Este fue el mayor fracaso de Amazon según Jeff Bezos

Jeff Bezos, el hombre más rico del mundo, reconoció que para llegar al éxito, hay que cometer errores.

El fundador de Amazon dijo en su carta anual a los accionistas publicada este jueves que la firma aprendió de sus decisiones equivocas y advirtió que en el futuro pueden ocurrir nuevos fracasos.

El mayor error de la empresa fue un producto que tuvo que discontinuar en 2015 porque no logró convencer a los consumidores.

“Mientras el teléfono Fire fue un fracaso, fuimos capaces de aprender y acelerar nuestros esfuerzos para construir Echo y Alexa”, declaró Bezos.

Un error que le costó a Amazon cerca de US$170 millones.

La carta es habitualmente utilizada como una forma de dar a conocer parte de la estrategia de la compañía a largo plazo.

“Futuros fracasos multimillonarios”
En la misiva Bezos dijo que el gigante de las ventas en línea tendrá en el futuro “ocasionalmente fracasos multimillonarios”, producto de los experimentos comerciales por los que deberá transitar para mantener el liderazgo.

“Trabajaremos duro para que sean buenas apuestas, pero no todas las buenas apuestas finalmente pagarán dividendos“, apuntó.

“No podemos prever con certeza cómo serán esos programas, mucho menos si tendrán éxito, pero han sido impulsados ​​con intuición y corazón, y alimentados con optimismo”, dijo Bezos.

Amazon tiene planes de expandir sus operaciones a nuevos sectores como los seguros de salud, las entregas de productos desde el espacio y la robótica, pero no ha confirmado explícitamente cuál es la ruta de inversión.

Sobre las ventas no digitales (es decir, el negocio a través de almacenes “físicos”), Bezos dijo que tendrá que “imaginar lo imposible”.

Esas tiendas, que permiten que los consumidores recojan sus productos y se vayan sin tener que hacer fila en una caja, han arrojado buenos dividendos, agregó el máximo ejecutivo.

“Suban el salario mínimo”
Bezos aprovechó la misiva para retar a sus rivales a subir el salario mínimo.

“Desafío a nuestros principales competidores minoristas (¡ya saben de quiénes hablo!) a que igualen los beneficios de nuestros empleados y nuestro salario mínimo de US$15”, dijo Bezos.

“¡Háganlo! Mejor aún, súbanlo a US$16 y nos desafían de vuelta. Es un tipo de competencia que beneficiará a todos”.

La compañía subió en noviembre el salario mínimo de sus trabajadores a US$15 por hora, beneficiando a cerca de 250.000 empleados y alrededor de 100.000 trabajadores estacionales.

La decisión fue anunciada tras varias denuncias en la prensa estadounidense sobre malas condiciones laborales en las bodegas de la firma y luego de que los candidatos presidenciales estadounidenses Bernie Sanders y Elizabeth Warren advirtieran que los empleados tenían que recurrir a cupones de alimentos para subsistir.

Entre los principales rivales de Amazon en Estados Unidos están Walmart y Target.

Esta última firma, anunció la semana pasada que subiría el sueldo mínimo a US$13 por hora, mientras que Walmart lo ubicó en US$11 el año pasado.

Fuente: www.bbc.com

Qué pueden enseñar las abejas a los economistas sobre cómo funcionan los mercados?

Es un hecho poco conocido que los economistas aman a las abejas, o al menos la idea de las abejas.

El logo de la Royal Economic Society es una abeja.

“La Fábula de Las Abejas” es un libro del filósofo, economista y sátiro neerlandés Bernard de Mandeville, que contiene el poema “Las Murmuraciones de la Colmena: o, Los Bribones se vuelven Honestos“ y una discusión del mismo.

Publicado en 1732, utiliza las abejas como una metáfora de la economía, y anticipa conceptos económicos modernos como la división del trabajo y la “mano invisible” que significa “la codicia es buena”.

