de las que se alimentan naturalmente las colonias.
En ese sentido, antes de consumir suplementos es recomendable informarse sobre la procedencia del producto. El polen de abeja absorbe la polución del ambiente, que puede incluir pesticidas o metales pesados, así que lo ideal es confirmar que viene de una zona libre de contaminación, aunque en la práctica puede ser difícil garantizarlo.

Quina, el casi extinto árbol medicinal del escudo de Perú que pocos patriotas conocen e inspiró el gin tonic

El indio Pedro de Leyva avanzó a tropezones y cayó moribundo sobre la orilla de un estanque en medio de los andes peruanos.
La leyenda dice que lo devoraba la malaria.
Empapado en sudor, se acercó al agua, apartó las hojas y ramas que habían caído en el remanso y tomó algunos sorbos amargos.
Y entonces, la fiebre cedió.
Al enfermo lo había salvado la mezcla milagrosa de agua con las cortezas de aquel árbol insólito que crecía rodeando el estanque.
Esta historia del siglo XVII, recopilada por el tradicionalista peruano Ricardo Palma, intenta explicar las propiedades antipalúdicas del árbol de la quina, acaso uno de los descubrimientos médicos más importantes de la historia.

Y también uno de los más ignorados.

El extracto de la quina, la quinina, es la base de la tónica que se usa para crear el popular coctel gin & tonic.
Hoy, el compuesto activo que se extrae de la planta, llamado quinina, es más fácil de encontrar en un bar que en una farmacia.
¿Cómo pasó este árbol de salvar millones de vidas a ser un ingrediente de coctelería?
Milagrosa y olvidada
La quina es originaria de los países andinos desde Venezuela a Bolivia, pero casi ha desaparecido de la región.
Pocos la han visto en estado natural y aunque figura en el escudo nacional de Perú, incluso a los más patriotas les costaría reconocerla.
“El árbol del escudo ni siquiera está bien dibujado”, advierte el ingeniero forestal Alejandro Gómez a BBC Mundo.
En julio las calles peruanas se embanderan para celebrar la fiesta nacional y con ello se revela lo poco que se sabe del símbolo que representa la diversidad botánica del país.
“Hay quienes creen que es un manzano, un eucalipto o incluso un arbusto de coca”, dice Gómez, quien trabaja en el Instituto de Innovación Agraria de Perú (INIA) tratando de recuperar la quina.

Pese a que figura en el escudo nacional, muy pocos peruanos reconocerían el árbol en la naturaleza.
El árbol oficial del país sufre de una popularidad ingrata y anónima.
La confusión más común es llamarla “quinua”, y suponer que se trata de ese nutritivo seudocereal que en los últimos años multiplicó su fama (y su precio).
Pero mientras la quinua es una hierba, la quina es un árbol andino de hojas anchas que puede superar los quince metros de altura y está emparentada con el café.
Lo que la hace valiosa es su corteza, rica en quinina.
Este alcaloide es el que le dio fama al árbol, y también su condena.
El árbol de la vida
Según la leyenda, cuando el indio Pedro de Leyva se recuperó, juntó agua y raíces de quina en un cántaro y lo llevó a su pueblo.
La popularidad del brebaje milagroso se extendió rápidamente.
“La quinina corta el ciclo de vida del parásito de la malaria y le impide infectar otros glóbulos rojos, que es donde se alimenta y reproduce”, explica a BBC Mundo, Dionicia Gamboa, PhD en enfermedades tropicales de la Universidad Peruana Cayetano Heredia.

Según investigaciones médicas la malaria es una de las enfermedades más mortales de la historia.
Desde su descubrimiento y durante tres siglos, el alcaloide fue el medicamento más efectivo para combatir la enfermedad.
Y no hablamos de cualquier pandemia.
Investigaciones publicadas en las revistas Nature y National Geographic sostienen que la malaria o paludismo pudo haber matado a más de la mitad de todos los seres humanos que han existido.

