“Las elecciones generales deben celebrarse en 2020”.
Esas habían sido las palabras de la primera ministra de Reino Unido, Theresa May, hasta este martes, cuando en una sorpresiva comparecencia anunció su intención de adelantar los comicios al próximo 8 de junio.
“He llegado a la conclusión de que la única forma de garantizar la certeza y la seguridad para los años venideros es celebrar elecciones anticipadas”, declaró.
Pero desde que sucediera a David Cameron al frente del gobierno -en julio de 2016, después de que el 23 de junio la mayoría de los británicos votaran a favor de abandonar la Unión Europea, la opción conocida como Brexit-, ella y su equipo habían rechazado durante meses la opción de unas elecciones anticipadas.
Las razones eran simples.
Hasta ahora Theresa May había asegurado que las elecciones serían en 2020, tal como estaba previsto.
No querían causar inestabilidad durante las negociaciones para el Brexit.
Tampoco pasar por el proceso técnico de esquivar la Ley de Parlamentos a Plazo Fijo, que establece que las elecciones parlamentarias deben celebrarse cada cinco años, de acuerdo a un calendario decidido con mucha antelación.
Ni deseaban la imprevisibilidad de una carrera electoral.
Además, muchos en el Partido Conservador creían que el Partido Laborista -la principal formación de oposición- tenía tan pocas posibilidades de reforzarse antes del 2020 que podrían esperar hasta entonces y garantizarse aún una mayoría significativa en las elecciones.
Asimismo, existía el deseo de Theresa May de demostrar que era una primera ministra que mantenía su palabra.
La lógica política
Pero la inexorable lógica política resultó demasiado tentadora para esperar.
Lidiar en el día a día con una pequeña mayoría ha dado a los parlamentarios de segunda fila conservadores suficiente poder para forzar al gobierno a renunciar a una serie de cuestiones.
Con la mayoría tory que sugieren las encuestas, Theresa May se vería reforzada para negociar el Brexit.
Ahora, aunque las campañas electorales pueden ser totalmente impredecibles, las encuestas de opinión sugieren una mayoría tory (conservadora) que haría desaparecer ese problema.
Y con una mayoría conservadora más potente, May vería su figura reforzada ante Westminster y para negociar con Bruselas la salida de Reino Unido de la Unión Europea.
Pero con unas elecciones anticipadas también enfrentaría riesgos.
Por ejemplo, el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, recibió el anuncio con entusiasmo y aseguró que de cara a las elecciones su formación “ofrecerá al país una alternativa efectiva a un gobierno que no pudo reconstruir la economía, que provocó la caída del nivel de vida y aplicó recortes dañinos (…)”.
“Esperamos con ganas el poder mostrar cómo defenderemos a la gente de Reino Unido”, añadió.
Y la primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, llamó con un tuit a “defender” su nación.
“Los tories ven una oportunidad de mover a Reino Unido a la derecha, de forzar un “Brexit duro” y de imponer más recortes. Defendamos Escocia”, escribió.
Sea como sea, si algo ha quedado claro en los últimos años es que la política en estos tiempos es extremadamente difícil de predecir.