Y cuando James Meade, un futuro ganador del Premio Nobel de Ciencias Económicas, estaba buscando un ejemplo para ilustrar una idea complicada en la teoría económica, recurrió a la abeja como inspiración.

Esa idea era lo que los economistas llaman una “externalidad positiva”, algo que es bueno pero que al mercado libre no le interesa producir lo suficiente para satisfacer los deseos de la sociedad, lo que significa que el gobierno podría querer subsidiarlo.

Para James Meade, el ejemplo perfecto de una externalidad positiva fue la relación entre las manzanas y las abejas.

Imagínate, escribió Meade en 1952, una región que contiene algunos huertos y un poco de apicultura.

Si los agricultores de manzanas plantaran más manzanos, los apicultores se beneficiarían, porque eso significaría más miel.

Pero los agricultores de manzanas no disfrutarían de ese beneficio, esa externalidad positiva, y por lo tanto no plantarían tantos manzanos como para mejorar la situación de todos.

Esto es, según Meade, “debido simple y solamente al hecho de que el productor de manzanas no puede cobrarle al apicultor por la comida de las abejas”.

Pero hay un problema con su tesis: la flor de manzana casi no produce miel.

Y esa es solo una de las varias cosas que James Meade no sabía sobre las abejas.

Una dulce historia
Para entender un error más fundamental de Meade, necesitamos una breve historia de los humanos y las abejas.

Érase una vez que no había apicultura, solo la caza de miel, en la que los humanos intentaban robar los panales de abejas silvestres. Eso lo vemos representado en pinturas rupestres.

Luego, hace al menos 5.000 años, se formalizó la práctica.

A los griegos, los egipcios y los romanos les fascinaba la miel domesticada.

En la Edad Media, los apicultores utilizaban unas colmenas tejidas clásicas que parecen un montón de neumáticos de paja.

El problema de las colmenas es que si querías la miel, debías deshacerte de las abejas, y los apicultores generalmente las envenenaban con humo sulfuroso, recogían la miel y se preocupan por construir otra colonia de abejas cuando la necesitaran.

Sin embargo, con el tiempo, la gente comenzó a preocuparse por este desperdicio y desdén por una criatura que no solo nos da miel sino que también poliniza las plantas.

En la década de 1830, un movimiento por los derechos de las abejas surgió en Estados Unidos con el lema: “Nunca mates a una abeja”.

Y, en 1852, la Oficina de Patentes de EE.UU. otorgó el número de patente 9300A al clérigo Lorenzo Langstroth por una colmena de marco móvil.

Abejas portátiles
Presentational white space
La colmena Langstroth es una caja de madera con una apertura en la parte superior y marcos que cuelgan, cuidadosamente separados unos de otros por unos mágicos 8 mm de “espacio de abeja”: si fueran más pequeños o más grandes, y las abejas comenzaran a agregar sus propias estructuras, esto resultaría inconveniente.

La reina está en el fondo, confinada por un “excluidor de la reina”, una malla que impide su entrada pero permite que las abejas obreras pasen. Esto mantiene sus larvas de abejas fuera de los panales.

Los panales se pueden sacar fácilmente y la miel se cosecha con una centrífuga que gira, la recoge y la filtra.

La nueva colmena era una maravilla de diseño y eficiencia que permitió la industrialización de la abeja.

Y es esa industrialización la que James Meade no había captado del todo.

Con las colmenas Langstroth, las abejas se volvieron portátiles.

Nada impedía que los agricultores llegaran a algún acuerdo financiero con los apicultores para ubicar colmenas en medio de sus cultivos.

Un par de décadas después del famoso ejemplo de James Meade, otro economista, Steven Cheung, sintió curiosidad al respecto.

Esa curiosidad lo llevó a hacer algo que los economistas quizás no hacemos con la suficiente frecuencia: llamó a algunas personas reales y les preguntó qué sucedía en el mundo real.

Lo que Meade nunca supo
Descubrió que los productores de manzanas habitualmente le pagaban a los apicultores por el servicio de polinización de sus cultivos.