De acuerdo con la tradición, fueron los jesuitas quienes difundieron el uso de la quinina luego de curar a Doña Francisca Henríquez, condesa de Chinchón y esposa del virrey de Perú.
Los ecos de esta historia inspiraron el nombre científico que el árbol lleva hasta hoy: Cinchona Officinalis.
A lo largo de los siguientes siglos casi no hubo equipaje de explorador, conquistador o soldado que no llevara quinina.

Hasta que llegó la Segunda Guerra Mundial.
Muerta de pie
Durante generaciones, hordas de comerciantes recorrieron los bosques andinos en busca de quina.
La mayoría fueron taladas y a otras les arrancaron la corteza de pie, como despellejadas en vida, para venderlas en Europa.

La quinina se extrae de la corteza de la quina, que puede llegar a medir más de 15 metros.
Según las anotaciones del naturalista alemán Alexander Von Humboldt en 1805 se cortaron 25.000 árboles sólo en la provincia ecuatoriana de Loja.
La quina curó una fiebre y provocó otra que resultó mortal para ella.
“Es un árbol en extinción y ni siquiera existe un inventario de los que quedan”, advierte el ingeniero del INIA Alejandro Gómez, quien coordina el proyecto de reforestación en uno de los últimos reductos de la especie en Perú.
De las más de 20 variedades de quina que existía en el país, sólo se tiene certeza de que quedan ejemplares de unas cuatro.
“La gran amenaza para su ecosistema sigue siendo la tala ilegal y la quema de bosques para expandir la frontera agrícola”, señala a BBC Mundo Verónica Galmez, especialista en bosques andinos de la organización suiza Helvetas.
En la actualidad, las grandes plantaciones de quina no están en América Latina sino en Asia.
Durante el siglo XIX, para salvar sus colonias que hervían de malaria, los ingleses introdujeron el árbol en la India y los holandeses en Indonesia.

En la región Lambayeque, en el norte de Perú, se lleva a cabo un proyecto de reforestación de la quina.
El nuevo comercio floreció hasta la ocupación japonesa durante la Segunda Guerra Mundial, cuando cortaron el suministro de quinina a las tropas aliadas expuestas al paludismo en el Pacífico.
La emergencia obligó a desarrollar medicamentos artificiales alternativos.
Actualmente, los tratamientos contra la enfermedad en Perú, el país que tiene a la quina en la bandera, usan quinina asiática o compuestos hechos en un laboratorio.
A tu salud
Hielo, una parte de gin, dos partes de agua tónica y una lámina de piel de limón, es la receta clásica de un gin tonic, aunque en los bares de Londres discutirán eternamente la fórmula perfecta.
El coctel, sin embargo, no nació sobre una pulida barra de madera sino durante las campañas de conquista inglesas en medio de las ciénagas de la India.
Para ocultar el amargor de la quinina los soldados la mezclaron con agua de soda, lo que da como resultado el agua tónica.
Echarle gin era un siguiente paso lógico. Este destilado formaba parte de sus raciones.

La quinina también se toma con pisco sour en Perú y Chile.
Por aquellos años, otra enfermedad, esta vez una epidemia de cólera, brotó en la zona de Angostura, en Venezuela.
Para combatirla se popularizó una pócima que combinaba una decena de plantas locales, entre ellas un extracto de quina.
Esta medicina fue bautizada como Amargo de Angostura y hace muchos años dejó las recetas médicas para formar parte de las gastronómicas: Hoy corona los piscos sours en las barras de Chile y Perú.
Son las empresas indonesias que siembran quina las que actualmente abastecen por igual a la industria farmacéutica como a la de bebidas.
Si la leyenda fuera cierta, los peruanos que levanten un pisco sour para celebrar esta semana su día nacional, podrán sentir en el sabor el lejano vestigio de la medicina que salvó a Pedro de Leyva hace cuatrocientos años.
Es también el sabor de una pérdida.
Aunque el coctel sea dulce, será un trago amargo.

¿Qué es el pollo clorado y por qué causa polémica entre Estados Unidos y la Unión Europea?

