En Venezuela aplica duras sanciones. A países centroamericanos les anuncia que cortará la ayuda económica. A México le amaga con cerrar la frontera. Y a Colombia le espeta que “no ha hecho nada” contra el narcotráfico.
En el tono o en la acción, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se muestra cada vez más combativo hacia América Latina, una región que según expertos asocia directamente con sus intereses políticos domésticos.
Esta severidad de Trump, que en su primer año como presidente mostraba un desinterés inédito por Latinoamérica, contrasta con la táctica seguida por sus antecesores en las relaciones hemisféricas.
Pero detrás del rigor de algunas medidas o palabras de Trump sigue sin aparecer una estrategia clara que involucre a la región más allá de metas a corto plazo, advierten expertos.
“Es una política de castigos y amenazas, y falta una agenda positiva que refleje un compromiso con la región y los intereses de EE.UU.”, dice Michael Shifter, presidente de Diálogo Interamericano, un centro de análisis regional con sede en Washington, a BBC Mundo.
Venezuela, “la pieza central”
Trump dejó en las últimas semanas una serie de pistas relevantes sobre su actitud con gobiernos latinoamericanos.
Venezuela se afianzó como el principal foco de interés de Washington en la región desde enero, cuando Trump fue el primer gobernante en reconocer al líder opositor Juan Guaidó como presidente interino, algo que desde entonces han hecho 54 países.
EE.UU. ha buscado aislar económica y diplomáticamente al presidente venezolano Nicolás Maduro, a quien define como un “dictador”, con sanciones inéditas al vital sector petrolero de ese país y formando una coalición regional en procura de introducir ayuda humanitaria a la nación en crisis.
Para entender cuán relevante se ha vuelto Venezuela para la el gobierno de Trump, basta mirar la cuenta de Twitter de John Bolton, quien como consejero de Seguridad Nacional de la casa Blanca debe atender asuntos globales.
El 74% de los 304 tuits que Bolton escribió desde el reconocimiento a Maduro el 23 de enero y el domingo pasado se han referido al país sudamericano.
EE.UU. llevó además cuatro veces este año la crisis de Venezuela a discusión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sin lograr que se adopte resolución alguna por ahora.
“La pieza central de la política (de EE.UU. hacia Latinoamérica) ha sido producir un cambio de régimen en Venezuela y la mayoría de la energía de los niveles superiores de la administración de Trump se destina a ese fin”, señala Cynthia Arnson, directora del programa América Latina del Wilson Center en Washington, a BBC Mundo.
Sin embargo, pese a las fuertes sanciones y presión de la Casa Blanca, Maduro se mantiene en el poder con el apoyo de Rusia, China y los propios militares venezolanos.
Y muchos dudan que Trump tuviera un “plan B” para Venezuela, pese a agitar el fantasma de una intervención militar repitiendo que “todas las opciones están sobre la mesa”.
“Trump actúa como Trump”
Trump anunció a fin de marzo que cortaría la ayuda de Washington a los países del “Triángulo Norte” centroamericano, Honduras, Guatemala y El Salvador, acusándolos de no hacer “nada” para evitar la emigración hacia EE.UU.
También amenazó reiteradas veces con cerrar la frontera entre EE.UU. y México, lo que generó advertencias hasta de miembros de su Partido Republicano de que eso perjudicaría a su propio país.
Trump pareció cambiar la presión a México la semana pasada, al lanzar otra advertencia.
“Vamos a darles un plazo de un año, y si las drogas no paran o no paran en su mayoría, impondremos aranceles a México y sus productos, en particular los automóviles”, dijo.
Todo esto ocurrió pese a que según expertos los gobiernos del “Triángulo Norte” y México han buscado satisfacer o aplacar a Trump con distintas medidas y evitando entrar en polémicas con él.
“No debemos pelearnos con el gobierno de EE.UU., como política”, dijo el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, al ser consultado en una conferencia de prensa la semana pasada sobre su estrategia ante los reproches de su homólogo del norte.
Trump ha amonestado públicamente incluso a uno de sus principales aliados en la región (y en su estrategia contra Maduro), el presidente colombiano Iván Duque.
“Están llegando más drogas de Colombia ahora que antes de que (Duque) fuera presidente, así que no ha hecho nada por nosotros“, dijo Trump a la prensa el mes pasado.
El presidente y su equipo argumentan que buscan cumplir las promesas de la campaña de 2016 de luchar contra la inmigración indocumentada y el narcotráfico, construir un muro en la frontera con México y proteger comercialmente a EE.UU.
Pero la actitud de Trump contrasta con la de sus cuatro últimos antecesoresquienes, aunque plantearan discrepancias con gobiernos latinoamericanos, por lo general eludían las controversias en público, sobre todo con socios clave en materia de cooperación.
“Trump actúa como Trump, diciendo lo que quiere cuando quiere, y muchas veces dice cosas que son profundamente contraproducentes e insultantes para los países latinoamericanos”, sostiene Arnson.
Aunque señala que hay un nivel de formulación de políticas diferente a las palabras de Trump, la experta cree que “es con respecto a México y América Central que la política interna y la política exterior se unen en una combinación tan venenosa“.
¿Estrategia electoral?
Algunos observadores asocian directamente la actitud de Trump con gobiernos latinoamericanos a su estrategia política doméstica, y en particular a su campaña de reelección en 2020.
“Trump, como en 2016 y tal vez aún más ahora, ha encontrado que los temas sensibles en América Latina (como inmigración, drogas y comercio) son un poco la fórmula para fortalecer su base y buscar la reelección“, sostiene Shifter.
En los casos de Venezuela y Cuba pesa el factor ideológico anti izquierdista, sobre todo desde la llegada de Bolton a la Casa Blanca hace un año, señala Shifter, pero incluso allí Trump “también tiene beneficios electorales en Florida“.
Respecto a Cuba, se espera que el gobierno de Trump anuncie esta semana si autoriza demandas contra empresas extranjeras que se beneficien de propiedades expropiadas a estadounidenses tras la revolución de 1959 en la isla.
Sería otro castigo excepcional.
Desde que la ley que habilita esas demandas fue aprobada en 1996, sus antecesores han suspendido su aplicación, ante la inquietud de europeos cuyas inversiones en Cuba podrían verse afectadas y el riesgo de que haya una ola incontrolable de litigios.
Quizá la excepción más clara a la actitud combativa de Trump en América Latina sea el presidente brasileño Jair Bolsonaro, un derechista que ha sido comparado con su par estadounidense por su estilo e ideología.
“Dicen que (Bolsonaro) es el Trump de Sudamérica. ¿Pueden creerlo? Y él está contento con eso. De otra forma no me gustaría tanto su país, pero él me gusta”, dijo Trump en enero ante una organización de agricultores estadounidenses.
Ambos intercambiaron elogios al encontrarse en la Casa Blanca el mes pasado. Pero algunos observadores advierten que, ante las concesiones de Bolsonaro, Trump respondió solo con promesas y sin medidas inmediatas en el plano comercial.
“Fueron cosas en su mayoría simbólicas, no concesiones reales de parte de EE.UU.”, afirma Arnson. “Las concesiones reales implicarían algo en liberalización del comercio”.
Así como se desconoce aún cuánto obtendrá Bolsonaro de su cercanía con Trump, también falta descubrir qué logrará el presidente de EE.UU. con su beligerancia con otros gobiernos latinoamericanos.
Fuente: www.bbc.com