Para algunos otros cultivos, los apicultores les pagaban a los agricultores el derecho a cosechar su néctar.

Ese mercado que Meade dijo que no podía pero debía existir… existía.

Así que las manzanas y las abejas no son un buen ejemplo de una externalidad positiva, porque la interacción efectivamente tiene lugar en un mercado. Y ese mercado es enorme.

Hoy en día, su centro de gravedad es la industria de la almendra de California.

Los almendros ocupan casi 4.000 kilómetros cuadrados de California, y los agricultores venden alrededor de US$5.000 millones de sus semillas al año.

Mientras las abejas duermen
Las almendras necesitan abejas melíferas: cinco colonias por cada 10.000 metros cuadrados, que se alquilan por alrededor de US$185 por colonia.

Cada primavera llegan a la región de los almendros californianos camiones cargados con 400 colmenas Langstroth cada uno, y que han viajado de noche mientras las abejas duermen.

Las cifras son asombrosas: el 85% de los dos millones de colmenas comerciales en EE.UU. son transportadas, con decenas de miles de millones de abejas en ellas.

Como describe Bee Wilson en “La colmena: la historia de la abeja y nosotros”, los grandes apicultores de EE.UU. administran 10.000 colmenas cada uno y desde California pueden viajar a los huertos de cerezos del estado de Washington, luego al este a los girasoles del norte y sur de Dakota y luego a los campos de calabazas de Pennsylvania o de arándanos de Maine.

Meade se equivocó al imaginar la apicultura como una especie de idilio rural. Las abejas se han industrializado casi por completo y la polinización se ha comercializado a fondo.

Y eso presenta un dilema
Los ecólogos están preocupados por las poblaciones de abejas silvestres, que están en fuerte declive en muchas partes del mundo.

Nadie sabe muy bien por qué. Los sospechosos de este crimen incluyen parásitos, pesticidas y el misterioso “trastorno de colapso de colonias”, en el que las abejas simplemente desaparecen, dejando atrás a una reina solitaria.

Las abejas domesticadas enfrentan las mismas presiones, y eso debía disparar unas de las leyes más básicas de la economía: ante la reducción del suministro de abejas, aumenta el precio de los servicios de polinización.

Pero eso no es lo que los economistas han observado en absoluto.

El trastorno de colapso de colonias parece haber tenido un efecto mínimo en cualquier métrica práctica en el mercado de las abejas.

Los agricultores están pagando lo mismo por la polinización, y el precio de las nuevas reinas, que son especialmente criadas, apenas a cambiado.

Parece que los apicultores industriales han logrado desarrollar estrategias para mantener a las poblaciones de las que dependen: criar y comerciar reinas, dividir colonias y comprar paquetes de refuerzo de abejas.

Es por eso que no hay escasez de miel -o de almendras, manzanas, o arándanos-, al menos no por ahora.

¿Deberíamos celebrar los incentivos económicos por preservar al menos algunas poblaciones de abejas? Quizás.

Otra perspectiva es que es precisamente ese impulso de larga data de la economía moderna de controlar y monetizar el mundo natural lo que causó el problema en primer lugar.

Antes de que la agricultura de monocultivos cambiara los ecosistemas, no era necesario arrastrar colmenas Langstroth por el campo para polinizar los cultivos; las poblaciones locales de insectos silvestres se ocupaban de esa tarea de forma gratuita.

Entonces, si queremos un ejemplo de una externalidad positiva, algo que el libre mercado no proporcionará en la cantidad que la sociedad quisiera, tal vez deberíamos buscar usos de la tierra que ayuden a las abejas silvestres y otros insectos.

Praderas de flores silvestres, tal vez, algo que algunos gobiernos están subsidiando, tal como habría aconsejado James Meade.

Fuente: www.bbc.com

Por qué ahorrar no es la clave para lograr más dinero (y qué opciones son más efectivas)

“Hay un límite para lo que puedes ahorrar, pero no hay límite para ganar más dinero”.