La importación de pollo clorado está prohibida en la Unión Europea, sin embargo sí se consume en Estados Unidos, que es además uno de los grandes exportadores mundiales de carne avícola.
Hace años que la técnica de cloración del pollo causa polémica a ambos lados del Atlántico cuando los dos gigantes se sientan a hablar de tratados comerciales.
Ambas partes justifican su uso o prohibición con el mismo argumento: proteger la salud de los consumidores. ¿Pero por qué genera tanta polémica?
La técnica consiste en bañar al pollo después de su muerte en una solución antimicrobiana de agua clorada para matar bacterias y otros patógenos que causan enfermedades, como la Salmonella y la Campylobacter.

Las autoridades de Estados Unidos creen que esa solución es inofensiva para el consumo humano.
Pero la Unión Europea considera que el uso de esta técnica de inmersión hace que no se implementen otras medidas de higiene necesarias en las granjas y mataderos.
¿Es una técnica segura?
Las soluciones antimicrobianas que se utilizan en la producción de pollo en Estados Unidos están aprobadas por el departamento de Agricultura y la agencia para la Alimentación y los Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés) de ese país, que las consideran seguras para el consumo y eficaces para matar o inhibir el crecimiento de bacterias.
El cloro se usa en niveles específicos de concentración considerados inofensivos y aprobados por el departamento de Agricultura.

El uso de la técnica de clorado de pollo no ha afectado a las exportaciones estadounidenses fuera de la Unión Europea.
El Consejo Nacional del Pollo de Estados Unidos (NCN) cita varios estudios científicos estadounidenses que confirman que el uso de agua clorada no supone ninguna amenaza para la salud pública, sino al contrario, que la protege.
Añade además que si estas sustancias diluidas están presentes en el producto final es en una cantidad tan insignificante que no afecta al aspecto ni al sabor de la carne.
El uso de esta técnica no ha afectado a las ventas de pollo estadounidense a otros países, ya que Estados Unidos es, junto a Brasil, uno de los exportadores líderes mundiales, según el NCN.
Según datos del NCN en 2016 Estados Unidos exportó un 16,5% de la producción nacional de pollos.
México es de lejos el país que más productos de pollo estadounidense importa. Canadá, Hong Kong, Angola, Taiwán y Cuba son otros de los mayores destinos de exportación de estos productos estadounidenses.
¿Por qué tanta oposición en Europa?
La visión que tiene la Unión Europea es que es mejor prevenir que curar. Consideran que las intervenciones químicas al final de la cadena de producción -y el clorado de pollo es solo una de varias técnicas utilizadas-, son una manera de compensar una carencia de higiene adecuada en todas las etapas previas de producción.

La visión que tiene la Unión Europea es que es mejor prevenir que curar.
Para hacer la cloración los productores solo tienen que darle a los pollos muertos un baño en agua clorada, un proceso mucho más barato que el uso sistémico de medidas de higiene durante toda la vida y muerte de las aves.
Un estudio de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria sugiere que los beneficios para la salud pública al controlar los patógenos en la producción primaria del pollo son mayores que los de hacerlo al final de esa cadena. Puntualizan además que “las bacterias también pueden pasar de las granjas a los seres humanos por otras vías adicionales a la carne de pollo”.
Por eso, por ejemplo, las regulaciones europeas obligan a los trabajadores de las granjas avícolas a usar ropa y calzado específico y tienen normas detalladas para el transporte y sacrificio de los animales.
Monique Goyens, de la Organización Europea de Consumidores, lo resume así en una entrada de blog de 2014: “Esencialmente lo que nos preocupa no es la sustancia química en sí misma, sino el riesgo de que estos tratamientos se vean como una ‘solución rápida’ para limpiar carne sucia”.
El reconocido periodista británico George Monbiot dice en una columna del diario The Guardian que lo que causa la polémica en torno al pollo clorado, de fondo, es la colisión de dos filosofías sobre cómo abordar la seguridad de los alimentos.
“Las reglas europeas, que abordan la regulación alimentaria desde la precaución, permitiendo solo productos y procesos que se ha demostrado que son seguros. Y la perspectiva providencial de Estados Unidos, que permite cualquier cosa que no se haya demostrado que es peligrosa”.