Esa es una de las premisas que utiliza Ramit Sethi, asesor y empresario estadounidense, autor del best-seller “Te enseñaré a hacerte rico” y otros libros sobre finanzas personales.

Muchas personas ponen su dinero en cuentas de ahorro en el banco (que habitualmente pagan bajos intereses), pensando que es una buena manera de respaldar financieramente su futuro.

Sin embargo, en conversación con BBC Mundo, Sethi asegura que ese no es el mejor camino para juntar dinero. Peor aún, si dejas en tu cuenta corriente recursos que no estás utilizando.

Finalmente, “pierdes dinero cada día debido a la inflación”, dice el experto.

Y lamentablemente, “nadie te dice que el dinero pierde valor invisiblemente”.

De hecho, ahorrar fondos no es suficiente, agrega, porque para aumentar tu capital en el largo plazo, debes emplear otras tácticas que son más efectivas, según su propia experiencia.

Sethi era un estudiante de tecnología y psicología en la Universidad de Stanford, cuando decidió crear el sitio web “Te enseñaré a hacerte rico”, que más tarde daría origen al libro que lleva el mismo nombre.

Como venía de una familia de clase media, cuenta, tuvo que arreglárselas para encontrar una manera de financiar sus estudios. Fue entonces cuando postuló a más de 60 becas y finalmente consiguió entrar a Stanford.

“Cuando recibí el primer cheque, lo invertí en la bolsa e inmediatamente perdí la mitad“, confiesa.

Entonces se puso la tarea de aprender cómo funciona realmente el dinero. Y tras leer a varios consultores que aconsejaban cosas como elaborar un presupuesto o “no tomarse un café”, llegó a la conclusión de que esos consejos no tenían mucho sentido.

“Si te concentras en ahorrar los US$3 de un café, tienes que dejar de tomar 1.000 tazas para ahorrar US$3.000, y quién sabe cuánto tiempo te puedes demorar”, apunta.

¿Cómo ganar dinero entonces?
Concentrándote en cosas como renegociar tu salario; reducir tus cuentas o el valor de la renta; aprovechando las ventajas que existen en algunos países para los ahorros destinados a la jubilación; creando un ingreso adicional a tu sueldo e invirtiendo en la bolsa, explica.

Aunque no es simple conseguir un aumento salarial, Sethi argumenta que incluso un pequeño incremento, marcará una diferencia al pasar unos años.

Y en el caso de crear un ingreso paralelo a los recursos que consigues con tu trabajo a tiempo completo, el consultor dice que si esa veta prospera, puede incluso llegar a convertirse en tu principal fuente de ingresos.

“Todos tienen alguna habilidad especial para iniciar un negocio complementario”.”Piensa por ejemplo en qué te gusta hacer un sábado por la mañana. Quizás te encanta la moda. Quizás tus amigos te piden consejos para vestirse todo el tiempo”, dice imaginando un escenario.

“Ahora pregúntale a tres de ellos si te pagarían US$20 por ayudarlos a mejorar la manera en que se visten. Si te dicen que sí, ahí tienes un potencial negocio complementario”.

Invertir en la bolsa cuando no sabes cómo hacerlo
En el caso de las inversiones en mercados de valores, ¿qué puede hacer una persona que no tiene ningún conocimiento y tampoco mucho dinero para tomar buenas decisiones?

“Para protegerse y evitar perder dinero, debes tener un portafolio de inversiones diversificado y ser más conservador, si eso necesitas”, comenta.

¿Cómo se hace?

“Hay que concentrarse en poner el dinero en índices bursátiles diversificados y de bajo costo con una perspectiva de largo plazo, que puede ser décadas”.

“Los inversionistas inteligentes valoran la consistencia y un portafolio diversificado más que cualquier otra cosa, en vez de las acciones que están de moda”.

La clave, dice Sethi, es pensar en conseguir retornos en el largo plazo, dado que “el mercado de valores es una fantástica manera de crear riqueza”.

También está la opción de invertir en el mercado de propiedades, pero el autor advierte que este camino no siempre es la mejor inversión, porque no todas las propiedades aumentan su valor con el paso del tiempo.

Aunque muchos no están de acuerdo, Sethi asegura que el tema de las inversiones bursátiles no tiene que ser algo complicado.

“Yo entro a mi cuenta de inversión cerca de una vez al mes y dedico menos de una hora”, dice. “Funciona automáticamente”.

Y uno de los índices bursátiles recomendados por el experto es el S&P 500, entre otras alternativas.

Fuente: www.bbc.com

Crisis en Venezuela: la paradoja de que Caracas sea “la ciudad más barata del mundo” y tenga la mayor hiperinflación

Es una noticia que a muchos caraqueños les puede provocar una sonrisa o una mueca de enfado.

La encuesta semestral de la Unidad de Inteligencia de la revista británica The Economist, publicada este martes y que compara el costo de vida en más de 100 ciudades del mundo, designó a Caracas como la urbe más barata.

El informe —que identifica a París, Hong Kong y Singapur como las urbes más caras del mundo— señala a la capital venezolana como más barata del mundo para vivir, un predicamento que seguramente no tendrá el menor sentido para el venezolano de a pie, a quien el salario mínimo apenas le alcanza para la canasta familiar básica.

Tampoco para aquellos que solo pueden hacer una comida al día, para quienes los productos básicos se han convertido en bienes de lujo, o para quienes los medicamentos ya no están al alcance de sus manos debido a la severa crisis económica que se ha traducido en una hiperinflación, la mayor del mundo.

Menos para los que deben cargar con una montaña de billetes para comprar un kilo de carne o una docena de huevos, ni para quienes piensan que emigrar es la única manera de mejorar su calidad de vida.

¿Cómo se explica entonces la posición de Caracas en dicha lista? ¿Para quién es la ciudad más barata?

Mirada externa
Para entender qué quiere decir exactamente “la más barata”, hay que entender primero cómo se elabora la encuesta y cuál es el público hacia el que está dirigida. Solo así, empieza a cobrar sentido.

En principio, se trata de un sondeo elaborado por la Unidad de Inteligencia de The Economist para ayudar a las oficinas de recursos humanos y a los directores de finanzas a calcular el monto de dinero que deben asignar a un trabajador según el costo de vida de una ciudad determinada, así como también para determinar la cifra de los paquetes de compensación para expatriados y viajeros de negocios.

No está pensado para los caraqueños.

Para ello, el sondeo se basa en índices de precios que puedan ser comparados con facilidad entre diferentes ciudades.

Así, se toman en cuenta los precios de alrededor de 160 productos y servicios(que incluyen alimentos, bebidas, ropa, productos para el hogar, alquiler, servicios como electricidad y agua, cuota escolar, ayuda doméstica, etc.), y, estos precios se traducen en dólares siguiendo la tasa de cambio prevalente.

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Aunque este valor en dólares no signifique que sea barato para quien paga por ese bien o servicio en la moneda local -en el caso de Venezuela, en bolívares-, sí permite decir objetivamente que un café en Caracas cuesta en promedio US$0,77, mientras que en Damasco US$0,60 y en Buenos Aires (la séptima ciudad más barata, según el sondeo) US$3,91, según el sondeo.

En resumen, el sondeo compara los precios del mismo producto o servicio en distintas ciudades, pero no establece una relación entre esos precios y el salario medio o básico local.

Hiperinflación
Los factores que empujan a Venezuela hasta el puesto de “ciudad más barata” son la decadencia de las condiciones económicas en el país en 2018, la hiperinflación —que según los pronósticos del FMI llegará en 2019 al 10.000.000% —, y el colapso de los servicios públicos que acrecientan el descontento social y la crisis que envuelve al país.

“El gobierno de Venezuela unificó y devaluó las tasas de cambio oficiales a comienzos de 2018 en un intento por reducir la presión sobre la moneda, pero en medio de la hiperinflación, la moneda permanece enormemente sobrevaluada, como se refleja en un mercado negro que es extremadamente grande”, agrega el informe.

La velocidad a la que aumentan los precios deteriora (también rápidamente) el poder adquisitivo de los venezolanos.

Quienes tienen dólares y no bolívares están sin duda mejor posicionados para hacer frente a esta situación.

Sin embargo, como explica el corresponsal de BBC Mundo en Carcas, Guillermo Olmo, el dólar también está perdiendo valor de compra.

Esto también es producto de la hiperinflación. “No es que el dólar esté bajando, sino que los precios suben a un ritmo tan vertiginoso que han superado incluso el ritmo al que el dólar gana valor frente al bolívar”, escribió Olmo en un reciente artículo.

Es decir, los precios ya suben más que el dólar, por lo que el billete verde pierde poder de compra.

Por el momento no se vislumbra un camino claro para salir de la encrucijada en la que se encuentra Venezuela, pero mientras la situación económica continúe deteriorándose, Caracas tendrá asegurado uno de los primeros sitios al hablar de “ciudades baratas”. Al menos para la lista de The Economist.

Fuente: www.bbc.com

Accidente del Boeing 737 MAX 8 en Etiopía: cómo saber si el avión en el que vas a volar es de este modelo

Las caídas de dos Boeing 737 MAX 8 en menos de cinco meses han provocado dudas en todo el mundo sobre la seguridad de este modelo de avión.

Una aeronave de este tipo, operada por Ethiopian Airlines, se estrelló el domingo minutos después del despegue y causó la muerte de 157 personas.

En octubre pasado, se accidentó otro Boeing 737 MAX 8, de la indonesia Lion Air, y fallecieron 189 personas.

Pese a la inquietud provocada por los accidentes, la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos (FAA por sus siglas en inglés) dijo este martes que hasta el momento, su revisión de la tragedia en Etiopía “no muestra problemas sistemáticos de desempeño y no ofrece base para ordenar que se deje de usar”.

Mientras las autoridades etíopes y expertos estadounidenses siguen investigando, la Unión Europea, Etiopía, China, Singapur, Malasia, India, Indonesia suspendieron todos los vuelos de los aviones 737 MAX 8, y están a la espera de más información.

Todos argumentan razones de cautela y seguridad para no permitir el despegue ni el aterrizaje de ese modelo.

Varias aerolíneas, como Aeroméxico y Aerolíneas Argentinas, anunciaron la misma medida de manera individual.

Pero otras empresas siguen usando estos aviones, como Aircanada, American Airlines, Flydubai, Air Italy, Icelandair, S7, Southwest Airlines, Fiji Airways, WestJet, LOT Polish Airlines, entre otras.

Si te preocupa que te toque viajar en un Boeing 737 MAX 8, ¿cómo saber si irás a bordo de uno?

Búsqueda
El modelo de avión al que te subirás suele aparecer al momento de reservar el pasaje o los asientos, o al hacer click en el número de vuelo.

El tipo de nave también puede verse en páginas web como FlightStats.com, SeatGuru.com, Expertflyer.com, FlightAware, Flightview.com.

Si la información no aparece por ningún lado, también puedes llamar a la misma aerolínea a preguntar en qué modelo de avión volarás.

Pero ten en cuenta que las compañías pueden cambiar a último minuto la aeronave designada para un vuelo, por cuestiones técnicas.

Si ves que te toca ir en un Boeing 737 MAX 8 y no quieres, ¿puedes cambiar o cancelar el pasaje?

“Los viajeros pueden cancelar sus vuelos, pero no podrían reclamar una compensación o un reembolso (…), ya que cancelar es técnicamente su decisión”, dice Henrik Zillmer, director ejecutivo de la página de ayuda a pasajeros AirHelp, a The New York Times.

Fuente: www.bbc.com